JAVIER ZULATO *
A menudo se discute en el ámbito nuclear, si el futuro pasa por capturar parte del mercado internacional de Reactores Modulares Pequeños (SMR’s por su sigla en inglés), o si debiéramos enfocarnos en la producción de reactores tipo CANDU (como el de la Central Nuclear Embalse).
Ahora bien, no todas oportunidades en la industria nuclear gira en torno a la construcción de reactores ya sean estos de potencia o de investigación. No se está apreciando en toda su magnitud una gran oportunidad que ofrece el mundo en el ámbito nuclear, y tampoco el mundo nos va a esperar: El desmantelamiento de centrales nucleares de potencia. (el término técnico usado en la industria nuclear es ‘decommissioning’).
Según el Organismo Internacional de Energía Atómica, en su artículo de mayo de este año, titulado “el mercado del desmantelamiento nuclear está a punto de despegar”, el Organismo estima que “en todo el mundo se gastarán varios cientos de miles de millones de dólares en desmantelamiento hasta el año 2050, y las empresas e inversores ya están asegurando sus posiciones en el mercado.”
Argentina se encuentra entre los pocos países que han dominado lo que se conoce como el “ciclo del combustible nuclear”, desde la extracción del mineral (uranio) hasta su almacenamiento transitorio (excluyendo las etapas de reprocesamiento del combustibles gastado y disposición final). El país cuenta actualmente con tres centrales nucleares en funcionamiento y está en proceso de construcción de una cuarta, del tipo SMR.
Sin embargo, hasta la fecha, Argentina no ha tenido que desmantelar ninguna de sus centrales nucleares de potencia, por razones lógicas ya que algunas son relativamente nuevas (como CN Atucha II) o a otras se les ha extendido su ciclo de vida (como la Central Nuclear Embalse). Vale recordar que la vida útil de las centrales nucleares es relativamente larga, superando con creces los 30 años como en el caso de CN Embalse.
Ahora bien, ¿en qué consiste el desmantelamiento de una central nuclear? Básicamente, luego del cierre o shut-down de la central nuclear, implica una planificación exhaustiva, caracterización física y radiológica, descontaminación de instalaciones y sitios, gestión de materiales y, en última instancia, dejar la instalación en dos estados según el tipo de desmantelamiento: “greenfield” que implica que la central nuclear se desmantela completamente pudiendo el sitio destinarse a cualquier tipo de actividad o “brownfield” en el cual la central queda sin posibilidad de volver a funcionar para la producción de energía eléctrica, aunque pueda utilizarse para el entrenamiento de personal.
Lamentablemente, el desmantelamiento de una central nuclear es un proceso mucho más complejo y prolongado que el de una central de gas o carbón. Un enfoque adecuado debería contemplar todos los aspectos del desmantelamiento desde la fase de diseño de una central nuclear, aunque esto no siempre se cumple. El proceso de desmantelamiento nuclear comprende etapas como SAFSTOR (Apagado y Enfriamiento Seguro), DECON (Desmantelamiento Inmediato) y otros aspectos relacionados con los procesos de salvaguardia de los combustibles nucleares.
Después de los accidentes nucleares de Chernóbil en 1986 y Fukushima en 2011, varios países aceleraron su transición hacia fuentes de energía alternativas, como la energía fotovoltaica y eólica. Fueron dos mojones importantes, como ejemplo`: Italia cerró sus últimas dos centrales nucleares en 1989, y Alemania dejó de operar su última central nuclear en abril de este año.
¿Cuánto demora el desmantelamiento de una central nuclear? Dependerá de muchos factores. Si tomamos uno de los casos más largos, el desmantelamiento de la Central Nuclear Windscale (hoy con el nombre de Sellafield), ubicada en el norte de Inglaterra, en la cual sucedió en 1957 quizás el primer accidente nuclear severo registrado en una central nuclear, mucho antes de Chernóbil, Fukushima o Three Mile Island: conocido como Sellafield.
Para este caso el proceso de decommissioning, controlado por la Autoridad Regulatoria de Desmantelamiento británica (NDA), comenzó en la década de 1980 y continúa en la actualidad. Se espera que esta labor se extienda a lo largo de gran parte de este siglo.
