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31/10/2017
MINING PRESS/ENERNEWS/El Economista

El destino elegía al doctor Alfonsín para comenzar lo que hoy viene siendo el período más extenso de nuestra democracia, pero estamos aquí reunidos por todas las deudas que todavía tenemos a pesar de todas estas décadas. Hace poco más de una semana los argentinos dimos un enorme paso, confirmamos nuestra decisión de cambiar, decidimos profundizar la transformación que comenzamos juntos y que nació en el corazón de los argentinos. Confirmamos que se trata de un cambio de fondo, de un cambio verdadero que se basa en la esperanza de saber que somos mejores de la vida que hemos llevado, un cambio impulsado por las voluntades y deseos de aquellos argentinos que decidieron jugarse con la verdad, por el crecimiento, por el trabajo, por una mejor vida para todos. Confirmamos que empezamos un nuevo tiempo, que ya no aceptamos más “no se puede” que tanto daño nos hizo durante décadas, confirmamos que queremos desafiar el dogma melancólico y desesperanzado que cree que lo mejor sucedió en el pasado.

Estamos dando pasos nuevos, firmes, seguros para seguir mejorando, para seguir avanzando, para seguir creciendo, lo que vamos a hacer en el país entre todos es algo que hace muchas décadas no logramos en la Argentina. Si tuviera que definir una de las motivaciones más grandes que tengo como Presidente, diría que es terminar con la pobreza, para que los argentinos tengan la libertad de elegir sobre su propia vida, apasionarse y vivir de lo que los apasiona, de concretar sus proyectos y sus sueños. Pero es inadmisible que en un país con las condiciones estructurales que tenemos haya tantas personas en la pobreza, somos un país grande, rico en recursos, pero la herramienta más valiosa más allá de toda riqueza es la fuerza emprendedora del pueblo argentino, solo hay que desatar los nudos que nos tienen maniatados para poder liberar toda esa potencialidad latente en nosotros.

 

No exagero cuando digo algo que voy a repetir una y otra vez hasta el cansancio: somos la generación que está cambiando la Argentina para siempre, si señores, somos todos parte de esa generación. Estamos sentando las bases para desarrollarnos y en ese camino cómo elegimos vincularnos unos a otros es casi tan importante como el resultado final. La única manera de dar vuelta la página y sanar las heridas del pasado es diciéndonos las verdad, es construyendo confianza, que es la base de un vínculo duradero y genuino, es rechazando todo tipo de violencia, es buscando siempre el diálogo y fundamentalmente la paz. En este punto me quiero detener unos instantes, si no hay consensos básicos sobre el rumbo y los objetivos que compartimos para el desarrollo de nuestro país, no habrá sustentabilidad pública, ni inversiones, ni productividad, ni seguridad jurídica o competencia empresaria, no habrá equidad social y una verdadera salida de la pobreza y la desigualdad.

Esto implica una transformación muy grande, implica mirarnos hacia el futuro en vez de pelearnos viendo los fracasos del pasado, y no hay por qué tenerle miedo a esta idea, porque no se trata de sacar o de ajustar sino de ceder en algo para recuperar el conjunto, de transformarnos para poder crecer. Detrás del miedo al cambio hay a veces una mirada reaccionaria y conservadora que defiende privilegios, y hay grupos que usan el miedo para conservarlos, es mentira que estamos condenados a que se repita nuestra historia de fracasos, es mentira que hay algo o alguien que quiera perjudicarnos. Lo que complica nuestro desarrollo son nuestras propias limitaciones, nuestra tendencia a empantanarnos en los problemas y rechazar las soluciones posibles.

Hoy podemos decir con alivio y entusiasmo que los argentinos maduramos, que desafiamos a esa actitud de quedarnos quietos y resignarnos, entendimos que todos los problemas tienen solución y que esa solución depende de nosotros. Reformar es crecer, transformarse es crecer, es evolucionar, es responder a las necesidades actuales haciéndole frente a las dificultades con recursos nuevos, el cambio es una actitud, el cambio es reformar instrumentos, transformar es lograr resultados, creo en la necesidad de pensar una agenda de reforma permanente, lo que yo llamé reformismo permanente, que esté en sintonía con este proceso de transformación tan grande de la historia de la humanidad. Somos parte de un mundo globalizado y no podemos seguir debatiendo realidades como si viviéramos en otro siglo, los cambios tecnológicos están planteando debates estructurales sobre el trabajo, el conocimiento y hasta sobre la vida misma. Todos ellos y muchos otros pueden ser oportunidades para resolver algunos de nuestros problemas, o pueden ser amenazas frente a las cuales nos encerramos, negando su existencia, debatiendo una agenda pequeña y cerrada.

