El Reporte Económico y Desarrollo de la CAF pone de manifiesto la necesidad de realizar una transición energética justa con una mirada desde América Latina y el Caribe, reconociendo las realidades específicas de cada país y la necesidad de enfrentar, al mismo tiempo, los viejos rezagos del desarrollo entre los que destacan la brecha de PIB per cápita respecto al mundo desarrollado y los altos niveles de pobreza y desigualdad de la región.

El sector industrial genera el 11 % de las emisiones directas de gases de efecto invernadero (GEI) y el 24 % de las emisiones energéticas de América Latina y el Caribe (ALyC). Al desagregar los datos por subregiones, se observa que estos valores se mantienen en el caso de América Latina, mientras que en el Caribe la industria representa el 25 % de las emisiones directas y el 28 % de las emisiones energéticas. Dentro de la industria, solo tres subsectores representan el 57 % de esas emisiones directas: la industria acerera, la cementera y la química.

Estos tres subsectores son esenciales para las economías modernas, tienen altas intensidades de carbono y cuentan con limitadas alternativas actualmente viables que les permita descarbonizar sus procesos productivos en el corto plazo. Este capítulo describe las características más importantes de las industrias que enfrentan mayores barreras para una transición energética, sus patrones de emisiones y las alternativas viables de descarbonización, con mayor foco en la transición energética.

También se centra en los aspectos técnicos y en las políticas específicas que atañen a estas industrias, por lo que no se discutirán políticas de orden transversal, como serían los precios al carbono, dado que su discusión excede el alcance del capítulo.

Las industrias del cemento, el acero y los productos químicos enfrentan desafíos significativos para descarbonizarse debido a su intensivo uso de los combustibles fósiles y las emisiones inherentes al proceso productivo. A pesar de estos desafíos, estas industrias son vitales para la economía, proporcionando insumos clave para la construcción, el transporte, la agricultura y una variedad de productos cotidianos elaborados con plástico.

América Latina y el Caribe tiene un potencial significativo para el desarrollo de las industrias verdes, dada la abundancia de sus recursos naturales y las posibilidades que tiene para generar energía limpia de fuentes renovables. Para materializar ese potencial, será necesario seguir impulsando los proyectos de hidrógeno verde, un insumo clave para las industrias con un uso intensivo de la energía, que podría ser usado como combustible.

La región puede convertirse en pocos años en un exportador neto de acero producido con hidrógeno verde, explotando la emergencia de mercados como el automotriz, que tienen metas de “cero emisiones” en el corto y mediano plazo. Además, deberá aprovechar el desarrollo de la industria del hidrógeno para la producción de fertilizantes y plásticos con bajas emisiones netas.

Dada la complejidad de la descarbonización de estas industrias, serán necesarias soluciones del lado de la demanda. Ejemplos claros de esto son las mejoras de eficiencia en el uso del concreto, la mayor recuperación de chatarra del acero, el uso eficiente de los fertilizantes y, especialmente, la aplicación de los principios de circularidad en el uso y producción de plástico.

La prioridad a corto y mediano plazo para América Latina y el Caribe no debe ser la carbononeutralidad, sino aprovechar nuevas tecnologías y mercados para mejorar la productividad y posicionarse en segmentos que ofrezcan primas por bajos niveles de carbono.

En la industria cementera, se deberá comenzar reemplazando el carbón por biomasa en la medida de lo posible, aprovechando la abundancia de este recurso en la región. 

El gas natural será clave en la industria del amoníaco, junto con el hidrógeno verde, permitiendo a la región beneficiarse de su riqueza en este recurso. 

Tanto estas industrias como las de menor uso energético reducirán significativamente sus emisiones siempre que se continúe avanzando en la generación eléctrica con recursos renovables y en la electrificación de los procesos que utilizan combustibles fósiles.

La captura de carbono ganará importancia en el mediano y largo plazo a medida que la tecnología madure y sus costos disminuyan. En este sentido, la región también cuenta con potenciales de desarrollo, dado que el carbono capturado puede ser reutilizado en la producción de amoníaco o plásticos, reinyectado en yacimientos agotados o para la recuperación mejorada de petróleo.