El titular del BCRA creía que el ritmo de importación sería menor, por el stockeo que hicieron las empresas en 2021. Pero las cifras muestran lo contrario
FERNANDO GUTIÉRREZ
La eterna "restricción externa" -es decir, la falta de dólares para financiar el crecimiento productivo- está teniendo su enésima reedición, pero esta vez con la paradoja de que nunca fue tan fuerte el ingreso de dólares por la exportación agrícola.
Según estimó Federico Sturzenegger, ex presidente del Banco Central durante la gestión macrista, si se suma la mejora en los precios de exportación de productos argentinos, el aporte de capitales del Fondo Monetario Internacional y el beneficio de la inflación internacional, Argentina recibió un "regalo" equivalente a 6% del PBI.
Sin embargo, la "puja distributiva" de los dólares está al rojo vivo. A las muchas quejas empresariales por dificultades para acceder a las divisas que permitan importar insumos, se agregó la de la agremiación Industriales Pymes Argentinos, que acaba de emitir un comunicado de tono dramático.
"Se juega la profundización o el estancamiento del modelo industrial", fue la expresiva frase de Daniel Rosato, presidente de la gremial, quien puso en duda la continuidad de la inversión y la creación de nuevos empleos si se agudiza la falta de insumos y materias primas.
Su reclamo concreto es el establecimiento de un cupo de importaciones, mediante un criterio productivo, en el que se deba "privilegiar a las fábricas por sobre el resto de las actividades". El mensaje es claro: que si no alcanza para todos y alguien se debe quedar sin dólares, que sea otro sector y no la industria, a la cual el gobierno debería ponerle las fichas para solucionar las tensiones sociales.
En otras palabras, le están reclamando a Alberto Fernández que se mantenga fiel a su definición de septiembre de 2020. "Los dólares hacen falta para producir, no para guardar", había dicho el Presidente en aquella ocasión, como forma de justificar un controvertido cierre de la venta de dólares para ahorristas, luego de una crisis que le estaba haciendo perder al Banco Central unos US$ 1.000 millones por mes.
Esa queja se está transformando en un clamor. Unos días antes del reclamo de los industriales pyme, toda la industria automotriz -autopartistas, terminales y el propio sindicato- habían advertido sobre el riesgo de que la actividad -que crece a un ritmo de 17%- se paralizara por falta de divisas para importar insumos con los que fabricar autopartes.
En otros tiempos, el "relato" oficial habría dicho que estos problemas son un síntoma positivo, los "dolores de crecimiento" de un país que recupera sus niveles de actividad a toda velocidad. Sin embargo, los problemas que se esconden detrás de esta escasez de dólares son demasiado evidentes como para que puedan ser arreglados sólo con el discurso.
EL ERROR DE DIAGNÓSTICO DE PESCE
El error de diagnóstico que está quedando en evidencia es el de que, este año, las importaciones no implicarían un problema para las reservas del Banco Central, porque se rompería la maldición del "tres a uno", esa relación histórica que implica que, por cada dólar que crezca el PBI, las importaciones deben hacerlo en tres dólares.
Miguel Pesce, presidente del BCRA, había estimado que esa relación no se mantendría este año, dado que en 2021 muchos importadores habían adelantado compras para incrementar sus stocks.
Su argumento era que, en un año en el que la economía había crecido 10%, las importaciones habían saltado un 50%, algo que no se justificaba por las necesidades comerciales ni productivas, y que había sido provocada por una actitud especulativa. Pero se mostraba confiado en que, este año, ese fenómeno se revertiría, de forma que el crecimiento importador fuera menor.
"Ha habido una estrategia de cobertura que se ha hecho el año pasado con las importaciones y esperamos que no ocurra en 2022" -afirmaba Pesce en enero en una entrevista en Perfil-. Ocurrió bajo el mismo concepto una reducción de la deuda comercial. Nosotros creemos que se va a recuperar el financiamiento tanto comercial como de importaciones".
E insinuaba que este sería un año en el que el cepo se iría relajando, en la medida en que el saldo de la balanza comercial oxigenara las cuentas.
Pero los números están mostrando otra realidad. En el primer trimestre, mientras las exportaciones subieron a un ritmo de 25,6%, las importaciones lo hicieron al 39,5%, con lo cual el saldo comercial -de US$ 1.394 millones- implica una caída de 45% respecto del año pasado.
Si, como espera el Gobierno, este año la economía argentina puede crecer a un 4,5%, esto implicaría, según la previsión de Guzmán, que las importaciones deberían subir a una tasa inferior al 13%. Es decir, a un tercio de la que se está registrando.
Lo que se percibe en el mercado es que, lejos de haber terminado el fenómeno del "sobre-stockeo" motivado por la brecha entre el tipo de cambio oficial y el paralelo, se está acentuando.
"Da la sensación que algo raro hay, cuando se analizan elasticidades históricas entre PBI e importaciones", advirtió el economista Rodolfo Santangelo, quien desliza la sospecha de que se estén produciendo sobrefacturaciones de importación, tanto en mercaderías como en servicios.
Y hace un diagnostico contundente: "Con una brecha tan alta como la que tuvimos en estos años, los incentivos a comportamientos ilegales para hacerse de dólares extras baratos y dejarlos en el exterior son altísimos. Es como decir que parte del ‘faltan dólares’ tiene que ver con la alta brecha. Y la alta brecha es consecuencia del desorden macroeconómico, ya sea fiscal, monetario, financiero, deuda o externo".