Reformar el país es darle las alas que necesita para volar en el mundo de hoy, es ayudarla a superar sus trabas para volverlo dinámico y capaz. Durante muchos años los argentinos vivimos presos de la lógica autocomplaciente del fracaso, vivimos lamentándonos por nuestros errores y ese sea tal vez el elemento central para entender por qué tenemos la pobreza que tenemos, tiene que ver con nuestra cultura del poder. A los argentinos nos ha costado construir un mundo compartido porque nos hemos mirado el ombligo permanentemente, muchas veces se pensó que el poder es algo que hay que apropiarse, una cultura que celebra la vivada, que es incapaz de construir instituciones, una cultura que en vez de tomar el poder como un servicio dijo “tengo el poder y ahora me abuso de él”. También creo que nos hemos obsesionado en debatir ciertos temas referenciándonos en cómo se planteaban en el pasado, no se trata de negar nuestra historia, se trata de entender que en nuestra historia nos ha costado crear un mundo común. Por eso para salir de la pobreza tenemos que organizarnos, ser protagonistas de esta transformación, para eso los convoco a lograr entre todos consensos básicos que nos permitan trazar un camino de futuro, una hoja de ruta que nos guíe en la construcción de reglas, que nos de estabilidad y nos lleve a una Argentina más justa e integrada donde todos podamos tener un proyecto de vida.

Tenemos que avanzar en reformas donde cada uno ceda un poco, empezando por los que tienen poder, y no solo hablo de la política, tenemos que hacerlo en base a la confianza, hablando desde la verdad, con buena fe, sin dobles discursos y abandonando cualquier todo de etiquetas que impidan que ese diálogo fluya. No digo que sea fácil, cambiar a veces cuesta, requiere que nos animemos a algo diferente, pero ya no hay más excusas para no animarse, no hay más excusa, es ahora o nunca. Hoy quiero proponerles tres ejes a partir de los cuales podamos construir consensos para reducir la pobreza, que es la principal meta por la cual pedí que se evaluara mi Gobierno. Esto lo digo sin desconocer de la educación, la salud, la protección social, la infraestructura, el medioambiente, que también son objetivos fundamentales de nuestro Gobierno. Pero hoy me quiero concentrar en estos tres ejes: el primero es sobre la responsabilidad fiscal, la inflación y los impuestos, no podemos gastar más de lo que recaudamos, y esto lo digo en todos los niveles del Estado, tenemos que seguir bajando la inflación y comprometernos para que nunca más vuelva a ser un instrumento de la política, y debemos reducir la carga tributaria, diseñar un sistema de impuestos equitativos sustentable, con una relación cooperativa entre Nación y provincias. El segundo eje es favorecer el empleo, creemos en el trabajo como eje del proyecto de vida de las personas, necesitamos más y mejores trabajos para millones de argentinos, entonces avancemos hacia un esquema de reglas de juego que fomenten el empleo privado, formal. El tercer eje es el de la República y la calidad institucional, queremos comprometer a todos los sectores a colaborar en el fortalecimiento de la República y a construir un Estado que no esté al servicio de la política, de sus funcionarios o de sus gremios, sino al servicio de los argentinos; esto incluye reformas en la Justicia, en el sistema electoral y en iniciar un camino de transparencia e integridad para prevenir y castigar a la corrupción.

Déjenme explicar cada uno de estos ejes con más detalles porque creo que es muy importante saber de qué estamos hablando, sin embargo no esperen una descripción de los instrumentos, queremos para que sean el aporte del Gobierno a las diferentes mesas del consenso. Sobre el primer eje, lo que llamamos responsabilidad fiscal significa que durante mucho tiempo los argentinos no hemos podido equilibrar el manejo de nuestras cuentas públicas y esto no puede seguir así, no podemos seguir gastando más de lo que nos ingresa, tenemos que comprometernos al equilibrio fiscal en todos los niveles de Gobierno, acordar un camino entre Nación y las provincias para acercarnos lo más posible al superávit de las cuentas públicas. Esto no es negociable, no es nuestro dinero el que nos toca administrar, es el dinero de todos los argentinos y debemos administrarlo con la mayor responsabilidad posible, una parte central de la reforma será la nueva relación fiscal entre el Gobierno nacional y las provincias.

