CARLOS PAGNI
Por debajo de las discusiones técnicas, lo que hay hoy en la Argentina y sobre todo en el oficialismo es una disputa política muy importante. Y esa disputa desafía muchísimo a un presidente como Alberto Fernández, que ayer inició un viaje a Europa dejando detrás un panorama de gran fragmentación del poder.
El que viaja es un mandatario muy debilitado. ¿Por qué? Primero, porque aparece en el Gobierno un problema nuevo. Hasta ahora, este oficialismo tenía un diseño raro. La que lidera al grupo por su peso electoral decidió no lanzarse como candidata a presidenta, no trasladar ese liderazgo a lo institucional.
Algo más raro todavía. Se puso como vicepresidenta, con lo cual su sombra está siempre proyectándose sobre un presidente, por definición, débil. Y una tercera peculiaridad, rarísima, es que el elegido como candidato a presidente, y después presidente, es alguien que, a lo largo de 10 años, estuvo diciéndonos que pensaba en términos diametralmente opuestos a aquella que le había concedido esa delegación. Este era el diseño, tan extraño, del Frente de Todos.
Ahora se agrega una novedad, un nuevo estadio de este oficialismo: Cristina Kirchner se pasó a la oposición. Esto tiene una cantidad de consecuencias que estamos viendo en estos días. La primera tiene que ver con el discurso que ella pronunció en Chaco, cuando una universidad denominada Chaco Austral le otorgó un doctorado honoris causa el viernes pasado. Es necesario ver este discurso, para entenderlo, sin enredarse en los argumentos. Hay que mirar el corazón político del problema.
¿Y cuál es? Es que alguien tan importante para este núcleo oficialista, para esta colectividad que se llama Frente de Todos, como Cristina Kirchner, le habla al electorado del Gobierno criticando su obra en materia económica. Esto es un primer problema para Alberto Fernández y el Gabinete de ministros. No es que la oposición le dice a la sociedad “el Presidente se está equivocando”.
Es la líder del oficialismo, en términos electorales, la jefa política del Frente de Todos, que le está diciendo a su electorado “este Gobierno carece de lo que se llama legitimidad de ejercicio”. Es un enorme problema para cualquier oficialismo. ¿Qué le está criticando Cristina Kirchner a Alberto Fernández? Lo podríamos poner en palabras de Néstor Kirchner, después reproducidas por Máximo Kirchner el 24 de marzo: el conducir un gobierno “sin la gente adentro”. Es letal para un proyecto “nacional y popular” que lo acusen de falta de sensibilidad social para llevar adelante, sobre todo, la gestión económica. Esto es lo que está escuchando el electorado kirchnerista.
¿Cuál es la reacción? La reacción es un presidente Alberto Fernández que le pide a sus colaboradores que “salgan a contestar”. No para mantener una discusión técnica con la vicepresidenta. No. “Salgan a contestar para que nuestra feligresía tenga argumentos que equilibren este marketing negativo que nos está realizando nada menos que Cristina Kirchner. Para que escuchen otra campana lo que nos votan”. En el fondo de todo, lo que rige la política es el patrimonio electoral de cada fuerza que actúa en el escenario.
En este contexto aparecen Matías Kulfas y Martín Guzmán, que trata de refutar las cosas que la vicepresidenta que dijo en el Chaco. Básicamente, el ministro de Economía le reprocha incoherencias. Su planteo central supone que lo que pide Cristina, que es crecimiento, dólar anclado, baja inflación, mejora de salario real y aumento de reservas es una especie de “copa Melba”, que tiene de todo: obleas, dulce de leche, helado de crema, frutillas. Imposible de satisfacer, porque si crezco exageradamente, ese crecimiento implica, por supuesto, producir más. Para lograrlo tengo que importar bienes, insumos, que la Argentina no produce y que necesita su aparato productivo.
Por lo tanto, no será posible acumular reservas, se estará siempre al borde de una crisis de reservas. Lo que le está diciendo Guzmán a Cristina Kirchner es: “Para hacer ese populismo no hay dólares”. Este es el primer problema.
