MATÍAS BAGLIETTO *
Antes que Corea del Sur, China, Finlandia y todo Latinoamérica, Argentina puso en operación comercial su primer reactor nuclear de generación eléctrica en 1974.
Un desarrollo tecnológico que comenzó cuando se reclutaban científicos alemanes, luego de la caída del régimen Nazi. Uno de ellos, austriaco, vino a Argentina, reclutado por el gobierno de Juan Domingo Perón y comenzó sus primeros estudios nucleares en 1948 en Bariloche.
Pasaron unos años, y una importante inversión de por medio, para que un grupo de científicos argentinos, entre ellos Jose Balseiro, audite sus avances e informe al presidente que desista de continuar invirtiendo: Se estaba intentando desarrollar una tecnología que al día de hoy, más de 70 años después, no es técnicamente posible.
El proyecto terminó sin resultados científicos. Pero los “auditores argentinos” de Ronald Richter fueron la semilla de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA). Al que le interese esta historia, puede leer el libro de Mario Mariscotti “El Secreto Atómico Huemul”.
La CNEA comenzó a trabajar en 1950 y ya en 1958 tenía el primer reactor nuclear operativo, el RA-1, que hasta el día de hoy (¡64 AÑOS después!) está funcionando en General Paz y Constituyentes, en pleno Área Metropolitana de Buenos Aires.
En resumidas cuentas, después del RA-1 se continuó trabajando en varios reactores más de investigación y radioisótopos hasta que en 1974 comenzó a operar Atucha 1 (cerca de Zárate) como el primer reactor comercial de generación eléctrica de Latinoamérica.
Luego, en 1983 Embalse en Rio Tercero, Córdoba; y por último en 2015 Atucha II, también en Zárate. Hoy se construye el CAREM (Un reactor pequeño, siendo un desarrollo nacional) y se comenzará en breve con Atucha III.
Argentina tiene el privilegio de dominar el ciclo nuclear, no sólo para investigación y generación de energía, sino que también producimos para medicina los radioisótopos que se usan para diagnóstico de enfermedades en aproximadamente 10.000 hospitales de todo el mundo, los cuales efectúan más de 40 millones de procedimientos de diagnóstico y tratamiento al año, según indica el INVAP.
¿QUÉ NOS FALTA?
Como siempre, nos falta algo que no nos dejan producir. El combustible. Así como importamos gas y petróleo, también importamos uranio, un elemento que está en la tierra y que alimenta los reactores. ¿Desde dónde? Desde ¡KAZAJISTAN!
Pero no lo importamos por ser un bien escaso en Argentina. Tenemos el recurso, aquí en nuestro suelo.
En Chubut y otras provincias existen abundantes yacimientos de este metal. Pero no lo podemos explotar porque los partidos troskistas, disfrazados de antinucleares y de anti minería se oponen, violentamente, cada vez que se intenta legislar al respecto.
El uranio ha subido su precio, debido a la invasión rusa a Ucrania, a máximos de 10 años, lo cual es lógico. La ex Republica Soviética Kazajistán y Rusia minan cerca del 45% de la producción mundial.
El uranio de los yacimientos mineros de Chubut, la central Atucha III, una quinta central nuclear en una provincia como Río Negro (sede del INVAP), haría que el problema de balanza energética sea menor, se pueda depender menos del petróleo y asignar menos recursos a subsidios energéticos.
Argentina produce energía nuclear hace 64 años, sin accidentes con consecuencias y sin ningún problema ambiental. Los reactores están situados cerca de los centros urbanos más importantes del país. Pero aun así, no podemos.
Quienes se oponen a la minería y a la energía nuclear, no permiten a la Argentina producir. Pero por supuesto, son los mimos que se quejan y cortan calles, cuando las tarifas energéticas suben.
Oponerse es fácil y está de moda, más cuando no se conocen las consecuencias.
* Director de Proyectos en Minetech, Director Comercial en Pirca Safety y secretario de CAPMIN.