Joaquín Morales Solá
Néstor Kirchner no sabe ganar ni perder. Soberbio y encarnizado cuando le tocó la victoria, su primera derrota lo desnudó fatalista y trágico, blindado entre incondicionales. Nadie pudo disimular nunca que una derrota es una derrota. Cristina Kirchner, que no desentonó con la impronta de su esposo, asumió sobre el fin de semana los estragos de una crisis inútil y, encima, mal administrada. El Gabinete se caía. La Presidenta cavilaba sobre los alcances de los cambios y sobre los nuevos ministros, que llegarán más pronto que tarde.
Con la carga de una bandera vencida, el matrimonio presidencial reconoció el jueves, lejos del escenario público, la dimensión espantosa del fracaso. Una nube oscura e inmensa se abatió sobre Olivos. Néstor Kirchner hacía las valijas. Han ganado. Que ellos se hagan cargo del gobierno , repetía envuelto en llamas. Cristina compartía esa visión del Apocalipsis. No buscaban un 17 de Octubre (que nunca sucedería porque la comparación no era válida) ni un rechazo de la posible renuncia presidencial por parte del Congreso.
Querían irse. Los Kirchner nunca han gobernado con las condiciones que impone la debilidad; no saben hacer eso y no lo quieren hacer. Sólo la influencia del jefe de Gabinete, Alberto Fernández, y, en menor medida, la del secretario legal y técnico de la Presidencia, Carlos Zannini, pudo deshacer las maletas. Pero los ajuares volvieron al guardarropa sólo en la tarde del jueves. Durante todo ese amargo día, los Kirchner estuvieron más fuera que dentro del gobierno.
Más tarde, Néstor Kirchner intentó dar otro salto al vacío. Pidió que se convocara a una conferencia de prensa en la que estaría rodeado por las principales figuras del Gobierno. Su propósito era destruir a Julio Cobos con nombre y apellido. El cacerolazo empezará antes de que termines de hablar , le advirtió un amigo. Ese anuncio fue más eficaz que cualquier consejo institucional: arrió la bandera en el acto.
Su primera derrota le ha obturado los censores para percibir el humor social. Una sociedad distinta había amanecido el jueves, distendida, muy cercana a la normalidad. Era, sobre todo, una sociedad consciente de que había recuperado la libertad, que a veces se pierde en pequeñas e imperceptibles cuotas. Atrás había quedado una Nación tremendamente enconada.
Ese masivo estado social es inversamente proporcional al derrumbe de la popularidad del matrimonio presidencial. La sangría política sólo sucedió cuando ya había ocurrido la pérdida de la confianza social.
El descrédito es contagioso. Cobos le ha hecho un favor al Congreso, que pudo abrir sus puertas sin temores, y hasta a los senadores que votaron por el Gobierno, que ahora pueden volver caminando a sus casas. El vicepresidente había fijado con su célebre y titubeante frase ( Mi voto no es positivo ) un límite, el primero e infranqueable, al desmesurado poder del kirchnerismo.
Ernesto Sanz, correligionario y adversario mendocino de Cobos, también uno de los más brillantes oradores en la interminable noche senatorial, fue el único senador sereno durante el largo monólogo del vicepresidente antes de anunciar su voto. ¿Sabía hacia dónde se inclinaría Cobos? No. Pero los dos son mendocinos y la política de Mendoza tiene un respeto mayor por las instituciones que el resto del país. Sabía que Cobos votaría en contra del proyecto si quería volver a Mendoza , explicó luego Sanz. Una hija de Cobos le había advertido algo parecido a su padre, casi entre llantos: No podré caminar por Mendoza si votas con el Gobierno , le dijo. El adversario y la hija tenían razón: Cobos pudo volver a Mendoza convertido casi en un santón.
Sólo José Pampuro, dentro del kirchnerismo, pidió luego respetar la figura del vicepresidente. No lo voy a desestabilizar , les adelantó a los peronistas quien ocuparía la sucesión de Cobos si éste se fuera. Pampuro había combatido hasta el final en defensa del matrimonio presidencial. En el bloque oficialista se envolvió en la razón de Estado y en la conciencia institucional para reclamar el voto a favor del Gobierno. El ex gobernador Rubén Marín lo esperó con su autoridad de viejo referente del peronismo nacional. Luego, lo calló: ¿Dónde está la razón de Estado? ¿Dónde están los problemas de conciencia? Este es un problema de plata y punto , le replicó.
Es un problema de plata, en efecto, pero de plata que no le corresponde al Gobierno. Es notable que el kirchnerismo deba enfrentar ahora una desastrosa derrota por una resolución de un ministro que renunció. Es cierto que la desorbitada resolución de Martín Lousteau trató, en medio de intensas luchas internas, de neutralizar a Guillermo Moreno: éste quería fijar retenciones del 60 por ciento o más para toda la producción de soja, sea cual fuera su precio internacional. Kirchner es el mariscal de la derrota, pero Moreno fue su más fanático e inepto ayudante de campo.
