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DEBATE
De Pablo: decisiones erróneas y crisis. Scibona: Precios de locos. Olivera: A la defensiva y con la guardia baja
08/09/2014
La Nación

Por Juan Carlos de Pablo.

A mediados de agosto pasado el Banco Central redujo en un punto porcentual anual la tasa de interés que paga por las letras que emite, y el precio del dólar aumentó en el segmento azul del mercado de cambios. Un par de semanas después adoptó la medida contraria, de manera que la tasa volvió a 26,8% anual, y el precio del dólar, en el segmento azul del mercado de cambios, volvió a aumentar. ¿Cómo se entiende esto? Para responder este interrogante conversé con el norteamericano Hyman Philip Minsky (1919-1996), quien estudió matemáticas en Chicago y economía en Harvard. Como Ruggero Leoncavallo, Minsky escribió varias obras, pero se inmortalizó por una de ellas. I Pagliacci, en el caso del napolitano; Una teoría de la fragilidad sistemática, planteada en 1977, en el de Minsky.

-Existen decenas de explicaciones de los ciclos económicos. ¿Cuál es la suya?

-Está basada en la fluctuante calidad de las decisiones que se adoptan en el sistema financiero. Imaginemos una reunión de gerentes de un banco. El dueño pregunta: ¿quién fue el irresponsable que otorgó los préstamos que no pudimos cobrar, por lo cual en la crisis que acabamos de superar casi quebramos? Al que levanta la mano, lo echa. "Señores, de aquí en adelante sólo se otorgarán préstamos sobre la base de criterios conservadores." Inicialmente así ocurre, pero como la vida sigue, la actividad económica se recupera, y para no perder operaciones los criterios se aplican de manera cada vez más flexible (en particular, porque si un banco afloja los demás lo siguen). El funcionario que había sido despedido, al ver lo que está ocurriendo pregunta: "Pero ¿no era que esto no lo iban a hacer más?". "Vos no entendés nada, ahora es diferente", le contestan, y todo termina... en una nueva crisis.

-Corolario de su teoría es que el mundo superó la crisis iniciada en 2007, pero estamos incubando la próxima.

-Así es, porque la crisis de 2007 ocurrió porque se había dejado de lado lo que se había jurado en la crisis anterior que no se haría nunca más. Las crisis no son todas iguales, ni tampoco es siempre la misma la variable que las dispara, pero el comportamiento que acabo de explicar es muy difícil de evitar.

-¿Cómo se entiende que el BCRA bajó la tasa de interés y aumentó el precio del dólarblue, y luego la subió al nivel anterior y el dólar, en vez de bajar, volvió a subir?

-En un gráfico en cuyo eje horizontal se mide el precio del dólar, y en el vertical, la tasa de interés, para cada nivel de expectativas existe una curva que relaciona esas variables de manera inversa. Lo cual implica que, para que algunas personas o empresas se desprendan de sus dólares y mantengan pesos, tiene que aumentar la tasa de interés, y viceversa.

-¿Por qué, luego de dos semanas, cuando el BCRA volvió a la posición anterior, el precio del dólar blue siguió subiendo?

-Porque se deterioraron las expectativas, tanto por la primera decisión (que se leyó como una señal de que el Ministerio de Economía dominaba al Banco Central) como por el resto de las cosas que ocurrieron y los resultados referidos al PBI y el empleo. Volvamos al gráfico: para cada nivel de expectativas existe una curva de pendiente negativa, pero la ida y venida generó un salto de la curva relevante a la correspondiente a peores expectativas.

-¿Es la primera vez que ocurre en la Argentina?

-No. También sucedió en el plan Bonex, que se puso en práctica a fines de 1989. En un gráfico en cuyo eje horizontal se mide el tiempo, y en el vertical tanto el precio del dólar como la tasa de interés, cuando se deterioran las expectativas, a lo largo del tiempo ambas curvas suben; mientras que cuando mejoran, ambas bajan. Durante los dos primeros meses de 1990 parecía que se venía un nuevo diluvio universal, y tanto el dólar como la tasa subían, hasta que se dictó el decreto 435/90 y entonces las expectativas mejoraron y se produjo el resultado contrario. Moraleja: estamos delante de un caso en el que la dinámica de las expectativas es fundamental para entender cómo varían en el tiempo diferentes variables.

-Don Hyman, muchas gracias.

Precios de locos

La Nación

Por Néstor O. Scibona.

