MARCELO BONELLI
Martín Guzmán hizo este jueves a la noche una contrapropuesta para aplicar un tarifazo sobre las boletas de los servicios. Elevó al FMI un paper con un ajuste mayor al deseado por Cristina: aumentar en forma general un 29%, en lugar del 20% que defiende y propuso el ENRE. Julie Kosack –la auditora- fue lacónica y contundente: rechazó la sugerencia de Guzmán.
El staff del FMI insiste en que los números de Guzmán no cierran y desconfía de la promesa del ministro para bajar el déficit.
Por eso Kosack –y Luis Cubeddu– endurecieron su posición. Ambos se sinceraron ante Guzmán: creen que es inconsistente la meta del 2,5 %, con la tibia reducción de los subsidios que Cristina –hasta este jueves– le impuso a Alberto.
Hubo una seguidilla de reuniones y todo está aún abierto: a medida que pasan las horas, Washington cuestiona más y exige mayor ajuste. La estrategia de Guzmán de atrasar toda definición fue un verdadero fracaso.
Los burócratas del FMI quieren reaseguros. Y además se preguntan: ¿qué validez tienen las promesas de Guzmán, si Máximo pide su cabeza y Cristina lo critica en silencio? Alberto resiste. Y piensa en una negociación política de último momento con Kristalina Georgieva. Se hará si fracasa la última gestión de Guzmán.
El ministro pidió tiempo. Este jueves a la noche transmitió este mensaje en Olivos: “El lunes vamos a cerrar”. Alberto tiene pánico. No quiere iniciar la Asamblea Legislativa con el acuerdo técnico abierto: sería un papelón político.
La increíble ofensiva bélica de Putin complicó las cosas. Aumentó el petróleo y pegó un salto el gas. El riesgo país volvió a subir y los bonos cayeron. Un paper de las grandes compañías petroleras locales –YPF, PAE, Techint, Vista– augura más presión sobre los combustibles y el gas licuado natural. Este informe secreto lo dice claro: el conflicto bélico obligaría a la Argentina a gastar en subsidios un adicional de US$ 4.500 millones. El precio se multiplicó por cuatro.
Imposible para el BCRA. La invasión provocara más inflación y un fortalecimiento del dólar. Una combinación letal para acumular reservas. El alivio solo vendrá por los cereales.
Las horas son dramáticas y Alberto quiere utilizar a favor lo único que tiene Argentina: que EE.UU. dio la orden de cerrar al FMI para darle gobernabilidad a la Argentina y permitir que termine su mandato.
Clarín lo anticipó y el propio Alberto lo tuvo que confirmar. La emisaria fue Kristalina. El giro en la política exterior –censura a Nicaragua y este jueves mascullando a Moscú- busca obtener piedad de Washington.
La sobreactuación de Alberto intenta compensar sus traspiés diplomáticos. Los dichos en el Kremlin lo alinearon con Putin, la persona más cuestionada del planeta. La estrategia externa de Argentina está fuera de control. Es un “saltimbanqui”.
UN CONFLICTO TAPADO
Ahora la pelea fue en secreto, pero existe un conflicto internacional tapado. El problema es la licitación de la Hidrovía. La crisis provocó duras advertencias y reclamos de China, Estados Unidos, las grandes cerealeras y hasta las multi de autos. Hubo una solicitada durísima de una empresa china. El Instituto Patria arremetió contra la Casa Rosada y hasta un embajador argentino –insólitamente– salió a defender una propuesta extranjera.
La Administración de Puertos descalificó “por falta de idoneidad técnica” a tres ofertas y provocó un terremoto. Pagó el costo de ser juez y parte en el negocio.
La Hidrovía es clave para el comercio argentino. Y para el ingreso de un insumo imperioso: los dólares. La AGP renovó temporariamente el control de la Hidrovía con Jan de Nul. La firma belga se camufló en el consorcio Compañía Sudamérica de Dragados. Fue la única que quedó en pie en la licitación.