En el fuego final, Kirchner le entregó la bandera de la revolución a Ramón Saadi y se olvidó de que el gobierno de éste encubrió la muerte de María Soledad Morales. Hay derrotas dignas que son mejores que las victorias indignas, aunque éstas tampoco hayan sucedido. El senador santiagueño Emilio Rached, cuyo voto decidió el empate, guardó silencio hasta el final sobre su posición. Pero antes había hecho catarsis en los oídos de un pobre taxista, al que le adelantó su voto en medio de un largo lamento sobre su ingrata suerte.
Alberto Fernández está seguro de que el gabinete murió en la madrugada del jueves. Así se lo dijo a los Kirchner y les aclaró que no aceptará otro cargo en el Gobierno. Pero con él deberían irse Julio De Vido, Aníbal Fernández, Moreno, Ricardo Jaime y todos los funcionarios que responden al jefe de Gabinete o al ministro de Planificación.
La Presidenta debería dar una señal clara de cambio, porque la sublevación ya está a las puertas del peronismo. Los peronistas disidentes del Senado podrían formar un bloque aparte (son nueve senadores cruciales) si el Gobierno insistiera en leyes a libro cerrado. Carlos Reutemann le reclamó el viernes al Gobierno que cuidara el texto, por ejemplo, de la ley de radiodifusión: No votaremos cualquier cosa , le anticipó.
Reutemann es la figura popular de la sublevación, pero el salteño Juan Carlos Romero podría conducir ese bloque divergente. Catorce diputados peronistas, que reconocieron el liderazgo de Felipe Solá, podrían hacer lo mismo. Ya piensan en un interbloque.
El ex presidente Eduardo Duhalde se ha propuesto la reconstrucción de los partidos políticos para reemplazar la transversalidad de Kirchner, que terminó destruyendo a los partidos políticos. Por eso, le escribió una cálida carta a Cobos, al que imagina participando de la reconstrucción del radicalismo. Duhalde está amontonando fuerzas en el peronismo bonaerense, pero eso no es una hazaña ni un portento cuando el líder peronista en funciones es un líder derrotado. Guste o no, el peronismo está buscando otras referencias y ninguna de ellas es Kirchner.
En ese sombrío paisaje de sublevaciones e insolencias, ¿quién reemplazaría a Alberto Fernández? ¿Quién a Julio De Vido? De Vido no comparte la opinión de su viejo contrincante: cree que tanto Fernández como él son imprescindibles para que el kirchnerismo siga con vida. A Néstor Kirchner le gusta escuchar esas cosas. En la noche del jueves se reunió sólo con la fiel pingüinera: estaban desde De Vido hasta Rudy Ulloa. Las horas de muchos de ellos están contadas.
Es cierto que tanto Fernández como De Vido son difíciles de reemplazar. El jefe de Gabinete es operador político, mediador último de todos los conflictos y hasta terapeuta matrimonial. De Vido está sentado sobre un monumental sistema de obras públicas, de subsidios, y de entramados gremiales y empresarios. El descomunal gasto público se escurre entre sus dedos. Nunca podrá haber dos personas para reemplazar a ellos, sino un sistema distinto de gobernar.
Sobre esas decisiones oscilan en estas horas las reflexiones de la Presidenta. El próximo jefe de Gabinete no debería tener ningún contacto con Néstor Kirchner. El gobierno se torna imposible con el actual sistema , dijo un kirchnerista que conoce las covachas de la cima. Kirchner se resiste, aunque corre el riesgo de convertirse en el general de soldados perdidos de una causa perdida.
El drama en tres actos de los Kirchner
La Nación, Buenos Aires
www.lanacion.com
Por Mariano Grondona
No bien el Senado, gracias al desempate del vicepresidente Cobos, rechazó en la madrugada del último jueves la elevación a la condición de ley de la resolución 125 del 11 de marzo pasado, que había aprobado por estrecho margen la Cámara de Diputados, una pregunta crucial empezó a sobrevolar la política argentina: ¿seguiría doblando el Gobierno su apuesta con la intención de vencer finalmente al campo o cambiaría de rumbo en dirección del diálogo?
Cuando el jefe de Gabinete, Alberto Fernández, anunció, el viernes por la tarde, que se derogaba la ya famosa resolución, si bien el Gobierno dio así un paso en dirección de la distensión, los considerandos del decreto de derogación incluyeron ingredientes que mantienen el suspenso de la pregunta inicial, porque en ellos el Poder Ejecutivo volvió a justificar ideológicamente la resolución cuya muerte anunciaba, agredió nuevamente al campo y ratificó su supuesta jurisdicción en materia de retenciones al derogar por sí y ante sí la resolución 125, ignorando de este modo el rol institucional que acababa de cumplir el Congreso.
Cuando Shakespeare escribió a comienzos del siglo XVII su tragedia Macbeth , le agregó un rasgo inusual en este tipo de obras porque, en vez de concentrarse como era habitual en el protagonismo de una sola persona, elevó a dos de ellas, el rey Macbeth y su esposa, lady Macbeth, al centro de los acontecimientos, convirtiendo de este modo el diálogo íntimo entre dos personajes y no ya el soliloquio de un Hamlet, por ejemplo, en el nudo de la tragedia.