Agradezco hoy la presencia de nuestros gobernadores y todo lo que hemos logrado trabajando juntos estos dos años, y los convoco a pensar en soluciones duraderas. En estos dos años firmamos con los gobernadores consensos y hojas de rutas en educación, modernización del Estado, narcotráfico, energía, minería, cultura; estos acuerdos nos muestran el camino para seguir avanzando en los que nos toca hoy, que es acordar una distribución de recursos equitativa en la que esté las responsabilidades de cada uno para usar lo mejor posible los recursos que tenemos. Estas reglas claras nos van a permitir seguir trabajando juntos en las obras de infraestructura que tanto necesita nuestro país, y con los gobernadores también tenemos que avanzar en otro camino importante, tenemos que desandar juntos la escalada de impuestos que Nación, Provincia y Municipio hicieron los últimos años. El gasto para reducir el gasto público es mayúsculo pero no deja de ser básico, necesitamos menos impuestos, más obras, y todo esto lo debemos lograr con equilibrio fiscal, se lo debemos a las próximas generaciones.

¿Qué madre o qué padre pueden dejarles a sus hijos deudas y problemas? Nuestra generación tiene que poner en orden las cuentas públicas para que cada argentino recién nacido herede patrimonio, infraestructura, cultura, bienestar, y no pasivos sociales, financieros o educativos. Ustedes saben que recibimos un Estado con un déficit alto, insostenible en el tiempo, que estamos bajando gradualmente de a un punto por año, porque queremos cuidar a quienes pueda sufrir la transición y porque queremos que la reducción sea para siempre, queremos que los argentinos incluidos sus dirigentes valoren el equilibrio fiscal como un requisito indispensable de un buen Gobierno, no nos gusta endeudarnos, pero mentirnos, emitiendo dinero sin respaldo y generando inflación. Desde el primer día reconocimos que la inflación es fruto de una mal política, estamos bajando gradualmente y este año será la más baja desde el 2009, no se puede crecer sostenidamente, no se puede aspirar al desarrollo, a la creación del empleo, a la reducción de la pobreza, si no bajamos la inflación. Todos nuestros vecinos la han vencido y también lo han hecho la mayoría de los países del mundo, la inflación alta castiga a la mayoría, lastima a la inversión, impide la competencia, y por ende el incentivo a mejorar, la inflación arruina el ahorro. Solo unos pocos privilegiadas, casi siempre gente con recursos o contactos, puede protegerse de ella, la mayoría de los argentinos solo la sufre.

Quiero proponerles un compromiso de todos para que nunca más volvamos a tener inflación, necesitamos un moneda estable para que el crédito que empezó a crecer en la Argentina crezca fuerte y sólido. Necesitamos crédito a más largo plazo y menor costo para sostener tanto del sector público como del privado, lo mismo necesitan las familias argentinas para que cada uno pueda acceder a su propio hogar, pero el crédito se sostiene sobre la confianza, cuánto más previsible seamos, cuánto más estable es nuestra moneda, cuánto más baja sea la inflación, más crédito habrá para todos. También como parte de este primer eje quiero hablar de los impuestos, lamentablemente tenemos impuestos que ningún país tiene, impuestos demasiado altos, con una distribución poco equitativa y un sistema impositivo complicado y engorroso, y la peor distorsión de nuestro sistema es la evasión fiscal, genera competencia desleal, castiga a los más productivos, a los que invierten, a los que exportan, a los que dan trabajo formal. Ya empezamos a bajar la carga tributaria, bajó casi dos puntos desde que asumimos, claramente desde un punto de partido muy alto, es cierto, y todavía nos queda mucho camino para recorrer. Por eso queremos avanzar con las provincias y con los municipios hacia un sistema de impuestos más simple, más claro, más equitativo y que beneficie la inversión productiva y la creación de empleo, por eso mañana o el miércoles vamos a presentar una propuesta de reforma tributaria, con la mira en la equidad y en largo plazo. Un último punto sobre la situación macroeconómica y su sustentabilidad a largo plazo: tenemos que pensar una conversación adulta y honesta sobre nuestro sistema de jubilaciones y pensiones. Estamos orgullosos de la amplia cobertura de nuestros jubilados, el año pasado creamos la pensión universal al adulto mayor para que todos los mayores de 65 años tenga un ingreso asegurado, y estamos orgullosos de la Reparación Histórica que ha permitido corregir a más de un millón de jubilados. Pero sabemos que nuestro sistema previsional esconde seria inequidades y no es sustentable, a mi entender no debería haber jubilaciones de privilegios, ni regímenes especiales, que por ejemplo habiliten sin justificación a que algunos se jubilen a las 40 o los 50 años, mientras otros tienen que trabajar hasta los 65 ¿Por qué?

