Se calcula que las mineras necesitarán gastar unos US$ 150.000 millones en la próxima década para superar un déficit de ocho millones de toneladas.
JAMES ATTWOOD
Evitar una catástrofe climática suele describirse como una cuestión de voluntad política. Sin embargo, el paso a cero emisiones netas de carbono es también un reto técnico de enormes proporciones.
Por un lado, la reconversión de los sistemas eléctricos basados en combustibles fósiles para que puedan funcionar con energías renovables requerirá mucho más cobre -la arteria esencial de las redes eléctricas y los equipos eléctricos- del que las empresas capaces de producirlo están actualmente preparadas para suministrar.
No está nada claro que la industria minera, tradicionalmente cautelosa, vaya a aceptar la magnitud de la inversión necesaria para recablear el mundo. Un fracaso desviaría el rumbo de la transición energética.
¿POR QUÉ ES TAN IMPORTANTE EL COBRE EN ESTOS MOMENTOS?
El cobre es un conductor eléctrico eficiente y relativamente abundante, y no hay ningún sustituto obvio. Se encuentra en todo tipo de productos, desde tostadoras hasta aparatos de aire acondicionado y chips informáticos. Hay unos 30 kilogramos de cobre en un coche medio y más de 400 en un hogar típico. La descarbonización de las redes eléctricas, el transporte y la industria requerirá mucho más cobre del que existe actualmente.
Se necesitan millones de metros de cableado de cobre para construir redes más densas y complejas que puedan gestionar la electricidad producida por fuentes renovables descentralizadas y equilibrar sus suministros intermitentes. Los parques solares y eólicos necesitan mucho más cobre por unidad de energía producida que las centrales eléctricas centralizadas de carbón y gas. Los vehículos eléctricos utilizan más del doble de cobre que los coches de gasolina, según Copper Alliance.
Como resultado, la demanda anual se duplicará hasta alcanzar los 50 millones de toneladas métricas en 2035, según un estudio de S&P Global financiado por la industria. Eso suponiendo que se disponga de suficiente cantidad del metal rojo, lo que dista mucho de ser seguro.
¿POR QUÉ?
Reciclar más cobre no aportará suficiente suministro nuevo al sistema, así que la única alternativa es extraer más de la tierra. Pero se prevé que el crecimiento de la oferta alcance su punto máximo en 2024, a medida que se pongan en marcha menos proyectos mineros nuevos y se agoten las fuentes existentes.
Goldman Sachs calcula que las mineras necesitarán gastar unos 150.000 millones de dólares en la próxima década para superar un déficit de 8 millones de toneladas.
(Para contextualizar, el déficit mundial en 2021 fue de sólo 441.000 toneladas, equivalente a menos del 2% de la demanda del metal refinado, según el Grupo Internacional de Estudio del Cobre). Las peores proyecciones actuales de S&P Global muestran un déficit para 2035 equivalente a alrededor del 20% del consumo.
¿POR QUÉ LAS MINERAS NO PUEDEN AUMENTAR LA PRODUCCIÓN?
Estas empresas se quemaron en el pasado cuando el ciclo de la industria cambió y se encontraron aumentando la producción justo cuando la demanda estaba cayendo.
Desde entonces, han dado prioridad a la solidez de sus balances y son más reacias a invertir en nuevos proyectos. El fantasma de la inflación mundial hace aún menos apetecible un fuerte gasto de capital, ya que eleva los costes operativos y de endeudamiento.
Además, los ricos yacimientos de cobre son cada vez más difíciles y caros de encontrar. Y el creciente escrutinio de las normas sociales y medioambientales de la minería ha elevado los costes de producción y ha puesto más barreras a la expansión.
¿CÓMO SE ESTÁ DESARROLLANDO TODO ESTO?
Al igual que el petróleo ocupó un lugar central en la geopolítica del siglo pasado, el cobre se está convirtiendo en una cuestión de seguridad nacional en este siglo.
Los gobiernos se apresuran a asegurarse el suministro futuro para sus industrias de energías limpias, en rápido crecimiento. La cadena de suministro del cobre está actualmente sesgada hacia China, que procesa y consume una gran parte de los metales extraídos en América Latina y África.
El dominio de China en metales como el cobre, el litio y el cobalto le ha ayudado a convertirse en líder de la fabricación de vehículos eléctricos.
Sus rivales económicos, como Estados Unidos y Alemania, buscan ahora abastecerse más de esos metales localmente o entre sus aliados. Algunos legisladores estadounidenses han abogado por añadir el cobre a una lista de minerales considerados críticos para Estados Unidos.
¿Y SI NO HAY SUFICIENTE COBRE PARA TODOS?
Si la escasez de suministro llega a ser tan grave como predicen algunos analistas, provocaría un aumento de los precios que podría perjudicar la economía de las redes inteligentes y las energías renovables y ralentizar su adopción.
Los fabricantes de tecnologías de energía limpia podrían ayudarse a sí mismos encontrando formas de utilizar menos cobre en sus productos.
Y unos precios más altos darían a las mineras al menos algún incentivo para aumentar la producción. Pero se tarda varios años en desarrollar una nueva mina, por lo que incluso si un estallido de nueva demanda diera a las mineras la confianza para embarcarse en nuevas inversiones masivas, se tardaría alrededor de una década en mover la aguja de la producción.
¿LOS PAÍSES PRODUCTORES DE COBRE SEGUIRÁN EL JUEGO?
La política nacional podría frenar el nuevo suministro. Los países con grandes reservas de metales están presionando para conseguir una mayor participación en los beneficios de la minería para hacer frente a las desigualdades económicas, lo que podría desalentar algunas inversiones.
Los obstáculos burocráticos también pueden interponerse en el camino. En Chile, el mayor productor mundial de cobre, los proyectos mineros se han visto frenados por incertidumbres normativas. En Panamá, una importante mina está inmersa en un litigio fiscal. Los daños medioambientales son otro riesgo para los países que sopesan nuevos proyectos mineros.
El cobre se extrae del mineral con sustancias químicas que pueden penetrar en las aguas subterráneas, contaminar las tierras de cultivo, matar la fauna y contaminar el agua potable.
Según los investigadores de la Universidad de Queensland (Australia), los residuos de la extracción de cobre (la roca residual que queda tras el procesamiento del mineral) pasarán de 4,3 gigatoneladas anuales en 2020 a 16 gigatoneladas en 2050. No se trata sólo de un problema medioambiental: los investigadores calculan que el coste adicional de almacenamiento podría ascender a 1,6 billones de dólares.