Este ilustre antecedente permite advertir que la pregunta sobre qué hará el Gobierno de ahora en adelante no debiera traducirse necesariamente como algunos lo han hecho en la pregunta sobre qué hará la presidenta Kirchner, sino en otra distinta sobre qué harán los Kirchner como pareja del poder. El drama que atraviesa el Gobierno es en definitiva dual, aunque no tenga por qué terminar mal, por supuesto, porque, en tanto que las tragedias tienen un final anunciado, los dramas tienen un final abierto.
Fin del primer acto
El proceso que están viviendo hoy los Kirchner y el país podría representarse, en este sentido, como un drama en tres actos. En el transcurso de casi todo el primer acto, cuyo telón acaba de caer, los Kirchner habían logrado imponerse a los demás actores de la vida nacional por medio de una estrategia autoritaria. Si un Gobierno interpreta sus encuentros con los demás actores de la vida nacional como una apuesta a todo o nada, a doblegar o ser doblegado, en cada uno de ellos vence o es vencido sin que quepan soluciones intermedias. Habiendo llegado al poder después de un tiempo de anarquía que abatió a los demás actores, los Kirchner se encontraron durante cinco años con que nadie osaba confrontarlos.
Hacia el final de este primer acto, empero, el campo se atrevió a desafiarlos. Durante cuatro meses y medio a partir del 11 de marzo, el país asistió a esta pulseada entre un campo resistente y un gobierno omnipotente con la sospecha de que, al igual que otros actores de 2003 en adelante, el campo también resultaría vencido. Hacia junio, sin embargo, diversos síntomas empezaron a apuntar en dirección contraria. El campo se movilizó todo a lo largo del país en defensa de sus reclamos. En Rosario, una manifestación espontánea y popular como nunca se había visto empezó a arrojar dudas sobre la presunta invencibilidad de los Kirchner. El 16 de junio estalló un cacerolazo también inédito a todo lo largo del territorio nacional. Cercados por esta vasta expresión de descontento, los Kirchner acudieron entonces al Congreso, enviándole las famosas retenciones del 11 de marzo con la esperanza de que las aprobara a libro cerrado, para debilitar así la protesta popular. Pero después de que el proyecto oficial pasara raspando por Diputados, el martes último, en vísperas del debate del Senado, una inmensa manifestación espontánea ahogó en el Monumento de los Españoles el tibio despliegue que el Gobierno intentaba en la plaza del Congreso. Pocas horas después el Senado y Cobos completaban lo que casi nadie había imaginado: la primera derrota política e institucional de la pareja presidencial.
La gente del campo había dejado de estar sola porque miles y miles de ciudadanos sin hectáreas habían decidido acompañarla en sus manifestaciones. El país ya no se pronunciaba así sólo contra las retenciones, sino también contra el estilo autoritario del Gobierno.
En el segundo acto
Nos hallamos ahora en el segundo acto. En su primera escena, el Gobierno ha ensayado dos movidas contradictorias porque, como vimos, derogó las retenciones acudiendo al mismo lenguaje hostil que había empleado para sostenerlas. Este contraste revela que, sorprendidos y confundidos por la respuesta popular, los Kirchner vacilan ahora entre dos caminos. Según terminen optando por uno o por el otro, así se desarrollará el segundo acto.
Cuando aún defienden retóricamente lo que ya no pueden sostener efectivamente, Néstor y Cristina apelan al modelo de país que habrían forjado. El sociólogo suizo-italiano Wilfredo Pareto distinguió entre las "racionalizaciones" y las auténticas "razones" de los actores políticos. Las racionalizaciones están destinadas a encubrir las verdaderas razones. Por eso las racionalizaciones procuran ser convincentes, mientras que las razones son, a veces, inconfesables. La racionalización de los Kirchner es que las retenciones están destinadas a mejorar la distribución de la riqueza. ¿Cómo explicar, empero, la actual concentración de la riqueza y el aumento de la pobreza?
Pero poner al descubierto la verdadera razón que late por debajo de la retórica oficial, ¿no sería acaso más grave aún para el Gobierno? Esta razón no es otra que la expansión del clientelismo. Después de haber concentrado en forma "unitaria" los ingresos del Estado hasta obtener un cuantioso superávit, el gobierno de los Kirchner puso a los entes públicos y privados ante el dilema de obedecer a sus dictados, convirtiéndose en sus clientes políticos, o ser arrojados fuera del calor oficial.
Para gobernadores, intendentes y legisladores, para organizaciones sociales y empresarias, el choque de valores que precipitaba este modelo implicaba elegir entre el sometimiento y la dignidad. Quizá los Kirchner no anticiparon debidamente que muchos argentinos, no sólo del interior, sino también de las grandes ciudades, escogerían la dignidad.
La opción que enfrentan los dos gobernantes en el segundo acto del drama podría traducirse entonces así: acentuar las presiones en favor del clientelismo o reconocerle su lugar a la dignidad. Al rechazar las cuentas de colores de las compensaciones, el campo se puso al frente de la lucha por la dignidad y, al hacerlo, terminó por convocar a millones de argentinos sin hectáreas.
