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DEBATE
Dólares y proyectos faraónicos. Escriben Pagni, Bulat y Fernández Canedo
11/09/2014

Detrás de todas las penurias, la falta de dólares

La Nación

Por Carlos Pagni.

Cristina Kirchner tiene un opositor tan tenaz y desafiante como ella. El dólar. Mejor dicho: la falta de dólares. Esa escasez es el síntoma de las principales patologías de la economía argentina. La inflación desorbitada, el déficit energético, la desconfianza de los inversores y el deliberado aislamiento financiero.

Axel Kicillof supone que estos problemas no se deben a que sus medidas sean erróneas, sino insuficientes. Por lo tanto, exagera su receta. A los monotributistas que facturan menos de 96.000 pesos por año se les vedó la compra de dólares destinados al ahorro. Y el límite para las empresas que tienen que pagar importaciones se redujo a la mitad: desde anteayer es de sólo 150.000 dólares.

Como en la práctica se ha vuelto casi imposible conseguir esa autorización, las compañías abonan sus insumos recurriendo al contado con liquidación.

El dólar adquirido de ese modo llegó ayer a $ 13,50. Quiere decir que el mercado condujo a Kicillof adonde la señora de Kirchner no le había permitido llegar: un desdoblamiento "de facto" del tipo de cambio. Para importar, las empresas deben pagar $ 13,50 por dólar. Pero cuando exportan, les reconocen sólo $ 8,40.

Hay que recordar que el 80% de las importaciones son realizadas por compañías exportadoras. Quiere decir que la estrategia del Gobierno -si a esta dinámica inercial se la pudiera llamar estrategia- desalienta las exportaciones en un momento en que se requieren divisas. "Esto está profundamente estudiado", diría el ministro.

A esta escena complicada se le agregó otra perturbación: la penuria del sector agropecuario. La espectacular cosecha de los Estados Unidos ha derrumbado el precio de la soja y del maíz. Ese deterioro en los ingresos de los agricultores coincide con un aumento de los costos, sobre todo el de los combustibles.

Según Ernesto Ambrosetti, economista de la Sociedad Rural, "los márgenes brutos de todos los cultivos son negativos respecto del rinde promedio del país". El cálculo es anterior a las inundaciones bonaerenses. Se presume que hay cinco millones de hectáreas bajo el agua. La mitad corresponde a ganadería y la otra mitad a agricultura. Un millón y medio de las hectáreas anegadas estaba destinado a la producción de trigo.

La combinación de estos infortunios determinará, además de una caída de actividad, una menor oferta de dólares. Justo en el momento en que el Gobierno más reclama los dólares del campo. Los productores han sido conminados a localizar sus silobolsas con dispositivos satelitales. Y si quieren sacar el grano de sus establecimientos deben declarar ante la AFIP el stock de producto que conservan.

¿Los funcionarios están ejerciendo una mayor presión impositiva o recaban información para después intervenir el sector con la ley de abastecimiento? En otros términos: ¿Kicillof enviará inspectores a buscar los dólares que se almacenan, bajo la forma de oleaginosas o cereales, en la pampa húmeda?

Estos interrogantes comienzan a inquietar a los chacareros. Ayer se reunieron unos 800 en Bolívar y, bajo los auspicios de la Mesa de Enlace, propusieron la suspensión de la comercialización de granos y ganado, acompañada de movilizaciones. Es la señal de una sorpresiva ebullición.

No debe sorprender que la carencia de divisas fuerce a que los funcionarios vuelvan a hablar de una negociación con los holdouts. Carlos Zannini controla las conversaciones con un pequeño grupo de empresarios que se vuelven a ofrecer para adquirir los derechos reconocidos por Thomas Griesa.

A la cabeza del pelotón están Rubén Cherñajovsky, perjudicado en su calidad de gran importador por las restricciones cambiarias, y Eduardo Eurnekian. El experimento sigue siendo una quimera.

Kicillof sugirió en varias reuniones que, después de enero, cuando ya no esté vigente la cláusula RUFO, buscará un entendimiento. Pero mantiene su discurso intransigente. En la City porteña circula la versión de que el economista Mario Blejer confesó a la señora de Kirchner esta perplejidad: "Usted construyó la primera parte del puente hacia el financiamiento pagando el Ciadi, la segunda pagando a Repsol, la tercera pagando al Club de París y cuando iba a construir el cuarto tramo, lo dejó inconcluso". Lo interrumpió Kicillof: "La Presidenta sabe nadar".

El ministro insiste en que no reconocerá más que la mitad de lo que Griesa concedió a los acreedores. Los holdouts, por su parte, no admiten más que un 20% de quita. Es difícil encontrar hombres de negocios dispuestos a perder el 50% de lo que pagarían por el juicio. Hasta a filántropos como Cherñajovsky y Eurnekian les temblaría el pulso. Además, algunos dirigentes de la oposición comenzaron a controlar si el Gobierno no estará ofreciendo algún negocio en compensación por esas pérdidas.