Sabino Vaca Narvaja reaccionó a los gritos. Se comunicó desde Beijing con un argumento: reclamando derechos adquiridos de China sobre la Hidrovía. El embajador fue directo y poco diplomático. Repitió por teléfono y escribió en sus chat algo fuerte: “Alberto se comprometió a que la Hidrovía la ganaba China”. Y remató: “Fue algo que se resolvió ya en su viaje a Beijing”.
Jose Beni, el camporista interventor de AGP, se defendió. Dijo que la descalificación era fruto de una licitación transparente. Beni contragolpeó: “No hay nada contra China”. Pero el interventor recibió la descalificación de Vaca Narvaja. La oferta fuera de juego era liderada por la firma china CCCC Shanghái.
También Beni –unos días después– tuvo la visita de expertos del Instituto Patria. En su entorno afirman que lo retaron feo y que el mensaje tuvo el aval de Cristina. La vice quiere habilitar el negocio a China. Vaca Narvaja le habría pedido ayuda.
La crisis se complicó porque la inteligencia de Washington, detectó estos llamativos reclamos del embajador en China. En la licitación también quedó afuera una firma dinamarquesa –con intereses de EE.UU.–, Rhode Nielsen. La embajada que lidera –el activo– Marc Stanley envió un mensaje a la Cancillería. EE.UU. comunicó extraoficialmente que se opone que el negocio de la Hidrovía sea entregado y concesionado a China.
Alberto se vio sorprendido por el escándalo: la inoperancia de sus funcionarios y su forma de gobernar hacen que todos los días se dispare en su propio pie. Tampoco fue contundente cuando la pelea llegó a su intimidad: fue ambiguo para ratificar el compromiso con Xi Jinping.
Alexis Guerrera -el ministro de Transporte- se mantuvo al margen. Vio manejos inadecuados que no quiso avalar. Alberto le pidió que se involucre. Guerrera busca una salida y propuso lo siguiente: barajar y dar de vuelta.
Para el ministro es “rara” la masiva descalificación técnica. Todos los oferentes son grandes jugadores mundiales. Por eso, Transporte quiere anular todo lo actuado por AGP y llamar a una licitación internacional con nuevos pliegos. Se quiere cuidar en salud.
MALESTAR K
Cristina está alterada por este tema. Máximo también. El jefe de La Cámpora está a los tiros con el Presidente. Ambos no se hablan y cada uno dice en su intimidad pestes del otro. Máximo lo acusa de desleal a Alberto y el Presidente a él de “irresponsable”.
En esta pelea interna, Alberto logró el apoyo de Axel Kicillof, quien recibe una ofensiva diaria y persistente de la dupla Máximo y Martín Insaurralde. La tensión en la provincia es explosiva. Santiago Cafiero y Gabriel Katopodis aprovechan y activan las acciones contra La Cámpora. Cristina recibe partes de inteligencia y anota cada una de las –para ella– trapisondas del núcleo duro albertista.
La vice –igual– habría pactado su silencio con Alberto. Esa inquietante boca cerrada. Cristina critica severamente el acuerdo con el FMI. Pero pactó no hacerlo público hasta que se apruebe el salvataje financiero.
Alberto –a cambio– se comprometió con Cristina a otra cosa: discutir entre ambos un cambio de gabinete y un relanzamiento del Gobierno después del cierre con el FMI.
La vice volvió a apuntar contra el equipo económico. En su rima -otra vez- están Guzmán, Matías Kulfas, Mercedes Marcó del Pont y Miguel Pesce.
También Cristina quiere arremeter contra el entorno político de Alberto. El Presidente calma a todos: “A mí no me presionan y no voy a modificar nada”.
Pero la movida reavivó otra vieja idea, que no comparte el jefe de Diputados: llevar a Sergio Massa a un Superministerio de Producción.