El segundo es que si no cuidamos el frente fiscal, si no observamos cómo financiamos el déficit, y lo hacemos con una emisión alocada, lo que vamos a conseguir es lo que tenemos: una fuga de la gente desde el peso hacia donde sea. A la compra de bienes, pero sobre todo a la compra de dólares. O, más bien, a la compra de cosas hechas de dólares, que es lo mismo. Puede ser un televisor, un auto o un avión, para los que tienen mucho dinero.
Sacan un crédito en pesos, en bancos oficiales, para comprarse aviones baratos en dólares en el exterior. Entonces, lo que le está diciendo Guzmán a Cristina Kirchner en este segundo mensaje es algo parecido a esto: “Cuidado porque la alternativa de lo que vos propones es una disparada del dólar que genera, finalmente, un efecto inflacionario que nos va a producir esa erosión electoral, esa derrota que vos querés evitar”.
Guzmán está muy empeñado, razonablemente, en desmentir algo que empieza a percibirse en el mercado, entre observadores económicos y especialistas, que es: “Cuidado, al Gobierno le faltan dólares, pero le pueden empezar a faltar pesos”.
Es decir, el alto endeudamiento en pesos puede hacer que el mercado, con esta inflación, no le quiera prestar pesos al Gobierno. ¿Por miedo a qué? A una restructuración en pesos. Si algo le interesa a Guzmán hoy es desmentir la perspectiva de que haya una restructuración de la deuda en pesos, que aquellos que dieron pesos a cambios de Leliqs, bancos, o personas que hayan financiado al Tesoro a cambio de letras del Tesoro, un día les digan que toda esa deuda se va a reestructurar con un bono tipo plan Bonex, que se va a cobrar en las calendas griegas.
Es algo que ya sucedió en la Argentina, al final del gobierno de Macri. Guzmán lo desmiente. Dice que no hay ninguna necesidad ni peligro de que esto vaya a suceder. ¿Por qué lo enfatiza tanto? Porque ya tuvo problemas para que le renueven deuda en pesos. Y además porque el propio kirchnerismo, en el entorno de Cristina, empieza a plantearse este signo de interrogación.
Lo que estamos viendo es una situación extraña donde los argumentos son más agresivos y dañinos, por aquello de que “no hay peor astilla que la del mismo palo”. Provienen del propio oficialismo y nada menos de quien lo lidera. Con un inconveniente adicional: Cristina, al pasarse a la oposición, desarrolla un discurso típicamente opositor. No tiene en cuenta la responsabilidad de gestionar.
Se libera de la obligación de decir cómo se ejecutarían esas promesas, esas iniciativas. No se siente obligada a responder la pregunta que tiene que responder el Gobierno: ¿Y eso cómo se haría? ¿Cuáles serían los decretos que hay que firmar o las medidas que hay que tomar para que lo que se propone se implemente? Este es el argumento principal que preocupa Alberto Fernández de una vicepresidenta y jefa que se pasó a la oposición.
Quiere decir que lo que veíamos hasta ahora, que era una disputa por la orientación del programa de Gobierno, pasa a ser una disputa más importante porque, como dijo Andrés Larroque la semana pasada, el disenso interno, reservado, saltó al público y son los electores del Frente de Todos los que escuchan lo que antes se discutía en privado.
Hay una segunda novedad en todo esto. Es el segundo gran desafío con que se encuentra el Presidente. Tiene que ver con una nueva forma de encarar esta dicotomía entre Alberto Fernández y Cristina Kirchner.
Hasta ahora había una disputa por la toma de decisiones, que sigue existiendo. Y la tenemos esta semana en el escenario probablemente más dramático para la visión de Cristina Kirchner, que tiene que ver con la impopularidad que entrañan los aumentos de tarifas. Hay todavía una discusión que tiene como protagonistas a los titulares de los entes reguladores, ENERGAS Y ENRE, sobre todo al subsecretario de Energía Eléctrica, Federico Basualdo, que es el jefe político del ENRE.
