MARCELO CANTELMI *
La India, gran cliente energético de Rusia, parecería contar con mejor información que otros sobre las calamidades que amenazan envolver al Kremlin por esta guerra. Con cierto desdén sobre el palabrerío triunfalista militar ruso, le acaba de hacer una propuesta singular a Moscú: le pidió que le venda el petróleo con un extraordinario descuento, a un promedio de 70 dólares el barril, casi 40 menos que lo que dice el mercado.
El gobierno indio afirma que ese precio de liquidación es justo porque Rusia es un país sancionado por medio planeta. Es decir, le avisa que hay una factura detrás de la grotesca aventura bélica en Ucrania y debe pagarla. Notable. Vale imaginar las condiciones de China cuando negocia el mismo tema con Rusia. Pero eso es secreto entre amigos.
La síntesis es que crece la centralidad de la energía en el presente y futuro de esta guerra, un elemento más poderoso aún que el de los cañones. Nafta prometiendo apagar el fuego.
No es la primera vez que ocurre una derivación semejante aunque hay enormes diferencias. Cuando Rusia se apoderó de la península de Crimea en 2014, luego de aniquilar con cuotas parecidas de mal cálculo y arrogancia la influencia que detentaba sobre Ucrania, la estatal rusa de petróleo Rosneft quedó agonizante bajo una lluvia de sanciones occidentales, con un océano de deudas y sin crédito mundial.
EL NEGOCIO
El rescate vino de una poderosa intermediaria en el negocio petrolero, Trafigura Group, un trader líder del negocio basado en Singapur, con oficinas en Ginebra y un CEO australiano.
“Trafigura, armada con un balance general gigante y con fácil acceso a la financiación de los bancos occidentales y el mercado mundial de bonos, vio inmediatamente el negocio y se abalanzó sobre Rusia”, recuerdan Joe Wallace y Eliot Brown en The Wall Street Journal.
Hicieron un acuerdo básico consistente en comprar grandes cantidades de petróleo ruso y pagar con 25 días de adelanto, de ese modo se aliviaba la escasez de efectivo de Rosneft y se renovaba el circuito crediticio.
Trafigura se convirtió en el mayor exportador occidental de crudo ruso tan temprano como en 2015, dejando atrás a sus dos principales competidores, Vitol Holding BV, holandesa también con sede en Ginebra, y la suiza Glencore.
Fue el primer paso de una gran amistad corporativa entre el intermediario y estatal que administra un aliado y admirador de Putin, Igor Sechin. Entre su séquito de ejecutivos se encuentra el ex mandatario alemán socialdemócrata, Gerhard Schroeder, el hombre que fulminó el estado benefactor germano pavimentando el camino al poder de Angela Merkel.
Las dos empresas se convirtieron rápidamente en socios multipropósito. Compraron una refinería de petróleo india y la trader invirtió 8.400 millones de dólares en el vasto campo petrolero Vostok Arctic de la estatal rusa a cambio de una participación del 10% en el negocio. Todo financiado por un banco ruso que tomó el riesgo de la operación con los avales del Kremlin.
LAS PÉRDIDAS
Trafigura llegó a mover a lo largo de 2021 un promedio superior a los 500 mil barriles por día, según detallan las publicaciones especializadas en el negocio petrolero.
Las cifras involucradas eran descomunales. Pero ahora, la trader suiza, y las otras intermediarias occidentales, acaban de anunciar que sacarán a Rosneft de los mercados petroleros mundiales. La decisión es tan drástica que supera con amplitud los límites de las propias sanciones.
¿Qué pasó? Cuando el Kremlin invadió Ucrania, los mercados mundiales para el crudo ruso se derrumbaron, y solo podía colocarse, salvando muchas dificultades, con fuertes descuentos por barril respecto al Brent, el referente internacional. El negocio de Trafigura, que consistía en vender con una ligera ganancia, se deshizo en un instante.
La clientela desapareció. Pero en la decisión de esa y las otras intermediarias pesó otro factor más importante: la información concreta, que seguramente maneja también la India, sobre los extremos terminales a los que avanzará Europa en el embargo petrolero de Rusia.
Ese futuro comprende otro dato. Según la International Energy Agency, la producción petrolera rusa comenzó a declinar desde marzo hasta caer 7,5% a mitad de abril. Se espera que termine el año con un recorte de 17%. Serán los niveles más bajos desde 2003.
Hay que insistir en una observación. La pandemia y esta guerra han probado en la era global la imposibilidad de depender de proveedores imprevisibles. Es cierto que Rusia ha ganado mucho con el aumento del precio del crudo y del gas que disparó el conflicto. Prácticamente el doble de lo presupuestado. Pero es un logro efímero.