El segundo acto del drama de los Kirchner se abre de este modo a dos argumentos mutuamente excluyentes. O giran, encaminándose al diálogo, o insisten en su "modelo" a todo o nada. Ninguna de estas dos vías alternativas les será fácil. Según sea su opción en el segundo acto, empero, así les resultará, catastrófico o exitoso, el tercer acto, cuando sobre los Kirchner caiga el telón final después del cual los juzgará la historia.
La decadencia
Perfil, Buenos Aires
www.perfil.com
Por Jorge Fontevecchia
LOS CICLOS. Cada “S” grafica las etapas de preparación, plenitud y decadencia de cualquier proceso. En las patas inferiores y superiores, los esfuerzos no traen beneficios porque el proyecto aún no despegó o ya se hizo obsoleto. Maximiza los beneficios quien entra cuando está a punto y salta a otro antes de su agotamiento.
“Cristina nos arengó. Pensábamos que veníamos como gesto de apoyo, pero fue al revés: ella terminó levantándonos el ánimo a nosotros”, dijo uno de los 150 legisladores que concurrieron el viernes a Olivos.
Quienes creen que los problemas del Gobierno se solucionan “corriendo” a Néstor Kirchner pueden estar cometiendo el mismo error de cálculo que quienes creían que la presidencia de Cristina Kirchner sería diferente de la de su marido.
Ni Cristina puede separarse de su marido, ni está probado que ella sea menos dura que él. Sin embargo, el Gobierno terminará acatando la realidad, pero luego de resistirse todo lo que le sea posible e intentando aquellas venganzas que pueda ejecutar. Normalmente, las personas agotan los reproches a los demás antes de pasar a los autorreproches. Y como paso previo al recogimiento, se entregan primero a la ira. Hasta que la realidad se hace indisimulable.
Elisabeth Kübler-Ross, célebre psiquiatra suiza, enumeró los cinco pasos que atraviesan las personas antes de aceptar una noticia muy desagradable para sus vidas.
La primera es la negación, etapa en la que se encuentra el oficialismo, según lo confirmó ayer el propio jefe de la bancada oficialista de senadores, Miguel Pichetto: “La Presidenta nos felicitó y no consideró de ninguna manera que hubiéramos tenido una derrota”.
La segunda es la cólera, fase marcada por la rabia y el resentimiento, ciclo en el que Cristina Kirchner parece estar camino a ingresar, porque, según otro de los legisladores que el viernes estuvo en Olivos, al elogiar a uno de los perros del jardín, la Presidenta le respondió: “Ese me lo regaló Solá. Qué pena que no lo pusimos de legislador”. La Presidenta también dijo: “A los traidores, ni perdón”. Y profundizando sobre Cobos, agregó: “Está claro acá quién es Carmona” (quien presidió el golpe de Estado contra Chávez en 2002).
La tercera, cuarta y quinta fase, según lo que en medicina se conoce como el “modelo Kübler-Ross”, son las de asimilación: negociación (en la que se trata de reducir las consecuencias), depresión (cuando la persona puede expresar con sinceridad su dolor) y, finalmente, aceptación.
Sigue
Money, money. Mientras esto les sucede a los Kichner, otro tipo de digestión se está metabolizando entre sus aliados. A diferencia de la anterior, ésta puede explicarse mejor desde la economía que desde la psicología, aunque tienen algunos puntos de contacto. Los inversores elogian a aquel que “sabe tomar pérdidas”. No siempre se puede ganar en la vida, pero el mal inversor sería aquel que cuando pierde se emperra: “No voy a vender justo ahora que la acción (el bono, la divisa, etcétera) bajó tanto. Espero hasta que vuelva a subir”. O en el caso de una empresa o un proyecto: “Si ya tengo invertido tanto, no puedo abandonar justo ahora”. En el manual del buen inversor, saber tomar pérdidas a tiempo es tan importante como saber ganar. Entrar y salir a tiempo es lo que hace la diferencia.
La fuente del gráfico que ilustra esta página es de McKinsey & Company, la consultora estratégica más importante del mundo. Cada “S” representa etapas de preparación, plenitud y decadencia de cualquier proceso. En las patas inferiores y superiores, los esfuerzos no traen beneficios, porque el proyecto aún no despegó o ya se hizo obsoleto. Por tanto, maximiza beneficios quien entra cuando está a punto y salta a otro proyecto antes del agotamiento.
Los políticos, los sindicalistas y los amigos del gobierno de turno de todo tipo no necesitaron escuchar a los consultores de McKinsey para entender que la clave de su carrera se apoya en saber acercarse al futuro gobernante que está por triunfar y en despegarse en el momento oportuno, justo a tiempo para subirse al proyecto del próximo ganador.
