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Debate
(Opinión) TERRAGNO: "LOS RIESGOS DEL NEO-PROTECCIONISMO"
15/04/2012
Por Rodolfo Terragno

Los riesgos del neo-proteccionismo

Clarín
Predijo, en 1976, la desaparición de la Unión Soviética. Era una hipótesis inverosímil. La profecía de Emmanuel Todd, sin embargo, se cumplió once años más tarde. El célebre fran- cés, intelectual multidisciplinario, predice ahora las exequias del euro.

Ya en 1990 había advertido que, si la Comunidad Europea adoptaba una moneda única, sufriría tras- tornos insuperables en su seno. Faltaban, entonces, más de una década para el nacimiento de ese euro que él ve ahora como "un muerto que camina".

Todd no tiene el lenguaje de un economista, pero comprende el fenómeno. El valor de una moneda depende de la productividad del país que la emite. Por eso, el dinero de Grecia no puede valer lo mismo que el de Alemania. Los alemanes son los únicos miembros de la Unión que tienen moneda genuina: en definitiva, el euro es el marco Cuando una nación rezagada tiene la moneda de un país de vanguardia, el efecto es inevitable: la di- ferencia de productividad vuelve ficticia la paridad.

Entonces, la producción se encoge y el desempleo se agranda; el comercio exterior queda en rojo y el fisco se pone negro. Todo termina en implosión. Eso no lo entendieron, en la era de la convertibilidad, 9 de cada 10 economistas argentinos y (lo que es más comprensible) tampoco la opinión pública.

Igual obcecación han tenido (y aún tienen muchos de) los teóricos europeos. No bastó, para alertarlos, la crisis de 2008. Al contrario, cometieron lo que Todd llama un "suicido romano". La Unión Europea se sacrificó en nombre de una falsa salud fiscal. Salvó bancos y hundió industrias; ayudó a los ricos y dañó a los pobres. La producción se comprimió, los ingresos adelgazaron y el déficit engordó. Como la Argentina hasta 2002, los europeos dieron (y dan) azúcar al diabético: con la idea de sanear a los estados, recortan inversión pública y se endeudan.

Todo termina en tragedia griega.

Europa cree aún en el "rigor fiscal" y creyó, en su momento, en la apertura comercial. Pensó que así iba a relanzar su economía y, dice Todd, relanzó la de China. Y la del mundo en desarrollo. Es que, al abrir sus fronteras comerciales, los países europeos se convirtieron en el principal mercado de los exportadores chinos. Eso no sólo hizo crecer la oferta internacional de China; también su demanda interna. La nueva superpotencia salió a comprar materias primas y los precios de éstas se dispararon, para bien de los países emergentes (entre ellos, la Argentina).

Las cifras no ayudan demasiado a Todd. La aper- tura comercial de Europa no fue tan grande y -si bien la Unión Europea es el mayor socio comercial de China- Alemania es el único país de la zona que figura entre los diez mayores socios del gigante: está en el sexto lugar, y además le vende a más de lo que le compra. El intelectual francés tiene más sostén cuando la emprende contra los ajustes.

Llevado un país al desastre financiero por el euro, se lo obliga a un remedio peor que la enferme- dad. Los "planes de austeridad en cascada", dice Todd, son impuestos por Berlín, que fuerza a los gobiernos a nombrar a "funcionarios que vienen de trabajar en Goldman Sachs". Todd exagera pero, sin duda, ve más lejos que los demás, y se anima a pedir que Europa salga del euro. "La Tierra no dejará de rotar por eso", dice. Habrá temblores durante un par de años, pero luego se recogerán los frutos. Salir del euro permitirá que los países asfixiados devalúen y volver a crecer. Como ocurrió, en 2002, cuando la Argentina salió de su euro: el 1 a 1. Turbulencias y, luego, el fin de la recesión, el aumento del empleo y la solución del problema de la deuda. Lo inquietante es que Todd agrega, a esa audacia monetaria, una fórmula de la cual no es un predicador solitario. Él la llama "proteccionismo razonable". Se trata de imponer aranceles que robustezcan los mercados internos y consigan, de ese modo, la "re-industrialización" de Europa.

En este aspecto, el gran pensador, pronosticador de probada clarividencia, aparece menos lúcido prescribiendo remedios que previendo enfermedades. Es dudoso que el neo proteccionismo le regale a Europa los beneficios que él cree prever.

El levantamiento de muros comerciales provo- cará la réplica del mundo no europeo e instará la autarquía de los países con mayor demanda interna. Francia tiene 63 por ciento más habitantes que la Argentina con un poder adquisitivo que nos supera en 317 por ciento pero eso no dice mucho.

Los franceses serían desplazados por países con población harto más grande y mayor ingreso per cápita.

En cambio, el neo-proteccionis- mo dañaría a los países más ende- bles: reduciría el menor mercado europeo, el crecimiento chino y la demanda global. Eso haría caer los precios internacionales que hoy mantienen a flote a economías desequilibradas como la nuestra.

Es perentorio que la Argentina fije la actitud que tomará si el pe- ligro se materializa Con criterio dogmático, acaso muchos crean que "vivir con lo nuestro" nos ayude a prescindir de exportaciones y recuperar el vigor industrial. No sería una respuesta juiciosa. No podemos entretenernos, otra vez, en la ociosa controversia de liberales y estatistas. Ninguno de ellos puede ayudar a que la Argentina resista la nueva realidad internacional, crezca, se fortalezca y termine siendo un país desarrollado.

El proteccionismo ajeno nos afectaría y, en to- dos los ámbitos, regionales e internacionales, de- bemos militar en contra. Pero si se nos restringen los mercados externos, la reacción no debería ser la imitación del error europeo.

Para afrontar el temporal, y hacer de la dificul- tad virtud, es necesario: fijar metas de crecimiento, perseguirlas sin descanso, evitar toda medida fiscal pro-cíclica, favorecer el alza del ahorro interno, premiar la inversión, buscar los huecos que el proteccionismo deje al comercio internacional y conducirse con un fino pragmatismo.

No parece ser la receta preferida de nuestros go- biernos.

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