JORGE LAPEÑA *
El 9 de julio se inauguró la primera etapa, todavía incompleta, del Gasoducto Néstor Kirchner de 560 km que une la localidad neuquina de Tatayen con Salliqueló, en la provincia de Buenos Aires. La obra formaría parte de un proyecto mayor que cuando se concrete tendrá 1.070 Km de longitud y llegará a la localidad santafecina de San Jerónimo. Lo paradójico es que esas obras no forman parte de un Plan Energético aprobado por ley del Congreso; y que ignoremos cómo van a ser financiadas.
El acto de inauguración fue un acto político-electoral del oficialismo: reunió al ministro de Economía y candidato del kirchnerismo Sergio Massa; a la jefa política del espacio Cristina Kirchner y al Presidente de la Nación. El transcurso de los días posteriores demostró que se trató de un acto falso.
El gasoducto no transporta todavía gas y tardará semanas en hacerlo. El bochornoso acto consistió en simular por parte de las más altas autoridades nacionales la falsa apertura de las válvulas del gasoducto. La ceremonia basada en la simulación impidió la adecuada conmemoración de nuestra más importante fecha patria El Presidente de la Nación afirmó: “La inauguración del gasoducto Néstor Kirchner es la obra más importante que la democracia recuerde”. Debemos ser claros: no se trata ni del gasoducto ni tampoco es la obra más importante de los últimos 40 años como dice la propaganda oficial. Cometió un grueso error.
El Presidente debería haber sido informado que la obra inaugurada no tiene ni las dimensiones de los gasoductos ejecutados en la época de oro de nuestro desarrollo gasífero: Gasoducto Comodoro Rivadavia-Buenos Aires (1949); Campo Durán- Buenos Aires (1960); Centro-Oeste (1981); Neuba 2 (1988), ni la importancia que los mismos tuvieron para el logro de nuestro autoabastecimiento energético definitivo en 1989 en que nuestro país se convirtió en unos de los 10 países más importantes del mundo en materia gasífera tanto por su extensa red de transporte como por la altísima participación del gas en nuestra ecuación energética.
Dicho lo anterior se puede afirmar que la importancia de la obra radica en permitir la salida de una mayor cantidad de gas de los yacimientos de Vaca Muerta que son los únicos yacimientos argentinos que están en expansión en lo que parece ser una tendencia de la producción nacional de hidrocarburos - que históricamente tuvo una producción regionalmente diversificada- a concentrarse en una única cuenca; circunstancia que impacta negativamente en la socio economía de todas las provincias petroleras.
El nuevo gasoducto transportará inicialmente 11 millones de m3/día (7,3% de la demanda media de gas en invierno), que serán inyectados en el Gasoducto Neuba II; esa cantidad substituirá importaciones de gas por una cantidad equivalente. Cuando el gasoducto inaugurado se complete con sus 2 plantas compresoras –aún no instaladas- estará en condiciones de transportar en el próximo verano unos 21 millones de m3/d que equivalen a un 14 % de la demanda.
Es difícil todavía estimar los montos en dólares que ahorrará Argentina imputables a la nueva obra por varios motivos: a) los precios del gas importado ya no tienen los valores siderales de los primeros meses de la guerra en Europa; y b) una mayor producción de gas de Vaca Muerta –fuera de la época invernal - no necesariamente debería ser imputada como beneficio de la existencia del nuevo gasoducto ya que el resto de la red de gas con origen en Neuquén presenta capacidad ociosa en los meses no invernales.
Dicho esto corresponde puntualizar algunas cuestiones: 1) la obra se hizo con gran eficacia constructiva por parte de las empresas contratistas; pero no se conoce todavía el Estudio de Factibilidad – que debió haber sido realizado por el gobierno- que asegure su conveniencia ni el análisis de los riesgos económicos asumidos por el Estado nacional; 2) se desconoce la proyección de los volúmenes a transportar por la nueva obra en su vida útil y las tarifas que deberán afrontar los cargadores; 3) no está claro el rol de Cammesa en la intermediación entre los cargadores y los compradores del gas transportado; 4) es muy incierta todavía la fecha de la construcción de las etapas siguientes de la obra; así como el financiamiento de las mismas.
El gasoducto es solo una parte de un sistema complejo de transporte de gas que implica redefinir flujos en una red extensa que debe ser modificada. Esta modificación estructural de la red es costosa y no está definida la forma de llevarla a cabo principalmente en las cuestiones vinculadas al financiamiento genuino de las obras, ni el cronograma de las mismas.
El nuevo gobierno que surja de las urnas y que asuma el 10 de diciembre será quien deberá dar continuidad, o bien modificar lo actuado en el marco de una estrategia energética racional compatible con la transición energética de la cual Argentina forma parte.
En este contexto, sería importante que la política nacional abandone los hábitos de confrontación absolutos con los cuales ha operado en los últimos años, y que se vieron claramente en la ceremonia de inauguración excluyente, falaz y auto celebratoria.
Los espacios políticos deben explicitar sus plataformas y sus propuestas energéticas, cosa que todavía no han realizado por pereza o por ignorancia. Deberían explorarse los puntos de consenso sobre los cuales construir un futuro común basado en el “bienestar general” y no en la mera eliminación del adversario.
* Ex secretario de Energía. Presidente del IAE “General Mosconi”