LAURA MONTERO CARRETERO
La crisis del coronavirus ha sumido a las compañías petroleras en un momento complicado fruto del descenso del consumo mundial por la paralización de las economías y la caída de los precios del crudo. Los resultados correspondientes al primer semestre del año de las principales empresas del sector no dejan lugar a dudas: la británica BP perdió más de 18.000 millones de euros; la anglo holandesa Royal Dutch Shell, 15.467 millones; la francesa Total, 7.094; la española Repsol, 2.484… pérdidas históricas que dan buena cuenta de la situación sin precedentes provocada por la pandemia.
La Agencia Internacional de la Energía (AIE), en su informe anual de perspectivas publicado esta misma semana, prevé que la demanda de petróleo se reduzca un 8% este atípico 2020 respecto al ejercicio anterior, mientras que las renovables registrarán una ligera progresión (0,9%). «El sector está pasando una de las peores épocas de su historia, me atrevería a decir que de los últimos 30 años», reconoce Andreu Puñet, director general de la Asociación Española de Operadores de Productos Petrolíferos (AOP). Una coyuntura adversa que se ha convertido en un catalizador para la transformación de estos gigantes.
Los proyectos relacionados con las renovables están ahora, más que nunca, en el centro de la diana. «La transición energética ya estaba ahí antes, pero la situación actual de caída de la demanda les ha dado un sentido de urgencia para acelerar su transformación como manera de buscar áreas de crecimiento a largo plazo, que compensen un negocio tradicional que va decayendo», explica Bruno Chao, responsable del área de Resources en Accenture. Desde la patronal de empresas petroleras creen que todavía es pronto para hablar de una tendencia consolidada, pero destacan que la línea estratégica de las compañías para ser multi energéticas «está muy clara» y se trata de un «camino de no retorno».
Según un análisis de Rystad Energy, la inversión renovable del sector petrolero será de unos 17.500 millones de dólares en proyectos de energía renovable en los próximos cinco años. Y es que al «oro negro» le espera un futuro cada vez más sombrío. «La era del crecimiento de la demanda mundial de petróleo llegará a su fin en la próxima década», aseguró recientemente el director ejecutivo de la AIE. Otros, como el CEO de BP, dudan de que se pueda recuperar el pico máximo de consumo, de unos 100 millones de barriles diarios, que se alcanzó en 2019. «En cualquier caso, en lo que sí parece que hay consenso es en que el mercado energético no estará tan dominado por el petróleo como hasta ahora y que se tenderá a un mundo multi energético», apunta Chao.
La transición verde es irreversible. «Hay una parte que es tendencia estructural, impulsada por los cambios tecnológicos y por las políticas en la lucha contra el cambio climático que conducen a una caída en los combustibles fósiles en todos los escenarios», dice Luis Atienza, presidente de la gestora Argo Capital Partners. «La segunda tendencia que afecta a la evolución de los combustibles fósiles es el proceso de electrificación con carácter general, pero sobre todo en el ámbito de la movilidad eléctrica. En las economías avanzadas, en las que hay un parque muy consolidado con márgenes pequeños de crecimiento, la penetración del vehículo eléctrico va a morder claramente el consumo de petróleo», anticipa el que fuera miembro de la Comisión de Expertos sobre Transición Energética.
Las petroleras europeas son conscientes del cambio de paradigma que se avecina y todas se están posicionando ya en renovables. Repsol, por ejemplo, fue en diciembre del año pasado la primera compañía de su sector en todo el mundo en establecer la ambiciosa meta de ser cero emisiones netas en el año 2050, en concordancia con el Acuerdo de París. Desde entonces se han sucedido anuncios similares de firmas como Total, Eni o BP.
«En el futuro, al menos en Europa, no hablaremos de empresas petroleras, sino de empresas multi energéticas o simplemente energéticas. Su oferta va a ser combinada, con paquetes de movilidad, hogar... para satisfacer todas las necesidades de los clientes: electricidad, gas, pero también gasolinas y gasóleos, al menos en el medio plazo. La compañía que consiga dar con la tecla con esta oferta integrada debería tener un futuro prometedor», sostiene Bruno Chao.
¿Son realistas estos objetivos? «El sector está dispuesto a realizar las inversiones que demanda la sociedad y todos los compromisos adquiridos en cuanto a reducción de emisiones, pero son inversiones muy cuantiosas, de miles de millones de euros, por lo que necesita que las administraciones establezcan el marco regulatorio adecuado para ejecutarlas», subraya Andreu Puñet (AOP).
Aunque las petroleras todavía se encuentran en los momentos iniciales de esa transición, cuentan ya con objetivos y planes explícitos para reducir de manera significativa las emisiones. Y, además, en opinión de Bruno Chao, los Fondos de Recuperación previstos – España destinará el 37% de los mismos para inversiones verdes– «deberían ser una ocasión perfecta para las petroleras y el resto de la sociedad para acelerar esa reducción de emisiones».
