DANIEL BOSQUE*
Tal vez la historia cinematográfica este mal contada y el pasado 21 de octubre, a las 16.29, el coche del excéntrico profesor Emmett Brown y el héroe juvenil Marty McFly de Volver al Futuro II haya aterrizado en el porteño búnker de Cambiemos. Mal momento eligieron los visitantes para causar impresión al think tank que pugnaba por pescar todo voto suelto y así llegar al balotaje con el partido gobernante.
Uno o dos puntos en el escrutinio es la distancia que separa la gloria y el infierno. Mauricio Macri, al contrario de Daniel Scioli, no ha nombrado cargos pero ha dado pistas. No tantas ni tan inquietantes para el establishment como las de Sergio Massa, su divisor de simpatías opositoras, pero propietario intelectual de una sola que destella: el chau cepo ipso banda presidencial.
Se ríe el macrismo, nervioso, cuando le preguntan quién y con qué medicará los divertículos de la economía argentina. Pero busca transmitir convicción y confianza cuando habla de libertad de vientres en el mercado cambiario. “El dólar a 16 o a 17 está altísimo y tiene que bajar” dice el ministeriable Alfonso Prat-Gay. Opción 1: es un guión del inefable Jaime Durán Barba interpretado con juvenilia por el PRO. Opción 2: La cosa es más que sencilla y los billetes verdes inundarán la plaza cuando se aleje de la Casa Rosada el elenco actual. En principio, la CEPAL contradice cuando destaca que la inversión directa, aquí y en la región bajó y es difícil que repunte pronto por el mentado fin del superciclo de las commodities. La presidente saliente, por dar ejemplos, ha endulzado ayer los oídos petroleros, pero nada puede hacer para impulsar el oil price global que le ha quitado ímpetu al gran sueño de Vaca Muerta.
En principio, Macri cree que la obra pública, junto a la resurrección del Mercosur, debería dar vuelo a su ave fénix, pero la pregunta del millón es con qué comodidad adoptará políticas sin un Congreso afín. Aún exorcisado el 54% K por la votación de este domingo, Carlos Pagni hacía estos números este lunes: "Si los resultados de las primarias se mantuvieran en octubre, el oficialismo perdería la mayoría, ya que restarían 18 legisladores propios, 2 aliados y 2 aliados volátiles. En tanto que la oposición en conjunto ganaría 22 diputados. (…) En el nuevo bloque de diputados: 27 serían del PJ; 21, de La Cámpora; 6, del kirchnerismo; 3, del Movimiento Evita, y 2, de aliados del PJ. La definición de PJ es, para los asesores de Bossio, referentes relacionados a los partidos justicialistas provinciales o referenciados con un gobernador o intendente de extracción peronista. En cambio kirchneristas son "ex funcionarios de la gestión kirchnerista y miembros de agrupaciones afines al kirchnerismo de extracción no PJ, como Kolina, Nuevo Encuentro y Socialismo”. Si es cierto lo de la Banelco entre los legisladores, también lo es que hay cosas que el dinero no puede comprar.
Voto voto, verso a verso, el PRO y aliados vs. UNA de Sergio Massa-José de la Sota, dicen que irán a segunda vuelta, ante la decepción de la amplia franja que los quería unidos para terminar con el kirchnerismo. Como Vittorio de Sica en el papel de El general de la Rovere, un atildado Macri parece empujado en estos días por una fuerza superior. Tras las PASO, resbaló al decir que si perdía la elección se radicaría en Italia, tal como hizo Mario Vargas Llosa tras el fujimorazo. Pero hoy, el líder de Cambiemos luce adalid de un new deal que usufructúa el hastío de quienes resienten el uso de Cristina & Co. de la cosa pública. No es poco lo que ha conseguido Macri: before UCR Gualeguaychú Convention, esta fuerza metropolitana no tenía aparato para una presencia nacional. Como dice el refrán, lo que no te mata, te fortalece
“Basta de pelearnos”, “los argentinos unidos podemos construir un país inmenso”. ¿Alcanza el mensaje? No, dirían quiénes creen que el 25-O se impondrá el potente sistema de reparto (empleo público, planes sociales, subsidios) de la coalición gobernante tal como ocurrió en el Brasil con el PT y Dilma. Sí alcanza, sostienen quienes apuntan que el electorado conserva, a pesar de mutaciones, su imaginario de clase media: nueve de cada diez argentinos dice habitar este espacio al que disparan los tips de campaña del PRO.
After 9-A, el misil del caso Niembro pegó en la santabárbara amarilla y obligó a barajar y dar de nuevo, sacando de ruta por preciosas semanas a la rutilante María Eugenia Vidal. Entre las carencias e inseguridades de los arrabales bonaerenses se dirimen la elección nacional y la respuesta a la pregunta del millón: ¿la prepaga peronista cubre todas las expectativas del votante, en muy buena parte joven y tributario de lo bueno y lo malo de estos tiempos?
Sin globos ni bailes, el macrismo hizo un curso acelerado de peronismo básico, con el radicalismo a la rastra. Perón y Balbín, en sus últimos días, hubieran estado contentos.
Pero como ocurre con Scioli y Massa, si llegar es difícil, gobernar, ni qué hablar. Cuando Marty y el Doc se subieron a su máquina inter-temporal, en 1985, Mauricio era ya un joven precoz, tocado por el destino. “A los 24, mi padre me hizo sentar con Donald Trump para negociar US$ 600 M” recordó por TV el candidato. Hoy Trump quiere gobernar EE.UU y echar a todos los mexicanos. Macri, en cambio, se ha vuelto cada vez más nac&pop. Aunque su idea del Estado y de las políticas económicas están lejos del sistema híper regulador que comenzaron con Néstor y se afinaron CFK y Axel.
La Argentina no es Sevel, Boca Juniors o el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Tiene muchísimos más problemas y recursos estrangulados para superarlos. Como José María Aznar o Sebastián Piñera, el simpático émulo de Freddy Mercury, confía en los cansancios de los ciclos populistas. Como el PSOE y la Concertación chilena, en la peor de sus hipótesis el peronismo guarda en su manga el as de hacerle la vida imposible, para volver salvador en 2019. Nada que no se haya visto antes.
*director de Mining Press y EnerNews
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