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OPINIÓN
Escribe Alonso: Geología del Mioceno y sus boratos
MINING PRESS/ENERNEWS
14/10/2019

 

RICARDO ALONSO

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San Salvador de Jujuy fue el lugar del encuentro nacional de investigadores científicos dedicados a estudiar una época de la historia de la Tierra marcada por grandes cambios y que contiene a la propia evolución del hombre. Entre el 2 y 4 de octubre de 2019, bajo la presidencia de la Dra. Claudia I. Galli, se llevó a cabo el V Simposio del Mioceno-Pleistoceno del Centro y Norte de Argentina en el Instituto de Geología y Minería de la Universidad Nacional de Jujuy. Mi conferencia de apertura estuvo dirigida a la formación de sales de boro que ocurrieron en gran abundancia durante el Mioceno en algunas regiones específicas del planeta, entre ellas la Puna Argentina. El Mioceno es un periodo geológico que fue originalmente definido por Charles Lyell (1797-1875), uno de los padres de la geología moderna. Lyell fue el mentor de Darwin y ambos están enterrados en la Abadía de Westminster en Londres.

La definición original se basó en la presencia de invertebrados marinos fósiles en las capas infra y superpuestas correspondientes al Oligoceno y al Plioceno respectivamente. La palabra Mioceno viene del griego y significa “menos nuevo” ya que tenía un 18% menos de invertebrados marinos que el Plioceno. Así consta en la página 54 del volumen tercero de los famosos “Principios de Geología” (1833), obra emblemática que da lugar al nacimiento organizado de la Geología. Además, texto revelador que le va a servir a Darwin en su viaje alrededor del mundo para comprender la profundidad del tiempo y el origen de las especies por selección natural. Pero ¿cómo era la foto del planeta en el Mioceno? De acuerdo con los estudios modernos globales, donde se investigaron cientos de secuencias estratigráficas marinas y continentales alrededor del mundo, se considera al Mioceno como el periodo cronológico que cubre el lapso entre los 23 y los 5,3 millones de años atrás. Representa un periodo singular de la historia de la Tierra por la causalidad-casualidad de múltiples eventos geológicos encadenados que produjeron cambios dramáticos en la geomorfología, clima y vegetación. América del Sur que se había mantenido como una gran isla empieza a fusionarse lentamente con América del Norte a través del istmo de Panamá. Ello va a traer aparejado un reordenamiento del sistema circumplanetario de corrientes oceánicas frías y calientes con la alteración mundial del clima.

La Antártida deja de recibir corrientes cálidas y comienza un proceso de reglaciación que había quedado trunco y va a evolucionar hasta adquirir su configuración actual. Se produce también un aumento mundial de la temperatura, la evaporación y la salinidad de los mares. Esto se verá reflejado particularmente en el Mediterráneo que ocupaba una mayor superficie que la actual y se deseca completamente hasta convertirse en una gran cuenca salina. Cada tanto era nuevamente inundado y volvía a desecarse. El ascenso y descenso del mar a través del Estrecho de Gibraltar era uno de los canales de alimentación. Ello llevó a que se acumularan grandes espesores de distintas sales de aquel mar mioceno que hoy yacen enterradas. Las perforaciones en el Mediterráneo han cortado cientos y hasta miles de metros de sal gema y yesos. El empuje de las placas entre África y Europa llevó a que algunos de esos viejos depósitos fueran levantados y empujados. Es así como en España, Francia, Italia y otros países de la cuenca mediterránea se encuentran potentes mantos de calizas y evaporitas, algunas de las cuales se explotan con fines comerciales como ocurre con la glauberita, un sulfato de sodio y calcio que se usa en la industria química de jabones y detergentes. Una buena exposición de afloramientos miocenos ocurre en la localidad de Messina (Italia) de donde toma el nombre la última etapa del Mioceno conocida como Messiniense. Dada la extraordinaria cantidad de sal y sales que se depositaron se le ha dado en llamar a ese evento la “Crisis salina universal Messiniense”.

