La primera planta nacional de baterías, que inaugurará este año, abre un debate sobre cómo Argentina puede ir más allá de la extracción y añadir valor a su industria del litio
FERNANDO HEREDIA
Antes de fin de año, Argentina pondrá en marcha la primera fábrica de baterías de litio de Latinoamérica. El objetivo es convertirse en un actor relevante del mercado de la electromovilidad regional y pasar de ser un productor de carbonato de litio a controlar parte de la cadena productiva de este componente que representa el corazón de los autos eléctricos.
La planta, y las ambiciones de añadir valor a la industria argentina del litio mediante el procesamiento nacional del metal, han recibido el respaldo del gobierno del presidente saliente Alberto Fernández. Pero no todos los actores del sector comparten el optimismo por estos esfuerzos: muchos consideran que se trata de una simple manifestación de deseos en una carrera imposible de competir contra las grandes potencias mundiales de las baterías como China, Estados Unidos y Europa, que están hegemonizando la producción de baterías.
Por lo pronto, la empresa de mayoría estatal Y-TEC estrenará su primera planta de escala industrial, tras varios años de investigación y una inversión de unos 10 millones de dólares que le permitió iniciar sus trabajos de laboratorio y comprobar la factibilidad del proyecto con una planta piloto.
“Es un hito para nosotros. Esto implica el conocimiento total de la tecnología: desde los materiales del cátodo, lo que es el material anódico, todos los componentes están hoy en día para el conocimiento de una producción de tipo industrial”, indicó a Diálogo Chino, el presidente de la empresa, Roberto Salvarezza.
La planta contará con una capacidad de 15 MW hora año, equivalente para 2.500 viviendas o 400 vehículos eléctricos. No obstante, el mercado inicial al que apuntan no es el automotriz, sino el de radares móviles del Ejército y localidades rurales que están aisladas de la red eléctrica y necesitan baterías para almacenar la generación de energía renovable.
“Es un hecho histórico, es absolutamente trascendente porque cambia el debate interno y lo salda respecto a la posibilidad o no de hacer baterías en Argentina. Ahora pasamos a un segundo debate que es en qué mercado las vamos a colocar. Creo que podemos hacer baterías para almacenamiento de energía renovable en comunidades aisladas y, a futuro, apuntar al mercado de electromovilidad regional”, sostuvo a Diálogo Chino Hernán Letcher, vicepresidente de YPF Litio, la petrolera controlante de Y-TEC.
Argentina cuenta con tres proyectos de carbonato de litio en operación, pero existen unos 38 proyectos en etapa exploratoria que podrían iniciar su producción en los próximos cinco años. En 2022, se produjeron unas 33.000 toneladas, es decir, alrededor del 5% de la producción global. Dada la magnitud de sus recursos, esta posición podría escalar rápidamente. La composición global de recursos le otorga a la Argentina una participación del 24,9%, lo que la ubica únicamente detrás de Bolivia.
Según datos de la Secretaría de Minería, el 42% de la producción argentina tuvo como destino a China el año pasado, país que lidera ampliamente la producción mundial de autos eléctricos y, por este motivo, demanda una gran cantidad de este mineral.
A su vez, China ha desempeñado hasta ahora un papel importante como inversor en proyectos de litio en Argentina, con empresas chinas que forman parte de varios proyectos exploratorios, y Ganfeng Lithium como inversor en la planta operativa de Cauchari-Olaroz, en la provincia de Jujuy.
LOS CUESTIONAMIENTOS DEL SECTOR PRIVADO
Del lado opuesto al optimismo del gobierno se encuentra el escepticismo de las productoras mineras, que sostienen que se trata de una discusión de largo plazo y que ahora el país debe focalizarse en afianzarse como un productor confiable de carbonato de litio. Lejos de ser un commodity, se trata de un producto que requiere grandes inversiones y un proceso químico con un cierto valor agregado.
