La ambigüedad no es patrimonio argentino, aunque hagamos ingentes esfuerzos por demostrar lo contrario.

Caso testigo es Mendoza y su desempeño político. Y me refiero a todo lo que implica la política.

Quienes han tenido oportunidad de conversar en privado con los máximos referentes de la política mendocina podrán avalar que es absoluta mayoría la que sostiene que la matriz productiva de la provincia, tal como está, la convierte en inviable. Y los mismos están convencidos que la minería es un factor vital. Que las perspectivas en esa materia son más que promisorias, y que tarde o temprano deberemos acudir a esos recursos inmóviles.

Cuando esta discusión pasa a los ámbitos institucionales, el criterio se desvanece y cobra más importancia una movilización popular que los argumentos esgrimidos en privado.

Carezco de autoridad para calificar la legitimidad de los reclamos de quienes se oponen enfáticamente a la explotación minera. Los argumentos a los que he tenido acceso se parecen más a eslóganes que a sesudos estudios. Los reclamos más contundentes, revelan que no se oponen a la actividad sino que temen a la impericia empresaria y a la corrupción de los dirigentes, previendo que no se harán los controles de rigor para evitar daños al ambiente y esto pone en riesgo la vida misma.

La oposición en este tema no proviene exactamente de algún partido orgánico, sino de entidades e instituciones del tercer sector. Y el otro protagonista en esta problemática, ó sea, las empresas y las cámaras que aglutinan el interés por la explotación, tampoco se esmera por exponer con idéntica vehemencia sus argumentos ante la opinión pública. Situación que alimenta la suspicacia en los desconfiados y la ignorancia para el resto.

En este régimen en el que se destaca pomposamente su cualidad institucional, se está escapando del análisis un factor básico: el tiempo. Tanto como con el vergonzoso tema del presupuesto provincial, se advierte que se soslaya lo único inexorable e invariable en la vida de las personas: el tiempo.

Demorar siete meses la sanción de una ley esencial es muy parecido a postergar indefinidamente la posibilidad de discutir a fondo la posibilidad de utilizar un recurso como la minería ó el petróleo no convencional. Y esto también es consecuencia de la dilación por otro tema neurálgico para el diseño de Mendoza: la reforma de la constitución.

Si pudiésemos establecer una analogía de sanidad mental entre la sociedad y el individuo, bien podríamos definirnos como bipolares, sociedad y clase dirigentes maníaco depresivos. Aunque con más episodios de bajón que de euforia.

A propósito, uno de los elementos químicos que mitiga ese síndrome, muy utilizado en los tratamientos, fue el litio. El litio, otro recurso muy preciado de la minería, que en Argentina abunda. Lo que está faltando es la voluntad férrea de sanarnos para lograr una merecida estabilidad.

Perón decía: los hombres pasan, las instituciones quedan. En Mendoza parece que hemos leído ese pensamiento en un espejo retrovisor.