Aleksandr Dugin es quien da forma filosófica a las proyecciones políticas del jefe de estado ruso. Qué tiene en su cabeza el intelectual que influye en Moscú desde hace 20 años
Cuando Vladimir Putin expuso al mundo su idea de que Ucrania no existía como país soberano y que era una construcción que pertenecía a Rusia, muchos que conocían los laberintos de su cabeza supieron que detrás de esos conceptos existía un mentor, un gurú, que los había trazado con él.
Alguien que le había dado la narrativa exacta que podría actuar como excusa para invadir al país vecino democrático y cada vez más independiente de Moscú y más cercano a Europa.
Ese gurú es nada menos que Aleksandr Dugin, un intelectual, un “profeta fascista” como lo llama David Von Drehle en su columna de The Washington Post. “El análisis procede directamente de las obras de un profeta fascista del máximo imperio ruso llamado Aleksandr Dugin”, escribió el columnista de diario de la capital norteamericana.
“La influencia intelectual de Dugin sobre el líder ruso es bien conocida por los estudiosos cercanos del periodo postsoviético, entre los que a veces se refiere a Dugin, de 60 años, como el ‘cerebro de Putin’. Su trabajo también es familiar para la ‘nueva derecha’ europea, de la que Dugin ha sido una figura destacada durante casi tres décadas, y para la ‘alt-right’ estadounidense. De hecho, la ex esposa del líder nacionalista blanco Richard Spencer, de origen ruso, Nina Kouprianova, ha traducido parte de la obra de Dugin al inglés”, explica Von Drehle.
El columnista norteamericano explica además que no es nueva la influencia de Dugin sobre las decisiones del Kremlin. El intelectual preferido de Putin ha estado influyendo sobre las políticas de Moscú durante los pasados 20 años. Es quien creó los relatos necesarios para que el jefe de estado ruso pudiera solidificarse en el poder y, sobre todo, golpear las democracias occidentales con nuevas ideas, ya sean de izquierda o derecha, indistintamente.
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“Producto de la decadencia soviética tardía, Dugin pertenece a la larga y funesta línea de teóricos políticos que inventan un pasado fuerte y glorioso -infundido de misticismo y obediente a la autoridad- para explicar un presente fracasado”, señala el autor quien compara al monje negro ruso con otros intelectuales que dedicaron su voz en declamar que “el futuro está en reclamar ese pasado al presente liberal, comercial y cosmopolita (a menudo representado por el pueblo judío)”.
Así enumera a Julius Evola, el monje loco del fascismo italiano; Charles Maurras, el reaccionario nacionalista francés; Charles Coughlin, el locutor de radio estadounidense; e incluso “el autor de un libro alemán llamado Mein Kampf”.
“Dugin cuenta esencialmente la misma historia desde el punto de vista ruso”, remarca Von Drehle. “Antes de que la modernidad lo arruinara todo, un pueblo ruso espiritualmente motivado prometió unir Europa y Asia en un gran imperio, apropiadamente gobernado por rusos étnicos. Desgraciadamente, un imperio competidor basado en el mar de individualistas corruptos y ávidos de dinero, liderado por Estados Unidos y Gran Bretaña, frustró el destino de Rusia y hundió a ‘Eurasia’, su término para el futuro imperio ruso”, subrayó el columnista de The Washington Post.
Un libro de su autoría, publicado en 1997, da inicio a esta nueva era que cautivó el plan geopolítico de Putin. Lleva el pomposo título: “Los fundamentos de la geopolítica: El futuro geopolítico de Rusia”. En él, Dugin estructura todo el plan que tiene en su cabeza y que trasladó al hombre que lo escucha en el Kremlin.
“Los agentes rusos deberían fomentar las divisiones raciales, religiosas y seccionales dentro de Estados Unidos mientras promueven las facciones aislacionistas de ese país. (¿Te suena?) En Gran Bretaña, el esfuerzo de operaciones psicológicas debería centrarse en exacerbar las desavenencias históricas con la Europa continental y los movimientos separatistas en Escocia, Gales e Irlanda. Europa occidental, mientras tanto, debería ser atraída en dirección a Rusia por el atractivo de los recursos naturales: petróleo, gas y alimentos. La OTAN se derrumbaría desde dentro”.
“Putin ha seguido ese consejo al pie de la letra, y debe haber sentido que las cosas iban bien cuando vio a los alborotadores que rompían ventanas en los pasillos del Congreso de Estados Unidos, el Brexit de Gran Bretaña de la Unión Europea y la creciente dependencia de Alemania del gas natural ruso. Como el socavamiento de Occidente va tan bien, Putin ha recurrido a las páginas del texto de Dugin en el que declaraba: ‘Ucrania como estado independiente con ciertas ambiciones territoriales representa un enorme peligro para toda Eurasia’ y ‘sin resolver el problema ucraniano, en general no tiene sentido hablar de política continental’”, destacó Von Drehle.
El destacado columnista también se pregunta qué podría continuar en el master plan de Putin -y de Dugin- una vez que hubiera logrado anexar Ucrania y alejarla de Europa.
“Dugin prevé una división gradual de Europa en zonas de influencia alemana y rusa, con Rusia muy al mando gracias a su eventual dominio de las necesidades de recursos de Alemania. Mientras Gran Bretaña se desmorona y Rusia recoge los pedazos, el imperio de Eurasia se extenderá finalmente, en palabras de Dugin, ‘desde Dublín hasta Vladisvostok’”.
“Tan importante como que los responsables occidentales se tomen en serio la megalomanía mística de Dugin, es igual de urgente para Xi Jinping. Xi y Putin anunciaron el mes pasado una alianza para reducir (la influencia de) Estados Unidos. Pero según Dugin, también China debe caer. Las ambiciones de Rusia en Asia requerirán ‘la desintegración territorial, la escisión y la partición política y administrativa del Estado [chino]’, escribe Dugin. El socio natural de Rusia en el Lejano Oriente, según Dugin, es Japón”, publicó The Post.
Por último, dice: “En cierto sentido, el libro de 600 páginas de Dugin puede reducirse a una idea: la alianza equivocada ganó la Segunda Guerra Mundial. Si Hitler no hubiera invadido Rusia, Gran Bretaña podría haberse deshecho. Estados Unidos se habría quedado en casa, aislacionista y dividido, y Japón habría gobernado la antigua China como socio menor de Rusia”. Y concluye sobre este plan: “El fascismo desde Irlanda hasta el Pacífico. ¿Delirante? Eso espero. Pero los delirios se vuelven importantes cuando los abrazan los tiranos”.