Ellos objetan esta estrategia de aumento de tarifas y, sobre todo, de segmentación que lleva adelante el Ministerio de Economía. ¿Se van a oponer? No, aunque el secretario de Energía, Darío Martínez, exhibe una llamativa modorra para llevar adelante el proceso, sobre todo para pedir a las distribuidoras la información sobre facturación.
Las audiencias públicas comienzan hoy. La más importante ocurrirá el día jueves, que es la que más afecta al consumo de energía popular. Primera derivación: va a haber una judicialización que ya estamos viendo porque comenzaron a aparecer las mismas solicitadas de asociaciones de consumidores que vimos en 2016, cuando Mauricio Macri llevaba adelante un intento de suba tarifaria que, en alguna medida, frenó la Corte.
¿Está el kirchnerismo detrás? Gran misterio. ¿Qué canales ocultos hay entre las asociaciones de consumidores, La Cámpora y Cristina Kirchner? No es tan evidente. Pero está claro que Alberto Fernández se va a encontrar con un problema que es el mismo que encontró Macri. Claro, desde el kirchnerismo, desde La Cámpora, desde las oficinas de Cristina Kirchner, ven esto como un bochorno, porque implica que tienen las mismas políticas económicas de “ajuste”, la palabra maldita. Empiezan a enfrentar a los mismos organismos que protestan, que son estas organizaciones. ¿Habrá politización de las tarifas en los tribunales? Es altamente probable que así suceda.
Hay otro inconveniente y tiene que ver con las provincias. Es necesario entender cómo funcionan las tarifas, que será el tema central de toda la semana. Es técnico. ¿En qué consisten los subsidios que da el Estado a la energía? En lo siguiente: los productores de energía reciben el pago de una entidad, parte estatal y parte privada, que se llama CAMMESA. Esa entidad paga la energía a un precio y se la da a las distribuidoras de energía a otro más barato.
La diferencia entre lo que le paga CAMMESA a los productores y lo que cobra de los distribuidores, ¿quién la pone? El Tesoro. Es decir, los contribuyentes que pagan los impuestos. Y esa diferencia ha sido tan grande que se transforma en uno de los principales problemas fiscales de la Argentina y, por lo tanto, resolver este desequilibrio es una cuestión crucial del acuerdo con el Fondo.
Por eso Guzmán está tan interesado en la cuestión tarifaria, porque se comprometió con el FMI a reducir este subsidio, que es la diferencia entre lo que le paga CAMMESA a los productores y lo que, a su vez, CAMMESA cobra de los distribuidores. Los distribuidores están en distintas provincias. Y se fija una tarifa para cada una. ¿Qué puede pasar de ahora en adelante? Como se va a reducir el subsidio, ellos van a tener que pagar una fractura más cara.
Van a tener que pagarle más a CAMMESA. Va a ser más cara la energía que cobran para distribuir. Y eso es lo van a trasladar al consumidor. Esa es la forma en que el consumidor (industrias, particulares, etc.) se ve afectado por este retiro del subsidio. Ahora, puede haber un gobernador que diga: “No, ustedes no le aumenten la tarifas al consumidor”. ¿Y, pero cómo hago, si yo estoy pagando más la energía que recibo por que CAMMESA ya no me subsidia? El gobernador le puede pedir que mantenga la tarifa como está y lo que pierdes se lo cobre no pagándole a CAMMESA. Es decir, CAMMESA, que está financiada por el Tesoro, seguiría teniendo un déficit importante que el Tesoro, los que pagamos impuestos, deberíamos solventar.
Se vuelve un círculo vicioso. Esto puede llegar a pasar y pondría en apuros al ministro de Economía en relación con el Fondo Monetario Internacional (FMI) porque seguirían teniendo el mismo gasto público para sostener esta forma de administrar los recursos energéticos.Lo importante es lo electoral, que está detrás. Vale la pena mirar la encuesta de la consultora Zuban Córdoba. Es lo que está mirando Cristina. ¿Qué debería hacer el próximo gobierno en relación a los subsidios? Un 45,6% cree que debería mantenerlos; un 41,9% piensa que debería eliminarlos.