Según Jorge González, titular de la Dirección de Promoción y Economía Minera de Argentina, el montaje de un proyecto para producir carbonato de litio requiere un plazo mínimo de dos años -sin contar el período de prospección previa- y demanda una inversión promedio de 400 millones de dólares, dependiendo de la capacidad instalada.
En rigor, más allá del debate sobre la industrialización del litio, la reticencia de las mineras pasa por la desconfianza a un gobierno que, sostienen, “ha buscado quedarse con una parte del negocio”. Distintas empresas consultadas prefirieron guardar silencio por la sensibilidad de la temática, pero en off the record algunas mostraron su rechazo a los distintos proyectos de ley que exigen destinar una cuota de producción al mercado interno y a un precio más bajo que el de exportación.
El último de ellos fue presentado por el ala izquierdista del bloque de diputados de la coalición “Frente de Todos”, oficialista hasta el cambio de mando presidencial del 10 de diciembre. El proyecto declara al litio como un “recurso estratégico” y de “interés público nacional” y define que el Estado Nacional tenga la primera opción para adquirir el litio extraído, dejando únicamente el excedente al sector privado. La iniciativa genera rechazo en las provincias productoras, dueñas del recurso de acuerdo a la Constitución Nacional, quienes están trabajando en una normativa legal diferente, menos intervencionista y más amigable con el capital privado.
Uno de los mayores expertos académicos sobre este tema en el país es José Gustavo Castro, vicepresidente de la Cámara Minera de Salta, fundador de la Diplomatura de Producción de Litio de la Universidad Austral y de la Diplomatura de Minería Sostenible de la Universidad de Salta.
Si bien Castro celebra que Y-TEC avance en la investigación de la cadena del litio, advierte que “es muy poco probable que Argentina se convierta en un país competitivo en el mediano plazo en la fabricación de baterías.
“Todos los días hay nuevos avances en este tema y estamos muy lejos de las mega factorías de China, Corea, Japón, Estados Unidos y Europa. A los fines prácticos, nuestra ventaja es la producción del carbonato de litio y, con eso, podemos hacer muchísimo en generación de investigación, desarrollo y conocimiento”, sostiene.
A su criterio, Argentina carga con una mochila por su tradición industrialista que le mete una presión social para fabricar baterías. “Es casi como si fuese un pecado no hacerlo, pero eso no se sustenta en la realidad y no nos tiene que correr de nuestras posibilidades porque las van a aprovechar otros países. Entre tener litio y hacer baterías hay una distancia tecnológica casi similar a decir que porque estamos produciendo aluminio en Puerto Madryn [en el sur de Argentina] deberíamos hacer Boeings 747”, compara.
Co-directora de la misma universidad que Castro, la Doctora en Ciencia de los Materiales, Eleonora Erdmann dice que esta disyuntiva suele pasar por alto lo importante que es la producción de alta calidad de carbonato de litio, el hidróxido de litio y también el cloruro de litio.
“Esto también traería aparejado un nivel de conocimientos tecnológicos que pueden rápidamente tener resiliencia en caso de que la implementación de nuevos tipos de baterías tales como las de estado sólido, dando un tiempo de adaptación para la transferencia tecnológica a los cambios que se presenten que no podemos ignorar en un mundo globalizado”, asegura.
Al interrogante de si el país puede llegar a competir por el mercado de baterías regional se suma otro debate que cuestiona la tecnología elegida. Para Saúl Feilbogen, abogado especialista en litio que presidió el Argentina & LATAM Lithium Summit 2023, es factible que se termine imponiendo otra tecnología a la LFP que está utilizando Y-TEC.
Actualmente, hay dos tipos de baterías en pugna. Las LFP (Lithium, Ferrum, Phosphate) utilizan pequeñas láminas de fosfatos de hierro, un material mucho más económico, pero que ofrece menor autonomía a los vehículos eléctricos. Las NCA, en cambio, usan un cátodo (un electrodo positivo) formado por níquel, cobalto y aluminio, materiales más costosos, difíciles de conseguir y que conllevan un mayor impacto ambiental. Su gran ventaja, en tanto, es la alta autonomía frente al mismo tamaño de batería.
