CARLOS PAGNI
Estamos todos mirando todavía el resultado de la elección de hace dos domingos. Estamos mirando ese objeto, como algo que apareció de la nada, desde distintos ángulos, viendo las diversas capas de significado que va presentando, como algo extraordinariamente sorprendente.
Sin embargo, habría que mostrar lo contrario. Que las rarezas de la elección que se celebró el domingo 13, en realidad estaban anticipadas desde hace mucho tiempo y son parte de un proceso. Se fueron generando sus razones, las motivaciones de esas rarezas, paulatinamente, en cámara lenta. Probablemente tan lenta que en medio del fárrago de las noticias y en el mundo de la inmediatez, fue difícil percibir ese movimiento. Esto es muy importante advertirlo, porque en la medida en que vemos que es un proceso lento y profundo, vamos a advertir también que revertirlo va a requerir mucho tiempo.
Me refiero a la existencia de una crisis de representación. De un malentendido, y una pérdida de sintonía entre los representantes y los representados, entre la gente y la política. Yo recuerdo una conversación con Juan Germano, el líder de la consultora de opinión pública Isonomía. Con él hablé en agosto de 2020, en plena cuarentena, mientras todos estábamos encerrados, y me dijo que estaba asombrado porque en un estudio que hacía en ese momento le aparecían unos números raros. Aparecía una masa muy importante que rondaba el 70% de los consultados con pesimismo. Gente que consideraba que el año 2019 había sido mejor que el 2020, y presumían que el 2021 iba a ser peor que el 20. La idea de estar en una pendiente o en una declinación.
Y también me comentó otro dato, que secretamente hace juego con el anterior, que es que tenía otro número raro. Apareció un pequeño grupo -en el comienzo del gobierno de Alberto Fernández- de 8% de encuestados que eran “Ni-Ni-Ni-Ni”. Me dijo que había un número que no aparecía antes. Son los que no quieren ni a Cristina ni a Macri, pero no quieren tampoco a Fernández ni a Larreta, que eran en ese momento de la cuarentena las figuras que asomaban como los dirigentes capaces, eventualmente, de reemplazar, y generar una renovación, a Macri, Larreta, y a Cristina, Fernández.
Pero ese número evolucionó. Tendió a subir y estabilizarse hasta llegar a un 20% en agosto de este año. Ese sector es el de los que rechazan a todos. En ese porcentaje estamos viendo algo que se manifestó después en el año 2021, y se volvió a manifestar este año, que es un rechazo total al menú de la política, expresado en términos de abstención. Se habló muchas veces de que las elecciones de 2021 habían sido las de mayor abstención en la historia de la democracia.
Asimismo, otro analista de opinión pública, Federico Aurelio, de Aresco, da cuenta, mediante números de un fenómeno que está delante de nuestra vista y que sucedió en los últimos 4 años. Verlo en cifras es llamativo. Se trata de una historia electoral. Desde las elecciones generales de 2019 en donde se consagra como presidente Alberto Fernández con Cristina Kirchner, hasta las PASO de hace dos domingos.
El Frente de Todos -que cambió de nombre, o de marca a Unión por la Patria- en las elecciones generales de 2019 sacó casi 13.000.000 de votos. Pero en las de 2021, 8.000.000. Es decir, perdió en esos años 4.700.000 votos. Y ahora sacó 6.400.000. Volvió a perder 1.700.000 votos. Es decir, cómo no van a estar peleados si en ese período pierden 6.000.000 de votos. Pierden la mitad de los votos prácticamente. Esa es la historia del oficialismo. Es la historia de una gran contracción.
Juntos por el Cambio debería ser, en teoría, si estuviéramos en una superficie dominada por dos cuerpos solamente, quien captura esos 6.500.000. Es, como se dijo siempre, la principal oposición. Pero también está sometida a la misma contracción. Al mismo declive. En las elecciones generales de 2019, obtuvo 10.800.000 votos. En las generales de 2021, 9.800.00, perdió casi un millón. Pero ahora perdió más de tres millones. Pasó de 9.800.000 a 6.600.00 En total, en todo el ciclo, perdió 4.000.000 de votos.
La Libertad Avanza irrumpe con 7.000.000. Pero hay otro fenómeno. El de las otras fuerzas políticas. Cuando se produce esa caída, donde empiezan a perder votos el Frente de Todos, el peronismo y la oposición de Juntos por el Cambio hay un ascenso de otras fuerzas. De 3.000.000 pasan a 5.500.000, pero caen a 3.000.000. Es decir que en total salen perdiendo.