Más allá de estas dudosas tratativas, Kicillof mantiene su estrategia: quitar a los holdouts su principal arma, que es la capacidad de arruinar las reestructuraciones de 2005 y 2008. Para alcanzar ese objetivo el kirchnerismo de la Cámara de Diputados se encaminaba anoche a sancionar la ley para cambiar el lugar de pago establecido en los canjes.

Ese camino también está obstruido. Las gestiones del secretario de Finanzas, Pablo López, en Washington y Nueva York, para persuadir a grandes tenedores de esos títulos de que acepten la propuesta del Gobierno fracasaron. Los financistas a los que contactó López sugirieron que el traslado del domicilio de pago a París debería contar con la autorización de Griesa. Los fondos que operan en los Estados Unidos temen ser denunciados por ayudar a la Argentina a eludir la jurisdicción de ese país.

El revés de López obligó a Kicillof en las últimas horas a solicitar a algunos inversores que se presenten ante Griesa pidiendo por su cuenta el cambio de Nueva York por París.

Las respuestas fueron negativas. Y apareció otro inconveniente: el contrato de los canjes fija requisitos muy precisos para el agente de pago. Nación Fideicomiso, la empresa designada en reemplazo de Bank of New York Mellon, no reúne esas condiciones. Por eso los funcionarios de Economía andan en busca de alguna entidad europea que pueda ejercer esa función y, al mismo tiempo, no esté alcanzada por los dictámenes de Griesa. No la encuentran.

Es curioso que Cristina Kirchner haya hecho el esfuerzo político de promover una ley como la que se aprobaba anoche, con tantas dificultades de aplicación. Se ve que esto no estuvo "profundamente estudiado". Salvo que, como esgrimió anoche Elisa Carrió, el único propósito sea que el Congreso convalide la gestión completa de la deuda, en beneficio de la Presidenta, de Roberto Lavagna y de Sergio Massa.

Los contratos con China también están en dificultades. Nadie puede asegurar que los fondos destinados a obra pública no sean embargados, ya que circularían por entidades que operan en Nueva York. Las divisas que, con cuentagotas, irán al swap de reservas, se acreditarían en Pekín, no en Buenos Aires. Tal vez haya que traerlas a nado, como le gusta a Kicillof.

La Presidenta volvió a encontrar, entre tantos sinsabores, la solidaridad del Papa. Ambos habían imaginado un posible encuentro cuando ella lo llamó para acompañarlo con motivo del accidente familiar. Francisco concretó la invitación, para el próximo sábado 20, al percatarse de que la Presidenta viajará el 21 a Nueva York para exponer en la ONU su posición frente a los holdouts.

La información sobre esos movimientos se la proporcionó el dirigente peronista Eduardo Valdés, principal vínculo entre él y Cristina Kirchner, quien participaba de actividades organizadas por el Vaticano. Valdés gestionó también la visita de Diego Maradona a Santa Marta. "Me alegra recibir a Maradona, que es una especie de hijo pródigo; cuando me lo traigas, te voy a dar una cartita", comentó Francisco a Valdés. Era la invitación a la Presidenta.

El Papa pretende respaldar a la señora de Kirchner en la discusión sobre la deuda. Es una actitud coherente con la condena a los mecanismos del mercado que publicó entre los parágrafos 53 y 58 de la exhortación Evangelii Gaudium. En marzo, al enterarse de que ella viajaría a Francia para hacer gestiones ante el Club de París, tuvo la misma reacción: "¿Por qué no pasa por aquí? A lo mejor la puedo ayudar", le sugirió. Almorzaron el 17 de ese mes. Diez días más tarde, el Pontífice recibió a Barack Obama y le manifestó su expectativa de que la Corte de los Estados Unidos aceptara la apelación de la Argentina.

Hay relevantes dirigentes de la oposición que apuestan a que el Papa alerte a la señora de Kirchner sobre las consecuencias negativas de su política económica. Tal vez les cueste aceptar que, en ese campo, entre Bergoglio y su invitada hay más coincidencias que conflictos. Aunque habría que registrar un detalle: antes de estar con la Presidenta, Bergoglio recibirá a un grupo de obispos argentinos que lo informarán sobre la situación socioeconómica del país.

Proyectos faraónicos en momentos de incertidumbre

El Cronista

Por Tomás Bulat.

Cuando un liderazgo tiene problemas con los cuales no puede lidiar y estos afectan la vida cotidiana —como pueden ser la inflación o la recesión— es momento de proponer desafíos mayores que minimicen los problemas reales y nos embarque a todos en un nuevo desafío. 

