En diciembre se generaron 3,15 megajulios gracias a un sistema de láseres. Esta nueva prueba ha alcanzado los 3,50 megajulios
P. BIOSCA
No fue casualidad. El Centro Nacional de Ignición (NIF, por sus siglas en inglés) instalado en el Laboratorio Nacional Lawrence Livermore (San Francisco) ha vuelto ha conseguir el hito histórico por el que fue protagonista de todos los titulares el pasado mes de diciembre: lograr una reacción de fusión, como la que se da en las estrellas, generando más energía de la que se necesita para arrancarla. Y esta vez, además, ha ampliado el umbral de ganancia, pasando de 3,15 megajulios liberados por la ignición de diciembre a 3,5 megajulios.
Se conocen pocos más detalles del experimento, que tuvo lugar el pasado 30 de julio. "Como es nuestra práctica estándar, planeamos informar esos resultados en las próximas conferencias científicas y en publicaciones revisadas por pares", señalaron desde el NIF al Financial Times en unas declaraciones que, hasta la fecha, son las únicas concedidas por el organismo. Se trata de un nuevo paso para conseguir la energía que se produce en las estrellas, incluido nuestro propio Sol: una fuente limpia, inagotable y para la que, una vez desarrollada la tecnología, no se necesitarán demasiados recursos para generarla, más allá de hidrógeno y litio.
192 LÁSER APUNTANDO A UNA ESFERA DIMINUTA
El 'modus operandi' de la prueba fue el mismo, si bien se maximizaron los progresos. Al igual que en el experimento de diciembre, el reactor fue encendido con 2 megajulios, generando 1,5 megajulios de ganancia. para conseguirlo, se apuntaron 192 láseres a una minúscula cápsula de oro, repleta de deuterio y tritio.
Gracias a la enorme presión que se ejerce sobre esta 'bola' (a la que se encañonaron los haces con un margen de error menor que el grosor de un cabello), se generó la reacción, que solo duró un pestañeo, aunque el tiempo suficiente como para demostrar, de nuevo, que el sistema funciona y que la energía extrema que 'enciende' a las estrellas puede ser replicada aquí, en la Tierra.
A pesar del éxito, aún queda mucho camino hasta que se consiga un reactor de fusión comercial que pueda ser conectado, por ejemplo, a la red eléctrica para que alimente nuestras neveras. De hecho, una de las críticas hacia este sistema es que se necesitarían láseres 100 veces más potentes y que repitieran constantemente los pulsos (de momento, para cada experimento, se tardan meses en calibrar todos los haces, tan solo para un disparo) para generar una corriente continua.
TODOS LOS SOLES ARTIFICIALES DEL MUNDO
El problema de recrear la energía de los núcleos de las estrellas en la Tierra es que es necesario temperaturas y presiones más altas de las que se dan de forma natural en ellas. Es decir, hay que crear una suerte de 'sol artificial' en miniatura con parámetros más extremos.
Como dato: mientras que en la superficie solar se llega a una temperatura de unos 5.000 grados, en estos reactores se alcanza del orden de 200 millones de grados. Y no hay un único modo de recrear su poder: la idea de Livermore, llamada confinamiento inercial, se concibió en los años 60.
Un poco antes, los rusos idearon los modelos tokamak, que se basan en confinamiento magnético: para contener la reacción dentro de una estructura similar a una rosquilla hueca, se utilizan unos potentísimos imanes.
Si bien con este sistema no se ha conseguido aún la ignición, está más adelantado en cuanto a diseño para conseguir una fuente estable de energía. Así, el proyecto ITER (siglas de Reactor Experimental Termonuclear Internacional, en el que participan una treintena de países, incluidos EE.UU., todas las naciones de Europa y gigantes como China o Rusia, de momento) está centrado en crear un reactor piloto tipo tokamak en Cadarache (Francia) para probar que las plantas de fusión nuclear son viables. Sin embargo habrá que esperar al menos hasta 2028 para que comiencen sus primeros experimentos.
No es el único prototipo en su clase: el Join European Torus (JET) es la baza europea, una suerte de ITER 'en miniatura' -en concreto, un modelo tokamak diez veces más pequeño-, y que ha conseguido generar 59 megajulios durante 5 segundos. No solo el mundo occidental tiene sus soles artificiales.
Asia está muy interesada también en esta nueva energía. Japón -con colaboración europea- va a inaugurar en los próximos meses el JT-60SA. Ubicado en la prefectura de Ibaraki, será tipo tokamak, al igual que el JET. Pero superará su tamaño, por lo que será el mayor prototipo en su clase hasta que se inaugure el ITER.
Por su parte, China tiene varios modelos, si bien el más puntero es el reactor tokamak superconductor avanzado experimental, EAST. Esta máquina que solo opera con deuterio está siendo llevada al límite por los científicos y ha conseguido mantener una temperatura del plasma de 120 millones de grados Celsius durante 101 segundos; y alargar hasta los 1.056 segundos (17 minutos) a temperatura más baja: 70 millones de grados Celsius.
A semejanza de EAST, Corea del Sur ha creado el prototipo KSTAR, que en enero de 2021 fue capaz de alcanzar los 100 millones de grados Celsius durante 20 segundos.
Otro de los proyectos destacados es SPARC, en las instalaciones del mítico Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT). Varias empresas y personalidades (entre ellas, el creador de Microsoft, Bill Gates; y el magnate de Amazon, Jeff Bezos), han apostado tan fuerte por este modelo basado en imanes superconductores de alta temperatura que sus creadores afirman que crearán «el campo magnético más potente jamás creado en la Tierra».
De hecho, están tan seguros que prometen que tendrán un prototipo que podrá recrear el hito del NIF, si bien esta vez en un dispositivo de confinamiento magnético, listo para 2025. Todos encaminados para controlar la promesa de la energía de las estrellas aquí, en la Tierra.