Hay un achicamiento de todos y un aumento del voto blanco y nulo, que pasa de 600.000 en 2019 a 1.200.000 en 2021. Y vuelve a subir de 2021 a 2023 a 1.400.000. ¿Y a dónde va a ir esa gente que votó en blanco? ¿Los va capturar uno de los tres partidos más competitivos o dejan de votar?
El gran fenómeno, sin embargo, fue la ausencia. La abstención. En las elecciones generales de 2019 hubo 6.700.000; en las de 2021 ese número sube casi a 10.000.000, mientras que en 2023, volvió a aumentar a 11.500.000. Lo que se traduce en casi 5.000.000 de incremento en este período. Ahí está el agujero. Hay que relacionar los dos números. Los votos que saca Milei, una novedad de alguien que expresamente dice “que se vayan todos”, con el número de aquellos que dicen que por distintas razones no están dispuestos a ir a votar.
¿Estos números que presenta Aurelio qué significan? Otro panorama político. Otra configuración. Empezó otra historia en la Argentina. Las categorías con las que podíamos pensar los debates, la agenda de problemas y de soluciones para la vida pública del país, las categorías que teníamos en la cabeza hasta este momento ya no sirven, y por eso hay tanta demanda de interpretación y tanto sentimiento de incomprensión, para mucha gente, de un país que se armó de otra manera y es incomprensible. Esto es mucho más que Milei. Y ¿por qué es importante? En principio, porque en estos números, y sobre todo en la abstención, está en buena medida cifrado el resultado de las elecciones del 22 de octubre de las generales.
Pero a mí me interesa otra cuestión en esta aritmética. Y es que a esta gente que está enojada y vota a Milei, y al universo que está dentro de estos 11.000.000 que también están enojados y no van a votar, a esa gente hay que hacerle el ajuste que los políticos dicen que van a hacer. Es decir, esta es la base sobre la cual hay que operar. Esta es la política para esa economía. Gente que, como dice un prestigioso cientista social, Juan Carlos Torre, tal vez lo único que quiera escuchar es el mensaje de esos predicadores de la medianoche que dicen “pare de sufrir”. Esta gente está esperando que la política le diga “pare de sufrir”. Y la política probablemente va a dar más sufrimiento. Salvo que se le encuentre un sentido al sufrimiento, lo cual lo vuelve menos doloroso y ese sentido al sufrimiento se llama futuro, liderazgo, expectativas, cambio de clima. Habrá que ver si al final de este proceso electoral surge un instrumento político capaz de producir este milagro.
En el centro de esta escena está este fenómeno complejo que es Javier Milei. Hay mucho escrito durante todo este tiempo sobre Milei, y a mí me interesan, en especial, dos textos. Uno es de la revista Anfibia, de la Universidad de San Martín, llamado “11 tesis sobre Milei”. Lo escriben Nicolás Welschinger y el antropólogo Pablo Semán, que estudia desde hace un tiempo el tema de la juventud y la pobreza en el conurbano. Pero dentro de ese fenómeno, Semán pregunta sobre Milei en los lugares donde se está desarrollando y desplegando su candidaturas entre los pobres. El texto, lleno de riquezas y paradojas, no condena lo que está pasando. Trata de entenderlo. Señala que no hay un votante o un universo homogéneo de votantes de Milei, sino que hay círculos que se han ido formando concéntricamente, en donde uno incluye al anterior en todo este tiempo.
El primer círculo es uno ideológico, de los que miran en Milei a un economista que habla de sistemas económicos, muy pro mercado, por momentos lindante con el anarquismo, con una gran crítica al Estado. Una crítica al Estado, que, nota al pie de página, suele aparecer siempre en procesos de alta inflación. Después se suma otro grupo que incluye al anterior pero tiene motivaciones distintas. Muy importante. los frustrados de la experiencia Macri, de cómo terminó el gobierno de Macri. Y aquellos que se rebelaron contra el rol del Estado, contra el encierro, las regulaciones, que vivieron una enorme crisis emocional, porque todos estuvimos con la muerte que estaba dando vueltas, es decir, la pandemia.
Cuando uno mira en detalle el desarrollo de la figura de Milei, advierte que muchos de los votos se los debe a una asociación que primero fue implícita y después se hizo explícita entre él y algunos influencers que tuvieron enorme gravitación en el mundo de los jóvenes durante el encierro, que adhirieron después expresamente a las ideas libertarias de Milei. En la pandemia hay un núcleo de significado que todavía no ha sido desentrañando del todo, no solo en la Argentina, sino en muchos otros lugares. Algo parecido sucedió en Madrid con el triunfo de Isabel Ayuso.