Eso es lo que hacen los anuncios de la Presidente en los últimos días. Desde la alegría por la aprobación de la resolución de las Naciones Unidas contra los fondos buitres hasta el superedificio de la Isla Demarchi. 

Es decir que ante la adversidad cotidiana tenemos como respuesta grandes desafíos. 
La gran pregunta es si esta grandilocuencia logra afirmar un liderazgo o definitivamente termina de generar dudas sobre la capacidad de resolver los problemas más acuciantes de la población.

Los Grandes proyectos

Hay un momento en que los presidentes en Argentina presentan enormes proyectos imposibles de concretar. Normalmente los plantean cuando ya están en una posición de debilidad política significativa. El traslado de la Capital Federal a Viedma de Alfonsín, el puente a Colonia o la isla para trasladar el aeroparque de Menem y ahora el edificio de la Isla Demarchi. 

Se trata siempre de mega obras que no resisten un solo análisis de rentabilidad, que necesitan millones de pesos (o dólares) imposibles de fondear, pero que otorgan la ilusión de que hay un desafío colectivo trascendental.

Sin ser un experto politólogo, puedo inferir que se trataría de una necesidad de los políticos que ven su ciclo pronto a terminar; el inconveniente es que generan mayor desconcierto e incertidumbre que seguridad y mejora en la realidad de sus gobernados.

El contexto económico del edificio

Mi pregunta es ¿qué tipo de lectura de la actual realidad económica permite presentar la construcción del edificio más alto de América Latina como proyecto factible? 

Veamos. El sector inmobiliario está en los menores niveles de ventas de los últimos años. La construcción está cayendo y los metros cuadrados de oficinas vacías continúan en crecimiento. 

Dice la Presidente que el sector privado será el responsable del financiamiento. Ahora bien, ¿en qué contexto podemos pensar que una empresa constructora privada conseguirá $ 2.000 millones para construir un edificio, cuando si ni siquiera YPF puede hacerlo en el mercado interno? ¿Qué condiciones de mercado de capitales o de ganas de invertir se ven desde el Gobierno para poder presentar un proyecto de tales características?

Claro que si no lo pone el sector privado, deberá financiarlo el Estado. Un Estado en el cual el déficit fiscal sin rentas de la propiedad creció en el primer semestre de este año, —comparado con el mismo semestre del 2013—, un 250%. Todo financiado con emisión que luego el BCRA debe absorber para que no presiones tanto la inflación. 

¿Acaso resulte posible o lógico pensar que se trata de un Estado en condiciones de enfrentar obras faraónicas? Quizás sea por esto que estos megaproyectos siempre terminan igual, no concretándose. Básicamente porque no tienen ningún sustento en la realidad. Son proyectos que surgen de la necesidad política de recuperar iniciativas, pero que se encuentra a una enorme distancia de la vida de la mayoría de la población. 

çNadie en la Argentina de hoy tiene como expectativa que Buenos Aires cuente con el edificio más alto de América Latina. No es lo que se necesita, por lo tanto termina debilitando la credibilidad del gobernante más que consolidando su liderazgo.

El contexto económico del edificio

La duda acerca de la política económica es si realmente existe una lectura errónea de la situación económica y, por lo tanto, se piensa como factible la concreción de este tipo de proyectos. O simplemente se los utiliza como una estrategia de distracción momentánea.

Si es una distracción, entonces estamos ante un equipo económico que no tienen ninguna medida de fondo para solucionar los problemas de la economía que solo compra tiempo –y lo seguirá haciendo– hasta que termine el mandato.

No obstante resulta mucho más preocupante que realmente crean que el proyecto es viable. Porque entonces la evaluación que hace el equipo económico de lo que está pasando en la economía no tiene sustento real y, por lo tanto, las medidas económicas que vengan serán en la línea de ir agravando los problemas que ni siquiera identificaron. 

Los anuncios de megaobras nunca fueron seguidos luego con su inauguración. De hecho, ninguno de los mencionados ni siquiera se inició. Sabemos por experiencia que luego de rimbombantes anuncios, las situaciones económicas empeoraron y terminaron en hiperinflación a fines de los 80 e hiperrecesión en los 90. 

Esperemos que este nuevo anuncio de un megaedificio no tenga el mismo final.

Sobre devaluaciones y frazadas cortas

Clarín.

Por Daniel Fernández Canedo.

Hay un conjunto de banqueros, empresarios y analistas que dicen tener conocidos a los que Axel Kicillof les habría dicho que, a partir de enero, el Gobierno estaría dispuesto a negociar con los fondos buitrepara superar el default y poder así salir al mercado internacional a buscar dólares.

Esas versiones que circulan y son optimistas desde el punto de vista de los operadores financieros, tienen cómo trasfondo la idea de que la Presidenta preferiría irse en 2015 con una economía más aliviada y no como la actual de default y recesión.

