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ANÁLISIS
Escribe Alonso: Los insectos fósiles del norte argentino
MINING PRESS
05/08/2024

RICARDO N. ALONSO *

La conservación de insectos como fósiles es rara a extremadamente rara. Son seres orgánicos delicados y frágiles. Se tienen que dar condiciones geológicas muy especiales para que ello ocurra. Hay ejemplos espectaculares a nivel mundial de insectos que se han preservado completos mostrando sus finos detalles anatómicos. El caso más excepcional lo constituye el ámbar, esto es la resina fósil de antiguos árboles.

Son famosos los insectos en ámbar en Myanmar, República Dominicana, México y Mar Báltico, cada uno con sus distintas antigüedades. También lo son algunos yacimientos con preservación extraordinaria llamados “Lagerstatten” como las calizas de Solnhoffen en Alemania, la Formación Santana de Brasil o la Formación Green River de Wyoming.

Los hallazgos de insectos fósiles en el norte argentino se remontan a la década de 1920. George Leavitt Harrington (1883-1972), geólogo petrolero de la Standard Oil New Jersey que operaba en la provincia geológica Sierras Subandinas de Bolivia y Argentina, descubrió unas capas de margas verdes ricas en insectos fósiles en Sunchal (Jujuy). Le envió una caja a un especialista en el tema el Dr. Theodore Dru Alison Cockerell (1866-1948). Este entomólogo de fama mundial vino a la Argentina en 1925, llegó hasta los afloramientos de Sunchal y, junto a su esposa, la entomóloga Wilmatte Porter (1869-1957), obtuvo una valiosa colección de insectos fósiles. Estudió los especímenes, entre los cuales dominaban los coleópteros, y publicó numerosos trabajos científicos en revistas internacionales que hoy son clásicos en el tema. De todo esto dimos cuenta en una nota en El Tribuno del lunes 29 de julio de 2024.

Ahora bien, la cuestión de los insectos fósiles quedó inactiva desde la década de 1930 cuando Cockerell publicó su último trabajo con la descripción de unos 40 insectos de la paleoentomofauna de Sunchal, pertenecientes hoy a la Formación Maíz Gordo (Paleoceno). Medio siglo más tarde, en 1980, retomamos el estudio de insectos fósiles de una formación que se superpone a las capas de Sunchal, pero en una localidad salteña: El Chamical. Esta localidad es famosa por su antigua iglesia y por el cementerio que la rodea en donde estuvo enterrado el General Martín Miguel de Güemes antes de ser trasladado al Panteón de las Glorias del Norte en la Catedral Basílica de Salta.

El Chamical se encuentra en el ambiente geográfico de la Sierra de Mojotoro, un bloque tectónico que separa los valles de Lerma y Siancas. Allí, sobre rocas viejas, paleozoicas, descansan calizas cretácicas de la Formación Yacoraite que se explotaron durante muchos años para quemarlas como cal común. Arriba de esas calizas, famosas por sus huellas de dinosaurios, yacen capas de margas multicolores, mayormente rojas y verdes, de las formaciones Maíz Gordo y Lumbrera, ambas unidades muy ricas en insectos fósiles.

En aquellos años era aún estudiante de geología cuando realicé el descubrimiento de una rica paleoentomofauna en las capas verdes de la Formación Lumbrera en el arroyo El Chamical. Le mostré el material colectado a la Lic. Florence Murature de Sureda, bióloga y profesora de la Facultad de Ciencias Naturales de la Universidad Nacional de Salta. Ella se interesó en el tema y comenzamos a estudiar los insectos fósiles tomando en consideración los viejos trabajos de Cockerell y los representantes de la entomofauna actual. Si bien en su mayoría se trataba de fragmentos sueltos y desarticulados, la conservación era muy buena. Los más abundantes eran los élitros de coleópteros parecidos a las actuales mariquitas o vaquitas de San Antonio. Sin embargo lo que Florence identificó rápidamente y le llamó la atención eran tégmenes y alas de grillos machos y hembras. Los tégmenes son estructuras protectoras de las alas y por su mayor dureza se conservan bien como fósiles.

Fue así que se identificó un tegmen completo de un grillo macho con sus nervaduras y el aparato estridulante o estridulador. Lo curioso es que el sistema de nerviaciones del tegmen se aproximaba notablemente al del género actual Gryllus, lo que al menos indicaba dos cosas; la primera es que estos insectos se remontan a unos 50 millones de años atrás con pocos cambios evolutivos y la segunda que ya tenían desarrollado el aparato estridular que les permitía ese chirrido repetitivo nocturno con el cual atraen a sus parejas. El sonido denominado estridulación no se genera en la boca, sino en las alas de machos que tienen dos partes diferenciadas: una dura y granulada con una suerte de dientes y otra lisa.

