Habría reducción de carteras, dice el columnista de Clarín
MARCELO BONELLI
El índice de precios de marzo escalará y será superior al 6%. Este jueves se estaban procesando los últimos números. Clarín confirmó que ese número es fortísimo: la inflación se ubicará entre el 6,2% y el 6,5% y será récord. Tres fuentes de la Casa Rosada confirmaron el dato y calificaron la situación como “muy complicada”. En el Indec aún falta procesar la última semana. Las tres primeras aseguraban un piso del 6% y en los últimos días siguió la remarcación.
La difusión de la inflación –el miércoles próximo- generará un fuerte impacto: una bomba en medio de la pelea del Frente de Todos. Cristina y Máximo prometen utilizarla para cortarle la cabeza a Martín Guzmán. Cristina, indignada, protesta: “¡No tenemos ministro de Economía...!”. Máximo masculla: “Guzmán era el ministro de la deuda, pero negoció como el culo con el FMI”. Axel Kicillof ya abrió el paraguas: esta semana se dedicó a relatar las penurias de los bonaerenses.
Habla suelto de cuerpo: lo dice como si su pobre gestión no tuviera nada que ver con las calamidades del Conurbano. Pero Axel busca curarse en salud. Sus ideas fueron las que Cristina impulsó –a través de Paula Español, primero, y ahora, Roberto Feletti– para intervenir y controlar los precios. Todos fueron coleccionistas de fracasos.
Marco Lavagna está hermético. La tómbola refleja una verdad concreta: la sistemática y generalizada suba de precios. También, que la dupla Alberto-Cristina son expertos en peleas por el poder, pero no tienen idea sobre cómo combatir la inflación.
Aunque el número final sea un poco más bajo –los privados la ubican en el 5,2%-, la remarcación no para y el pronóstico es ascendente. La cuestión se habló en la reunión tripartita. La condujeron los tres ministros que la vice quiere echar y Alberto –por lo tanto– respalda a rajatabla. Estuvieron la CGT y la UIA.
Matías Kulfas se sinceró: “No creemos que la inflación dé menos del 6%”. Pablo Moyano embistió: “Lo que pasa es que los empresarios no tienen alma”. Daniel Funes del Rioja enrojeció de bronca y lo enfrentó: “Dejate de provocar”. Y agregó: “La industria bancó a toda la gente en la pandemia”.
Pablo Moyano llegó al encuentro después de toda una negociación política. Hugo –su padre– lo había defenestrado en una reunión con Alberto: “Lo que hace Pablo no tiene que ver con Camioneros”. Fue por la reunión con Máximo Así, “el Jefe” le aplicó un “correctivo” a Pablo: la obra social de Camioneros necesita fondos del Estado.
En la reunión se acordó recomponer salarios. Pero la UIA evitó el pago de un bono. También Funes logró hablar del caos energético. YPF no hizo la inversión adecuada y bajó muchísimo su producción: por eso falta el gasoil en el campo y las rutas.
Ahora, para cubrir los zafarranchos de la petrolera camporista, se pretende restringir las exportaciones de Vista, de Miguel Galluccio, PAE de Marcos Bulgheroni y Pluspetrol, de la familia Rey. Siempre el achique.
La CGT fue al hueso en la reunión. Los Gordos quieren que Alberto rompa con Cristina y que empiece a gestionar con los gobernadores y los sindicatos.
La CGT pretende un replanteo del área económica y un Alberto que encare los gravísimos problemas sociales. El papa Francisco –de decepcionante actuación con Ucrania– fue el que le puso palabras a todo: “Soluciones adecuadas para los argentinos”.
Andrés Rodríguez lo planteó directo frente a los ministros: “Nosotros estamos para ayudar a Alberto. Pero queremos saber quién gobierna y quién toma las decisiones”. Aludió directo al conflicto entre la vice y el Presidente. Nadie cree que se puedan encarar soluciones de fondo con el desmadre del FdT.