El Mioceno es también una época de intenso volcanismo en algunas de las cadenas montañosas como es el caso de los Andes y gran parte del “Círculo de Fuego” que rodea al Océano Pacífico. Muchos de esos volcanes se extinguieron y dejaron ver por erosión parte de su estructura interna donde yacen depósitos minerales metalíferos. Una parte sustancial de los pórfidos de cobre y oro que forman las grandes minas de esos metales se han formado en este periodo. Fue un tiempo de empuje de las placas que dieron lugar a la construcción orogénica de cadenas montañosas como los Andes, Álpides, Himalayas, entre otras con lo cual queda delineada la topografía moderna. El Mioceno representa también el periodo de expansión de las gramíneas que llevó a que se lo bautizara como la “Edad de las Hierbas”. Las gramíneas aparecen luego de la extinción de los dinosaurios a finales del Cretácico. Hay entonces un retroceso de los bosques y una expansión de las sabanas y pastizales. Ello trae a su vez aparejada la expansión de mamíferos herbívoros caso de los caballos y rinocerontes. El Dr. Rosendo Pascual, gran paleontólogo argentino, consideraba al Mioceno como la “edad de las grandes sabanas”.

En África la situación del clima y vegetación del Mioceno va a permitir el desarrollo de los paleo-homínidos que va a llevar evolutivamente hasta el hombre moderno. Ahora bien, el tiempo geológico Mioceno es también el momento de la mayor generación de boratos en la historia del planeta. El 90% de los recursos y reservas de boratos exógenos, esto es los formados por evaporación en cuencas salinas, se han formado durante el Mioceno que califica como la “Edad de los Boratos”. Los boratos miocenos se han registrado en tres regiones principales como son el plateau de Anatolia en Turquía, el suroeste de los Estados Unidos (California, Nevada) y la Puna Argentina en el ambiente de los Andes Centrales de América del Sur. En Turquía los yacimientos tienen una edad entre 17 y 19 millones de años que representa al Mioceno inferior. Entre ellos se destacan los mayores yacimientos del mundo del borato de sodio tincal o bórax (Kirka) y del borato de calcio colemanita (Emet) y otra media docena de grandes depósitos de colemanita y ulexita (Balikesir, Bigadic, Kestelek, etc.). Las fábricas de vidrio y cerámica de Europa se abastecen principalmente de Turquía.

En América del Norte los depósitos de boratos se formaron tanto en el Mioceno inferior como en el Mioceno superior. El yacimiento de Boron, en el desierto de Mohave, se formó unos 18 millones de años atrás y está compuesto mayormente por bórax, kernita y ulexita. Es uno de los grandes proveedores de productos bóricos a la industria mundial. También hay otros depósitos del Mioceno inferior en otros puntos de California, Nevada y el norte de México (Tubutama, Magdalena). Los otros yacimientos se encuentran en capas de unos 6 millones de años de antigüedad dentro de la Formación Furnace Creek que aflora en las márgenes del Valle de la Muerte. Esos boratos, principalmente ulexita, probertita y colemanita, se explotaron ampliamente desde fines del siglo XIX hasta la década de 1980. En la Puna Argentina se presentan yacimientos de boratos del Mioceno superior, entre 5 y 7 millones de años atrás. Entre ellos el depósito de bórax Tincalayu en una península del salar del Hombre Muerto; el yacimiento de Sijes formado por capas de hidroboracita, colemanita y en menor medida ulexita e inyoita; y la mina Loma Blanca en Jujuy formada por capas de inyoita, ulexita y bórax.

La sierra de Sijes, en el salar de Pastos Grandes, donde afloran capas de hidroboracita (borato hidratado de calcio y magnesio) como mineral dominante, representa una fuerte anomalía en magnesio. Esa situación, que no ocurre ni en Turquía ni en Estados Unidos, se da actualmente en los lagos boratíferos magnesianos del Tíbet. O sea que para esa época los lagos donde se depositaban los boratos magnesianos en la cuenca de Sijes tenía una situación parecida a la actual de los lagos tibetanos lo que no deja de ser una interesante curiosidad. El planeta en su evolución geológica nos muestra una cara siempre distinta al fluir en el espacio-tiempo.


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