En la Capital Federal y Gran Buenos Aires, la factura bimestral de gas natural para un hogar con consumo medio-alto ($ 1300) ya iguala hoy al precio de la estufa más barata de tiro balanceado o representa el 40% de lo que cuesta en promedio un calefón. A partir del mes próximo esas proporciones serán más altas. En el invierno anterior, antes de la reducción de subsidios en tres tramos y la suba de tarifas de este año, no llegaban siquiera a la mitad en cada caso.

Después de ser incrementado en 100% en lo que va de este año, el boleto mínimo de colectivo ($ 3 con tarjeta SUBE y subsidios) equivale, en cambio, a la mitad de lo que cuesta el de una calesita porteña. Que, a su vez, es 33% más cara que un viaje en subte ($ 4,50), pese a que esta tarifa ya subió 28,5% este año (al menos hasta que se aplique otro incremento pendiente que la ubicaría en $ 6).

Paralelamente, una factura promedio de electricidad por dos meses de consumo ($ 60), con tarifas subsidiadas en 80%, insume un gasto más bajo o similar al de una lámpara de bajo consumo; dos horas de estacionamiento; o una pizza de muzzarella.

Estas distorsiones de precios relativos, provocadas por años de tarifas congeladas y/o subsidiadas, muestran una moraleja: los pesos que los consumidores se evitaron de pagar en servicios públicos (a costa de un deterioro de calidad por insuficiencia de inversiones) terminaron gastándolos en otros productos o servicios que siguieron aumentando igual o más que una inflación que fue subiendo. Pero también son fuente de enormes alteraciones en la economía y de confusión entre los usuarios; en este caso, inducidas por el propio Gobierno.

No todos saben que la anunciada rebaja escalonada de subsidios al gas por redes (de hasta 80%), coincidió en abril con el simultáneo incremento de los precios en boca de pozo, así como de las tarifas de distribución y (en menor medida) de transporte por gasoductos, que sólo aparecieron en el Boletín Oficial. Tampoco que el costo del gas importado (que en algunos casos supera el 50% de la factura) no es de pago obligatorio a raíz de una medida cautelar de la Justicia dictada años atrás. Quienes se enteraron son los que en estos días formaron largas colas en las oficinas de las distribuidoras para descontar ese recargo, mediante trámites personales que deben repetir cada dos meses.

A pesar de los ajustes en las tarifas de gas, colectivos y trenes (porcentualmente altos, pero insignificantes con relación a los costos), los subsidios estatales apuntan en 2014 a una cifra descomunal: 240.000 millones de pesos (casi 30.000 millones de dólares), de los cuales 70% corresponde a energía y 30% a transporte. Ese monto equivale ya al 64% del gasto anual en jubilaciones y pensiones y al 24% del gasto primario del sector público. La razón es que el ajuste cambiario (50% en los últimos doce meses) elevó los precios en pesos del costoso gas natural importado (que ya cubre el 25% de la oferta) y los combustibles líquidos que en un 65% se utilizan para generar electricidad, lo cual retroalimenta los subsidios en toda la cadena eléctrica para mantener congeladas las tarifas. Todo indica que llevará años desarmar esta insostenible maraña de subsidios que empuja el gasto público, la emisión para financiarlo y la inflación y que, por lo tanto, será endosada a futuros gobiernos.

La excepción son los precios de las naftas y el gasoil, que en los últimos doce meses acumularon una suba de 60%, bien por encima de la inflación y siguen la evolución del dólar, principalmente para reforzar los ingresos de YPF como empresa líder del mercado. Aunque desde fines de 2011 tampoco existe un precio único para el dólar, un litro de nafta súper equivale hoy a US$ 1,40 al tipo de cambio oficial (y a 0,85 al blue) y el de nafta premium a US$ 1,66 (y 1,00).

Como en energía todo está relacionado, probablemente esto explique que la conversión de vehículos a gas natural comprimido haya crecido 50% en lo que va de 2014, ya que la relación de precios es de aproximadamente 4,5 a 1 a favor del GNC (que sigue subsidiado, a pesar de que sus precios fueron ajustados). O que YPF haya lanzado una promoción para que quienes carguen más de $ 400 de nafta premium participen (con la tarjeta YPF Plus), del sorteo de autos 0 kilómetro. Tal vez ayude además a la Presidenta a entender que la producción de autos no sólo cae por las trabas oficiales al pago de importaciones de partes y modelos, sino porque la demanda quedó "encanutada". Aún con créditos subsidiados, hay menos incentivos para comprar autos cuyos precios subieron, al igual que impuestos y patentes, combustibles, seguros, costos de mantenimiento y estacionamiento, en un marco de recesión, caída del salario real y deterioro del empleo. Por si fuera poco, hasta las multas de tránsito se ajustan por el precio de las naftas.

