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América latina x 2: FT: ¿década perdida"? Coppola: Alerta por inquisición
ENERNEWS/MINING PRESS/FT
19/11/2019

"Esto se parece a una escena de la Segunda Guerra Mundial, acá mismo, en el corazón de Santiago". Felipe Alessandri, alcalde de una de las ciudades más prósperas de América Latina, observaba los restos quemados de la iglesia de Veracruz, de 170 años de antigüedad y ubicada en el centro de la capital de Chile, destruida en un incendio iniciado durante una huelga general el martes pasado.

Las llamas que consumieron a Veracruz son un vívido recordatorio de que las violentas protestas que se apoderaron de lo que fue el gran éxito económico de América Latina siguen desenfrenadas, pese a que el gobierno chileno prometió un gasto social adicional, un nuevo gabinete y una constitución nueva.

Algunos izquierdistas latinoamericanos aplauden lo que consideran una revuelta de las masas chilenas contra las fallidas políticas económicas del presidente Sebastián Piñera, un multimillonario conservador. Sin embargo, el levantamiento popular en la vecina Bolivia provocó la caída de un político que pertenece al otro extremo del espectro político.

Evo Morales, el primer mandatario indígena del país, huyó a México después de que su presidencia de 14 años colapsara la semana pasada en medio de una furia generalizada contra un fraude electoral, que desencadenó en violentos enfrentamientos entre sus partidarios y sus opositores.

Chile y Bolivia tienen niveles de riqueza y madurez política claramente opuestos, pero la agitación que sepultó a ambos sigue un patrón más general que se ha observado en América Latina este año.

Las protestas masivas han sacudido gobiernos en Ecuador, Haití, Honduras y Venezuela, el parlamento fue disuelto en Perú, un presidente de extrema derecha asumió el poder en Brasil, un candidato anti establishment ganó la presidencia en El Salvador y los votantes no le dieron la reelección a la actual administración en Argentina.

"América Latina está en pie de guerra, desde el cono sur hasta México", dijo Alberto Ramos, jefe de economía latinoamericana en Goldman Sachs en Nueva York. "Este sufrimiento es real y se viene gestando hace varios años."

Según Ramos, las economías débiles son las principales culpables: el crecimiento real del producto interno bruto (PBI) de la región promedió sólo 0,8% en los últimos seis años. "Considerando el crecimiento de la población, el PBI per cápita en realidad disminuyó", afirmó.

Los años ochenta se conocieron en América Latina como la "década perdida" después de que una crisis de deuda paralizó la economía regional. Para muchos países, la década actual corre el riesgo de repetir esa experiencia.

Los problemas comenzaron con el fin del auge mundial de los commodities en 2014. Los gobiernos latinoamericanos de la década anterior, predominantemente de izquierda, invirtieron generosamente para reducir la pobreza y redistribuir el ingreso, pero no lo hicieron de manera suficiente en áreas como infraestructura o educación para que sus economías fueran competitivas en tiempos más difíciles. El crecimiento se estancó y decenas de millones de ciudadanos que se habían unido a las clases medias en los buenos años vieron que sus beneficios se erosionaban y las perspectivas para el futuro se desdibujaban.

El sufrimiento sencillamente empeora. Este año y el próximo, América Latina será la región con el crecimiento más lento del mundo, según el FMI, que prevé una expansión económica de sólo 0,2% en 2019. El crecimiento para el África subsahariana este año se estima en 3,2%.

La implosión de Venezuela con el gobierno socialista de Nicolás Maduro es el factor más dramático. Más de 4,5 millones de refugiados huyeron después de un derrumbe económico que tiene pocos paralelos en tiempos de paz. No obstante, el desempeño de las demás economías de la región también es pésimo.

La ferocidad de los disturbios en Chile hizo sonar la alarma entre los observadores que, desde el fin de la dictadura de Pinochet en 1990, habían visto al país como el ejemplo a seguir en un continente también turbulento. El propio Piñera hizo la comparación en una entrevista con Financial Times el mes pasado. "Miren América Latina. Argentina y Paraguay están en recesión, México y Brasil sufren un estancamiento, Perú y Ecuador atraviesan una profunda crisis política y en este contexto Chile parece un oasis porque tenemos una democracia estable, la economía crece, estamos creando empleo, mejoramos los salarios y mantenemos el equilibrio macroeconómico", había afirmado.

Diez días después de esos comentarios se produjeron los disturbios en la capital y Piñera declaró el estado de emergencia, poniendo tropas en las calles en un vano intento por mantener la ley y el orden.

Mónica de Bolle, investigadora del Instituto Peterson de Economía Internacional en Washington, sostiene que la mejor explicación para la serie de repentinas explosiones sociales en América Latina este año es la "teoría del túnel" acuñada por primera vez por el economista de Harvard Albert Hirschman en los '70 para explicar la cambiante tolerancia a la desigualdad económica. Describe a los conductores que quedan atrapados en un embotellamiento dentro de un túnel.

