HERMANN GONZÁLEZ *
El pasado 28 de julio, mientras los mercados esperaban con atención la decisión de política monetaria, se producía otra importante noticia. Codelco daba a conocer sus resultados del primer semestre. La compañía reportó excedentes por US$ 329 millones y aportes al fisco por US$ 770 millones. Estas cifras no son buenas, especialmente si se considera que el precio del cobre se ubica cerca de US$ 4 la libra. Detrás de estos resultados está la caída de 14% en la producción respecto del mismo período del año anterior y un alza de costos de 41%.
El segundo semestre no se vislumbra mejor. Un incidente ocurrido en El Teniente a fines de julio afectará la producción, lo que sumado a los problemas del primer semestre llevó a una reducción de los pronósticos para el año.
Si se cumplen estas proyecciones, 2023 cerrará con una caída de la producción de hasta 16% y se acumulará un retroceso de 30% respecto de 2015. Esta caída significa menores ingresos estructurales para el país. Menores recursos para financiar iniciativas de gasto permanente en materias como pensiones, salud o educación.
Las proyecciones del Informe de Finanzas Públicas del segundo trimestre muestran que los aportes de Codelco al Fisco este año se ubicarán en torno a US$ 1.565 millones. Esto se compara negativamente con los US$ 2.200 millones recibidos por el Estado el año pasado y con los más de US$ 5.000 millones que aportó el litio a las arcas fiscales.
Por otro lado, está la situación de la deuda, que de acuerdo con estimaciones de Cesco podría superar US$ 30.000 millones en 2030. En la práctica, esta deuda significa una presión adicional para los recursos fiscales, los que, directa o indirectamente deben estar disponibles para cumplir con estos compromisos. Como se aprecia, Codelco tiene enormes desafíos y será bueno para el país si los resuelve de forma adecuada.
El mundo necesitará más cobre, así como litio en los próximos años y Chile necesita que Codelco mantenga su liderazgo mundial, siendo una empresa sólida, eficiente, competitiva y alejada del ciclo político.
En este contexto, la estatal negocia con SQM para tratar de llegar a un acuerdo para explotar de forma conjunta el salar de Atacama, pero teniendo el control de la empresa que resulte de ese potencial acuerdo. En una entrevista reciente, el presidente del directorio señaló que para los privados era “extraordinariamente atractivo” asociarse con el Estado debido a las complejidades medioambientales, geopolíticas y con las comunidades que tiene el negocio del litio.
Surgen varias preguntas. Una de ellas es si estas complejidades serán menores teniendo a Codelco como socio y la respuesta es no necesariamente. Otra es cuál es el aporte que hará la estatal como para exigir el control de las empresas en las que participe.
No es para nada claro el incentivo que tendrán las empresas privadas actuales y futuras para entregar el control al Estado. Tampoco Codelco destaca por tener un relacionamiento virtuoso con las comunidades aledañas a sus operaciones. En este escenario, un riesgo latente es que perdamos una gran oportunidad como país de atraer inversión y ser un actor relevante como proveedor de insumos clave para la electromovilidad.
Si realmente se quiere maximizar la producción y la recaudación por litio, es preferible que las autoridades se dediquen a facilitar la llegada de nuevos actores y permitir que los actuales participantes desarrollen al máximo su potencial.
En un contexto en que se busca un pacto fiscal para el desarrollo, esta es una gran oportunidad para atraer inversión al país. Codelco tiene muchos otros temas de qué preocuparse. Desviar su atención hacia el litio es contraproducente y dificulta la recuperación de la estatal como líder en la industria y generador de ingresos fiscales para el financiamiento sostenible de las políticas públicas.
* El autor es coordinador Macroeconómico de Clapes UC