En la ley de Reparación Histórica se previó la creación de un consejo para diseñar un nuevo sistema previsional dentro de un plazo de tres años, el sistema seguirá siendo universal, público, solidario y de reparto, pero también necesitamos que sea integral, sustentable y justo, que busque que todos los argentinos trabajemos al mismo tiempo. Eso es justo.

Por eso, en las próximas semanas, vamos a convocar a la comisión prevista, en dicha ley, para que las fuerzas políticas: representantes de jubilados, trabajadores, empresarios, académicos, expertos previsionales en un proceso participativo, puedan elaborar una propuesta para que el Congreso trate oportunamente.
Hasta que esa reforma entre en vigencia, vamos a presentar algunas propuestas para la transición.

Pasemos al segundo eje: el de comprometernos a tomar medidas que favorezcan la creación de más y mejor empleo privado y el crecimiento de la producción. Si queremos salir de la pobreza tenemos que crear más trabajo, es el único camino, no hay otro. Para eso, en los próximos días vamos presentar algunas iniciativas que venimos conversando con los representantes del trabajo, orientados a la formalización del trabajo no declarado; a mejorar la capacitación; a crear nuevas formas de contratación para trabajadores que dan trabajo; a mejorar el equilibrio entre el trabajo y la vida familiar, entre otras.

También vamos a seguir combatiendo los excesos en la litigiosidad laboral, que se ha convertido en el negocio de unos vivos, la mafia de los juicios laborales es uno de los principales enemigos de la creación de trabajo en nuestro país. Por eso, insisto a las provincias para que adhieran a la nueva Ley de ART, aprobada este año; lamento que hasta ahora hayan adherido sólo dos distritos: Córdoba y la Ciudad de Buenos Aires, y que haya sólo dos proyectos que tiene media sanción: Buenos Aires y Mendoza.

Sé que en otras provincias están en tratamiento – y les pido que aceleren el trámite – porque hay pocas cosas más importantes que esto para ayudar a crear trabajo. Estoy convencido de que los argentinos tenemos las capacidades para competir exitosamente con los mejores del planeta, pero no podemos pedirles a nuestras empresas que lo hagan, si no cuentan con las condiciones para hacerlo.

Venimos trabajando para que las cargas impositivas, el costo del crédito, las condiciones de la infraestructura logística, los costos de los insumos claves, como la energía; el conjunto de las reglas del juego sean los adecuados para alcanzar los niveles de productividad que necesitamos para integrarnos al mundo de manera positiva.

Mejorar el acceso al crédito es una prioridad, queremos más Pymes que puedan acceder al mercado de capitales y a la Bolsa; queremos más créditos hipotecarios para la gente. Seguimos teniendo uno de los mercados financieros más chicos de América latina. Necesitamos multiplicar el crédito en inversión para acompañar el crecimiento. También vamos a profundizar nuestros esfuerzos para facilitar las cosas, esto es simplificar normativas, eliminar trámites innecesarios.

Queremos dejar atrás un Estado complicado, lento, burocrático, pensado sobre normas llenas de vueltas, basadas en la desconfianza y no en el espíritu simple de cumplir con la ley. ¿Cómo puede ser que una empresa, una Pyme le pidan más de 1.500 declaraciones juradas por año? Seis por día hábil, además esas declaraciones generan 700 pagos, por años; casi tres por día. Es demasiado, es una locura: 158 trámites serán necesarios para una pollera para poder exportar y los hemos reducido a 118, todavía falta, tenemos que seguir, falta muchísimo. Las empresas tienen que concentrarse en producir e innovar, porque eso genera trabajo, en lugar de gastar energías innecesarias en trámites.