A modo de síntesis, quienes sostienen esa postura parten de la premisa de que sin conseguir dólares del exterior, la economía argentina está condenada a un menor nivel de actividad económica a mediano plazo.

Puesto en números: para pagar la deuda en dólares del próximo año, el Gobierno necesitará US$ 12.000 millones, equivalente a 42% de las reservas actuales del Banco Central, que ya están bajo presión.

Los importadores se quejan por las demoras en las autorizaciones de pagos al exterior y día a día el Central estaría “pisando” más pagos para consolidar su política de cuidar los dólares.

Juan Carlos Fábrega, titular del Central, está poniendo toda su energía en tratar de activar el “swap” por US$ 11.000 millones con China para poder cumplir, por ejemplo, con el desembolso de US$ 800 millones que estarían pendientes de importaciones de partes de motos de baja cilindrada y de la electrónica de Tierra del Fuego.

El efecto manta corta empieza a cobrar volumen y a salir a la luz con más intensidad casi a diario.

El martes, fue Cristina Kirchner la encargada de dar un ejemplo palpable de la estrecheces que se viven cuando se quejó de que los productores de soja no habían atendido su recomendación de venderla en mayo, cuando el precio era de US$ 500 la tonelada, y se perdieron de ganar porque ahora la soja cotiza a US$ 380 la tonelada.

“Si hubiesen vendido en mayo, sería el equivalente a un dólar hoy de $11”, dijo la Presidenta reflejando en forma palpable parte de lo que está pasando con la economía Argentina.

No sólo el precio de la soja baja 30% desde el pico de US$ 560 en abril, sino que vecinos cómo Chile y Uruguay ya devaluaron 15% en el año y el dólar empezó a fortalecerse en el mundo.

América Latina empezó a adecuarse a la baja de los precios internacionales de las materias primas y, por consiguiente, a depreciar sus monedas, cuando el Gobierno se encuentra ante la difícil necesidad de retrasar el aumento del dólar oficial (sigue girando en torno a $8,42) para no agitar aún más una inflación que galopa a un ritmo superior al 35% anual.

Uno de los dilemas que enfrenta el Banco Central es cómo ralentizarla suba del dólar oficial cuando entran menos dólares, tiene pisadas los pagos de importaciones y la brecha con el paralelo está en 69%.

A modo de ejemplo, la liquidación de divisas en la semana 36 del año pasado mostró un promedio de US$ 522 millones diarios. Este año, el promedio da US$ 321 millones.

Menos dólares de la exportación y más demoras en los pagos de las compras al exterior fueron determinado que parte de la demanda de divisas de las empresas se dirigiera al mercado conocido como “contado con liquidación”.

Es una operación profesional que consiste en comprar un bono en dólares pagando en pesos acá para venderlo en el exterior y obtener dólares.

El “contado con liqui”, que ayer costaba $ 13,5, acumula una suba de25,5% en un mes y refleja la mayor demanda de divisas por parte de empresas que, se supone, deberían recurrir a este mercado ante lasdificultades que encontrarían para que el Central les venda dólares.

Más allá de la carga especulativa que pueda existir o no en la liquidación de dólares, lo real es que se va perfilando un marco complicado en el que con inflación de 35%, el Gobierno intenta mantener quieto el dólar oficial para contener la inflación –especialmente para evitar fogonear otra suba de los alimentos– pero incentiva sin querer a otro mercado,más caro, por el que las empresas deben pagar las importaciones.

En las dificultades para mantener ese esquema por mucho tiempo es que se basan los optimistas que creen que, si en enero no hay una negociación con los fondos buitre –para llegar a algún tipo de acuerdo que le permita al Gobierno conseguir dólares–, la actividad económica del próximo año será más baja que la de éste, en el que el parate se consolida.

Los intentos oficiales de expandir el consumo en la última parte del año se asocian a lo que los economistas anticipan como un “shock” de emisión de pesos del Banco Central para cubrir un déficit fiscal que va en aumento.

Los cálculos dicen que superarán con holgura los $ 100.000 millonesde emisión y servirán de caldo de cultivo para una inflación que se resiste a ceder y que cómo respuesta tiene el intento de retrasar un poco el dólar oficial y subir un poco las tasas de interés, a pesar de Kicillof.

Una de las incógnitas de los especialistas es cómo piensa Fábrega absorber parte de la catarata de pesos para evitar consecuencias sobre los aumentos de precios o sobre el dólar paralelo, en un contexto en el que los instrumentos financieros no sobran.

¿Intensificarán la colocación de letras subiendo la tasa de interés? ¿Crearán otros letras atadas a la evolución del dólar oficial cómo ya hicieron la Ciudad y la Provincia de Buenos Aires?

Conseguir dólares y restar pesos, una tarea difícil para un Banco Central bajo presión que intentará transitar lo que parece un larguísimo puente hasta enero.


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