MARCELO BONELLI
El blue dio un respiro este jueves. Pero la suba se coló por el billete financiero. Así, el dólar no tiene precio y la máquina de remarcar esta frenética en los súper. El BCRA devaluó, de la peor manera, y el batacazo electoral sacudió la política y la economía.
Miguel Pesce abrió la válvula y todo provocó el “lunes y semana negra”. La realidad económica es una calamidad: sin reservas, con inflación y con caída salarial. Los informes secretos de Wall Street insisten con una cuestión. En estos días se juega una dura pulseada: evitar un salto al vacío. Ese problema es concreto: Massa debe frenar la corrida, para no abrir la puerta de la hiperinflación.
El escenario político provocó un tembladeral. Ocurrió exactamente lo contrario a lo que querían los inversores de Manhattan: los banqueros deseaban un triunfo claro de Juntos y los amarillos salieron segundos. Los inversores querían un Sergio Massa primero y salió tercero. Y todos pensaban en un Javier Milei último y ganó la elección. Ahora hay una sola certeza: total incertidumbre.
Por eso, Kristalina Georgieva movió rápido. Rodrigo Valdés hablará este viernes con Milei y Roque Fernández. El encuentro se hará en el secreto “bunker” que el FMI tiene en Buenos Aires. Sera vía Zoom. Valdés -y Luis Cubeddu- tienen una decena de preguntas para el candidato, pero una preocupación central: la gobernabilidad de su eventual mandato. Milei va a contragolpear: “Este desastre lo hizo el Gobierno”. Darío Epstein –asesor clave de Milei- habría participado en el armado del encuentro.
Milei no va a echar más leña al fuego. El propio Epstein dio ayer una particular señal de cautela: emitió un llamativo tuit y criticó la suba del blue. Epstein convocó a los ahorristas a comprar el dólar Bolsa y dijo textual: “Otra vez se aprovechan de la gente”.
Ya el martes, Luciano Laspina –en nombre de Patricia Bullrich– tuvo el encuentro con Washington. Dejó una frase contundente: “Solo el Gobierno será responsable de lo que ocurra hasta el 10 de diciembre”. Carlos Melconian viajó el miércoles a Washington. La reunión sería cara a cara.
Un día antes –el martes- Melconian tuvo una secreta y larga charla con Patricia Bullrich, que le hizo varias consultas y hablaron de Milei. Melconian le dijo: “Pato, Milei hace agua por todos lados”.
Valdés y Cubeddu tomaron la iniciativa para elevar un informe al Board del FMI. Preparan la reunión del miércoles. Kristalina Georgieva dio garantías de que ese día saldrá la aprobación. Valdés y Cubeddu -los archienemigos de Massa– tienen terror de que todo se desmadre antes del 22 de octubre.
Ambos presionaron para que el BCRA devaluara –un 22%- y desde ese día las cosas se salieron de cauce. Valdés había exigido un 100% de devaluación. Massa tuvo que beber la peor medicina y en el peor momento político. Solo a 100 días de las elecciones. Tuvo la oportunidad de devaluar hace un año al inicio de su gestión.
Hubiera sido mejor, pero Cristina le torció el brazo. En ese momento, dos economistas se lo recomendaron: Guillermo Nielsen y Marina Dal Poggetto.
Ambos fueron sondeados para ser viceministros. Y los dos coincidieron: había que hacer una devaluación inicial y corregir la macroeconomía. Pero Cristina no aceptaba.
La vice le advirtió al ministro: “Sergio hacé lo que quieras, pero no podés devaluar”. La ceguera de la vice trabó lo que hubiera sido correcto: corregir el tipo de cambio, bancarse la remarcación y después iniciar un camino de mayor normalidad.
El propio Axel Kicillof maldice la situación –se olvida que él también la fogoneó– de su jefa. Esta semana, el gobernador bonaerense se sinceró frente a su tropa: “La inflación de agosto va a estar entre el 12 y el 14%”.