Toda la promoción de la iniciativa privada tiene que darse en un marco de reglas que aseguren que los beneficios lleguen a la gente. Por eso, las empresas no sólo tienen que pagar sus impuestos y tratar bien a sus empleados, también deben comprometerse a cuidar a los consumidores y al ambiente; animarse a modernizarse y competir; a pensar no sólo en qué puede arrancarles a los gobiernos de turno, sino también en ver cuál es su aporte a la sociedad.

Debemos que actuar para que nunca más los ganadores sean los que han obtenido privilegios, a partir de sobornos, o los que se cartelizan abusando de los consumidores. Seremos implacables cuando se burlen las normas de competencias en perjuicio de la gente; creemos en la defensa de la competencia y para eso necesitamos sumar constitucional, moderno y eficaz; transparentar los mercados también es contribuir a la integridad de la Nación.

Y competir quiere decir, también, salir a seducir al mundo y dejarse seducir. No podemos seguir siendo uno de los países más cerrados; no podemos seguir creyendo que podemos vivir solo con lo nuestro. No hay manera de salir de la pobreza si no nos convertimos en un país exportador. Es importante que para lograr cualquier reforma haya un diálogo con los representantes de cada sector.

La cultura de los acuerdos y de las mesas sectoriales, de las que a menudo participo personalmente, parte de la premisa de que todos tienen que ser parte de la conversación: sindicatos, empresas, gobiernos. Nos sentamos todos en una mesa, listamos todos los problemas y vamos renglón por renglón viendo qué podemos resolver, es una maravillosa experiencia.

El tercer eje, al que los quiero convocar para potenciar las posibilidades de nuestro país: el fortalecimiento institucional. Los argentinos ya han decidido que quieren vivir en una democracia republicana con instituciones respetadas, que también los respeten a ellos, a todos los argentinos. Y no sólo a quienes tienen acceso a funcionarios o dirigentes para pedir favores y excepciones. Hemos demostrado que el cambio empieza por uno; hay que ser respetuosos del Poder Judicial, cumplir con sus sentencias y con el Parlamento, donde la presencia de ministros y funcionarios públicos es necesaria para informar y rendir cuentas ante los Diputados y Senadores de la Nación. Además, desde el comienzo de nuestro gobierno hemos buscado comunicar cada uno de nuestros actos a todos los argentinos, asumiendo un compromiso firme con la libertad de prensa.

Otro capítulo: la modernización del Estado es una tarea fundamental. Estamos construyendo un Estado abierto, moderno y democrático; un Estado ágil, que simplifique trámites, agilice procesos, jerarquice al empleado público; un Estado íntegro, transparente, que se comunica y tiene inter-operatividad con los demás Estados. Estamos trabajando con más de 1.000 municipios dentro del Programa de País Digital, incorporando expedientes electrónicos, el tablero de control para gestionar mejor; dándoles accesos a sistemas cómo contratar y cómo comprar, una revolución.

Queremos consolidar estos avances y extenderlo a todos los niveles de Gobierno; el cambio cultural que estamos impulsando persigue objetivos concretos: un Estado que esté al servicio de toda la sociedad y no una sociedad al servicio de unos pocos, queremos instituciones públicas transparentes, queremos consolidar instituciones en las que la sociedad confíe porque no alcanza con que sólo algunas personas que ocupan cargos públicos sean la garantía de la ética.

Así como decía antes, que queremos un país en que la inflación sea intolerable; queremos un país donde la corrupción sea intolerable. Tenemos que erradicar nuestra cultura del: “roban, pero hacen”; hay que demostrar que se pueden ganar elecciones haciendo políticas con decencia. Para esto hemos impulsado importantes normas, como la Ley de Acceso a la Información Pública, como una agencia independiente y profesional que ya está funcionando; ahora es el turno de las provincias, que pueden adherirse a la ley nacional o sancionar una ley propia. Yo – si me permiten – le recomiendo la ley nacional, que es muy buena y se aprobó con el consenso de todas las fuerzas políticas y las organizaciones de la sociedad civil.

Sé que algunas provincias ya están avanzando, pero otras están retrasadas. Les quiero pedir que avancen y que demuestren su compromiso con la transparencia y el acceso a la información pública. No olvidemos que es un deber de los servidores públicos.