Traduciendo el gráfico de McKinsey al universo K, Zannini o De Vido se sumaron al proyecto de Kirchner en su fase inicial (la pata de abajo) y tuvieron que transitar muchos años de esfuerzos en la acotada Santa Cruz, obteniendo resultados modestos en lo que a sus beneficios personales se refiere, durante la etapa provincial de Néstor Kirchner. Luego, gozaron de los dividendos del despegue en la fase nacional de Kirchner y probablemente continuarán fieles a su jefe en el ciclo de decadencia (como se dice en economía), “consumiendo capital” acumulado.
Pero ellos son la excepción. La enorme mayoría de los aliados del kirchnerismo, siguiendo con darwinismo empírico la recomendación de McKinsey, ingresaron al proyecto del matrimonio presidencial cuando éste triunfó, y con la misma rapidez con la que se subieron a él comenzarán a bajarse, lo que en la política argentina significa “pasarse al equipo contrario”. Cada una de esas “defecciones” volverá a ser indigerible para los Kirchner, reiniciando los cinco pasos descriptos en el “modelo Kübler-Ross”.
El matrimonio presidencial tendrá que acostumbrarse al círculo vicioso después de muchos años de círculo virtuoso.
Bajó la tensión, pero asoma la posibilidad de otra crisis: la futura relación entre Cristina y Cobos está minada de interrogantes. El kirchnerismo sufrió una sangría en Diputados y en el Senado. Lo peor: la revulsión en el PJ. La Presidenta, ante un tiempo nuevo y complejo.
Por: Eduardo van der Kooy
Es un hermoso sinvergüenza". Así se habló de Julio Cobos en la residencia de Olivos. Estaban Cristina y Néstor Kirchner y sólo dos personas más. La Presidenta y el ex presidente no saben de aticismos y concesiones en estas horas de dolor político, en las cuales la adversidad se transformó en una peligrosa correntada. El vicepresidente es por el voto en contra en el Senado, para ellos, un simple traidor.
De ese enfurecimiento y de esas calificaciones suele no volverse. El conflicto con el campo parece destrabarse. La suspensión de las retenciones dispuesta por la Presidenta tiene encaje con la realidad de la semana que pasó. La caída de aquel plan en la madrugada del jueves desinfló la angustia y la tensión. Se empieza a incubar, en simultáneo, otra crisis cuya evolución y dimensiones todavía resultan difíciles de precisar. Pero es, sin confusiones, otra crisis. No puede llamarse de otro modo a la ruidosa colisión entre la Presidenta y el vicepresidente. En este caso también tercia Kirchner. La fragilidad política e institucional de la Argentina produce oscilaciones en la cima del poder.
Al ritmo de aquella fragilidad se van fraguando algunos fenómenos sorprendentes. Cobos parece el último de ellos. El vicepresidente era una persona casi desconocida en los primeros meses de mandato, incluso cuando había despuntado el conflicto con el campo. No se trata sólo de una percepción de cualquier charla de café: diferentes relevamientos de opinión pública le concedían un desconocimiento popular que en promedio orillaba el 70%. Luego de su comportamiento determinante en el Senado fue saludado con entusiasmo en la ruta que lo condujo a Mendoza y recibido casi como un héroe en su ciudad. Los ojos de un sector importante de la dirigencia del país que se siente huérfana de líderes se han posado, con legítima ilusión y cierta frivolidad, repentinamente sobre él.
Kirchner, en primer lugar, y Cristina nunca previeron la posibilidad de ese fenómeno. Tampoco creyeron que el vicepresidente pudiera jugar en algún momento, como jugó, una carta política clave. La vicepresidencia es un lugar penumbroso del esquema de poder instituido en la Argentina. Por esa razón Cobos fue demasiado tiempo ignorado. El ex presidente lo había recibido sólo una vez, por pedido de Alberto Fernández, el jefe de Gabinete, desde que decidió rearmar el peronismo ahora disgregado. El mendocino quería saber qué tajada podía corresponderle en el futuro a los radicales K. Nunca se enteró. Después vino la pelea con el campo, su afán de ayuda y protagonismo y la embestida kirchnerista.
Kirchner ha sido imaginativo y eficaz para buscar atajos en los precarios caminos de la política. Pero parece tener la inclinación de hacer las cosas siempre a medias. Hizo una sucesión impensada con Cristina aunque, con conciencia o sin ella, la maniató desde el primer día que asumió. Diseñó un armado político con un sector del radicalismo que le permitiera zafar de la maquinaria peronista. Pero ese armado se redujo a una herramienta electoral. El ex presidente asoma más prisionero que nunca de aquella vetusta pero incansable maquinaria.
El matrimonio presidencial reaccionó cuando estuvo al borde del abismo. O mejor, cuando el desbarranque resultaba inevitable. ¿Por qué? No había un solo funcionario de primer nivel, que aparte escasean, con llegada franca al vicepresidente. Las negociaciones para que Cobos no votara como votó descansaron en las manos de José Pampuro y del santacruceño Nicolás Fernández. Cobos no se movió de su negativa. El Gobierno quedó inmerso en una especie de ezquizofrenia. Caminaba hacia una derrota pero Oscar Parrilli, el secretario de la Presidencia, seguía enviando piqueteros a la toldería instalada en la Plaza del Congreso. Kirchner exigía la asistencia allí mismo de los ministros para un festejo que nunca fue. En un paréntesis de los diálogos con Cobos un senador oficial, con la paciencia quebrada, telefoneó a Parrilli: "No sean idiotas, no manden más gente que vamos a perder", gritó. El pequeño Parrilli enmudeció.