“La tecnología se estaría inclinando por las baterías de cobalto, níquel y óxido de aluminio. Si se llegan a imponer éstas, la Argentina va a quedar afuera de esa carrera porque es un material muy caro y escaso”, advierte.
Consultados por Diálogo Chino, desde Y-TEC se defienden de este planteo al sostener que la tecnología LFP que están utilizando en esta planta a inaugurarse en la ciudad de La Plata es la que están eligiendo tanto Tesla, como Volkswagen y Ford.
“Europa en este momento está construyendo grandes fábricas de este tipo. Nadie invierte millones de dólares si se piensa un cambio tecnológico a corto plazo. Es la tecnología más económica, la más segura y la de mayor vida útil”, justifica Salvarezza.
¿CÓMO SIGUE LA APUESTA ARGENTINA?
Por muy importante que sea como primer eslabón del desarrollo tecnológico argentino, una planta de apenas 15 MWh está muy por debajo de la magnitud prevista -y operativa- en la industria mundial, donde la capacidad instalada suele ser 100 veces mayor para ganar eficiencia en costes a través de la escala.
La capacidad total mundial de baterías de litio en 2022 fue de 1,57 teravatios hora -de los cuales 1,2 TWh se ubicaron en China- y tanto China como Estados Unidos y Europa cuentan con fábricas de baterías de litio con capacidades de varios gigavatios hora por año.
Vista satelital de la extracción de litio en la planta de Cauchari-Olaroz, provincia de Jujuy. Según la Secretaría de Minería argentina, el 42% de la producción de litio del país en 2022 se exportó a China, líder mundial en la fabricación de vehículos eléctricos. (Imagen: Airbus / Maxar Technologies vía Google Earth)
En Y-TEC son conscientes de ello y trazan una hoja de ruta para llegar a estos niveles en varios años. El siguiente gran paso se dará en 2024, cuando entre en funcionamiento una segunda planta de baterías en la ciudad de Santiago del Estero con una capacidad de 75 MW. Es decir, cinco veces mayor que el establecimiento que se inaugurará estos días. Con esta capacidad, la empresa estima que el país podrá autoabastecer la demanda doméstica de almacenamiento de energía renovable de los pueblos aislados al sistema eléctrico interconectado nacional y los radares móviles de las Fuerzas Armadas.
“Ya para una siguiente etapa, estamos hablando con todos los jugadores de la industria que puedan tener interés en llevar adelante la producción del cátodo o bien ya con un socio para la producción de las celdas de las baterías para escalar esta producción”, cuenta Salvarezza.
En esa misma línea, Hernán Letcher afirma que “lo que viene será la mejora en la calidad y la reducción de costos del proceso. Argentina tiene una ventaja para abastecer al mercado sudamericano porque además de tener litio, tiene plantas ensambladoras de automóviles”.
La hoja de ruta de Y-TEC se enfrenta a la incertidumbre tras la victoria de Javier Milei en la segunda vuelta de las elecciones del pasado 19 de noviembre. Durante su campaña, Milei -que asumirá el cargo el 10 de diciembre- anunció en repetidas ocasiones su intención de desprenderse de todas las unidades de negocio sin ánimo de lucro de la petrolera mayoritariamente estatal YPF -como Y-TEC- para facilitar su privatización.
El 51% de la petrolera estatal YPF vio cómo sus acciones se disparaban tras la victoria de Milei, tras lo cual una fuente anónima del equipo del presidente electo declaró a Reuters: “Todavía estamos tratando de ver todos los negocios o actividades en los que participa YPF y en cuáles debería concentrarse. Pero todavía estamos en una etapa preliminar”.
En cuanto al litio, Milei aboga por la no intervención estatal. Por lo tanto, el proceso de agregación de valor será una decisión que le corresponderá exclusivamente al capital privado.