ENRIQUE PÉREZ
España es el mayor importador de gas natural licuado (GNL) de la Unión Europea. Con una capacidad de 3,31 millones de metros cúbicos, se encuentra en una posición privilegiada para sustituir a Rusia como principal almacén de gas en Europa. Os explicamos por qué es tan relevante el GNL y qué puede hacer España para fortalecer su posición como proveedor de gas.
Qué es el gas natural licuado (GNL). El GNL es aquel gas natural que ha sido enfriado, normalmente a -162ºC, para estar en estado líquido. La ventaja de esto es que ocupa hasta 600 veces menos, por lo que puede transportarse más fácilmente, normalmente en los buques metaneros.
Todo el proceso es complejo y muy caro, desde el transporte a la planta de licuefacción, pasando por el llenado de barcos, el almacenamiento y la regasificación. Para este último proceso, España cuenta con la mayor red de regasificadoras de Europa.
El 35% de la capacidad europea pasa por España. Según datos de Gas Infraestructure Europe (GIE), España cuenta con el 35% de la capacidad de almacenamiento de la UE y Reino Unido, seguido por el propio Reino Unido con un 22%, Francia con un 14%, Bélgica con un 6% e Italia con un 5%. Un tercio del gas que necesita Europa, puede ser almacenado en España.
Además de ser líderes en almacenamiento, también contamos con la mayor capacidad de regasificación gracias a las múltiples plantas, como las de Barcelona, Huelva, Cartagena, Bilbao, Sagunto, Mugardos y la de El Musel, que no se ha llegado a poner en marcha. En comparación, Francia tiene únicamente cuatro plantas regasificadoras y de mucho menor tamaño que la de Enagás en Barcelona, la más antigua de Europa continental y con una capacidad de almacenamiento de 760.000 m3 de GNL.
Hasta hace no mucho, se consideraba una infraestructura excesivamente cara. La situación con Ucrania y la crisis energética ha cambiado el panorama por completo. Según un informe del Instituto de Economía Energética y Análisis Financiero (IEEFA) de 2021, Enagás se estaba beneficiado por una infraestructura excesiva y que había llevado a facturas de gas más elevadas que ningún otro país. Una inversión multimillonaria que ni siquiera se llegó a utilizar siempre, ya que a veces no había suficiente demanda.
De fondo está un sistema regulatorio que garantiza una tasa fija por inversiones, independientemente de si el país realmente necesitaba esas inversiones. Un exceso que hasta ahora estábamos pagando los consumidores. Pero, a raíz de la nueva situación, nos hemos encontrado con una ventaja competitiva que no se contemplaba.
En 2022, la llegada de GNL a los puertos de España se ha disparado. Si el año pasado llegaron entre noviembre y marzo unos 86 buques metaneros, está previsto que descarguen hasta 146 metaneros en 2022. España es un país bien conectado por mar y con una capacidad de regasificación enorme, lo que nos convierte en destino preferente del GNL que se envía desde países como Argelia, Rusia, Nigeria o Estados Unidos. Este último, se está moviendo para acabar convirtiéndose en el primer exportador mundial de GNL, superando así a Qatar y Australia. En España, la compra de GNL a Estados Unidos también ha venido promovido por el cierre del gasoducto con el Magreb.
Según datos de Enagás, el 58% del gas que llega a España lo hace vía gasoductos, mientras que el 42% lo hace en forma de gas natural licuado, transportado por buques metaneros.
"La cantidad de GNL importada del Atlántico por la UE durante los tres últimos meses de 2021 fue un 40% más alta que durante el mismo periodo del año anterior", explica Simon Dekeyrel, analista del European Policy Center. Es decir, progresivamente Europa está importando más gas licuado de EE.UU que de Rusia, como parte de su objetivo de reducir su dependencia. Y gran parte de ese gas va a parar a España.
Fernando Rodríguez, consultor del mercado interior de la UE, explica habría que hacer cálculos sobre hasta qué punto la situación de España es realmente más beneficiosa o si saldría más barato directamente enviar el gas a GNL a Alemania.
El problema: somos una "isla" en términos energéticos. España tiene una gran capacidad para almacenar el gas, pero no podemos exportarlo. Es decir, España tiene más gas del que necesita, pero no tiene capacidad para enviarlo a los vecinos europeos. El motivo es la falta de interconexiones. Actualmente España dispone de los gasoductos de Larrau e Irún, con una capacidad anual de unos 8.000 millones de metros cúbicos. Insuficiente para enviar el gas que Europa puede llegar a necesitar si busca esquivar el que le llega desde Rusia.
Por hacernos una idea, entre el Nord Stream 1 y el (cancelado) Nord Stream 2 se iba a alcanzar una capacidad de 110.000 millones de metros cúbicos.
El proyecto del gasoducto Midcat vuelve a estar presente. Pero, ¿quién lo paga? Una de las soluciones pasa por el gasoducto Midcat, descartado en 2019 por su coste pero que ahora vuelve a ser una opción viable. Se trata de un gasoducto que pasaría por el municipio de Girona de Hostalric y conectaría el norte de Cataluña con Occitania. Un gasoducto que ampliaría la capacidad anual hasta los 17.000 millones de metros cúbicos.
Sin embargo, Francia no parece estar por la labor. Teresa Ribera, ministra para la Transición Ecológica, exponía que "la pregunta es quién paga una interconexión para garantizar la seguridad de suministro del centro y del norte de Europa. Nuestra reivindicación es que no sea el contribuyente ni el consumidor de gas español".
El proyecto del Midcat vuelve a ser visto con buenos ojos debido a la necesidad del gas, pero España considera que es una gran inversión cuyos beneficios no irán a parar directamente aquí. Por el contrario, sí sería un gasoducto que ayudaría a poner en valor la red de regasificadoras españolas. Un proyecto que, según la patronal Fomento del Trabajo, podría completarse en menos de tres años, con un coste de unos 450 millones de euros. Poco en comparación con los casi 700 millones de euros que pagaba Europa a Rusia cada día.
España ve con buenos ojos los gasoductos... pensando en el hidrógeno. La construcción de un nuevo gasoducto además permitiría a España obtener beneficios derivados de los derechos de tránsito. Pero el Gobierno sigue sin tenerlo del todo claro. Quieren que la Unión Europea aporte fondos para su construcción, pero hay otro asunto que cobra especial importancia: su compatibilidad para el hidrógeno.
España tiene una posición curiosa, siendo líderes en GNL pese a que su mercado se basa habitualmente en otras energías. Aquí es donde entra el hidrógeno verde, una de las energías que desde España se quiere impulsar. Si estos nuevos gasoductos sirven como infraestructura para fortalecer la red de hidrógeno verde del mañana, España sería mucho más proactiva a invertir en nuevos gasoductos de cara a aliviar la dependencia del gas ruso en el norte de Europa.