¿Debería aumentarlos? Un 5,1%; y un 7,3% no sabe. Uno mira esto y dice es bastante razonable, bastante sensato. Un 42% opina que el Gobierno debería eliminar los subsidios. Es una conducta de extraordinaria madurez de consumidores que dicen: “Estamos dispuestos a pagar más”.
Ahora vamos a quiénes dicen una cosa u otra según su simpatía política, que es lo que está mirando Cristina Kirchner. Es decir, a quienes votaron los que dicen que hay que mantener los subsidios y quiénes son los que creen que hay que eliminarlos. De los que votaron al Frente de Todos, un 78% dice que hay que mantenerlos. Y un 10,5% de ese electorado del Frente de Todos cree que hay que aumentarlos. Solamente el 6,6% de los votantes de Alberto Fernández le piden eliminarlos. Esta es la discusión política, muy difícil de ver si uno no ve estos números y se enreda en un discurso técnico.
Acá está el problema para alguien como Cristina Kirchner que cree que todo - desde la energía a la política exterior, de la justicia a la salud- debe subordinarse a la conquista del voto. En cambio, miren la alteración de todo esto, si vamos a los que votan a Juntos por el Cambio. Vemos que un 63,6% cree que hay que eliminarlos; un 30% dice que se deberían mantenerse y un 2% cree que habría que aumentarlos. Esta es la discusión que se da en el seno del poder. La señora de Kirchner le diría a Alberto Fernández algo así como: “Estás trabajando para el que nunca te va a votar, gente que vota a tu adversario”.
Esta discusión tiene que ver con la toma de decisiones sobre medidas económicas, algo que venimos viendo en todos estos meses. En estos días estamos ante otra novedad. Es el segundo gran problema de Alberto Fernández. No solamente hay una disputa por cómo se deciden medidas del Poder Ejecutivo en el terreno económico.
Empieza a haber una discusión distinta: lo que estamos viendo son dos gestiones, no un debate sobre la misma gestión. Bajo el liderazgo de Cristina Kirchner, el Congreso y el kirchnerismo en el Congreso, empieza a tener su propia agenda de gobierno. Con independencia de lo que opine Alberto Fernández.
Cuando Máximo Kirchner con el auxilio de Carlos Heller empezó a imaginar aquel aporte solidario llamado impuesto a la riqueza, lo primero que hicieron fue ir a la Casa Rosada y discutir el tema con Alberto Fernández y Martín Guzmán. Es decir, que las iniciativas del kirchnerismo en el Congreso eran sometidas a la consideración del Poder Ejecutivo. Eso se acabó.
Ahora hay dos gobiernos: uno parlamentario, que está buscando no perder ese electorado cautivo; y el gobierno de Alberto Fernández. Esto es muy traumático para el Poder Ejecutivo. ¿Dónde se ve esto? Leyes sobre salario mínimo, sobre moratorias previsionales, la recuperación de los fondos supuestamente fugados que tienen que servir para el pago de la deuda. Es una agenda parlamentaria no consultada con el Poder Ejecutivo que vamos a seguir viendo. Como si hubiera un gobierno en el Congreso y otro en la Casa Rosada. Con un detalle: el gobierno del Congreso impide, con sus iniciativas, que se cumpla el acuerdo con el Fondo.
Nombre recién a Federico Basualdo, está recorriendo las provincias con distintas excusas. Está viéndose con gobernadores. ¿Les estará explicando esta posibilidad que tiene de no trasladar el precio de la energía a la tarifa, para que ese aumento en el precio las distribuidoras se lo cobren no pagándole a CAMMESA? Es decir, ¿cargando el peso de nuevo sobre el Tesoro, sobre los contribuyentes? No lo sabemos, pero sería posible.
