(Por Daniel Bosque*) Argentina, como dicen los taxistas psicólogos de Buenos Aires, es una máquina de repetir. En este caso, la obsesión por volver a transitar los mismos caminos lleva el nombre de Chevron, camino a constituirse, como Repsol en los ’90, en un ícono memorable del kirchnerismo.
No es la primera vez que ocurre, y dada la dialéctica política de este país seguramente volverá a pasar. El 6 de mayo de 1955, en busca del abastecimiento que no había conseguido, pese al aumento de producción de YPF y en buena parte por la caída del 33% de las compañías privadas, un debilitado Juan Domingo Perón firmó el decreto 6.688 que otorgaba concesiones y prerrogativas a la Compañía California Argentina, subsidiaria de la Standard Oil. La Revolución Libertadora, cuatro meses después, anuló los contratos, declarándolos inadmisibles para la soberanía del país.
Lo ocurrido este fin de semana, casi seis décadas después, encendió luces de alerta en las petroleras. El arco opositor, que hoy soporta todo tipo de humillaciones parlamentarias, se prendió del informe de La Nación y de la amplificación de Clarín, para denunciar, querellar y prometer que, desde diciembre de 2015, todo será revisado en materia de hidrocarburos. Una noticia nada tranquilizadora para los petroleros y que obliga a la cautela, decían ayer en los despachos de las empresas. Si no gana Daniel Scioli, y si en la peor hipótesis el presidente resulta ser Sergio Massa, podrían venir comisiones investigadoras, decretos correctores, renegociaciones varias. En esta hipótesis electoral, con Miguel Galuccio, el gran hacedor que hoy salió a defender con uñas y dientes lo firmado y lo progresado en su gestión, fuera de YPF.
Son horas de ríos de tinta y saliva de quienes en los últimos meses han sufrido en carne propia como articula el poder el mundo K, sometiendo a la calidad de espectadores al resto del conjunto. La oposición ha visto pasar la ley como un nuevo tren express, al igual que el Código Civil y otras normas fundamentales que impulsó el tardokirchnerismo transformador. No sólo ellos, también las provincias de la OFEPHI que hoy pueden mostrar en sus comarcar, con Jorge Sapag a la cabeza, que no se salieron con la suya pero que vendieron cara la derrota.
Los anexos del contrato YPF- Chevron (fue un globo, el diario no dijo nada nuevo de lo que se sabía, remarcan en las firmantes) entran dentro de esta dialéctica: la mentada confidencialidad tiene toda la chapa para ser piedra de escándalo de aquí a la eternidad, a pesar de que la Ley de Hidrocarburos dejó chiquitas esas prerrogativas. Por el plazo de las concesiones, el piso de inversiones, las facilidades en el manejo de utilidades, la renta del off shore y decenas de detalles más.
“Es una ley pro-inversión, ya lo verán”, ha dicho el pope de YPF en cuanto a la flamante Ley 27.007, cuyo mención será habitual en el negocio en los próximos años. Y tiene razón, porque el marco asfixiante para los negocios con que se manejó el oil&gas en la Argentina en la Era Ka no invitaba a poner un peso, salvo honrosas excepciones.
El festejo Día del Petróleo, en diciembre, fue durante largos años algo parecido a un velorio y hoy es una fiesta en el que todos se cruzan grandes números. Tras los decretazos 1.277 y 1.278 y el apotegma Todo el poder a Axel, no convencionales y convencionales son negocios que atraen capitales y generarán petróleo, gas, empleos, impuestos, ganancias suculentas para el país y para las empresas.
Siempre que…Siempre que un clima de mínima estabilidad y confiabilidad lo permita. No es novedad que el gobierno está siendo víctima de su propio péndulo y que en el final de su ciclo va del capitalismo de amigos y el vivir con lo nuestro al venga, invierta y díganos por favor que es lo que quiere. Vaca Muerta sola tiene US$ 200.000 M de potencia, pero la billetera ajusta aquí y ahora. Y atrae, a rusos, chinos, franceses, canadienses, americanos, mejicanos, entre otros y otras.
Pero el gobierno tiene otras urgencias en su garrote vil económico. Con la décima parte, en 2015, Cristina, Kicillof y Vanoli, junto al FPV gobernante en las provincias hambrientas de recursos, podrían hacer estragos. Tantos como no menguar el gasto público, volver a endeudarse en mercados globales de todavía tasas bajas y mantener sobrevaluado el peso, aunque la inflación apunte al 36%. Por eso ha salido a recoger limosnas y a repartir hostias con el swap de China, los dólares de la soja, los guiños a los buitres, el desguace de Clarín y la telefonía 4G. Todo suma.
Pero Vaca Muerta es mucho más que eso, es la gran burbuja argentina, sin cuya promesa de explosión los brokers del Norte ya habrían sacado a la Argentina de sus GPS, coinciden los analistas.
El negocio petrolero puro y duro, que de nuevo cayó en la picota por el titular de un periódico de la “prensa hegemónica” que repugna al gobierno, ve más allá de esas narices. Como en cualquier lugar del mundo, no le asustan los escándalos políticos, ni las guerrillas separatistas, ni los gobiernos de uno u otro color, político o de piel. Sólo le preocupa, en este caso, que el 2016 no venga como un viento que se lleve lo que pacientemente viene tejiendo y construyendo.
*Director de EnerNews