Hay un tercer círculo entre estos votantes de Milei, sostienen Semán y Welchinger, que es el grupo que mirábamos en los gráficos de Isonomía y Aresco, los disconformes que probablemente deciden en la última semana cuál va a ser su opción electoral. Y deciden contra el sistema.
El otro artículo que me pareció sumamente interesante proviene de dos cientistas sociales, expertos en política y en comunicación, que tienen una empresa que se llama Betta Lab, dedicada a estudios cuantitativos relacionados con elecciones. Son Antonio Milanese y Juani Belbis. Ellos desmontan tres mitos con números, analizados de la elección de La Matanza de estas primarias del 13 de agosto.
El primero de los gráficos considera la riqueza del votante. Ellos afirman que hay un prejuicio de que los que votaron a Milei son “los chetos”. Analizan la elección, según datos de distintas bases, que permiten relacionar el voto con el valor de la propiedad en la que viven los votantes. El voto de Juntos por el Cambio, a medida que avanza el precio de la propiedad de 300 a 1500 dólares por m2, aumenta la cantidad de votantes. Y al revés en Unión por la Patria: en la medida en la propiedad se vuelve más cara, desciende la cantidad de votantes. En cambio, en el caso de Milei se mantiene. Es decir, lo votan los pobres y los ricos. Lo eligen con la misma intensidad aquellos que viven en una propiedad de 300 a 600 dólares el m2, que los viven en una de 1200 a 1500m2. Primera transversalidad, la de la riqueza.
Segunda transversalidad. El mito dice que Milei es beneficiario de una crisis de Juntos por el Cambio. ¿Es así? Betta Lab analiza los datos del domingo 13 en comparación a los votos que obtuvo JxC en las mismas mesas dos años atrás. Hay algo obvio: la gente tiende a repetir el voto. Los de JxC en general votaron a JxC. A la vez, en las mesas donde más se votó a JxC en 2021, este año decrece el número de votantes de Unión por la Patria. Hay una relación inversa. En cambio, los votantes de Milei son estables. Lo votan de la misma forma quienes votaron en 2021 a JxC que los que eligieron entonces al Frente de Todos, hoy Unión por la Patria. Es decir, toma de todos los partidos. No es solamente un fenómeno que afecta a la oposición no peronista. Esto es algo que ya le preocupaba a La Cámpora antes de la elección. “¿Y si movemos a la gente a votar, no terminarán votando los nuestros por Milei?”, se preguntaban. Lo podemos poner en términos de un cliché: ¿Los pobres del conurbano, si los incentivamos a votar, votarán a Massa o a Milei? Muchos votan a Milei.
Hay un tercer fenómeno: la edad. A medida que avanza, JxC tiene más votantes. Unión por la Patria tiene menos votantes a medida que avanza la edad. A Milei lo votan personas de todas las edades. Lo que sostiene este estudio de BettaLab es que es mentira que lo votan solo los ricos, que también lo hacen los electores de JxC, y que lo hacen solo los jóvenes.
Estamos ante un fenómeno transversal que pone en tela de juicio la visión a través de la cual organizamos la política desde hace siglos: izquierda- derecha. Daría la impresión de que no sirve del todo para entender lo que está pasando. Lo vota mucha gente que se autopercibe de izquierda, pero que igual vota a Milei por otras razones. ¿Y cuáles son? Que representa el enojo. Aquí es donde en Milei hay un fenómeno que aparece más claramente en estos días: técnicamente, es un típico populista. En general, si uno mira la historia, el caldo de cultivo de los populismos es una crisis de representación. Una crisis de representación donde hay enojo. El líder populista toma ese enojo para volverlo en contra de la clase política, que es lo que hace Milei con el concepto de “casta”. Ese concepto lo recicla la izquierda española de “Podemos”, aunque ya se empleaba durante el fascismo.
