GABRIELA SUED

La política exterior de Alberto Fernández empezó a tomar forma. El presidente electo dio pistas en los últimos días de lo que tiene en mente para su gestión: reconstruir un polo progresista en América Latina, pero con tono moderado y pragmático, tan distante del ala conservadora, agrupada en el Grupo de Lima, como del ya descompuesto eje bolivariano.

Tres hechos pueden conectarse para dar cuenta de la orientación definida por Fernández. En primer lugar, haber elegido México como destino inaugural después de su triunfo en las elecciones presidenciales. En segundo, el diálogo cordial que mantuvo el viernes con el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, a quien necesita para desarrollar con éxito la negociación con el FMI.

La tercera pista quedará a la vista el viernes próximo, cuando Fernández participe de la apertura del segundo encuentro del Grupo de Puebla, un foro iberoamericano de dirigentes progresistas, que se celebrará en Buenos Aires ente el 8 y el 10 de este mes. La expresidenta brasileña Dilma Rousseff será la presencia más rutilante, de acuerdo con la lista de asistentes confirmados que manejan los organizadores.

¿Cuál es el denominador común de estos acontecimientos? La búsqueda de equilibrio, una obsesión en la política exterior que diseña Fernández. En ese sentido, sus colaboradores destacan que el Grupo de Puebla tiene varias diferencias con el Foro de San Pablo, el agrupamiento de izquierda nacido en esa ciudad, en 1990, que tenía a Fidel Castro entre sus impulsores.

La primera diferencia es que en el Grupo de Puebla no hay representantes de los gobiernos de Cuba ni de Venezuela. La segunda es que, aunque se propone frenar el avance de los modelos conservadores en la región y evitar una intervención a la fuerza en la crisis de Venezuela, el grupo no plantea una confrontación abierta con el gobierno de los Estados Unidos.

Entre sus promotores, todos dirigentes que participan en nombre propio y no en representación de sus Estados, están los expresidentes Lula da Silva (Brasil) y Rafael Correa (Ecuador), referentes de lo que sus adversarios regionales califican de "populismo". Pero también hay figuras destacadas del ala rotulada como "socialdemócrata", como el expresidente español José Luis Rodríguez y el candidato del Frente Amplio en Uruguay, Daniel Martínez.

Del grupo también forman parte el excanciller Jorge Taiana; el exministro de Trabajo Carlos Tomada; el diputado Felipe Solá, que se perfila como ministro de Relaciones Exteriores de Fernández, y el excandidato presidencial chileno Marco Enríquez Ominami, amigo del presidente electo argentino y parte de la comitiva que lo acompaña en su visita a México.

El dirigente chileno, presente en el cierre de campaña del Frente de Todos y en el búnker de los festejos, está organizando el encuentro que se desarrollará la semana próxima en Buenos Aires. Hasta el momento confirmaron su presencia Rousseff, el excandidato presidencial brasileño Fernando Haddad, el excanciller ecuatoriano Guillaume Long, la diputada y dirigente estudiantil chilena Karol Cariola y el chileno exsecretario general de la OEA José Miguel Insulza. Aunque no integra el grupo, el presidente boliviano, Evo Morales, es considerado parte del mismo espacio.

El viaje a México es una puntada en la misma dirección, explican en el entorno del candidato. El gobierno de Manuel López Obrador promueve, junto con el de Uruguay, una resolución acordada de la crisis de Venezuela, en oposición a la presión que ejerce el Grupo de Lima para forzar la caída del presidente Nicolás Maduro.

"Fernández ya no solo dice que apoya la solución propuesta por México y Uruguay, sino que para reforzar el gesto va y se reúne con López Obrador", explicó un dirigente del Frente de Todos.

Pero la elección de México, un peso pesado en la región, como destino inaugural del presidente excede la situación de Venezuela. Para el equipo de Fernández, México representa la búsqueda de una relación autónoma y pragmática con los Estados Unidos. "Es un país con una larga tradición de neutralidad y de no intervención en asuntos internos de otros Estados", destacaron en el entorno del presidente electo.

Los colaboradores de Fernández reconocen además que la lista de posibles destinos se había reducido a la fuerza, en una región convulsionada. Las tensiones con el gobierno de Jair Bolsonaro dejaron afuera a Brasil, principal socio comercial de la Argentina.

"Es un vínculo que deberá sostenerse por medio del trabajo de las cancillerías", se resignan cerca de Fernández. Ecuador y Chile, en plena crisis, también quedaron excluidos, al igual que Uruguay, con un proceso electoral todavía abierto.

La conversación con Trump dejó latente la posibilidad de concretar un viaje a Washington, incluso antes del 10 de diciembre. Entre los países en carpeta también figura España. Cuando Fernández se reunió en septiembre con Pedro Sánchez, el presidente español le propuso que su primera visita de Estado tuviera a Madrid como destino.