La inflación acelera en julio al 10,8%, la más alta desde hace 38 años, en plena temporada turística
ÁLVARO SÁNCHEZ
La temporada de verano, cuando los consumidores usan sus ahorros para gastar en vacaciones, y bares, restaurantes y hoteles tienen una alta demanda porque llegan oleadas de clientes nacionales y extranjeros dispuestos a tirar de billetera, no parecía el periodo más propicio para ver una moderación de los precios. Y la estadística así lo ha confirmado.
En julio, la inflación subió un 10,8% frente al mismo mes del año pasado, según el dato preliminar publicado este viernes por el Instituto Nacional de Estadística (INE). Es la tasa más alta de los últimos 38 años, desde septiembre de 1984, y supera el 10,2% registrado en junio.
El organismo achaca el ascenso a la escalada de los precios de los alimentos y bebidas no alcohólicas, así como de la electricidad (que en julio de 2021, el mes con el que se hace la comparación, había bajado).
También al vestido y al calzado, cuyos precios se reducen menos que el año pasado. Y explica que ni siquiera la caída del precio de los carburantes, que en julio ha ido rebajándose semana a semana —ya es más barato repostar que antes de la bonificación de 20 céntimos aprobada por el gobierno—, ha sido suficiente para compensar el encarecimiento de otras partidas.
La inflación subyacente ―muy seguida por los expertos debido a que no incluye energía y alimentos frescos, los elementos más volátiles, lo cual da pistas sobre su persistencia― aumenta en seis décimas, hasta el 6,1%, y deja entrever que su propagación es un hecho.
La evolución de la inflación depende de factores que exceden el ámbito doméstico. Es resultado de las múltiples fuerzas en tensión que tiran de la cuerda desde extremos opuestos en los mercados internacionales.
Por un lado, hacia la moderación de los precios empujan el temor a una recesión —ya materializada en Estados Unidos—, azuzado por las subidas de tipos de interés de los bancos centrales. Un parón de la economía dañaría la demanda, una perspectiva que ha hecho recular en julio lo que se paga por el barril de petróleo, todavía en el entorno de los 100 dólares, niveles históricamente muy altos, y ha desinflado la cotización de metales como el acero, el aluminio o el cobre.
También tira hacia abajo de la inflación el posible enfriamiento del sector inmobiliario en China, en problemas desde la crisis de Evergrande.
Por el otro, la vertiente energética de la guerra en Ucrania sigue siendo la principal causante de la alta inflación, y un sumidero por el que se pierden ingentes recursos de los europeos.
La reducción del suministro de gas a la UE a través del gasoducto Nord Stream 1 por parte de Rusia ha llevado al precio del gas natural a acariciar su máximo histórico esta semana, lo cual implica una mayor transferencia de riqueza desde los países que necesitan ese combustible, esencial para la industria y la generación de electricidad, hacia los que lo producen.
La evolución del mercado de divisas tampoco ayuda: el euro cotizó este mes por debajo del dólar por primera vez en 20 años, y aún ronda la paridad. Como el billete verde es el utilizado para adquirir la energía, eso quiere decir que hay que desembolsar más euros por obtener la misma cantidad, lo cual alienta la inflación.
Además, a falta de conocer el desglose de datos de julio, los paquetes turísticos nacionales y los hoteles estuvieron entre los que más subieron en junio, y la tendencia podría continuar.
Ángel Talavera, economista jefe de Oxford Economics para Europa, no espera que el fenómeno de las alzas de precios vaya a remitir pronto. “A corto plazo creo que vamos a seguir en niveles récord de inflación, con pequeñas variaciones arriba y abajo, sobre todo viendo la fortaleza de los precios de servicios turísticos”, sostiene.
Ese aumento fue anunciado por los propios actores del mercado: Ryanair preveía un incremento de las tarifas aéreas del 9% este verano. Y las encuestas internas del sector indican que las habitaciones hoteleras llevan meses encareciéndose.
Si los precios suben y hay miedo a un frenazo de la economía, ¿por qué las reservas están funcionando tan bien este verano y se espera una recuperación casi completa del turismo? ¿Estamos ante el verano del carpe diem? El secretario general de UGT, Pepe Álvarez, reivindicaba hace dos semanas el derecho a ignorar la riada de malas noticias sobre la recesión, la crisis y la guerra de un modo poco ortodoxo.
“¡Que se vayan a hacer puñetas! Vamos a disfrutar del verano porque es nuestro, nos lo hemos ganado, que no nos quiten lo que hemos ganado”. ¿Se van los españoles de vacaciones esta vez olvidando la calculadora en casa? José Ignacio Conde-Ruiz, subdirector de la Fundación de Estudios de Economía Aplicada (Fedea), cree que tras la crisis del Covid, “hay mucha gente que quiere disfrutar de las vacaciones, mucho ahorro entre los que han salido bien parados de la pandemia”.
Raymond Torres, director de coyuntura de Funcas, coincide. Ve dos grandes factores que apoyan el bum turístico en un contexto de inflación. “Parece contradictorio, pero los hogares europeos están utilizando el sobreahorro acumulado durante la pandemia, sobre todo en esta fase, para gastarlo en servicios como hostelería, restauración y viajes. Y hay una enorme disparidad de inflación entre el sector de bienes —energía y alimentos— y el de servicios. Esto es algo muy inusual. Normalmente es al revés, y los precios suben más en los servicios. Al no ser así, están teniendo un crecimiento más boyante”.
Es decir, aunque aerolíneas, hoteles y restauración ya están subiendo precios, tenían más margen para hacerlo sin afectar a la demanda.
¿CUÁNDO BAJARÁ LA INFLACIÓN?
El verano pasará, y la pregunta que sobrevuela la escena, especialmente en las familias de menores recursos, que notan más los incrementos de tarifas en servicios básicos de los que no pueden prescindir, como la alimentación y la energía, es cuándo se acabará esta escalada. Talavera cree que tardará meses.
“Empieza a haber señales cada vez más claras de caídas en los precios de las materias primas anticipando un frenazo económico, y espero que esto empiece a moderar la inflación gradualmente después del verano, pero mientras los precios de la energía sigan disparados, no creo que vayamos a ver una caída sustancial de la inflación hasta bien entrado 2023″.
Ignacio de la Torre, economista jefe de Arcano Partners, también percibe ese decalaje entre los movimientos del mercado y los precios reales. “Aunque las materias primas han caído en julio, todavía no se trasladará ampliamente ni a familias ni a empresas. Hay un retraso, de manera que energía y alimentos seguirán elevados”, explica.
En su caso, augura que se verán señales claras de retroceso de la inflación en el cuarto trimestre. En esos últimos tres meses jugará un papel mayor el efecto base. Esto es, al hacerse la comparativa con meses en los que ya se registró una inflación fuerte, superior al 5%, es más difícil que los precios mantengan el ritmo de subida.
En la escena internacional, países como Estados Unidos también han tocado en julio su pico de inflación, en su caso del 9,1%, la más alta desde 1981.
Mientras, otros como Alemania han experimentado ya tímidas caídas, en su caso por segundo mes consecutivo, aunque los precios siguen en niveles inusitadamente elevados, del 7,5%.
En la zona euro, la cifra adelantada que ha publicado este viernes Eurostat dice que la inflación en julio se sitó en el 8,9% en los 19 países de la moneda única, tres décimas más que en junio.