Otras normas, que hemos impulsado, son la Ley del Arrepentido, para casos de corrupción; los decretos de regulación para casos de conflictos de intereses; el mejoramiento de los procesos de compras y contrataciones con sistemas informáticos, transparentar los procesos licitatorios y la digitalización de todos los expedientes públicos de la Administración Central, entre muchos otros.

Existen en el Congreso proyectos orientados a la lucha contra la corrupción que hoy cuentan con media sanción y en el caso de la Ley de Responsabilidad Penal de Personas Jurídicas; la Extinción de Dominio; la ley de Reforma Política.

Somos una república federal y por eso el compromiso con la transparencia es una decisión que debe ser adoptada por los tres poderes del Estado, los gobiernos provinciales, los municipales de todo el país. Poner luz sobre los asuntos públicos y rendir cuentas es una obligación de todos.

La Justicia: es otro de los poderes del Estado que ha iniciado un proceso de reconstrucción de confianza, que parece haber perdido para muchos. Tenemos que seguir trabajando para asegurar que cada día la Justicia siga mejorando en su respuesta a la demanda, de una sociedad que ya no admite la impunidad, ni la arbitrariedad, ni demoras justificables. Como dije recientemente, nada más solidario y equitativo que una Justicia que trata a todos los ciudadanos por igual, sin mirar la situación relativa de poder.

Nuestro sistema político, por momentos, pareció más enfocado en beneficiar a los políticos y no a quienes tienen que representar. Hay repartidos por el Estado rincones y recovecos donde funcionarios de todos los gobiernos, en todos los niveles, logran ubicar amigos, parientes, militantes de sus agrupaciones. Un ejemplo – que descubrí hace muy poco – es el de la Biblioteca del Congreso de la Nación, que tiene más empleados que las bibliotecas más grandes del mundo, que pasó de menos de 500 a más de 1.700 empleados en los últimos años. ¿Qué ha pasado este tiempo para que aumentara así, qué compromiso tienen con la gente, quienes la administran? 1.700 es un número escandaloso para una biblioteca, una vergüenza y sobre todo si comparamos con la Biblioteca del Congreso de Chile, que tiene menos de 250 empleados. Este tipo de estafas, sí porque son estafas, se tienen que terminar, no hay más lugar para esto.

Otro caso es el de las Legislaturas provinciales, que ya eran escandalosos hace 15 años y desde entonces siguieron aumentando de tamaños. Hay varias provincias donde la cantidad de empleados de la Legislatura viene aumentando a más de 10 por ciento, por año. Hay casos de legisladores que tienen más de 80 empleados, sí 80 empleados por legislador. Estoy seguro de que hay maneras mucho mejor de trabajar, mucho mejor que armar quioscos para los amigos de la política.

En el ministerio Público Fiscal se contrataron 1.100 personas, entre el 2012 y el 2016, la mayor parte de estas asignaciones fueron para cargos de alta jerarquía. No quieran saber los sueldos. En el Consejo de la Magistratura hay una desproporción similar, el número de consejeros creció casi un 140 por ciento, en diez años, 140 por ciento en diez años. Y hay casos, como el de empleados de ordenanza, cuya función es servir café o llevar expedientes, que tienen sueldos arriba de 100 mil pesos por mes y además gozan, como todos los empleados del Poder Judicial, de un régimen de licencias muy generoso, que llega a permitirles tomarse dos años de licencia con goce de sueldo. Y no puede ser que el horario de atención de los juzgados y de la justicia, en general, sea hasta las 13:30 horas; no puede ser que durante 45 días esté interrumpido el servicio de Justicia. Qué bueno sería para todos, realmente, que la Justicia dé el ejemplo, que elimine una de estas licencias o que se replanteé estas interrupciones que no hacen más que demorar causas que tardan años.

También es importante que modernicen sus procesos para dar un servicio ágil y transparente. En la Justicia el expediente electrónico no existe, los expedientes tienen 200 hojas, mínimo, en papel, que se cosen y todavía están escritos en español antiguo. Este sistema es viejo, poco transparente y contribuye a que la Justicia sea más lenta todavía. Estos son sólo pequeños ejemplos que podíamos pasarnos días porque son miles y nos muestran lo básico, lo mínimo que tenemos que empezar a cambiar, esto es básico y mínimo.

