Ben Bernanke escribió la primera parte del nuevo libro de texto de economía. El título: Cómo usar la política monetaria para prevenir una Gran Depresión y evitar la deflación después de que las tasas de interés a corto plazo llegan a cero.
Elevó el portafolio de activos y pasivos de la Reserva Federal de US$860.000 millones a US$3,8 billones (millones de millones) y ha estado incrementándolo al imprimir US$85.000 millones al mes para comprar bonos y valores hipotecarios.
Janet Yellen se dispone a escribir la segunda parte del libro de texto: Cómo devolver la política monetaria a algo cercano a la normalidad sin crear la próxima crisis financiera, en momentos en que los políticos electos no se ponen de acuerdo sobre la estrategia de impuestos y gastos. Tendría que determinar cómo y cuándo dejar de aumentar ese portafolio y, en algún momento, empezar a reducirlo sin que la economía se derrumbe.
No será fácil. Incluso al interior de la Fed existen bastantes dudas en torno a seguir comprando US$85.000 millones al mes en bonos hipotecarios y del Tesoro, no solo entre los presidentes de los bancos regionales, sino entre los gobernadores del banco central en Washington que son nombrados por el presidente Barack Obama.
En la reunión celebrada en septiembre, Bernanke y Yellen contuvieron a los que querían comenzar a reducir las compras de bonos. (Tomando en cuenta el caos en torno al cierre parcial del gobierno y el límite de endeudamiento, esa decisión hoy parece haber sido sabia).
Pero hay presión para explicar de mejor manera los motivos que harán que la Fed reduzca sus compras de bonos.
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Eso es algo difícil de explicar. Podría llevar a que Yellen exija una mayor disciplina en los mensajes de la Fed y, con alguna práctica, se acostumbre a utilizar un megáfono muy poderoso.
Hace medio siglo, el mentor de Yellen en la Universidad de Yale, el difunto James Tobin, argumentaba que existen períodos inusuales en que las tasas de interés descienden tanto y la demanda por el crédito es tan débil que la política monetaria es impotente.
En tales circunstancias (una "trampa de liquidez" en el vocabulario Keynesiano), mantenía, la única forma de rescatar una economía era que el gobierno redujera los impuestos y elevara el gasto. Si estuviera vivo, Tobin manifestaría enérgicamente que el Congreso está demasiado dispuesto a reducir los gastos en este momento y que debería seguir su receta.
Tobin habría sido escéptico sobre los beneficios de las voluminosas compras de bonos, o "relajación cuantitativa", de la Fed de Bernanke, una crítica que sus pupilos están presentando ahora.
No obstante, el premio Nobel era un estudioso de los mercados financieros y probablemente se habría percatado de que la crítica de que la relajación cuantitativa es estéril no cuadra con la fuerte reacción de los mercados tras la sugerencia de Bernanke de que la Fed contemplaba una reducción de las compras de bonos, ni con la gran caída en las tasas de interés del mercado que tuvo lugar tras la sorpresiva decisión de la Fed de dejar el programa intacto.
Hoy, más que en los tiempos de Tobin, los economistas ponen mucho énfasis en el poder de las expectativas de los consumidores, las empresas y los mercados.
Señalan que si la Fed logra persuadir a todos de que mantendrá las tasas de interés bajas una vez que la economía se recupere, aunque eso implique un poco más de inflación en el futuro, estimulará el endeudamiento y el gasto ahora.
Tal vez, la fuerza del plan de compra de bonos no es sólo que incentiva la inversión en activos de mayor riesgo, como las acciones, o que disminuye las tasas hipotecarias, sino que envía una poderosa señal de que las tasas seguirán bajas por un período prolongado.
Si ese es el caso, una reducción paulatina de las compras de bonos podría ser interpretada como un acercamiento al día en que el banco central aumente las tasas de interés a corto plazo, por mucho que Yellen insista en lo contrario.