JULIÁN GADANO *
Imaginemos por un segundo que estamos en noviembre de 2021 y tenemos el siguiente diálogo:
–Hola, vengo del futuro. Milei creció en todo el país, los relegó a ustedes al tercer lugar. La primera vuelta la ganó el peronismo, que obtuvo casi 37% con Massa de candidato. Probablemente Massa sea el Presidente.
–Me jodés, no puede ser. Acabamos de ganar en todo el país. ¿Massa sigue siendo el Presidente de Diputados?
–No, es el Ministro de Economía
–Uy, entonces resolvieron la macro.
–No. Tienen 140% de inflación, 40% de pobres y varias denuncias de corrupción.
–Uy, me imagino, nosotros nos dividimos.
–No, y además ganaron metieron 10 gobernadores de provincias.
–Dale boludo, no me jodas más, andá a chamuyar a otro.
Esa es la dimensión de lo que pasó ayer. Juntos por el Cambio perdió una elección que prácticamente estaba ganada hace dos años. Más allá de que quizás la primera conclusión es que nada está ganado hasta que no lo ganás, tiremos sobre la mesa algunas reflexiones así, en caliente. Y calientes.
¿Por qué pasó lo que pasó? Ante todo, evitemos la tentación de echarlse la culpa a los electores. Lo de “la gente elige mal, es boluda” es un argumento muy débil. La ciudadanía elige entre las ofertas que le ofrece el sistema político. Y si elige a A, es porque B o C no convencieron. Es un problema de B o C, no de quien elige. Además, ¿los mismos bobos que eligieron mal fueron la “ciudadanía madura” que votó hace dos años? Es un problema de oferta, no de demanda. Puede haber muchas razones, pero nunca es el electorado, que toma lo que le ofrecen.
Volvamos a las razones. Me permito decir que lo que nos pasó es que Juntos por el Cambio quedó afuera de la conversación que estructuró esta campaña. Y –a su vez– ello obedece a varias razones.
Primero. En una Argentina devastada, fue mucho más visible el discurso populista y simplificador asociado a la dimensión económica. Vamos a dolarizar, motosierra al Estado de la casta. Somos los que te vamos a defender de los neoliberales, votá en defensa propia, votá con la bandera. Por muchas razones, creo que JxC se quedó fuera de esa conversación. El énfasis en terminar con el kirchnerismo sonó más a pasado que a futuro. Cristina no competía, Alberto Fernández tampoco, y Massa logró parecerse a un marciano que venía de otro planeta y no al actual Ministro de Economía. Desde los ojos del elector (salvo para el 23% que nos votó, pero con eso no alcanza), no había kirchneristas compitiendo en la elección. Punto para Massa.
Segundo. El peronismo la tiene más fácil, siempre. Tiene pisos más altos. Y si sacó un 36% en la situación actual, éste es su piso, evidentemente. Peor no se puede estar, y en este escenario sacan más de un tercio de los votos. Cualquier otro partido o coalición estaría en la banquina con un 140% de inflación anual. Pero el peronismo no. Segunda lección: nunca subestimes la capacidad de la maquinaria electoral y clientelar del peronismo.
Tercero. Este piso electoral es bueno para ellos hoy, pero no lo fue en 2015. Scioli obtuvo en primera vuelta el 38% de los votos. Casi lo mismo que Massa, un poquito más. Pero en 2015 perdieron y ahora muy probablemente van a ganar. Porque de los tres con chance que compitieron en 2015, dos fueron el peronismo dividido. Y el Massa de aquel momento tenía un discurso fuertemente anti-k. En cambio, el Massa de hoy es el candidato de todo el peronismo, con el kirchnerismo adentro. La que se dividió es la oposición. O peor: nación un tercero que le sacó 17 puntos a la histórica y competitiva oposición.
Uno podría decir “bueno che, no podemos hacer nada si nace otro partido que la gente vota”. Claro, pero si permitimos que ocurriera por algo será. Mi hipótesis es que todo arrancó mal con una interna fagocitante y endogámica. No le hablamos a nadie, sólo a nosotros mismos. ¿Están mal las internas? Claro que no, pero que sirva de lección: con reglas de juego que eviten la autodestrucción. Lo que nos llevó a esa interna es un error en el diagnóstico: el que ganaba la interna tenía ganada la elección. La idea predominante fue que el premio era muy grande y el riesgo era muy bajo. Bueno, el riesgo fue altísimo.
Luego, Milei se dedicó seis semanas a tirotearnos, y ahí el error lo cometió él. Supuso que la elección la tenía ganada y arrancó contra JxC, asumo que convencido de que con eso aseguraba ese famoso “triunfo en primera vuelta” que nunca fue una realidad. Hizo una campaña destinada pura y exclusivamente a agredir a JxC. No le fue muy útil.