Un proceso que, si bien es global, será más potente en el caso del Viejo Continente. «La caída en el consumo de carbón, petróleo y gas a lo largo de esta próxima década en Europa va a ser particularmente intenso», defiende Atienza. La Comisión Europea, de hecho, en su plan objetivo 2030 estableció que el consumo de petróleo se reduciría en más del 30% en comparación con 2015.
«Históricamente, los mercados de energía han estado dominados por la disponibilidad del recurso. Esta transición va a ayudar a que el mercado energético no sea dependiente de recursos, sino del conocimiento y la tecnología. Europa tiene una oportunidad muy grande para conseguir esa independencia energética y para poder llegar a ser incluso líder debido a los niveles de inversión y de investigación que se tienen en la región», afirma Elena Díaz Aguiluz, profesora de Finanzas de Comillas ICADE.
Que las petroleras europeas se hallan inmersas en un proceso de convergencia energética es un hecho, pero ¿se trata de una decisión acertada? El economista Daniel Lacalle se muestra crítico al respecto: «El gran error de las empresas petroleras y una de las razones por las que han estado destruyendo valor en los últimos años, mucho antes del Covid, se ha producido precisamente en las actividades no petroleras. Deberían dedicarse a gestionar las concesiones estatales de manera eficiente, respetuosa con el medio ambiente y sostenible, no a hacer el negocio de los demás porque entonces pasan de ser líderes a ser seguidores».
En este sentido, asegura que «igual que nos parecería una locura que una petrolera se dedicase al negocio inmobiliario, es igualmente equivocado seguir tendencias en las que no tienen ni el liderazgo ni el conocimiento». El economista jefe de Tressis lamenta que lleven incurriendo en este error mucho tiempo, con un «resultado bursátil y de beneficios atroz», por lo que considera que es «absolutamente clave que empiecen a recuperar la estrategia que han tenido durante toda la historia excepto en los últimos diez años, que no es otra que gestionar las concesiones que tienen de la manera más eficiente y sostenible».
El comportamiento en bolsa de las grandes petroleras durante el último año arroja importantes caídas. Las acciones de Repsol, por ejemplo, se anotan un retroceso del 58,62% en la cotización; las de Royal Dutch Shell se dejan un 57,98%; las de BP, un 56%; las de ExxonMobil caen un 50,71%; las de Total, un 37,12%; y las de Chevron, un 36,98%.
«Las empresas relacionadas con el petróleo están pasando dificultades y seguirán pasándolas mientras continuemos ante un escenario de precios bajos», comenta Joaquín Robles, analista de XTB. Cabe recordar que el Brent se sitúa en el entorno de los 43 dólares por barril, lejos de los 68,91 dólares, su máximo anual. No obstante, el analista cree que conforme mejore la economía y, con ella, aumente el consumo del petróleo y suban los precios, ciertas compañías se recuperarán, «si bien serán sus planes para el futuro, lo dependientes que quieran ser del petróleo, lo que les proyectará mejores o peores resultados en el futuro».
Aunque el crudo seguirá teniendo demanda por el impulso de los países emergentes, de la petroquímica y de la movilidad más difícil de electrificar (transporte pesado, marítimo y aéreo), su ocaso es imparable. «Se evolucionará hacia un sector energético más complejo, más diversificado (petróleo, gas, solar, eólica...), con elementos nuevos o que cobrarán una mayor importancia (biocombustibles, hidrógeno, baterías...)», resume Chao. Desde la patronal insisten en que para lograr los ambiciosos objetivos de neutralidad de emisiones «deben tener espacio todas las tecnologías», de modo que puedan competir de forma libre para proporcionar soluciones y que sea el ciudadano quien escoja la que más le interese. Nuevas reglas de juego para un sector en constante evolución dispuesto a transformarse para no perder el paso de la transición energética.
La carrera hacia un modelo de negocio de cero emisiones cuenta con algunos corredores más adelantados.
Las petroleras europeas están mejor preparadas para afrontar la transición energética que sus rivales estadounidenses, según un estudio publicado por el laboratorio de ideas Carbon Tracker la pasada semana. En concreto, Eni, BP y la española Repsol son las que obtienen mejor puntuación, mientras que las norteamericanas ExxonMobil y ConocoPhillips se sitúan a la cola. «Las petroleras americanas en un primer momento han mostrado un mayor escepticismo en cuanto a la llegada de la transición energética con la intensidad que la estamos viviendo ahora.
Se debe tener en cuenta que EE.UU. ha vivido una completa revolución en los últimos diez años con un incremento de la producción de gas y petróleo muy relevante», señala Bruno Chao, responsable del área de Resources en Accenture. Por otro lado, la presión de la opinión pública y gobiernos en relación al cambio climático no ha tenido nada que ver en Europa y EE.UU. «Todo esto ha hecho que las empresas europeas lleven años de ventaja en la elaboración e implantación de medidas encaminadas a adaptar sus operaciones», concluye.