MENOS MINISTROS
Alberto transmitió en Olivos que quiere relanzar su gobierno. Trabaja con una “dead line”: el 25 de Mayo. El Presidente está obsesionado con ese simbólico día: se inició el gobierno de Néstor, en 2003.
La intención del Presidente sería producir un cambio de Gabinete y, a la vez, reducir la cantidad de ministros, muchos de los cuales ya tiemblan. Los cambios involucrarían a los ministerios importantes y se especula que podrían fortalecer a Economía: volver a un ministro de Economía y Producción.
La cuestión se discute en su círculo íntimo: Santiago Cafiero, Jorge Argüello, Gustavo Beliz, Juan Manuel Olmos, José Albistur y Agustín Rossi. Algunos de ellos podrían incorporarse al nuevo Gabinete.
La duda central es qué va a pasar con Guzmán: Alberto no lo va a sacar mientras Cristina pida su salida. La cuestión volvió a reflotar la propuesta de ubicar a Sergio Massa en un “Súper ministerio”. El jefe del Frente Renovador lo niega: no irá a ningún lado mientras continúe la pelea en la cúspide del poder.
También surgieron versiones de una eventual Asamblea Legislativa. En un encuentro con líderes – y amigos - de la oposición, el jefe de la Cámara acusó directamente a Mauricio Macri de lanzar irresponsablemente esa versión y tratar de instalar un clima destituyente.
Macri necesita una crisis de proporciones para intentar volver a la Casa Rosada. Problemas aún más serios que le permitan justificar su pésimo gobierno. Ya esa teoría la había enarbolado Guzmán. En noviembre, el ministro acusó a Macri de hablar en el exterior para boicotear el acuerdo con el FMI. Macri se defiende: “Son mentiras para explicar sus fracasos”.
Patricia Bullrich escuchó todo eso en los encuentros con los hombres de negocios de Wall Street. Percibió escepticismo sobre Argentina y dudas sobre la fortaleza política de la oposición para instrumentar reformas estructurales.
Bullrich contragolpeó: dijo –para generar confianza- que sus economistas de cabecera son Luciano Laspina y Carlos Melconian. El viaje se lo armó Alberto Föhrig.
LA DESCONFIANZA DE WALL STREET
En Wall Street aún no digieren lo ocurrido con Macri. Los lobos dicen que las tareas son ciclópeas: Argentina tendrá en el 2024 que volver renegociar con el FMI y la deuda privada. Los informes de esas “casas de inversión” coinciden. Esos trabajos del JP Morgan, UBS, Merrill Lynch y Morgan Stanley también exponen un crudo diagnóstico de Argentina.
Los documentos confidenciales actuales sostienen definiciones duras. Primero, que la Casa Rosada “no va a cumplir” las metas del FMI: ni fiscales, ni monetarias, ni de acumulación de reservas. También diagnostican hasta fines del gobierno de Alberto “creciente inflación y estancamiento”. Los precios rumbo al 70 % y un PBI con un magro crecimiento del 3,5%. También desconfían de los proyectos “mágicos” de dolarizar la economía. Para eso, se necesitan muchos dólares y el apoyo del Tesoro de EE.UU.
Carlos Menem lo intentó, cuando la convertibilidad iba en rumbo de colisión. Primero envió a su vice Carlos Ruckauf a gestionar apoyos y hubo un no rotundo de Washington.
Después, con Roque Fernandez de ministro, la gestión la hizo el prestigioso Pablo Guidotti. En la Casa Blanca tampoco aceptaron la propuesta. Menem tenía “relaciones carnales” con Washington.
Se desconoce por qué ahora Joe Biden aceptaría esa propuesta de Argentina. El debate sobre la dolarización surge de una idea facilista arraigada en la dirigencia política argentina: buscar una “fórmula mágica” para resolver los problemas que profundizaron los políticos.
Son atajos inservibles: sueños irrealizables que explican la caída en tobogán de la economía argentina.