La oposición pareció exhibir un circuito de influencias y de información más afiatado que el del Gobierno. Vale aclarar algo: Cobos tomó su decisión sólo con los íntimos y apretando sus labios. Esa decisión la había madurado días antes con algún clérigo en un paso por San Nicolás. Pero volvieron a los pasillos del Congreso viejos lobos radicales como Leopoldo Moreau. Otros lobos, como Raúl Baglini y Enrique Nosiglia, permanecieron en las sombras. Pero son hombres que acostumbran a llegar a los oídos del vicepresidente. Los radicales le tendieron una mano a la Mesa de Enlace, aunque no estuvieron solos. Carlos Reutemann fue otro senador que tuvo al día a los jefes rurales sobre los avatares cambiantes del debate y de la votación.
El único que se guió por información errada en los momentos cruciales fue Alfredo De Angeli, el capitán de Entre Ríos. Se fue de Palermo con una columna de manifestantes para iniciar en el Obelisco la resistencia a la supuesta victoria del Gobierno. Quedó solo y regresó tarde a la celebración. A la Mesa de Enlace le costará un Perú seguir siendo lo que fue. De Angeli se habituó a las tribunas y a las multitudes, pero ese paisaje se esfumará con el encauzamiento del conflicto. Luciano Miguens, de la Sociedad Rural, elogió la suspensión del plan de retenciones pero a Eduardo Buzzi, de Federación Agraria, la medida le sonó insuficiente. La unidad agraria morirá, con certeza, si el Gobierno abandona su ropaje de ogro.
El radicalismo cree estar viviendo un reflejo de resurrección. Hubo una escisión del radicalismo K en Diputados. Hubo senadores, como el santiagueño Emilio Rached, que gambetearon las presiones del gobernador radical Gerardo Zamora, el aliado principal de los Kirchner. Estuvo el protagonismo de Ernesto Sanz, quien junto al peronista Miguel Pichetto compusieron las mejores intervenciones de la madrugada en el Senado. Pero, sobre todo, los entusiasmó la conducta de Cobos. "Una clara conducta radical", edulcoran.
El radicalismo expulsó a Cobos del partido por su acercamiento a Kirchner. "Quizá fuimos demasiado duros",.recompone ahora Sanz. Hay una fantasía que ya flota: los radicales creen que Cobos, más temprano o más tarde, terminará rompiendo con el Gobierno. Están las legislativas del 2009 y luego las presidenciales del 2011. Acaban de descubrir en Cobos a un líder potencial. El partido hace muchísimo tiempo que carece de líderes. El vicepresidente, que se dejó seducir por los micrófonos en su presente de gloria, desalienta tanta conjetura: "Es todo un disparate. Yo debo seguir acompañando a Cristina", asegura.
Eduardo Duhalde habló con Cobos. También Felipe Solá, Juan Schiaretti, Reutemann. Tuvo saludos de economistas y empresarios. El diálogo constituye una herramienta primaria de la política. Pero esos cuchicheos también sirven para alimentar las teorías conspirativas de Cristina y de Kirchner. ¿Las siguen creyendo? Las creen más que nunca después de la derrota. En su paroxismo, el matrimonio presidencial consideró la posible renuncia de Cristina. Fue una repentina idea de ambos que desapareció cuando pusieron los pies sobre la tierra. Alberto Fernández sintió un profundo alivio.
El matrimonio presidencial repara en supuestas confabulaciones y repara, por supuesto, en Cobos. No repara en el daño que sufrió su sistema político. Sin ese daño el vicepresidente nunca hubiera ocupado el sitial que ocupó. El kirchnerismo perdió 14 diputados en la votación con el campo y dinamitó la concertación con los radicales K. En el Senado apenas arañó 36 votos, contando el aporte de Ramón Saadi, un histórico enemigo de Cristina. En tiempos de esplendor el oficialismo llegó a juntar en aquel ámbito entre 48 y 50 votos. Seis ex gobernadores, cuatro del PJ y dos radicales, votaron en contra.
Cristina recibió la derrota con mayor templanza que Kirchner. El ex presidente no termina de salir todavía de su asombro y de su ira. La Presidenta retomó con rapidez la gestión, aunque sus primeras palabras traslucieron algún resentimiento. Se enfrenta a un tiempo nuevo donde el Congreso no regresará con seguridad a su papel opaco de los años kirchneristas. Donde la oposición regeneró esperanzas políticas que no tuvo hasta ahora. Donde el PJ, su partido, perdió el temor a la disciplina y al rebenque de Kirchner.
