La subvención al precio de los carburantes se ha convertido en un dolor de cabeza para el gobierno y no se avizora una solución en el corto plazo
ALBERTO CARDENAS
El anuncio gubernamental de subir el presupuesto del próximo año para la subvención al precio del diésel y la gasolina en el mercado interno vuelve a poner sobre la mesa de discusión nacional la delicada situación que atraviesa el sector hidrocarburífero boliviano.
La falta de ingresos para mantener congelado el precio de los carburantes, el aumento desproporcionado del parque automotor, la sostenida caída de los ingresos por la exportación de gas y la casi nula inversión en la exploración de nuevos campos gasíferos y petrolíferos, configuran un escenario en el que cualquiera de las salidas implica una elevada factura y no disipa la sombra de periodos de escasez de combustibles para el abastecimiento en el mercado interno.
El efecto inmediato es el aumento de una pesada carga para las arcas estatales que, a diferencia de la década anterior cuando se registraron los niveles más altos de reservas y producción, hoy enfrentan la situación con menos recursos generados por la exportación de gas que atraviesa un ciclo descendente que comenzó en 2015 con la caída de los precios internacionales del energético.
Para el presidente de la Cámara Nacional de Comercio, Jaime Ascarrunz, la reducción en los ingresos generados por la exportación de gas es la causa de los problemas que afectaron a la economía nacional este año generando un incremento sustancial en la brecha entre los volúmenes de producción y comercialización de gas natural y petróleo y el consiguiente impacto en la provisión de gasolina y diésel para el mercado interno, carburantes que deben ser importados y que son esenciales para la actividad productiva y empresarial.
“Las importaciones han crecido fuertemente en los últimos años. A septiembre de este año, el país ha importado 2.156 millones de dólares en combustible. La reducción en la disponibilidad de divisas del gobierno ha hecho que tenga dificultades para la importación de hidrocarburos. La escasez es evidente”, dijo Ascarrunz en el análisis del comportamiento de la economía nacional este año.
Una respuesta inmediata, asegura Ascarrunz, sería la reducción en los gastos del sector público. “Tiene que achicarse el tamaño del Estado y reducir el déficit fiscal”, afirmó.
En su más reciente evaluación sobre la situación de la economía boliviana publicada en su cuenta de Facebook, el economista Gonzalo Chávez asegura que “el origen de la crisis” está en la caída de los ingresos por hidrocarburos.
“El sector gas les daba (al gobierno) el excedente económico para mover el modelo económico. Del gas venía toda la plata para la política social, sectorial e industrial. No han invertido en exploración y producción durante 17 años. El gas se ha hecho gas. Es, probablemente, el origen. Es la madre de las crisis”, aseguró Chávez.
SE ACABA EL GAS
En su estudio “Consecuencias de las decisiones de política hidrocarburífera y propuestas de cambio”, la Fundación Jubileo establece que la subvención “ha generado grandes distorsiones en la economía nacional, dado que los precios no reflejan el costo real del transporte que utilizan para la producción de bienes y servicios pero, además, esto ha ocasionado altos costos para la economía nacional que se ven reflejados en un creciente déficit fiscal debido a que el Estado gasta cada vez más recursos económicos para mantener esta política, al punto de hacerla insostenible en el corto plazo”.
Las cifras muestran la crudeza de la evaluación. Según el estudio sobre el mercado del gas y la energía en Bolivia, realizado por el experto en hidrocarburos Mauricio Medinaceli para la Cámara Nacional de Industrias, a partir de 2014 la producción de gas natural en el país registró un punto de inflexión mostrando una drástica caída desde 2015 debido, esencialmente a la reducción en el precio internacional del petróleo y la escasa inversión en exploración y producción.
El estudio de Jubileo encuentra dos momentos en la producción de hidrocarburos en Bolivia desde 2005. Un primer elemento es la evidente reducción en la actividad exploratoria para incrementar reservas hidrocarburíferas frente a la explotación acelerada de estos yacimientos.
“Si bien en el primer momento existió un incremento de 50% en la producción de gas natural hasta el año 2015, ello se explica por una explotación acelerada de las reservas de hidrocarburos que fueron descubiertas en la década de 1992–2002 con el aparente propósito de monetizarlas durante el superciclo de precios internacionales del petróleo que dispararon los precios de exportación del gas natural boliviano entre los años 2004–2014”, dice Jubileo.
“Entre los años 2016–2023, cuando se registró una caída continua en la producción de gas natural caracterizada por la declinación de la producción en los yacimientos de los principales campos productores que habían sido explotados de forma acelerada durante los años anteriores”, agrega.