La fuerte suba del gasoil eleva además los costos de fletes y logística, que (según la Cámara del sector) subieron casi 30% en lo que va del año. Y como el 94% de las cargas en la Argentina se transporta por camión, impacta en los precios mayoristas y minoristas.

NI MIRAR NI CUIDAR

Si los militantes K hubieran persistido en el efímero plan "Mirar para cuidar", hoy podrían volverse locos. No sólo porque los precios de una canasta fija de 30 productos de consumo masivo acumulan una suba de 61% desde junio de 2013, cuando se puso en marcha, hasta este mes (el costo pasó de $ 828 a $ 1336, según el relevamiento de esta columna). También porque ahora están más raleados los carteles de "Precios Cuidados" en los grandes supermercados y, cuando se los encuentra -generalmente en las góndolas más cercanas al piso-, hay escasez de productos.

Seguramente esto obedece a una mayor demanda a precios más bajos. Pero, además, a la brecha cada vez más amplia con los sustitutos, incluso de una misma empresa. Por caso, hay diferencias de 38% entre dos marcas de café de similar calidad y también de azúcar (aunque de calidad diferente); de 46% en dulce de leche; de 30% entre las variedades light y regular de la misma gaseosa de primera marca y de 60% en cajas de 400 fósforos.

Como contrapartida, la menor demanda de productos más caros trata de ser contrarrestada con la proliferación de ofertas por volumen (50% en la segunda unidad o 3 productos al precio de 2) que implican rebajas de 25 a 33% a cambio de anticipar consumos; o cupones de descuento para futuras compras, con o sin tarjeta. Otro tanto ocurre fuera de los supermercados, con heladerías que dolarizaron el precio (un kilo de calidad premium equivale a 10 dólares blue) pero ofrecen dos kilos al precio de uno en determinados días; o fábricas de neumáticos con promociones de 4 x 2.

Con recesión, señales de precios alteradas y cuando el propio Gobierno fogonea las expectativas inflacionarias, es utópico suponer que los problemas de los consumidores se resolverán con la ley de Abastecimiento (rebautizada ahora de "Regulación de las Relaciones de la Producción y Consumo"). Es como pretender que el elenco estable de aplaudidores de la Casa Rosada aceptara cobrar sueldos de 3231 pesos mensuales (como la jubilación mínima) o de 4200 (el nuevo salario mínimo vital) para contribuir a estabilizar la economía.

A la defensiva y con la guardia baja

La Nación

Por Francisco Olivera.

La voz de Alfredo Coto volvió a sonar resignada. "Esto da en el corazón del negocio de los supermercados", dijo. El reclamo iba al senador Miguel Pichetto, que despojaba en ese instante al sector de toda esperanza de frenar la ley de abastecimiento. Fue hace dos miércoles, antes de que el proyecto fuera tratado en la Cámara alta. Pichetto no parecía en realidad estar del todo de acuerdo con el kirchnerismo, pero se explayó en razones políticas. "Que no salga sería una pésima señal para la Presidenta", dijo, y los alentó a conformarse con los cambios del documento final: "Muchachos, acá entró un león y va a salir un gatito".

Pero el gatito asusta y es, al mismo tiempo, emblemático y aleccionador. Que un encontronazo entre el establishment y la Casa Rosada tenga a Coto reclamando a escondidas explica por lo pronto bastante de lo que ha ocurrido en estos años. "¿Me quieren hacer pelear con Tyson?", se excusó el empresario en 2005 en Salta, delante de periodistas que le pedían una opinión sobre las críticas de Néstor Kirchner al sector por la inflación. Fue el preludio de una primavera intensa: dos meses después, en Mar del Plata, el entonces presidente de la Nación aprovechó, para sacudir a Coto, líder del Coloquio de IDEA, una encuesta que decía que los empresarios proyectaban una inflación de 12% para 2006.

"Mirá, mirá", se decían alborotados los nietos del supermercadista en el lobby del Sheraton, delante de la nacion, mientras leían la furia santacruceña en los diarios. "Es bueno que todos los argentinos sepan que ya están viendo cómo les saquean el bolsillo el año que viene -decía Kirchner-. Señor Coto: yo lo conozco muy bien a usted y sé cómo trabaja sobre los bolsillos de los argentinos. Nosotros nos vamos a organizar desde el Estado y vamos a ayudar a organizar ligas de consumidores, y vamos a seguir lo que hacen ustedes permanentemente. Deje de lanzarnos las diez plagas de Egipto. Trabaje por la Argentina y deje de presionarnos."