"De repente, el carril de al lado comienza a moverse, pero el suyo no", continuó, parafraseando a Hirschman. "No hay ningún beneficio directo para ese conductor, pero sus expectativas aumentan de que su situación mejorará. Si su carril no avanza, las expectativas frustradas generan ira y deseos de rebelarse".

Latinobarómetro, una ONG con sede en Chile que analiza la opinión pública de la región, encontró el año pasado que la mayoría de los latinoamericanos veían su futuro económico más oscuro que en ningún otro momento de los 23 años que lleva el estudio. La proporción de personas que sentían que su país estaba progresando alcanzó un mínimo histórico de sólo 20%, mientras que el 48% consideraba que se había estancado y el 28% que estaba retrocediendo.

Irónicamente, las dos naciones con los sentimientos más positivos sobre su progreso económico fueron Bolivia y Chile, donde el crecimiento ha sido más sólido que el promedio regional en los últimos años.

Marta Lagos, directora de Latinobarómetro, dice que es fácil tener la impresión de que los problemas de América latina son puramente económicos. "Pero va mucho más allá de eso", aseguró. "También hay problemas de desigualdad, de control político y de corrupción, lo que es fatal para la democracia."

A esta mezcla tóxica se agrega que el descontento se propaga rápido y las protestas se organizan fácilmente y sin costo alguno a través de las redes sociales. América latina tiene la mayor proporción de usuarios activos de medios sociales; y a los grupos de WhatsApp se les atribuye un rol central en las victorias anti establishment de figuras como el líder de ultraderecha Jair Bolsonaro en Brasil el año pasado.

En medio de esta desilusión generalizada, el apoyo a la democracia en Latinoamérica, una región que durante mucho tiempo estuvo plagada de golpes militares, se redujo a 48% el año pasado, su nivel más bajo de todos los tiempos.

Lagos señala que sólo un presidente de un país importante de la región, el populista de izquierda Andrés Manuel López Obrador, goza de un índice de popularidad superior a 50%, y aún no lleva un año en el cargo.

De Bolle compara las protestas chilenas, desencadenadas por un pequeño aumento de las tarifas del subte, con las grandes manifestaciones que asolaron Brasil en 2013. Éstas últimas también comenzaron con una protesta contra un alza de las tarifas de transporte público, pero rápidamente se transformaron en un movimiento más amplio y violento contra la mala calidad de los servicios. "No hay liderazgo, es un movimiento espontáneo que nace de las frustraciones, por lo que es contra todo", explicó. "Está la idea de que hay algo mal en el sistema, pero nadie sabe exactamente lo qué es."

Nicholas Watson, director de la consultora Teneo para América latina, cree que si bien las protestas en Bolivia, Ecuador y Chile fueron provocadas por problemas locales específicos, también hubo factores comunes. "Lo más importante es la existencia de un acuífero más profundo de frustración y descontento debido a que los beneficios obtenidos durante el auge de los commodities han disminuido o desaparecido", escribió en una reciente nota.

De Bolle ve una tendencia a rechazar a quienes ocupan los cargos en corrientes a veces contradictorias. "Si hay elecciones, la gente expulsa a los que no han cumplido, ya sean de izquierda o de derecha", afirmó. "Y están votando a alguien que promete hacer las cosas de manera diferente... Pero eso no necesariamente ayuda a resolver nada".


 Alerta que camina la inquisición por América Latina

Gaceta Mercantil

GUSTAVO COPPOLA*

La democracia es, si Dios está de acuerdo. Cuidado con los brutes que se están multiplicando, en Chile te prenden fuego y en Bolivia...también te matan.

La inquisición del siglo XXI ya desató sus demonios. ¿Cuál sería la diferencia entre los policias fanáticos Bolivianos y los fanáticos Talibanes en Afganistán?

El fanatismo es una de las mejores formas de eludir el esfuerzo de pensar y también de absolver la ignorancia. 

Nuestro presente innegablemente distópico era impensable cuarenta años atrás. Al menos para quien escribe.

Aturdidos por el vértigo de un presente que parece superarnos, corremos el riesgo de no estar a la altura de ese proceso de aceleración que la propia realidad le imprime. El problema de esta velocidad es que no podemos avizorar con claridad hacia dónde estamos yendo. Una serie de datos sueltos bailan ante nuestra mirada de modo confuso y el esfuerzo por analizarlos comienza a trazar frágiles imágenes, tan precarias como nuestro destino.

