RICARDO ALONSO
Los hallazgos de petróleo en el norte argentino se pierden en la noche de los tiempos.
La presencia de dos extensas formaciones petrolíferas, la devónica y la cretácica, rotas por las fallas generadas durante la deformación andina, hizo que el petróleo brotara a la superficie formando, en algunos selectos lugares, manaderos naturales de petróleo y depósitos superficiales de alquitrán.
Estas manifestaciones de hidrocarburos se encuentran desde la Puna hasta las Sierras Subandinas, generalmente en ríos o quebradas, en donde la erosión cortó más profundamente a la corteza superficial.
Laguna de la Brea, Garrapatal, Quebrada de Galarza, Barro Negro, Mina Aguilar son algunos de esos lugares. Resulta obvio que estos aceites debieron llamar la atención de cualquiera que se los topase.
Por tanto, los indígenas debieron conocerlos y aprovecharlos a su manera, sea como emplastos medicinales o para protegerse de insectos molestos. No se tiene certeza de cuál fue la primera noticia sobre petróleo en lo que hoy es el norte argentino. Teresa Piossek Prebisch, quien estudió por varias décadas los documentos de la época de la conquista y de la colonia, comentó no haber encontrado palabras que se refieran a petróleo, tales como betún, asfalto, aceites de la piedra, jugos lapidíficos, betún de Judea u otros arcaísmos.
Se habla sí de algún fraile franciscano de las misiones de Tarija, especialmente un tal Barba, en el siglo XVII.
En un reciente viaje a Tarija pregunté sobre este asunto sin suerte. Es posible que exista una confusión con el sabio metalurgista de Potosí, Álvaro Alonso Barba, que habló del tema en su afamado libro "El Arte de los Metales", editado en Madrid en 1640.
Los lugares de hallazgos eran en los que entonces se llamaba la "Cordillera de los Chiriguanos", al pie oriental de los Andes y que hoy se conoce generalizadamente como las Sierras Subandinas.
Como fuese, no sería extraño que los frailes franciscanos, y quizá antes los jesuitas, hayan tomado debida nota de la presencia de manaderos naturales. Especialmente por los extensos recorridos evangelizadores que ellos hacían a lo largo y ancho de la región.
El primer dato del que al parecer se tenía noticia escrita se lo debíamos a una de las traducciones del libro del capitán Joseph Andrews. Este marino inglés comenta en su magnífica obra descriptiva del viaje entre Buenos Aires y Potosí, publicado en Londres en 1827, que recibió varias muestras de minerales en Salta, entre las que se encontraba "petróleo".
Ocurre que hemos verificado falsa esta información. Proviene de la mala traducción que realizó Carlos A. Aldao para "La Cultura Argentina" (Buenos Aires, 1920), donde tradujo "vitriol" por petróleo.
Revisada ahora la edición original en inglés, rápidamente se descubre el error.
Vitriolo era una palabra que se usaba para sulfatos metálicos, especialmente de hierro (melanterita) y cobre (calcantita), que se obtenían de cristalizaciones en las paredes y techo de los socavones mineros, las que se utilizaban con fines medicinales.
Con lo cual, por ahora, el primer dato valioso y concreto es el que aportó en 1826 un entonces ignoto navegante del Bermejo, el francés Pablo Chaticán de Soria (1763-1851).
En su navegación por el Bermejo menciona haber observado la presencia de "un betún que fluye de la tierra formando un grande y perenne charco" y lo sitúa en un paraje cercano a la margen derecha del río Grande (de Tarija) en su desembocadura con el Bermejo.
José Ildefonso Álvarez de Arenales (1798-1862), en su libro sobre el Chaco y el Bermejo, publicado en 1833, hace mención al viaje de Soria y al hallazgo del petróleo.
Señala que este betún "reúne las propiedades de la brea o alquitrán, y adapta perfectamente a los objetos de construcción naval".
Luego deja constancia que Soria hizo ya una prueba satisfactoria al carenar el buque destinado a su viaje.
Apunta que obtuvo de Soria una muestra del referido betún y que él personalmente la entregó al Gabinete de Historia Natural de la ciudad de Buenos Aires.
Con motivo de incentivar la inmigración al país, en 1866 se publicó un trabajo titulado: "La República Argentina sus colonias agrícolas, ferrocarriles, navegación, comercio, riqueza territorial, etcétera", donde aparecen citas de petróleo para Salta y Jujuy.
Con respecto a Jujuy dice: "Betún natural. Petróleo, en la parte oriental de la provincia y en la montaña bautizada Concepción, montaña tan rica, tan fértil en sus maderas de una altura y circunferencia admirables, es donde se ha descubierto (en diciembre de 1865) la existencia de esta sustancia bituminosa. Según las apreciaciones hechas por la comisión exploradora, el petróleo ocupa un trayecto de más de 25 leguas de naciente a poniente. Su luz es aun más clara que el que trae el comercio de Norteamérica".
Y también menciona a Salta: "Turba, betún o alquitrán. Se halla en un grande y perenne charco a la margen derecha del río Grande y en las juntas de este con el río Bermejo".
Dato tomado seguramente del viaje de Soria.
Otro antecedente valioso en cuanto a la fecha de origen es el del sabio y viajero francés Victor Martín de Moussy (1810-1869).
Este naturalista fue contratado en 1854 por Justo José de Urquiza, para un reconocimiento científico de la Confederación Argentina.
Víctor de Moussy dejó una obra enciclopédica en tres gruesos volúmenes y un atlas, que trata expresamente de la geografía y recursos naturales del interior del país.
Tras su paso por las provincias de Salta y Jujuy en 1858, deja constancia de la presencia en Jujuy de manifestaciones petrolíferas, comentando que: "En la parte este del río San Francisco y en la sierra de Santa Bárbara...se encuentra petróleo natural al pie de la sierra y alumbre en varios de sus valles".
Sabios químicos como el español Miguel Puiggari, el alemán Max Siewert, el escocés Juan J. J. Kyle y el argentino Pedro Arata realizaron los primeros análisis químicos de petróleos de Salta y Jujuy en la segunda mitad del siglo XIX.
Finalmente, tenemos el dato del geólogo alemán Alfred Stelzner, quien escribe un capítulo en la geografía de Ricardo Napp (1876) y menciona que Salta cuenta con una extensa formación petrolífera y la "existencia de numerosas fuentes de nafta o de petróleo" que acompañan a esas capas.
Luego señala que "El distrito de la Laguna de la Brea de San Miguel, al oeste de la Sierra de Santa Bárbara es particularmente rico en esas fuentes". Finalmente hace votos para que ellas sean en poco tiempo más "el objeto de una explotación lucrativa".
El siglo XX le daría toda la razón.