En la empresa ENARSA, presidida por un hijo de un colaborador histórico de Néstor Kirchner que se llama Agustín Gerez, están negociando con Alemania la fabricación de hidrógeno verde. Concretamente, con el Instituto Fraunhofer dedicado, entre otras tecnologías, al hidrógeno verde, en Alemania. Era el tema que había iniciado Kulfas con inversiones australianas. Acá también pareciera que hay dos gestiones.
Esto es muy importante porque toca un tema central para el Gobierno: la cuestión energética en relación con la guerra en Ucrania. A eso se refiere este viaje de Alberto Fernández. El Presidente va a estar en España y en Alemania para ofrecer alimentos, commodities agropecuarios en un momento en que la oferta ucraniana y en alguna medida la oferta rusa ha descendido. Además, para ofrecer energía en un momento en que Europa, con Alemania a regañadientes, empieza a desconectarse del gas ruso.
Es muy importante este proyecto porque, en medio de esta gran desgracia, la Argentina tiene una enorme posibilidad como productora de alimentos y de energía, básicamente de hidrocarburos, para ofrecerle a sociedades que se han visto sin proveedor por la caída de la oferta debido a las sanciones a Rusia y a la guerra.
Para ello, se necesita hacer una cantidad de operaciones difíciles. Por ejemplo, se debería hacer un gasoducto desde Vaca Muerta hasta algún puerto, que se debería construir; y hay que hacer plantas que licuen ese gas para que se pueda trasladar en barcos. Para hacer toda esa inversión hace falta tener los contratos de aquellos que van a comprar ese gas.
¿Y quién va a comprar si en el país la legislación es un acordeón? Hay que hacer leyes que garanticen a los que producen este gas que van a poder venderlo, que van a tener acceso a los dólares para poder cobrarlo y seguir invirtiendo, que no van a tener retenciones especiales. Es decir, un régimen legal, institucional para esto que sería un gran avance en términos de lo que la Argentina le podría ofrecer al mundo.
De esto va a hablar Alberto Fernández sobre todo en Alemania, de esto también está hablando Martín Guzmán con las autoridades energéticas de los Estados Unidos. Los gobiernos podrían ser garantes de estos contratos, si es que ven seriedad.
La semana pasada hubo una reunión muy relevante, en este contexto, entre Alberto Fernández y Paolo Rocca, el principal industrial argentino, que es alguien que entiende muy bien de esta materia porque tiene inversiones en Vaca Muerta y un tradicional desarrollo de ingeniería energética en Techint. Es un tema central de la agenda del gobierno.
Esto es lo que hay que mirar de este viaje a donde van Julio Vitobello, Matías Kulfas, Santiago Cafiero, Gabriela Cerruti. Se trata del núcleo íntimo del Presidente, los que están resistiendo la embestida del otro lado. Es un viaje del gobierno de Alberto Fernández, no del de Cristina Kirchner. Aquí vemos los dos gobiernos, el segundo drama del Presidente.
Esto tiene otra consecuencia muy importante que es la tercera pesadilla de Alberto: sus propios funcionarios, al ver el discurso de Cristina y al ver la forma en la que Cristina le habla al propio electorado, empiezan a no tener demasiado compromiso con el programa que el Gobierno quiere llevar adelante y que pactó con el Fondo.
Entonces, empieza a haber -y se ve en cualquier ministerio- un reblandecimiento o una falta de rigor para hacer la política fiscal (no hablemos de ajuste) que permitiría cumplir con las metas del Fondo. Es muy difícil convencer a los ministros de atarse al mástil del programa con el Fondo si del otro lado le están explicando al electorado que ese programa lleva a la derrota.
Acá está el gran problema de Guzmán. Ya no es si Cristina lo respalda, es si Alberto lo respalda. No solamente necesita que no entregue su cabeza en el altar del Instituto Patria. Él necesita que Alberto discipline a todo su Gobierno detrás del programa fiscal y monetario para poder lograr el objetivo que se pretende: bajar la inflación y mantener los niveles de crecimiento.