El desarrollo tecnológico es vertiginoso, ya no parece una fantasía que el diagnóstico de cualquier médico sea reemplazado por uno más certero y eficiente generado por una computadora. Un proceso de muchos años en el que, como alguna vez dijimos, la búsqueda de la excelencia fue relegada, en términos generales, por la búsqueda de la ganancia. Un cambio de paradigma casi excluyente en el tejido medio de nuestra sociedad.

 
 

De cualquier modo, la inteligencia artificial empuja al ser humano por fuera de sus lugares habituales en el sistema. Prácticamente no hay profesión u oficio que no pueda ser reemplazado por tecnología en el corto plazo. Como si se tratase de una ficción, la realidad que nos muestran o la que deseamos ver puede ser tallada en una impresora 3D.

El trabajo debe empezar a ser analizado desde otro lugar, de igual modo que el trabajador y la defensa sus derechos debe aggiornarse sin pérdida de tiempo.El viejo almacén de barrio desapareció con la irrupción de los mercaditos chinos, las paradas de diario languidecen por la aparición de las publicaciones virtuales, los taxis van a terminar sucumbiendo a pesar de su resistencia frente a aplicaciones como Uber. Todos ejemplos de actividades económicas otrora deseables para la sociedad. El almacenero que fiaba, el canillita que vivía con dignidad madrugando para atender a los clientes, los pasajeros que con una actividad regulada podían sentirse más seguros y el taxista propietario tranquilo con la inversión que le permitiría vivir con esfuerzo, pero sin sobresaltos. No va a ser fácil. Uber, además de ser una aplicación de celular, es la precarización del trabajo, es la caída de un sector de clase media que tiene acceso a un automóvil como último recurso para sobrevivir. Hay quienes piensan el mundo con mucha antelación y con todo el tiempo del mundo. El mismo tiempo que la mayoría de nosotros dedicamos a sobrevivir.

 

Una publicación de BBC News refiere que según la ONG Oxfam el 1% de los ricos en el mundo acumulan el 82% de la riqueza global. Esos son los dueños reales del mundo, los que planifican cómo multiplicar y sostener su riqueza. Para quienes entienden acerca de la naturaleza del poder saben que son ellos quienes lo ejercen sin pedir permiso ni respetar fronteras.


Hay quienes, como inventados por el absurdo, pretenden sostener la confrontación capitalismo-socialismo. Economistas mediáticos agitan el fantasma de que, más allá de sus “verdades”, lo único que hay es “socialismo”. Pretenden asustar a una sociedad escasa de conocimientos políticos con el miedo a futuro con el retorno del socialismo, en nuestro caso, el socialismo K. ¡El riesgo del retorno del socialismo desapareció con el propio socialismo hace ya muchos años! Estamos frente a la mutación del propio capitalismo, que va a tener por víctimas a aquellos que con su trabajo permitieron que se desarrollara.

 
 

No voy a ser yo quien retome las categorías de análisis marxistas para denunciar que el capitalismo es la “dictadura de las burguesías” ni el significado de la plusvalía, ni las tensiones históricas que se crearon entre el trabajo y el capital. Hoy la realidad es otra y asusta.

¿Cómo será el mundo en lo inmediato -si como uno cree- el desarrollo tecnológico cambia radicalmente el concepto de producción y va dejando de lado el trabajo reemplazándolo por tecnología? Asistimos a una guerra silenciosa entre quienes quieren incrementar y consolidar su riqueza contra el resto del mundo. Para eso, los dueños del poder con sus recursos infinitos utilizan a su favor las fuerzas que brotan como producto de la desesperanza y la decadencia irreversible de las instituciones sociales tal como las conocemos.

 
 

Los conflictos en todo el mundo demuestran una realidad incontrastable. En principio la globalización elimina las fronteras y unifica las causas de los conflictos sociales con denominadores comunes. Sería caprichoso imaginar que el conflicto por la autonomía de Barcelona puede tener su origen en que los catalanes creen que el resto de España frena su desarrollo económico. ¿El poder económico de la excolonia inglesa de Hong Kong acepta pasivamente la anexión de la isla a China continental? Los conflictos en la joya capitalista latinoamericana de Chile, ¿no tienen que ver con la desigualdad social y el cada vez mayor enriquecimiento de solo una decena de familias chilenas? El golpe de estado en Bolivia y la represión salvaje en Ecuador, ¿no tiene relación con el sometimiento de los pueblos indígenas y la recuperación de la riqueza por parte de un escaso número de familias históricamente patricias?

