El mundo ha experimentado un aumento sin precedentes del 14% en la capacidad de generación de energía renovable en 2023, lo que convierte a la energía renovable en la fuente de electricidad de más rápido crecimiento. Sin embargo, este progreso récord está lejos de alcanzar el objetivo de triplicar la capacidad de generación de energía renovable prometido en la COP28.
A medida que el mundo se apresura a alcanzar los 11,2 teravatios de capacidad de energías renovables para 2030, la integración de fuentes renovables en la red eléctrica se vuelve más vital.
Para incorporar una mayor proporción de energía renovable variable (ERV), es decir, eólica y solar, al sistema eléctrico se requeriría la modernización de la infraestructura existente. En la actualidad, el retraso en el desarrollo de la infraestructura y las ineficiencias en las redes eléctricas representan algunas de las barreras a la transición energética identificadas por la Agencia Internacional de Energías Renovables (IRENA).
Un sistema energético futuro que no solo permita una alta proporción de energía renovable variable, sino también una mayor electrificación en los sectores de uso final, exige mejoras y actualizaciones de la infraestructura de red existente. Los refuerzos de la red, las capacidades de almacenamiento, la digitalización y las soluciones inteligentes deben acelerar su ritmo para fomentar la implementación de energía renovable variable.
Por ello, para garantizar la seguridad del suministro de energía es fundamental mejorar la flexibilidad del sistema y aumentar significativamente la capacidad de almacenamiento de electricidad de manera rentable.
Para lograr sistemas de energía flexibles y resistentes es necesario implementar un sistema de almacenamiento de baterías. Las soluciones que dirigen de manera inteligente la generación solar hacia las cargas diurnas o el almacenamiento para el uso nocturno reducirán el costo de la integración en la red.
La digitalización desempeña un papel especialmente importante en los sistemas cada vez más descentralizados con una elevada proporción de recursos energéticos distribuidos. Permite la gestión de datos, la coordinación y la interacción entre todos los actores de los sistemas.
Mediante el uso de datos en tiempo real y tecnología de comunicación, los operadores del sistema pueden tener un mejor conocimiento de la situación de la red eléctrica (incluida una previsión meteorológica más precisa), lo que mejora la eficiencia y la flexibilidad del sistema, liberando así un gran potencial de flexibilidad en el lado de la demanda, optimizando las operaciones y mejorando la fiabilidad del sistema. Esto, a su vez, facilitará una mayor penetración de las energías renovables variables en el sistema eléctrico.
Además, el análisis de IRENA muestra que el acoplamiento sectorial (el proceso de interconexión del sector eléctrico con el sector energético más amplio (por ejemplo, calefacción, gas, movilidad)) puede ser una fuente clave de flexibilidad para el sector eléctrico, al tiempo que se descarbonizan los sectores de uso final.
Mediante enfoques como la electrificación y el almacenamiento de energía térmica, los diversos sectores de uso final pueden acoplarse para proporcionar servicios como calefacción, refrigeración y transporte.
El acoplamiento de diferentes sectores, junto con el apoyo de sistemas inteligentes de gestión de la energía, puede ampliar las opciones para el suministro de energía renovable con mayor flexibilidad de la red al sistema.
En la práctica, las soluciones implementadas para la integración de las energías renovables variables surgen de las sinergias de diferentes innovaciones en distintas dimensiones, como la tecnología, el diseño de mercado, los modelos de negocio y la operación de los sistemas. Esto se denomina innovación sistémica.
La modernización y expansión de la infraestructura para un sistema energético que depende de energías renovables variables requiere un gran esfuerzo de capital. Para triplicar la capacidad de energías renovables para 2030, se deben destinar US$ 720.000 millones en promedio cada año entre 2024 y 2030 (ambos inclusive) a redes, almacenamiento de electricidad, gestión de la demanda y otras opciones de flexibilidad de la oferta.
Pero el mundo tiene suficiente capital disponible. Para dirigir el capital hacia la transformación de la infraestructura, IRENA insta a los países a adoptar las siguientes medidas:
+ Ofrecer incentivos para inversiones en infraestructura donde existan barreras de mercado.
+ Agilizar los procedimientos de permisos para infraestructura a gran escala sin comprometer las evaluaciones de impacto ambiental y social y garantizar que se fomente la aceptación pública.
+ Proporcionar financiación pública para el desarrollo de la infraestructura necesaria.
Sin inversiones aceleradas en infraestructura y operación del sistema, alcanzar 11,2 TW de capacidad de energías renovables en 2030 sería un destino lejano. Al final, estas inversiones no solo conducirán al logro de transiciones energéticas y objetivos climáticos, sino también a la industrialización verde y al crecimiento del desarrollo sostenible.