Es un tiempo nuevo y al mismo tiempo indudablemente más difícil. Un tiempo que le exigirá hacer algo que hasta ahora no hizo: afianzar su autoridad y promover expectativas perdidas por la sociedad. ¿Un cambio de Gabinete? Todavía no. Pero Alberto Fernández no está solo en esta prédica. Se sumó, por sorpresa, Julio De Vido. ¿Una tarea imposible? Para nada. La economía está a tiempo de ser saneada, el contexto externo ayuda como nunca y, sobre todo, se palpa un deseo colectivo de no dejar pasar esta nueva oportunidad.
Si esa oportunidad pasara de nuevo con pena, la Argentina podría comprobar que la calma repuesta al declinar el agobiante conflicto con el campo es apenas un estado fugaz.
Editorial Clarín: "Perspectivas de recuperación, luego de la crisis"
La decisión del Gobierno de dejar sin efecto la resolución 125, que establecía las retenciones móviles, ha sido una rápida respuesta al traspié sufrido en el Senado, el jueves.
Con la nueva medida, el nivel de retenciones se retrotrae al vigente el 10 de marzo pasado, pero devuelve al país a un punto de partida, porque entre ese día y la actualidad se han producido enormes pérdidas económicas e institucionales que afectan a toda la sociedad.
También se modificó el escenario político, con una derrota política del Gobierno, impensable en marzo pasado. Todos esos costos podrían haberse reducido o evitado con un manejo más realista y negociador de la crisis. Lo que no se modificó, lo que permanece como el 10 de marzo, es el orden institucional: si bien la estrategia kirchnerista se basó en el supuesto de que el reclamo por la resolución 125 tenía un objetivo destituyente, una vez derogada la medida, el Gobierno sigue en funciones, con menor popularidad, pero sin cuestionamientos de legalidad o legitimidad.
Esta es la mejor prueba de que el argumento oficial respondía a una visión conspirativa de la política, o al propósito de manipular la opinión pública.
En el orden económico, el conflicto con el agro tuvo consecuencias de diversa índole que será necesario remontar. Una de ellas es que los productores y exportadores dejaron de liquidar producción exportable para no pagar el nuevo impuesto, lo cual redujo el ingreso de divisas, la recaudación impositiva y la demanda en numerosos segmentos de la industria y los servicios.
Los cortes de ruta provocaron, además, reducciones de oferta que tuvieron efecto inflacionario.
La incertidumbre generada por el conflicto provocó, a su vez, retiros de depósitos bancarios y compras de dólares como refugio de valor, que fueron respondidos por el Banco Central con aumentos en las tasas de interés y venta de reservas. Las medidas de la autoridad monetaria revitieron esas corrientes, pero con la contrapartida de una disminución de las reservas y un aumento del costo de financiamiento. Esto último afectó a los consumidores, al sector privado y al público. De hecho, proyectos de obras públicas como el controvertido tren de alta velocidad o el soterramiento del ferrocarril Sarmiento están paralizados por el aumento del costo financiero.
La derogación de las retenciones móviles ayudará a revertir esta situación. Es previsible que se efectivizarán exportaciones, lo cual aumentará la oferta de divisas y revitalizará las actividades afectadas por la crisis. El ingreso de divisas permitirá recomponer reservas y reducir las tasas de interés. Si en el escenario no se producen nuevos conflictos políticos, también mejorarán las expectativas, reactivando proyectos de inversión o de consumo que fueron postergados. Para consolidar la nueva situación será necesario atender a la agenda de temas pendientes en el agro, en especial a lo que corresponde a los segmentos de productores de menor tamaño y de zonas menos productivas. Asimismo, será indispensable asumir temas previos a la crisis, como la confiabilidad de los indicadores económicos, la inflación y el problema energético.
La recuperación de la crisis dependerá en buena medida del estilo que se adopte para gestionar esa agenda. La experiencia traumática de los últimos meses muestra que el método de la confrontación, el rechazo al diálogo y la falta de atención a las señales de la realidad, no sólo pueden ser inoperantes, sino que pueden crear, a partir de una disputa acotada, una crisis de proporciones.
También evidenció que la sociedad rechaza esos métodos y que aspira a la convivencia constructiva.
La decisión de dejar sin efecto la resolución 125 abre la perspectiva de una salida a una crisis que ha causado elevados costos económicos e institucionales. Es necesario tomar en cuenta los temas del agro y otros pendientes, como la inflación. La experiencia demostró la inoperancia y el costo elevado de los métodos de confrontación, y que la sociedad aspira a una convivencia constructiva.
Hoy un juramento
Página 12, Buenos Aires
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El Gobierno reclamará a los exportadores 1763 millones de dólares y estudia una reforma a la ley de granos, que permitió la elusión fiscal. CFK rechazó las renuncias de Alberto Fernández y De Vido. El primer cambio de gabinete sería la designación en Agricultura del presidente del INTA, ingeniero Carlos Cheppi. ¿Qué futuro le aguarda a un gobierno derrotado en el Congreso? La cadena de inconsistencias que culminó con el insólito voto de Cobos.