En nuestro caso, ya estábamos golpeados. Arrancamos tarde, costó mucho salir del “espíritu PASO”. Podrá decirse que la campaña, que el debate, que esto, que aquello. Nunca nos recuperamos de las heridas de la PASO, no reaccionamos. Esa es, a mi criterio, la verdad. Hubo cosas que no ayudaron, todos sabemos cuáles fueron. Pero la razón principal, creo yo, está en el arranque.
Ahora, el grupo de jóvenes neófitos y medio fachos que se la pasó agrediendo a JxC (montonera, sorete, viejos meados) se da cuenta cuenta de que se enfrenta a un aparato poderoso necesitan de los soretes meados. Tarde piaste, amigo.
Hoy tienen enfrente al PJ con toda la energía en el motor. Estoy bastante convencido de que van a perder. De que Massa les va a ganar la elección “que iban a ganar en primera vuelta”. Y no sólo por la maquinaria que es el peronismo. Sino porque en este momento Massa entiende mucho mejor que ellos lo que está pasando. El peronismo muy probablemente va a ganar la elección presidencial para la que hace un año estaban muertos y enterrados. Y con una inflación desbocada, sin un dólar en el Banco Central y con 40% de pobreza. Así son las cosas.
A QUIÉN APOYAR
Bien, ¿cómo sigue? Lo primero, no entrar en el juego de “a quién apoyar”. Que cada uno haga lo que quiera, nosotros ya no estamos ahí, es un problema de ellos. Hay tres opciones: Massa, Milei o ninguno. Cada uno de los que nos votó deberá decidir qué prefiere. Pero JxC no debe tomar posición ni tampoco deberían hacerlo sus dirigentes. A JxC lo define su propia identidad, no la de los demás. Y Argentina no es un sistema parlamentario en el que existen reglas coalicionales o de acuerdos programáticos que hacen posible ese tipo de ejercicios frente al electorado. La gente es grande y madura, cada uno sabrá que hacer.
En segundo lugar, Argentina necesita de una oposición preparada y confiable. Y esa oposición es JxC. Hay que procesar la derrota, lo que llevará un tiempo. Y es sumamente importante que del conjunto de gobernadores y dirigentes que han triunfado en esta elección (que, vale la pena recordarlo, son muchos) salgan los nuevos liderazgos de los que hoy la coalición carece.
Mientras tanto, la coalición requiere de una mesa de conducción colectiva integrada por todos sus partidos con representación proporcional al peso que tiene cada uno, que administre la transición, suture heridas, acuerde reglas de juego y –por sobre todas las cosas– evite la ruptura. Le haría mucho mal al sistema democrático un nuevo ciclo de un gobierno que gobierna sin oposición. Hay, por todos los medios, que evitar la ruptura. Creo que llegó el momento de ponerlo sobre la mesa.
De ganar, el candidato peronista ha dicho que armará un “gobierno de unidad nacional”. Si eso significa acuerdos con la principal oposición sobre ciertas reglas de juego, qué bueno sería. Si eso significa ofrecer institucionalmente, y bajo reglas claras y permanentes, participación en conducción colegiada en algunas agencias del Estado, debería estudiarse, y quizás también es bueno. Pero si sale a pescar dirigentes, debería encontrar una oposición que, firmemente, le diga que no.
Para terminar, un tema quizás polémico pero muy importante. Creo que llegó la hora de abandonar la lógica amigo-enemigo que viene dominando la competencia partidaria argentina. La hemos sufrido más que nadie.
En una democracia liberal como la nuestra, el Poder Ejecutivo conduce la administración del Estado y hay que dejarlo que lo haga. Pero por algo la Constitución define que el poder está dividido y que el gobierno tiene que negociar reglas y leyes con la oposición en el Congreso. Llegó la hora del fin de las proclamas y de hacer: si quien gobernará a partir del 10 de diciembre está dispuesto a reconocer que no tiene la mayoría absoluta (que no la tendrá) y busca consensos, deberá encontrar una oposición dispuesta a construirlos. Si quiere gobernar a decretazos, estará solo.
Una oposición unida, robusta, sólida, con una propuesta alternativa al gobierno, que muestra que respeta el resultado electoral, pero que eso no le impide mostrar que hay otro camino posible. Y que se prepara para mostrarse como alternativa de gobierno en 2027 con vocación de poder. No es una utopía, es perfectamente posible. Es mucho lo que se ha recorrido para construir esta coalición, y es mucho lo que se ha conseguido. Es muy importante para el país, hay que hacer el esfuerzo.
* Sociólogo. Profesor de la UBA y la Universidad de San Andrés. Ex subsecretario de Energía Nuclear.