SERGIO ALCALDE
La guerra entre Rusia y Ucrania ha sido la gota que ha colmado el vaso del mercado eléctrico. Desde los primeros días de la contienda, los precios del gas y otros combustibles fósiles se han disparado a niveles nunca vistos, arrastrando tras de sí el precio de la electricidad en el mercado mayorista.
El MWh cerró el mes de febrero con máximos diarios de 273, 27 euros, mientras que en lo que va de marzo se ha situado en un promedio de más de 350 euros, con un pico máximo de 570,52 euros, alcanzado el día 8 de marzo. En otras palabras, casi 120 euros más que el promedio de diciembre de 2021, el mes más caro de la historia registrado hasta la fecha. Y esto tiene consecuencias directas en la economía de los consumidores.
Según diversos datos aportados por la OCU, la factura de un hogar acogido a la tarifa regulada (PVPC) con una potencia contratada de 4,6 kW y unos 292 kWh de consumo mensual pagará un promedio de 110,27 euros, lo que significará la tercera más cara de toda la historia. Un récord, sin embargo, que podría verse superado con creces en las próximas semanas.
La dependencia del gas natural ruso
En el epicentro de esta tormenta energética se encuentra el gas natural, un combustible fósil que en Europa procede en su mayor parte de Rusia, cuyo precio se ha multiplicado por 5 en el mercado mayorista en los últimos meses. ¿Cómo escapar de esta alta dependencia? ¿Cómo garantizar la soberanía energética en un mercado internacional en el que todavía estamos sometidos al aumento de los combustibles fósiles? El primer paso es analizar de qué situación partimos.
Alrededor del 40 % del gas consumido en Europa procede de Rusia, lo que genera una alta dependencia energética.
La alta dependencia del gas ruso ha hecho de la soberanía energética una cuestión de máxima prioridad. Y es que hasta el 40% de todo el gas que se consume en Europa depende de este país. Pero el cierre de la llave de paso no solo afecta al gas, sino que también tiene consecuencias indeseadas en el cómputo global del precio de la energía eléctrica, cuyo máximo lo fija el precio de la energía más cara.
El fin de la dependencia energética
Como consecuencia de todo ello, la Unión Europea ha elaborado un ambicioso plan para acabar con la dependencia del gas ruso a partir de 2030. El objetivo: que antes de que acabe 2022 hayamos logrado reducir en 2/3 las importaciones de gas procedentes de este país. "Un objetivo muy ambicioso"- explica a National Geographic España Jorge Morales de Labra, ingeniero industrial y autor del libro Adiós petróleo- quien argumenta que la reducción de precios solo podría llegar de la desvinculación del mercado del gas y el de electricidad.
“En esta época del año, en torno al 75 % de toda la energía eléctrica del mercado español no tiene nada que ver con los combustibles fósiles, sino que depende de las renovables o de las nucleares, cuyos precios son muchos más estables”, explica el experto, quien sostiene que "es una aberración que se esté pagando toda la energía al precio de la más cara, cuando la más cara lo es muchísimo más que el resto"
Para entender mejor este concepto hay que tener en cuenta que el cálculo del precio de la electricidad en el mercado mayorista depende de la tecnología empleada para la generación eléctrica. La energía nuclear genera electricidad a un precio relativamente barato en comparación con el resto de las tecnologías, pues funcionan de forma continuada durante todo el año. Por otro lado, las energías eólica y solar usan el sol y el viento como fuente de energía, con lo cual tienen costes de mantenimiento relativamente bajos, mientras que en el extremo más caro se encuentran las centrales térmicas, especialmente las que utilizan combustibles fósiles, como son las de ciclo combinado.
“Para producir electricidad quemando gas necesitas del orden de 300 euros kwh, pero el resto de tecnologías con 50 euros ya ganas dinero. Es una barbaridad. El gas no debe arrastrar al resto de tecnologías energéticas”, afirma de Labra.
La solución: separar los mercados energéticos
En este contexto, la mejor solución, según apunta el experto, es el desacoplamiento del precio del gas y la electricidad, una posibilidad que ya baraja la Unión Europea desde hace unos meses, y que ahora ha cogido fuerza de cara a la reunión del Consejo Europeo prevista para los próximos días 24 y 25 de marzo.
Separar los mercados del gas y la electricidad servirá para reducir el precio de la factura eléctrica, pero no repercutirá por sí misma en la soberanía energética a menos que se tomen otras medidas. Una de ellas es la diversificación del suministro, algo que también contempla la Unión Europea en el plan REPowerEU, en el que se incluyen medidas, como “la diversificación del suministro de gas mediante un aumento de las importaciones de gas natural licuado (GNL) la construcción de gasoductos que importen gas de proveedores no rusos y la apuesta por la producción e importación de biometano e hidrógeno verde”.
Una diversificación gasística sobre la que partimos con ventaja en España, según argumenta Morales de Labra. “Nuestro país cuenta con una buena infraestructura de gasificación, disponemos de 6 plantas regasificadoras, mientras que en el último año hemos reducido a la mitad nuestra dependencia de Argelia”.
Pero importar gas de otros países es solo uno de los pasos que deberemos seguir para garantizar la soberanía energética. Por ello, el plan europeo contempla una reducción del 30% del consumo de gas de aquí a 2030, una medida que no solo contribuirá a nuestra independencia energética, sino que nos ayudará a cumplir el objetivo marcado por la Unión Europea para reducir la neutralidad de carbono en 2050.
"En el corto plazo no es fácil reducir la dependencia energética'', afirma Morales de Labra, quien aboga por una apuesta decidida por las energías renovables como única solución a largo plazo. “Actualmente, estamos cerca del 50% de la producción de toda la energía eléctrica, a la que cada año añadidos un 2% adicional. Hay que pasar a renovables no solo la producción de electricidad, sino también los usos térmicos y el transporte -aclara el experto-. Lo que nos ha enseñado esta crisis es que hay que planificar bien la transición energética. Aunque cada vez sea menor, las facturas tienen que ser asequibles".
No podemos depender de los combustibles fósiles, pero tampoco podemos prescindir de ellos. Y ahí está la clave. Hasta que no concluyamos la transición energética, no tendremos otra opción que reducir el consumo y diversificar el suministro. Eso si no queremos asumir una factura desorbitada.