¿Cuánto hay de conexión entre la personalidad de Milei y el sentimiento generalizado que reina hoy en la política? Llama la atención una entrevista que él le dio a Alejandro Fantino el lunes 14. Me interesa en esa entrevista que hay cierta manifestación emocional de Milei. Lo que dice allí es que le dio esa entrevista a Fantino, y se la hubiera dado a Mauro Viale también, porque ambos lo reconocieron. Allí dice: “Yo vengo acá porque vos me reconociste, porque a mí me hacían bullying y vos me reparaste”. Ese es un concepto clave porque probablemente hay una conexión especial de alguien que se siente víctima de bullying, que siente alguna fisura que demanda reparación, con una sociedad que muestra estos sentimientos. Hay un cuadro de Isonomía que da cuenta sobre los sentimientos prevalecientes en la gente. El primero es “tengo miedo”, el segundo “me siento abandonado”, el tercero “estoy triste”. Recién en el cuarto lugar aparece “tengo confianza”. No obstante, el quinto es “estoy enojado”, el sexto “tengo vergüenza”, y le siguen “siento asco”, “estoy furioso”. Esto no es toda la sociedad, pero probablemente en esos 11 millones que no van a votar y en los 7 millones de Milei haya un universo de gente como él que se siente víctima del bullying de la política, o de la realidad, y encuentra una identificación. Lo más interesante es que Milei probablemente está más capacitado para entender y expresar a esa gente porque él siente eso. Y dice algo en ese diálogo con Fantino que me interesa rescatar: “despertaron los leones”. Él no dice “yo soy un león que dirige la manada”. Al contrario, dice: “Te convierto a vos, que estás quebrado, con miedo, abandonado y triste, en león. Si te asociás a mi, sos león vos también”. Y esto es lo que produce la magia del marketing. Y parece que lo está logrando. El que vota no siente que está votando a alguien ajeno, sino que él es el sujeto de esta saga. Se está votando a sí mismo. Es lo que todo experto en elecciones o asesor en marketing político intenta lograr. Que el votante se sienta el protagonista y el héroe de la historia y no alguien que sigue al héroe. “Yes, we can”. “Nosotros”. Ese fue el mensaje del éxito de Barack Obama. Y es lo que Milei intenta reproducir con la idea de león que transforma a los demás en leones.
Todo esto tiene una expresividad populista, que está apareciendo cada vez más. Hay otro componente populista. No solo redirigir el resentimiento a la clase política, sino sugerir que se acabaron las intermediaciones. “Congreso no, plebiscitos”. “Si no me aprueban las leyes, plebiscitos”. Es una estrategia razonable. ¿O es un salto al vacío? “¿Medios de comunicación? No, comunicación directa con la gente a través de las redes”. “Aparece una información que me resulta enojosa, eso es porque el periodista recibió un sobre”. ¿Con qué pruebas lo dice? Con ninguna. ¿Con qué respeto al que escribió eso, aunque estuviera equivocado? Con ninguno. Reaparece un populismo de otra orientación ideológica, con otro relato, pero tan populista como lo que vivimos en los últimos 15 años. Les recomiendo enfáticamente que lean en LA NACIÓN la nota sobre el túnel secreto que hay entre Néstor Kirchner y Javier Milei, escrita por Martín Rodríguez Yebra, que analiza muy bien esta reproducción populista, con otro ropaje, que está en el centro de la observación hoy. Y que tiene otro dato: la denuncia de un fraude que tampoco se prueba. Como Trump y Bolsonaro, Milei también introduce en la escena política la idea de que hubo un fraude porque él dice que no sacó 30%, sino 35%. No se sabe dónde está ese 5%, pero tampoco hay una denuncia en la justicia electoral.
El otro rasgo populista es la simplificación para dar respuestas a problemas complejos: casta y dolarización. “El problema de la economía se resuelve con la dolarización”. A mí me interesa otra dimensión de estas dos palabras. Hay un nexo, no del todo evidente, entre casta y dolarización. Cuando uno observa la argumentación de quienes con más énfasis y con más compromiso defienden la dolarización en el entorno de Milei, más allá de los argumentos monetarios, hay una idea política. “La dolarización va a venir al rescate de la mala política”. “Hay que generar una regla que le ate las manos a la política”. “La dolarización nos va venir a salvar de los malos gobiernos”. La dolarización se corresponde así con la idea de que hay una casta corrupta. Esta idea está en el corazón del problema, que es la interpelación a los que odian la política. Y un discurso muy antipolítico que se traslada sobre la economía en la idea de una regla que se impone de una vez y para siempre y que nadie puede tocar. Es un problema llevar adelante estas ideas en una sociedad democrática que depende del humor de la gente.