UN DOMINGO DE FURIA
El domingo se vivió un cimbronazo. Peleas, recriminaciones, internas y pases de factura en el búnker oficialista. Máximo Kirchner salía y entraba nervioso. Llamaba a “su mamá” y chequeaba lo mal que le iba a La Cámpora. Ambos –como es su costumbre– empezaron a echar culpas y salían de sus bocas “sapos y culebras”.
Máximo levantó su dedo acusador. Hubo cuestionamientos a intendentes y gobernadores por su pasividad. El jefe de La Cámpora no les perdona que fulminaron a Wado. Cristina concluyó: “Ya te dije que son unos turros”. La gente de Kicillof se burlaba: “La Cámpora es una máquina de aniquilar al peronismo”. Hacían alusión a que son piantavotos.
Después, hubo tensión con la Casa Rosada. Massa quería difundir –primero- mesas testigos y Julio Vitobello le arruinó la jugada: se apresuró a dar datos oficiales. El desasosiego inicial cambió al final. Uno gritó: “Milei nos salvó la vida”. Se refería a que el triunfo del libertario golpeó también a Juntos y abrió una posibilidad para que Massa entre en el balotaje.
Cristina tiene un plan político secreto y no juega a ganador: refugiarse en la provincia de Buenos Aires; ocuparse de limpiar sus causas de corrupción y tratar de volver en cuatro años, después de hacerle la vida imposible al próximo gobierno.
En cambio Massa, a pesar del desmadre económico, cree que tiene chance de ganar. Sueña que el voto radical podría refugiarse en el líder del Frente Renovador.
Ya habló esta semana con Gerardo Morales. El ministro aprovecha que quedó muy dañada la relación entre Larreta y Bullrich. Mauricio Macri disfrutó la derrota de Horacio. El ex presidente quiere una alianza con Milei. Macri y Milei tienen excelente relación personal. Macri admira la valentía ideológica de Milei. Pero el sueño duró poco: 48 horas después Patricia y el propio Milei lo hundieron. Massa en una en reunión con íntimos reconoció que su rival es la inflación y la interna.
El fuego amigo no cesa. Eduardo Valdés le tiró un misil: pidió que dejara el Palacio de Hacienda. Massa contragolpeó: “Yo no dejo el timón en las tormentas”. El brulote de Valdés se interpretó como una manifestación de deseos de Cristina. Valdés es íntimo de la vice. Tambien Alberto –desaparecido en la gestión– tuvo reuniones conspirativas en Olivos.
Existe un debate fuerte sobre qué hacer para potenciar a Massa. Esta semana le propusieron a Alberto Fernández cambiar ministros y hacer un plan para 100 días. Ese programa tendría que comenzar con dos decisiones: sacar a Aníbal Fernández y Sergio Berni.
Pero se trata de una reacción tardía: hace cuatro años que hay inacción en el Conurbano. En ese marco, muchos dicen que Massa podría salir del Gabinete y dedicarse solo a la campaña presidencial. El candidato a reemplazarlo, en ese caso, sería Guillermo Michel. Massa les dio un baño de realidad: “Son delirios”.
Ocurre cuando trascendió una investigación –por ahora preliminar- que inquieta en EE.UU. y también en Buenos Aires. En Miami le pusieron los reflectores porque el dinero viene de China. Se refiere al contrato que se firmó para que la Selección argentina juegue en Beijing. Para que eso ocurra se movilizó el embajador Sabino Vaca Narvaja y la propia Cristina le dio instrucciones a Santiago Carrera, el delegado de La Cámpora en YPF.
La movida política permitió que el acuerdo fluyera: la Selección jugó el 15 de junio en China. En EE.UU. no objetan el convenio. Pero inquieta la ruta del dinero: los US$ 7 millones del contrato se depositaron en Miami, en una cuenta que nada tiene que ver con la AFA de Claudio Chiqui Tapia.