Más allá de ejemplos tan particulares como Windscale, debemos considerar cuantas centrales nucleares en el mundo están en condiciones de comenzar el proceso de decommissioning. Un informe de la Asociación Nuclear Mundial (WNA) o World Nuclear Association por su nombre en inglés, la organización internacional que representa a la industria nuclear mundial afirma que unos 200 reactores comerciales, experimentales o prototipos, más de 500 reactores de investigación y varias instalaciones del ciclo del combustible han sido retirados de operación y se encuentran listos para el desmantelamiento.
Solo 25 centrales nucleares de potencia (según la misma fuente) han completado el ciclo de desmantelamiento o decommissioning. Aún más, en palabras de Rafael Grossi (Director General del Organismo Internacional de Energía Atómica -IAEA). “Se espera que casi la mitad de los 423 reactores nucleares de los que depende el mundo en la actualidad entren en proceso de desmantelamiento para 2050. Cada uno de ellos podría tardar hasta 20 años o más en desmantelarse por completo.
Cuando hablamos de costos de desmantelamiento no es posible establecer un numero único ya que depende de una enormidad de factores, como ser si la central se tuvo o no un accidente (Chernóbil, Three Mile Island, Windscale, etc.) la tecnología de la central nucleares, su potencia, su dimensión, su complejidad técnica, el tipo de desmantelamiento a efectuarse, regulaciones locales y algunas otras variables.
A modo de ejemplo, podemos mencionar que, en Alemania, para el decommissioning de tres de las seis centrales nucleares restantes en funcionamiento en Alemania luego de 2011, que se cerraron el 31 de diciembre de 2021, se espera que el proceso de desmantelamiento dure dos décadas y cueste 1.100 millones de euros por planta. En España, la Central Nuclear de Vandellós I de España, fue cerrada en 1990 después de 18 años de funcionamiento, se concluyó en 2003 la fase 2 del proyecto de desmantelamiento y clausura del reactor, que permitió liberar gran parte del emplazamiento.
Los costos del proyecto de 63 meses (desmantelamiento aun no finalizado) fueron de 93 millones de euros; el reactor Tokai I de Japón, está siendo desmantelado después de 32 años de servicio hasta 1998. Se estima que el costo total será de mil millones de dólares; para La Central Nuclear San Onofre I en los Estados Unidos, la Comisión de Servicios Públicos de California aprobó US$4,41 mil millones en costos de desmantelamiento
Como podemos ver, debido a los factores mencionados anteriormente y otros más, existe una gran dispersión de costos relacionados con el desmantelamiento de centrales nucleares debido a todas las variables anteriormente mencionadas Sin embargo, si tomáramos un cálculo conservativo y estimáremos un costo promedio asociado al decommissioning de una Planta de energia Nuclear de alrededor de 800 millones de dólares; si Argentina, en un esfuerzo a largo plazo, pudiera capturar tan solo el 5% del mercado de esas 500 plantas, (excluyendo a los 200 reactores de investigación), esto representaría ingresos brutos a lo largo del tiempo equivalente a USD 20 billones de dólares.
Sin lugar a dudas, a pesar de las fluctuaciones políticas que ha experimentado la política nuclear en Argentina, el país cuenta con capital humano de excelencia para llevar a cabo proyectos de este tipo, pero carece de capital económico.
Por lo cual, una pregunta valida que puede surgir es ¿Debe ser esta una oportunidad en la que el Estado sea el único protagonista? Si bien este artículo no plantea una dicotomía entre Estado y empresa privada, más bien el objetivo aquí es poner en perspectiva la oportunidad existente – ya que este tipo de controversias suele desencadenar argumentos, a veces irracionales- es importante destacar que la mayoría de las empresas que se dedican a esta actividad son de capital privado.
Se necesitan inversiones importantes y sabemos qué dólares es algo que precisamente no sobra en el panorama local; por lo cual cometeríamos un error estratégico si el país no viera esta oportunidad y se cerrase no a explorar opciones que resulten en beneficio mutuo que pudieran involucrar joint-ventures con otros países como podría ser Brasil, con empresas privadas locales o internacionales con más expertise en este campo, una decisión que corresponde a los responsables de la política pública en la materia de la Argentina.
* Ex Jefe de Seguridad y Medio Ambiente de CNEA, Director del Instituto de Energía Argentina