En el medio de todo este panorama, Milei hace dos operaciones muy inteligentes que complican a los dos competidores. Designa a alguien muy moderado, diría muy conservador y muy poco conflictivo, y le promete el Ministerio del Interior: Guillermo Francos. Su designación como eventual ministro va en sentido contrario a la idea de destruir la casta. No digo que Francos sea casta, pero quien lo conozca se va a dar cuenta que es alguien acuerdista, no rupturista. Se trata, en un eventual gobierno de Milei, del ministro más importante. No lo va a ser el ministro de Economía, sino el de Interior, por que es aquel que le provee andamiaje político a las ideas económicas. Este movimiento complica al Gobierno porque Francos es funcionario del Gobierno. Hace un mes, Francos formaba parte del equipo que iba a tener Daniel Scioli, hipotéticamente en un gobierno, cuando aún no se había bajado. Francos fue presidente del Banco Provincia, con Scioli. Desconcierto en el kirchnerismo. Massa viaja ahora a Washington. Francos ya renunció a su cargo como representante de la Argentina en el BID. Igual se van a reunir.
Y la otra jugada brillante de Milei es ofrecerle un cargo a Macri. No es para Macri, es un mensaje para los votantes del expresidente. En alguna medida, aprovechando que Macri no lo condenó. Macri dice: “Estoy con Bullrich, pero Milei, en alguna medida, también es mi heredero”. Milei contesta algo que podría traducirse así: “Soy tan heredero tuyo que te tendría en mi gobierno como representarte delante del mundo”. Problema para Juntos por el Cambio. Y para Macri, que rápidamente salió a decir que él es parte de Juntos por el Cambio y que está detrás de Bullrich.
Milei aspira a ganar en primera vuelta. Debe estar, más o menos, según algunas encuestas, en 37%. Ganaría en primera vuelta si supera el 40% y sacando 10 puntos porcentuales respecto del segundo. Y para eso busca el voto de Bullrich. La agrede. Si uno busca todos sus planteos, repite hasta el cansancio la frase “Bullrich mentirosa”. Al final de ese argumento, muy probablemente, Milei termine apelando al voto útil. Puede llegar a reponer el eje kirchnerismo-antikirchnerismo y decir: “Si querés terminar con Massa, el kirchnerismo y la miseria que representan, no votes a Bullrich. Con Bullrich tirás el voto”. Gran desafío para la expresidenta de Pro que debe lograr, en principio, retener el voto de Horacio Rodríguez Larreta. Juntos por el Cambio sacó 6.700.000 votos, pero Bullrich sacó 4 millones. Le faltan 2.700.000 para incorporar a los votantes de Larreta. Tiene que tomar una decisión ¿Compite contra Milei o va hacia el voto moderado y se presenta como la garantía de la gobernabilidad, como quien tiene equipos? Ya empezó a vestirse como Ángela Merkel, alguien del sistema que produce el cambio desde el sistema. Está eligiendo ministro de Economía, todo indicaba que lo iba a coronar a Carlos Melconian, pero las versiones indican que hay dificultades con Melconian, porque este pediría también para su socio Rodolfo Santangelo el Banco Central. Bullrich piensa, muy probablemente con toda lógica, o con coherencia, que no se le puede dar el Banco Central al ministro de Economía porque sería traicionar uno de los criterios que ella defiende, que es la independencia del Banco Central.
Queda Massa. Massa va a volver del Fondo, viaja pasado mañana a Washington, con algo de dinero. Con ese dinero va a tratar de calmar el mercado cambiario que es el jefe de campaña de Milei: el blue. Va a tratar de repartir algo de plata con el mapa electoral en la mano, y va a tratar también de recuperar el entusiasmo -si alguna vez lo hubo- de los peronistas, los gobernadores, e intendentes por su candidatura. Después se va a dedicar solo a generar miedo sobre las posibilidades de que gane cualquiera de los otros dos candidatos. Porque quitarían todos los derechos adquiridos. El mismo argumento que viene usando el kirchnerismo cada vez que va a una elección.
Entre Massa y el peronismo hay un problema, y es que el peronismo está en crisis. Milei no hubiera sacado los votos que sacó hace dos domingos si no hubiera un gran adelantamiento de elecciones por parte de muchos gobernadores peronistas. Adelantar la elección provincial es darle ventaja al que carece de aparato. Muy probablemente, si en muchas provincias como San Juan, San Luis, Tucumán, o Jujuy se hubiera votado también a gobernador, diputados provinciales, e intendentes, Milei no hubiera sacado los votos que sacó. Pero Milei es beneficiario de un peronismo que también está desencantado con su propio gobierno y que cortó boleta, de manera drástica, al desdoblar las elecciones. Ese es el peronismo con el que tal vez, con Francos como eventual ministro del Interior, Milei sueñe gobernar si le toca ganar las elecciones. Mientras tanto, la moneda está en el aire y el futuro de la Argentina sigue abierto.