Coto no había hablado de precios, pero lloró esa noche en la habitación, donde además tuvo un pico de estrés. No quedaba mucho por hacer: había sido elegido como emblema de lo que el kirchnerismo llama "formadores de precios", algo así como un compendio de corporaciones que tienen filiales en toda América latina y la indecorosa costumbre de subir precios sólo aquí. La cúpula de IDEA debatió el asunto esa noche: ¿convenía hacer un comunicado defendiendo al presidente del Coloquio? ¿Quién se atrevería ahora a provocar a Tyson? Fue una discusión larga que Enrique Pescarmona, presidente de IDEA, resumió en una frase memorable: "Todos estamos haciendo buenos negocios". No hubo comunicado.

Días después, con Coto presente, la Asociación Empresaria Argentina (AEA) deliberó también la posibilidad de emitir un respaldo y la decisión volvió a ser no. El supermercadista lo aceptó en silencio, aunque deslizó después ante unos pocos que entendía la situación, que comparó con sus tiempos escolares: en el colegio, graficó, el único modo de neutralizar a un patotero que hostigaba a todos en el recreo era uniéndose "todos contra el grandote".

Es muy probable que ése haya sido el día en que decidió no presidir nunca más una entidad empresarial. Un mes después, solo, Coto se reconcilió con Kirchner: lo visitó en la Casa Rosada y renegoció, a través de los bancos Macro y Bisel, una deuda de 182 millones de dólares que tenía con entidades financieras extranjeras y para la que obtuvo una quita de 23 millones y 10 años de plazo.

Tantos recuerdos vienen a cuento por las fricciones de estos días. Son tiempos difíciles: las corporaciones coinciden en las quejas, pero tampoco logran esta vez aunar reclamos. El martes, en la reunión del Grupo de los Seis, Luis Etchevehere, presidente de la Rural, propuso un remedo de 2008, pero extendido al resto de los sectores: un lockout patronal. Nadie lo apoyó.

Volverán a reunirse, aunque compartan tal vez una única certeza: la desconfianza de la Casa Rosada hacia ellos crecerá sin remedio al menos hasta fines de 2015. El lunes, en la reunión del Consejo del Salario, Omar Viviani, jefe del sindicato de taxistas, le contó a Cristina Kirchner que estaba queriendo comprar 100 taxis y no lo conseguía, testimonio reforzado enseguida por José Luis Lingeri (Obras Sanitarias), que alegó estar buscando sin éxito camionetas para AySA. Fue suficiente para convencerla de algo que las automotrices admiten en voz baja: como no han subido los precios al nivel que quisieran e intuyen una próxima devaluación, prefieren ajustar por volumen. "Encanutan" los autos, definió la Presidenta. Nada que no haya ocurrido ya en Venezuela en múltiples sectores.

Esa batalla cultural supone el único triunfo de los empresarios: el proyecto de ley de abastecimiento es muy similar a la regulación venezolana. Habrá sido en todo caso una contienda tardía. El 10 de diciembre de 2007, en un seminario organizado por la Cámara de Comercio Argentino Venezolana, unos 500 empresarios recibieron a Hugo Chávez en el Sheraton de Buenos Aires. Sentada en primera fila estaba la plana mayor de Techint, todavía dueña de Sidor, compañía confiscada dos años después por Chávez. Fue una mañana rara en la que el comandante se ganó al menos cuatro ovaciones significativas. Las primeras dos, cuando mencionó a Fidel Castro, a quien definió como su "maestro". La tercera, al insistir en que los bancos centrales no tenían que ser autónomos, y la cuarta, cuando recordó la contracumbre de 2005 contra George W. Bush. "Uno de los mejores días de mi vida fue esa reunión en Mar del Plata, cuando enterramos el ALCA. El comandante de esa operación fue Néstor Carlos Kirchner."

El repentino cambio de humor del venezolano para con Techint sorprendió después a parte del establishment, que hasta ese momento creía ver en él a un amigo. El motivo de la expropiación de Sidor podría verse como calco de las amenazas empresariales argentinas de hoy: estar desatendiendo la provisión de las firmas venezolanas.

No es la primera vez que acontecimientos locales se anticipan en la nación del Caribe. Son afinidades de la hermandad bolivariana: escenarios de instituciones débiles que llevan a los dirigentes a agudizar el ingenio en soluciones individuales, una precariedad sólo superable en casos de emergencia, cuando las utilidades corren peligro. No existe en el credo de los negocios dogma más aglutinante que la caída en la rentabilidad..


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