Y cada uno desde su lugar puede contribuir a reducir el gasto público: veamos el caso de las universidades. En 10 años la planta de personal docente y no docente; la oferta académica; el número de universidades aumentó en promedio de más del 30 por ciento, pero la matrícula de estudiantes sólo el 13 por ciento. Claramente esos incrementos no se correlacionan con la tasa de graduación, que es una de las más bajas del mundo.

Por eso se requiere el esfuerzo de las universidades para que asignen de formas más eficientes los recursos, para mejorar su desempeño y contribuir entre todos a reducir el gasto público.

Otro caso es el de las obras sociales; en Argentina hay 280, de las cuales sólo 40 representan el 70 por ciento de los trabajadores y sus familias. Esto quiere decir que hay 240 obras sociales que sólo representan el 30 por ciento de los trabajadores y lo digo habiendo – desde el primer momento – apoyado a las obras sociales, pero esta cantidad llama la atención.

La sociedad argentina, en su conjunto, invierte mucho dinero en salud, y a pesar de eso tenemos un sistema muy desigual. Queremos obras sociales fuertes y bien administradas, porque esto significa mejorar la calidad de vida y la atención a la salud, tanto de los trabajadores como de sus familias. Para hacerlo invitamos a dialogar a nuestra dirigencia sindical y así ver, entre todos, cómo podemos resolver de la mejor forma estas incongruencias.

Algo similar sucede con los sindicatos: no puede ser que haya más de 3.000 en la Argentina. Y sólo 600 firmen paritarias anualmente; necesitamos organizaciones sindicales fuertes, transparentes, que realmente tengan la vocación de representar a los trabajadores. Así que también los invitamos a ellos a dialogar, a echar luz sobre esta situación y así entre todos podamos trabajar para generar más trabajo, lo que nos va ayudar a avanzar hacia una Argentina sin pobreza.

Mejorar el Estado es poner la política al servicio de la gente y no de sus propios intereses. También creemos que el sistema institucional político, esto es cómo se organizan los partidos, cómo se organizan las elecciones, quedó anclado en el pasado y tiene que dar un salto hacia adelante.

En todos estos ejes, en todos tenemos propuestas concretas, que vamos a ir presentando en las próximas semanas.

Para ir finalizando, tenemos que trazar una línea de austeridad para lo que viene, mucho de los que estamos hoy acá somos unos privilegiados. Sí, porque hemos tenido acceso a recursos y a oportunidades que muchos argentinos no tuvieron. Por eso tenemos que demostrar qué vamos a hacer, tenemos que dar el ejemplo y sabemos que no nada más potente que dar el ejemplo.

Las reformas, en las que tenemos que avanzar, exigen que cada uno tenga que ceder un poco, empezando por los que tienen más privilegios. Porque en el camino del gradualismo hay quienes no pueden esperar. Hay cambios que tenemos que hacer lo más rápido posible para que los argentinos salgan de la pobreza y para que la clase media pueda crecer. Ya vimos que no nos sirvieron los atajos, ya vimos dónde nos llevaron las avivadas, queremos acabar con los privilegios que salvan a unos pocos, mientras tantos argentinos padecen la pobreza y la desigualdad.

Estoy acá pidiéndoles que todos hagamos nuestro aporte, es la forma de sacar a este país adelante cuanto antes. El único rival que tenemos son los problemas de los argentinos y nuestro único desafío es superar la resignación y el miedo. Muchos dicen que esta propuesta de país ordenado le falta épica, no estoy de acuerdo, realmente no estoy de acuerdo. Qué aventura más excitante que hacer que una comunidad se desarrolle, más allá de los límites que creía tener; qué aventura más épica que la de un nuevo desarrollo, basados en consensos básicos deseados por todos. Eso es aventura, la aventura de cambiar, de mejorar todo lo mejorable. Eso provoca entusiasmo y nos desafía a tomar las riendas con nuestras propias manos.

Vivamos esa sana rebeldía de querer más y saber que es posible, que está en nosotros lograrlo. Sé que comparten mi visión, que es una esperanza compartida, pero no una esperanza quieta. Es una convicción que nos impulsa a dar nuevos pasos cada vez más consistentes para acercarnos a una Argentina posible y maravillosa, sin distinciones ni privilegios, con oportunidades para todos, repito: sin distinciones ni privilegios, pero con oportunidades para todos. Muchas gracias a todos.

 


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