Del Cid Campeador se decía: “Que buen vasallo sería, si tuviera buen señor”. De Guzmán se podría decir lo mismo. Vemos hasta ahora a un ministro con una capacidad de resistencia enorme. Como si casi no conectara con la dificultad política. El que falla es el Presidente porque no está tan claro que haya un compromiso militante del Gobierno y del gabinete de Fernández con su agenda económica. A diferencia de lo que vemos al otro lado, en el otro gobierno, con la agenda de Cristina.
En este contexto, el jueves es un día clave no solo por la tarifa eléctrica sino porque vamos a saber el índice de inflación. Va a ser mejor que el del mes pasado, pero no sabemos por cuánto. ¿Será mayor o menor a 6? En Economía no saben. Pero temen. El problema de la inflación sigue siendo importantísimo, pero no se puede resolver en medio de este grado de descomposición política que tiene el oficialismo.
La oposición parece que se contagiara del Gobierno. Empieza a haber una disputa importante, cada vez más nítida. Hay un conflicto en el PRO que se acelera en la medida en que toda la dirigencia ve que Mauricio Macri empieza a mover las plumas, a convertirse en candidato. Él dice que no, obviamente, porque no sabe si le da el cuero, como decía Agustín Lanusse de Perón. Macri no quiere, por ahora, subirse en público a una candidatura que no sabe si puede sostener, porque después debería bajarse.
Pero, mientras tanto, en el conurbano bonaerense aparecieron pintadas que dicen “Macri presidente, Ritondo gobernador”. Desde ya que Ritondo pide permiso para hacer esto, no es tan audaz de hacerlo sin tener un visto bueno, aunque sea tácito, de su jefe. Estamos hablando de que Macri ya tiene por lo menos un candidato a gobernador, aunque no sabemos si sería de Macri o de Vidal, si se llega a postular. Quiere decir que Diego Santilli, que es de Larreta, no es el único candidato. Ya tenemos una fractura, nada menos que en la provincia de Buenos Aires.
El sábado, Macri hizo un asado en su casa Los Abrojos para recibir a dos personalidades que venían desde España. Mario Vargas Llosa y Cayetana Álvarez de Toledo, que es una diputada española muy prestigiosa que vino a presentar su libro, “Políticamente indeseable”. De ese encuentro se hizo una foto que, a pesar de que se pinte de ser una reunión social, se debe interpretar políticamente. Porque fue una reunión política.
Si miramos bien, en la mesa que armó Macri distinguimos a los invitados Vargas Llosa, al presidente de Fundación Libertad, Gerardo Bongiovanni, y a Cayetana Álvarez de Toledo. Pero luego, ¿dónde están los radicales que podrían haber participado de este encuentro, como Mario Negri, Gerardo Morales o Ernesto Sanz? ¿Y Facundo Manes? No fueron invitados.
Por el contrario, se a un adversario de ellos que tiene gran sintonía con el expresidente, el mendocino Alfredo Cornejo, presidente del bloque de Senadores de la oposición. Tampoco participó otro dirigente que sí fue invitado, el gobernador de Corrientes, Gustavo Valdés. A él lo están mirando tanto Macri como Larreta.
Del asado no participaron dirigentes encumbrados del PRO, como Larreta o Vidal. Tampoco, Patricia Bullrich, ni Ritondo ni Santilli. Solamente está Ignacio Torres, dirigente del PRO de Chubut. Encarna una obsesión de Macri, la minería. Y Fernando de Andreis, el nuevo Marcos Peña. En lugar de Ritondo y de Santilli, aparecen dos peronistas: Miguel Ángel Pichetto y Joaquín de la Torre. Este es el mapa de las contradicciones sobre las que Macri va constituyendo su candidatura. Mientras dice, astutísimo, “lo mío es ser el custodio de la unidad”.
En el evento que se celebró anoche de la Fundación Libertad, Macri tuvo un pedido especial: que, en la mesa, que compartiría junto con Mario Vargas Llosa y Julio María Sanguinetti, esté Patricia Bullrich. ¿La quiere potenciar? Posiblemente sí, pero antes que eso quiere limar a Larreta, que tenía su lugar en esa mesa.