CON MÁS DÓLARES, ¿EL CEPO SE ENDURECE?
Lo cierto es que la liquidación de "sojadólares" en el primer cuatrimestre supera los US$ 11.000 millones, pero el Central prácticamente no puede retener ningún billete verde para reforzar sus divisas. Si se considera el primer trimestre del año, lo cerró con ventas por US$ 48 millones. En abril, ya en plena época de ingreso de divisas, pudo comprar US$ 165 millones, una cifra que luce modesta cuando se compara con el ingreso de US$ 1.373 millones que se había registrado el año pasado.
Y todo esto, claro, con el agravante de que los precios de este año son más favorables para Argentina que los que había en el mercado global hace un año.
Y lo que queda en evidencia es que todos los planes que había hecho el Gobierno se revelaban equivocados. Miguel Pesce, que ya está preparado para que en cada foro en el que se presenta le pregunten cuándo se podrá aflojar el cepo cambiario, suele decir que, para que eso ocurra, Argentina debe superar los US$ 90.000 millones de exportaciones.
Sin embargo, al nivel de ventas que se están registrando, todas las previsiones -incluyendo las del propio Gobierno- apuntan a que se superará ampliamente la marca de US$ 78.000 millones del año pasado y que se llegará cómodamente a ventas por US$ 85.000 millones. Sin embargo, a pesar de estar tan cerca del número mencionado por Pesce, no solamente no hay indicios de que se pueda aflojar el cepo sino, más bien al contrario, proliferan las versiones sobre nuevas restricciones.
El turismo, con la finalización de la pandemia, volvió a transformarse en un problema. Hasta 2019, era un rubro que le podía insumir al Banco Central una demanda superior a los US$ 7.000 millones, entre las compras de pasajes aéreos, reservas hoteleras y los gastos con tarjeta en el exterior.
Pesce, previendo que el tema volvería a complicarse, eliminó a fin del año pasado la posibilidad de financiación con tarjeta de crédito para estos gastos, que deben realizarse con un único pago. Sin embargo, todo indica que ese freno no será suficiente: los últimos números marcan que, con US$ 473 millones, el turismo demandó el doble de divisas que en diciembre -cuando empezaron a regir las nuevas restricciones- y más del triple que hace un año.
Si se suman las compras de dólares para atesoramiento, entonces esa demanda minorista llega a US$ 537 millones. Una cifra que tiene altas chances de aumentar en los próximos meses, dado que marzo fue un mes de escasas compras, dado que el dólar blue "planchado" y la suba de tasas de interés motivaron a los inversores a colocar en plazos fijos para aprovechar la "bicicleta".
Pero, con una "fuga minorista" que, de continuar a este ritmo, podría ubicarse en US$ 7.000 millones en el año, el Gobierno siente una mayor presión para obturar esa salida. Es por eso que están a la orden del día los rumores sobre restricciones adicionales para el acceso de los turistas al dólar.
"WINTER IS COMING"
Claro que el cambio de escenario internacional como consecuencia de la guerra en Ucrania está cobrando un protagonismo fuerte en esta nueva escasez de divisas. Por lo pronto, fue espectacular el aumento en el costo del flete para traer productos desde el exterior: a US$ 134,6 por tonelada, implica un 82% más costo que el de hace un año.
Pero, sobre todo, el gran villano del drama cambiario argentino es el rubro de la energía. Las importaciones por ese rubro crecen a una tasa de 195% respecto de 2021, y todavía no se vio lo peor, porque no empezó el invierno, que es cuando se produce la mayor demanda de gas.
El rubro de combustibles ya representa el 12,7% del total de las importaciones, más del doble de la participación que tenía hace un año.
Para colmo, el sector agrícola, que es el que está aprovechando las "ganancias inesperadas" con las cuales se está produciendo el ingreso récord de divisas, también está viendo, en paralelo, como crecen sus costos. Por caso, la importación del glifosato, ampliamente usado en el campo argentino, tuvo un incremento de 130% medido en dólares.
En este marco, abundan las proyecciones sobre distorsiones en el aparato productivo por escasez de divisas.
"El gobierno les pidió a los exportadores una ayuda, y le anotaron 8 millones de toneladas de trigo, lo que implica que le adelantaron las retenciones que debería cobrar en el año 2023 al mes de abril. Algo parecido están estudiando con el maíz", advierte el consultor Salvador Di Stefano, quien habla de un adelanto de las retenciones del 2023.
También -otro clásico argentino en momentos de cambios de precios relativos- volvió el debate sobre si los precios en dólares están caros o baratos. Sobre ese punto, un relevamiento de la Fundación Mediterránea indica que en un 24,6% de los casos, Argentina está cara.
Como ya se había constatado en años anteriores, esos productos que acusan falta de competitividad son, principalmente, textiles, vestimenta y calzados, a la que el estudio califica como "un sector estructuralmente caro para el país, dada la protección contra el comercio exterior con que cuenta".
En cambio, se registra que el mercado argentino sigue siendo barato en la comparación internacional para rubros como la carne, los alquileres, la nafta y el transporte público. Claro, todo considerado al tipo de cambio oficial y, no por coincidencia, con un fuerte componente regulatorio.