Según Medinaceli, en 2014 se llegó a la cima con una producción de 60,8 MMmcd (millones de metros cúbicos por día; al año siguiente la cifra cayó a 60,3 MMmcd, manteniendo una tendencia decreciente hasta cerrar la década en 44,4 MMmcd en 2020. Según la Fundación Jubileo en 2022 se registró el nivel más bajo con 41 MMmcd; a junio de 2023 la situación no mejoró pues se registraron 37 MMmcd.
“Si se acepta la hipótesis de un ligero incremento en la producción los años 2023 y 2024, entonces la oferta puede cubrir la demanda hasta el año 2025. Luego es necesario realizar recortes, al mercado externo y/o al mercado interno”, establece Medinaceli refiriéndose a la perspectiva de producción de gas natural y la demanda interna.
Los expertos aseguran que la producción de líquidos (gasolina y diesel, esencialmente) está directamente ligada a la producción de gas natural por lo que siguió el mismo comportamiento decreciente “debido a que, por una parte, el principal componente de esta categoría es el petróleo condensado asociado al gas natural y, en la medida en que disminuye la producción del segundo también lo hace el primero".
"Por la otra parte, debido a la política de subvención a los hidrocarburos vigente desde el año 2004, no ha existido exploración de petróleo crudo, por lo que la producción de este otro componente ya se encontraba en declinación desde el año 2006. Estos factores también han marcado la declinación de la producción de hidrocarburos líquidos”, agrega.
EXPORTACIÓN
Esta situación se reflejó directamente en los mercados de venta del energético. La exportación de gas a Brasil (el principal destino) llegó a la cima en 2014 33 MMmcd exportados. “Desde el año 2016 se observa una caída en los volúmenes exportados hasta llegar a los actuales 17 MMmcd, una caída de -47% que ha impactado en menores ingresos por exportaciones para el país, y que ha restado el papel de Bolivia en el mercado energético brasilero y regional”, explica el estudio de Jubileo.
El incumplimiento en los volúmenes de exportación se tradujo no solo en multas del comprador sino en la decisión de optar por la compra de otro energético (GNL) y en la exploración de campos gasíferos dentro de su territorio.
Con Argentina (el segundo destino de la exportación) la situación no fue mejor. El incumplimiento en los volúmenes de exportación también generó multas. La exploración de sus reservorios y el potencial del yacimiento de Vaca Muerta para abastecer de gas a todo su territorio, agravó el panorama.
“En el marco de su política energética de utilizar el gas de Vaca Muerta para abastecer al conjunto del territorio argentino y la continua caída en la producción del gas natural boliviano, las empresas que habían firmado el contrato de exportación en representación de cada país fueron suscribiendo tres adendas desde el año 2020 orientadas a ir reduciendo, gradualmente, los volúmenes comprometidos y reducir el plazo de vigencia del contrato al año 2024”.
MERCADO INTERNO
En el modelo del gobierno, la política hidrocarburífera fija al mercado interno como prioridad. El estudio de Medinaceli muestra como declinación en la producción de gas exigirá, más temprano que tarde, ajustes para garantizar el abastecimiento.
Con los derivados del petróleo la situación es más compleja porque las necesidades de importación de gasolinas y diésel oíl se incrementarán y, de hecho, pueden ampliarse a otros derivados.
Para el experto, la puesta en marcha de las plantas de biodiesel anunciadas por el gobierno no resolverá la situación porque la demanda será mucho mayor.
¿Por qué ocurre esto? Un primer elemento es que, al no tener la capacidad de abastecer la demanda interna, el país importa derivados del petróleo. Según Medinaceli el consumo de diésel oíl y gasolinas representa más del 40% del consumo de energía a nivel nacional y el transporte es el principal demandante.
“El consumo de energía del sector transporte representa más del 65% del total”, afirma.
“El parque automotor, desde el inicio de la política de subvención hasta el año 2022, se ha quintuplicado, siendo que 92% corresponde a vehículos particulares (resultado también de un transporte público atomizado) y registrándose un crecimiento inusual el año 2022 de 12%, prácticamente el doble que el promedio de los últimos 10 años”, afirma Jubileo.
Para el presidente de la CNC, esta situación es muy compleja. “La falta de un suministro seguro de carburantes pone en riesgo el funcionamiento de la economía. Todas las actividades necesitan del transporte.
Sin la seguridad de que los bienes y las personas no podrán trasladarse no será posible imaginar el desenvolvimiento de la economía. Si se agudiza la escasez de combustibles corremos todos el riesgo de que la economía vaya ralentizándose.