Las naciones se manejan en términos de mediano y largo plazo. Y lo que se ve hacia adelante no es precisamente cómodo. El miércoles último la Unión Europea anunció un nuevo paquete de sanciones pero el mensaje esencial es que ha decidido prohibir la totalidad de las importaciones de petróleo ruso durante el siguiente semestre.
MÁS SANCIONES
La ofensiva, la más dura hasta el momento, incluyó el bloqueo en el sistema swift del mayor banco ruso, el Sberbank, que había sido disculpado antes porque canalizaba los pagos del fluido. Eso ya no importa.
“Seamos claros, no será fácil pero tenemos que trabajar en ello”, afirmó la presidente de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen en un mensaje con los tonos de Churchill contra los nazis, que fue recibido con aplausos en el Parlamento europeo en Estrasburgo. Un dato de consenso.
No se equivoca. La batalla contra el petróleo del Kremlin será un boomerang muy dañino para la economía europea, golpeada ya por la inflación que viene del costo asociado con la enfermedad. Un problema que envuelve también a EE.UU. y que explica la última suba de tasas leve sí, pero a su mayor nivel en 22 años en un esfuerzo para intentar apagar un costo de vida en trepada.
Rusia está en la misma encrucijada con un alza de 17,3% del índice anual, sin precedentes en dos décadas. Esa distorsión se refleja en alzas domésticas de 35% en el servicio de agua, 77% en productos como el azúcar o hasta 50% en las verduras.
Dentro de ese escenario hay otro más tenebroso que son las hambrunas cuyo riesgo anticipó el líder francés Emmanuel Macron en marzo pasado, Esa amenaza aletea con las crisis en el universo de países pobres que dependen de cereales alimenticios y energía, commodities en general importados y en grave alza.
Para algunos analistas el plan europeo no tendrá un efecto pleno debido a que Hungría y Eslovaquia, dos miembros con una gran dependencia de las importaciones de petróleo ruso, se oponen en un caso o tendrán hasta diciembre de 2023 para prohibir el combustible, en el otro. Checa pide también una transición más extensa.
Pero la actitud de esos países chicos no debería tranquilizar al Kremlin. No son claves en el negocio. A efecto ilustrativo vale observar que el año pasado Rusia suministró a la UE una cuarta parte de sus exportaciones de petróleo, y los Países Bajos y Alemania fueron los principales compradores.
Hoy el gobierno holandés propone detener todas las importaciones de combustibles fósiles rusos para fines de este año y Alemania ha reducido sus compas de crudo de ese origen, del 35% al 12%. El Reino Unido, que ya no está en la UE, también elimina el petróleo del Kremlin que representa el 8% de sus compras.
La crisis de la guerra en Ucrania en sus efectos expone otros puntos en común con la pandemia. Así como el daño económico global que generó la enfermedad impulsó la creación en tiempo récord de una variedad de vacunas, en su mayoría muy eficientes, esta tragedia apunta a acelerar alternativas energéticas, incluso las renovables, en lapsos que antes se consideraban irreales.
La UE ya está construyendo instalaciones de gas natural licuado en el norte de Grecia que entrarán en funcionamiento a inicios del año entrante. Entre la fuentes del fluido se encuentra EE.UU. Argelia, y Qatar, gran aliado de Irán en el gigantesco yacimiento gasífero South Pars-North Dome en el Golfo Pérsico. Son herejías que dicta la necesidad.
En los mapas también está el gasoducto transadriático que se extiende desde el satélite turco Azerbaiyán hasta Italia. El mes entrante se lanzará un nuevo ducto que vinculará las redes de gas de Grecia y Bulgaria.
La energía nuclear, asimismo, ha vuelto a estar de moda. Francia anunció la construcción de seis nuevas usinas atómicas. También el Reino Unido.
Por el lado de las nuevas tecnologías se exploran alternativas para obtener insumos de ciertos minerales críticos que están peligrosamente concentrados en manos de autocracias, señala The Economist.
Tesla, por ejemplo, desarrolla nuevas baterías recargables para sus autos eléctricos con níquel que importará de Nueva Caledonia. Este territorio francés en el Pacífico cuenta con un décimo comprobado de las reservas mundiales del mineral y, por cierto, mucho más importante, una invalorable garantía de previsibilidad.
* Periodista, jefe de politica internacional del diario Clarín. Docente de la Universidad de Palermo. Director del Observatorio de Política Internacional de la UP