Por Horacio Verbitsky
El Poder Ejecutivo comenzará esta semana procedimientos administrativos tendientes a recuperar 1763 millones de dólares que los exportadores de maíz, trigo, soja y girasol en granos, pellets, aceite y harina vendieron pagando una alícuota inferior a la vigente, entre ellos la Aceitera General Deheza, del senador justicialista cordobés Roberto Urquía, Cargill, Bunge, Nidera, Vicentín, Noble, ADM y la Asociación de Cooperativas Argentinas. La suma exacta del reclamo la determinarán la AFIP y la Aduana, a partir del cálculo en toneladas que realizó la ONCCA. En algún caso el procedimiento administrativo podría ser también el prolegómeno de denuncias penales por evasión y apropiación indebida de tributos, como el que la AFIP ya impulsó contra uno de los dirigentes de la Sociedad Rural que encabezaron los cortes en la provincia de Buenos Aires, René Ducret.
Declaraciones sin respaldo
En todos los casos, el procedimiento para esta elusión impositiva consistió en registrar operaciones por adelantado, anticipándose a los aumentos en las alícuotas. Para ello bastaba una declaración jurada. Esta maniobra, permitida por la ley de granos, permitía congelar el precio y la alícuota al día del registro y una resolución de la Secretaría de Agricultura otorgaba un plazo de 365 días al exportador para concretar la operación con aquellos valores. Sólo los granos y sus subproductos están exceptuados de pagar al nivel y al precio del día de la exportación. En abril, al asumir como presidente de la Oficina de Control Comercial Agropecuario (ONCCA), a la que se asignó el control de las declaraciones juradas, Ricardo Echegaray redujo ese plazo de 365 a 45 días y dio comienzo una investigación sobre los hechos anteriores, que culminó esta semana. Desde el 1º de noviembre de 2007 versiones de prensa dejaron saber que las retenciones se aumentarían del 27 al 35 por ciento y Agricultura dejó abierto el registro. El incremento se formalizó el 9 de noviembre. En la semana previa se registraron 26,5 millones de toneladas, con la alícuota anterior. A raíz de ello el diputado demoprogresista Rafael Martínez Raymonda presentó un proyecto de ley que su Cámara aprobó, estableciendo que además de la declaración jurada sería necesario acreditar la tenencia o adquisición de los granos y que quienes no pudieran hacerlo deberían pagar en forma retroactiva, “el mayor nivel de derechos de exportación”, es decir con la alícuota y al precio vigente al momento de la exportación y no a los del registro. Por iniciativa del senador cordobés Roberto Urquía, la cámara revisora lo convirtió en “la mayor alícuota de derechos de exportación”, es decir con la nueva alícuota de retenciones pero al precio del día del registro. El Secretario de Agricultura Javier de Urquiza nunca reglamentó la ley que lo convertía en autoridad de aplicación. Recién el 13 de mayo, por decreto presidencial, la ley fue reglamentada y esas competencias asignadas a Echegaray. La investigación de la ONCCA cerrada el 14 de julio analizó la actividad de 57 empresas, que en 1316 declaraciones juradas registraron ventas futuras por 24,5 millones de toneladas. Para ello cotejó las cifras de esas declaraciones con las que informan a la ONCCA los productores y acopiadores cuando realizan las ventas. De este modo detectó que el 89 por ciento de las Declaraciones Juradas de Ventas al Exterior no estaba respaldado por la tenencia o adquisición de granos. Esto equivale a un 85 por ciento de las exportaciones de soja, girasol, maíz y trigo, o sea 22,5 millones de toneladas. Además, las declaraciones juradas decían que las operaciones anotadas correspondían a granos de la cosecha 2007-2008, que todavía no se había levantado. La elusión continuó después del 11 de marzo.
Los grandes
Estas son algunas de las grandes exportadoras que deberán enfrentar el reclamo:
- Cargill declaró sin tenerlas ni haberlas adquirido 4 millones de toneladas de soja y 22.500 de girasol (en ambos casos a granel y pellets), 25.000 toneladas de maíz, 120.000 de aceite de girasol y 436.000 de aceite de soja.
- Aceitera General Deheza, la empresa de Urquía, 54.500 toneladas de girasol, 11.000 de aceite de girasol, 381.000 de aceite de soja y 1.325.000 de harina de soja.
- Bunge, 2.400.000 toneladas de soja y 625.000 de aceite de soja.
- Nidera, 985.000 toneladas de soja, 105.000 de girasol y 116.000 de aceite de girasol.
- Vicentín, 370.000 toneladas de soja, 92.000 de girasol, 125.000 de aceite de girasol, 160.000 de aceite de soja y 602.000 de harina de soja.
- Noble 853.000 toneladas de soja.
- ADM, 820.000 toneladas de soja.
- La Asociación de Cooperativas Argentinas, 675.000 toneladas de soja, 65.000 de maíz y 107.000 de aceite de soja.
- Oleaginosa Moreno, 435.000 toneladas de soja, 105.000 de girasol, 191.000 de aceite de girasol y 41.500 de harina de soja.
Un caso especial es el de Luis Ducret y Compañía, quien figura con mil toneladas de girasol y 2000 de trigo. La AFIP ya había denunciado a este comisionista y consignatario mayorista por evasión tributaria calificada de IVA e impuesto a las ganancias por casi 11 millones de pesos y