Macri tiene sus razones. En el mismo entorno del jefe de gobierno porteño aseguran que en los últimos dos años le han hecho un bullying injusto pero, sobre todo, imprudente, al expresidente. En los actos, por ejemplo, le escondían el micrófono. O lo hacían dejar el escenario antes de tiempo. “En alguna medida se justifica el nivel de fastidio que él tiene con nosotros”, dicen. La interna ya está desatada.
Si faltaba algo, apareció Elisa Carrió con un hecho importantísimo que en las próximas horas va a dar mucho que hablar. La exdiputada presentó anoche un pedido de juicio político contra Ricardo Lorenzetti. Nuevamente. Continúa la pelea. Las razones habían sido anticipadas el sábado durante una entrevista en Radio Mitre, que le hizo Marcelo Bonelli. Tanto en esa entrevista como en el relato para justificar el pedido de juicio político en el Congreso, Carrió le reprochó a Lorenzetti promover un acuerdo en el Congreso para constituir un Consejo de la Magistratura en el que no esté la Corte.
Según Carrió, Lorenzetti dice que eso tiene el respaldo de los demás miembros de la Corte. Pero ella lo desmiente. ¿Cómo sabe todo esto Carrió? Porque se lo contó Morales, que dice haber recibido la propuesta de Lorenzetti. El miembro de la Corte también habría hablado con Macri y con Germán Garavano, para indignación de Carrió. Como sabemos, Morales tuvo conversaciones con Massa. Él dice que fue para aprobar el proyecto radical de Consejo. En el Gobierno creen que fue para converger en un mismo proyecto con el oficialismo: una iniciativa, todavía desconocida, de Graciela Camaño, que es consejera de la Magistratura.
Esto va a ser mañana muy conflictivo en la mesa de conducción de Juntos por el Cambio. Aparentemente, Carrió se aseguró que Juan Carlos Maqueda, Carlos Rosenkrantz y el presidente de la Corte, Horacio Rosatti, no están de acuerdo con lo que Lorenzetti les hace decir. ¿Los habrá girado en falso? Entramos en una zona resbaladiza donde Carrió pone un gran foco reflector sobre un ministro de la Corte, en relaciones con su propia alianza política, que estaría impulsando una agenda institucional con que ella no está de acuerdo.Empezamos una nueva película de Juntos por el Cambio. Como si se estuvieran contagiando de esta fragmentación del Gobierno.
Para que todo esto quede coronado, versiones de una reunión de hoy de la conducción del PRO donde Macri habría dicho: “Cuidémonos de no ir junto con los radicales y en alguna medida con la Coalición Cívica en las votaciones, porque son propensos a ayudar al oficialismo en leyes estatistas, intervencionistas como las suba de impuestos”. Algunos de la Coalición Cívica le dicen, imaginariamente, a Macri: “Fijate cómo aprueban subas de impuestos tus diputados en la provincia de Buenos Aires”.
Hoy en el Congreso habrá una discusión importante en comisión. Una ley de compre nacional. Va a haber un gran debate porque la Coalición Cívica, y no sabemos si también el PRO y el radicalismo, se niega a votar esa ley de compre nacional que incluye al PAMI. Lo cual significa un beneficio extraordinario que convierte en principal y probablemente única proveedora de medicamentos del PAMI a la industria farmacéutica argentina, en detrimento de los laboratorios internacionales. Esto va a ser materia de debate en el Congreso.
La Argentina, mientras el mundo está en guerra. Alberto Fernández va a una Alemania preocupadísima porque no puede terminar de desconectarse del gas ruso. Temen que Putin aumente la apuesta, agrave su agresividad y los obligue a desconectarse, llevándolos a un problema energético e inflacionario de primera magnitud. Lo que se está viviendo en Europa está lejos de la frivolidad de la Argentina.
No deje de verlo en un video que muestra a los obreros de la planta siderúrgica Azovstal, en Mariúpol. Soldados obreros siderúrgicos ucranianos encerrados en un búnker esperando la muerte, mientras cantan antiguas canciones ucranianas.