A diferencia de los años setenta, el recurso de las dictaduras simultáneas en la región genera una resistencia social que las hace casi inviables salvo para sectores irrelevantes. Ese es el problema en Bolivia, que supo mostrar al mundo las dictaduras de Banzer, Barrientos, Meza, entre otros. Hoy tiene mejor prensa, en la sociedad, el arrebato de la hipocresía moral y tenemos simultáneamente a todos los presidentes “populistas” corruptos como si hubiese habido un acuerdo en la región. Nadie sospecha de esta “simultaneidad” agitada por los medios y oposiciones con pasados dictatoriales. La realidad es la que te cuentan. En los 70 teníamos el Plan Cóndor y dictaduras simultáneas en toda Latinoamérica. Nosotros éramos derechos y humanos, mientras tiraban a personas vivas de los aviones, torturaban en los sótanos oficiales, saqueaban propiedades y robaban bebés y nos llevaban a perder una guerra con los ingleses para perpetuarse en el poder.

Hay quienes aun sostienen que estábamos mejor con los militares. De una deuda de menos de 7.000 millones de dólares con Isabel Perón saltamos en esa dictadura cívico-militar a una de más de 45 mil millones. Quién, que haya vivido en esos años, puede olvidar la "plata dulce". Raúl Alfonsín y la democracia argentina fueron las primeras víctimas de esos genocidas con uniforme o de traje y corbata. Hoy esos mismos civiles cambiaron, ahora no usan corbata. Nuestro presente se reconoce en su pasado, entre uno  y otro hay un proceso que no termina de desarrollarse.

América Latina posee los recursos naturales que el poder mundial necesita y probablemente sea una razón a considerar cuando uno piensa que hay en algún lugar del mundo quien en este momento está pensando qué hacer con el cobre chileno, con los minerales bolivianos, peruanos o ecuatorianos o con los minerales y el agua argentinos. Ese alguien tiene un poder ilimitado y el talento suficiente para perfeccionar las formas de explotación de esas riquezas y esos seres humanos.

Las cañas de bambú embellecen cualquier jardín pero provocan un problema. Sus raíces se extienden subterráneamente invadiéndolo todo. Cuando uno lo nota es tarde. La decadencia de la política y de las religiones occidentales conocidas es un fenómeno que nos define. La profunda crisis de valores en los que está inmersa nuestra sociedad, el individualismo, la indiferencia y la ausencia de compromiso colectivo, junto a la hipocresía de algún sector más pudiente económicamente que otro, nos está condenando a la indefensión.

Una de las manifestaciones más exitosas de la globalización en nuestro país es, desde mi punto de vista, la pérdida de una identidad que nos defina. Usar una escarapela es casi cursi y la bandera se expone solamente en un mundial de fútbol. Hay más banderas argentinas a la vista en un Mundial que un 9 de julio o un 20 de junio.

Sin embargo, y paradójicamente, hay un fenómeno social que todavía no sufrimos. Tal vez por esa misma ausencia de identidad, quién lo sabe. El “evangelismo”, la iglesia electrónica o universal o como se llame en cada lugar, todavía está extendiendo sus raíces en estos pagos demorando una aparición explosiva como se ve en Brasil, en Ecuador o en Bolivia.

Debe haber pocas formas de dominación más eficientes que el fanatismo y la ignorancia. Sea Bin Laden o Bolsonaro, cuando llegan al poder de la forma que sea disciplinan a través de la fe o el terror, definitivamente funcionales a los dueños del poder. Qué mejor forma de contener al rebaño en el nombre de Dios frente a ese futuro que se aproxima. Qué mejor que fomentar una guerra santa entre los fanáticos y quienes se rebelen a ellos. ¡Qué más abominable que alguien etiquetado de socialista para un fiel de la iglesia universal como Bolsonaro o Camacho Macho!

La imagen de policías bolivianos de rodilla orando a su dios y la imagen de los talibanes con sus rezos a su profeta puede resultar revulsiva para quienes tenemos la pretensión de seguir pensando críticamente, luchando por la equidad y la justicia social, convencidos que los plazos se acortan y el crédito de la política es escaso.

Tal vez el mayor de los miedos, el mayor de mis miedos, sea la ignorancia. Cuanto más dificultoso sea el acceso universal al conocimiento más rápida y dolorosa será nuestra derrota.

La explotación del trabajador está por terminar, no van a existir robots que reclamen aguinaldo ni licencia por nacimiento. Habría que ver si Julio Verne no escribió alguna ficción al respecto porque los ricos no parecen preocupados por saber qué va a pasar con los que sobren. Paradójico: cualquiera que busque en Google “Iglesia Universal del Reino de Dios” va a ilustrarse acerca de su fundador, Edir Macedo. Cómo el tesorero de una secta, funda otra sin recursos y hoy funciona como una gran multinacional de enorme poder económico.

Quizá por viejo desconfío y sospecho que la consigna “Pare de sufrir” que podemos escuchar en varios canales de televisión de madrugada está destinada a contener con el espejismo del pensamiento mágico a los desesp eranzados y es financiada generosamente por los dueños del mundo.

 

* Columna publicada originalmente en el blog Gus Coppola


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