Al frotar ambas partes se emite ese particular sonido el cual crece y se acelera con la elevación de la temperatura ambiente. La temperatura corporal de los grillos depende de la temperatura del entorno. Y necesitan así una temperatura ambiental elevada para realizar sus funciones vitales, entre ellas la estridulación. Dicho esto no hace falta más que imaginar aquellas noches calientes del Eoceno salteño, pletóricas de grillos musicalizando el ambiente en medio de la vegetación y los pantanos cercanos.

También en el trabajo con Murature, que presentamos en 1980 en el Primer Congreso Latinoamericano de Paleontología, señalamos otros insectos representados por hemiélitros, alas membranosas, abdómenes y algunos ejemplares completos de 1 mm de longitud. La abundancia de material recolectado dio pie a que años más tarde, Deborah Paola Naón, realizara su tesis de licenciatura en biología de la Universidad Nacional de Salta.

Dicha tesis titulada “Estudio sobre los insectos fósiles de la Formación Lumbrera (Terciario) en la región de El Chamical (Salta)”, contó con la dirección de la Lic. Mirta Alonso de Gorustovich y el suscripto en carácter de codirector y se presentó y defendió en 1998. Naón realizó un trabajo taxonómico extraordinario dando a conocer una amplia variedad de insectos fósiles pero esa prolija investigación científica quedó lamentablemente inédita. El estudio taxonómico de dicha paleoentomofauna dio como resultado el reconocimiento de 9 familias, 8 géneros y 13 especies pertenecientes a 6 órdenes de insectos. Además de los abundantes élitros de coleópteros se encontraron restos de alas, patas, tórax y abdómenes y otras partes de grillos, topos grillos, escarabajos, langostas, libélulas, tricópteros, mariposas, chinches verdes (nezara), moscardones, gorgojos, entre otros.

En base al análisis de la paleoentomofauna, Naón interpretó que el ambiente en el cual se desarrollaron los especímenes estudiados debió poseer una abundante vegetación y presentar un cuerpo de agua cercano en un clima húmedo, templado a subtropical. La presencia de libélulas y tricópteros estaría indicando un cuerpo de aguas tranquilas, templadas y limpias, esto es un lago de baja energía con poca velocidad y oleaje, donde se depositaban materiales arcillosos, rodeado de abundante vegetación. Restos de plantas y horizontes negros ricos en materia orgánica se encuentran en las rocas margosas de la llamada “Faja Verde” de la Formación Lumbrera.

En menor medida aparecen capas de calizas estromatolíticas. También en El Chamical, sobre la ruta, en afloramientos de margas verdes de la Formación Maíz Gordo, con abundantes capas de calizas con estromatolitos, se encontraron una gran cantidad de insectos fósiles y escamas de peces, muy similares a las descriptas por Cockerell en Sunchal. Un nuevo yacimiento de insectos fósiles en esa faja verde fue descubierto recientemente en la entrada al dique Cabra Corral por los alumnos de la escuela de geología de la Universidad Nacional de Salta. Además de coleópteros, langostas y libélulas, se encontraron allí escamas de peces, capas de estromatolitos, capas negras de materia orgánica y un diente suelto de cocodrilo.

Todo ese material se encuentra bajo estudio de alumnos avanzados de la UNSa. Una sección estratigráfica similar se presenta sobre la ruta 68 a Cafayate, entre Posta de las Cabras y Alemanía. Ahora bien, quién tomó la posta en el estudio científico detallado de los insectos fósiles del norte argentino fue el Dr. Julián F. Petrulevicius de la Universidad Nacional de la Plata y Conicet. Petrulevicius publicó una veintena de trabajos específicos sobre los insectos fósiles de la Formación Maíz Gordo en revistas internacionales dando a conocer una paleoentomofauna mucho más rica que la que vislumbró Cockerell en sus investigaciones en la década de 1920.

Él estudió la tafonomía, diversidad y paleobiogeografía de los insectos fósiles. Dice Petrulevicius que de un conjunto de unos 18.000 ejemplares, sólo hay adultos terrestres dominados por Coleóptera, seguidos de Ortóptera y Hemíptera, pero también están representados Blattoptera, Odonatos, Dermáptera, Trichoptera, Mecoptera, Himenóptera, Neuróptera y Díptera. Los Odonatos presentan una atractiva diversidad con siete géneros endémicos y dos familias extinguidas. Algunos Odonatos muestran relaciones con los del Eoceno de Italia, lo que se considera un componente gondwánico.

Asimismo hay relación con Odonatos endémicos de África tropical que también están presentes en el Eoceno de Inglaterra, indicando una distribución más amplia de estas libélulas en el Paleoceno-Eoceno, seguramente debido a una mayor extensión de un clima cálido húmedo en el planeta. Un mundo caliente poblado de insectos que sucedió algunos millones de años después de la gran extinción de los dinosaurios y que al parecer tiene una excelente e insospechada representación en las capas geológicas del norte argentino. 

* Doctor en Ciencias Geológicas


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*La información y las opiniones aquí publicados no reflejan necesariamente la línea editorial de Mining Press y EnerNews

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