JUAN PABLO ZAGORODNY *
Despedido el primer año de esta década recién estrenada, la evidencia de los efectos del cambio climático y nuestra responsabilidad en este fenómeno están dejando de ser negadas y resistidas, convirtiéndose en uno de los temas más importantes que afectan a la humanidad hoy en día. La urgencia que nos plantea el cambio climático está dictando, con sus restricciones y oportunidades, la nueva agenda política de todo el mundo.
A partir de esta situación, el planeta exige empresas más responsables, negocios que sean sustentables y neutros o negativos en sus emisiones de carbono. En este contexto, se ha reconocido, por ejemplo, en la Conferencia sobre el Cambio Climático de las Naciones Unidas (COP26) que se realizó en noviembre pasado la necesidad de que el sector energético, que es transversal a todos los sectores de la economía, realice un mayor esfuerzo de descarbonización. El propósito es dejar de contaminar la atmósfera, a la vez que suministrar energía suficiente, segura, confiable y limpia. Además del beneficio ecológico global, este objetivo apunta a mejorar la calidad del aire de las ciudades y con ello la salud pública.
En este sentido, durante la pandemia del Covid19 las cuarentenas o aislamientos obligatorios resultaron una oportunidad única de realizar un experimento a escala global que permitió medir con imágenes satelitales la escala descomunal de la contaminación atmosférica local a causa del smog que genera el tránsito. También se observó en las imágenes cuán rápido se restituyen los valores naturales del aire de las urbes cuando la humanidad se queda quieta y deja de transportarse.
Apostar por las energías limpias es una forma de empezar a descarbonizar nuestra economía. Éstas adoptan, mayormente, la forma de electricidad de fuentes renovables como la eólica, la solar, el biogás, la biomasa y la pequeña hidroeléctrica (< 50 MW). En este rubro se han verificado asombrosos avances entre 2011 y 2021, incluso en nuestro país, debido al descenso de los precios de las tecnologías eólica y solar, y ya no se discute sobre su conveniencia.
En Argentina, por ejemplo, según datos de la Compañía Administradora del Mercado Mayorista Eléctrico (CAMMESA) ya hay más de 5.100 MW de fuentes renovables instalados y operando, y en 2021, hasta septiembre, ya se había logrado cubrir más de 12,5 % de la demanda de energía eléctrica con estas fuentes, en línea con el objetivo que marca la Ley 27.191: alcanzar a cubrir 20% de la demanda eléctrica con fuentes renovables para 2025. Sin embargo, aún queda un largo camino por recorrer y es importante avanzar.
ELECTRIFICAR EL TRANSPORTE
Una segunda forma de descarbonizar es apostar por el uso de vehículos eléctricos (EVs), es decir electrificar el transporte, que en nuestro país requiere 30% de la energía primaria, siendo uno de los sectores de mayor consumo. Hacerlo permite una utilización mayor de energías renovables (ER), con lo cual se forma un círculo virtuoso puesto que así se desplaza la demanda de combustibles fósiles por partida doble: al generar la electricidad y al evitar la combustión en los vehículos.
La transición hacia la movilidad eléctrica ya no es futuro sino presente; está ocurriendo en todos los países avanzados. La demanda de EVs crece cada año más rápido, al punto que, en Europa, el auto más vendido en septiembre de 2021 fue uno eléctrico (el Tesla Model 3) y las ventas de EVs en octubre han desplazado a las de vehículos a gasoil (diésel). Asimismo, la COP26 marcó un punto de inflexión de la industria automotriz: 24 países y 11 fabricantes se comprometieron a no producir más vehículos a combustión hacia 2040.
A nivel local, en el contexto de esta transición, el gobierno nacional preparó en 2021 dos documentos que pueden considerarse una muestra de las estrategias que evalúa. Por un lado, está la Res. 1036/2021 de la Secretaría de Energía, que da cuenta de los "Lineamientos para una transición energética en 2030". Es una visión basada en un mayor desarrollo del gas natural, incluso para el transporte, teniendo en cuenta las importantes reservas de Vaca Muerta.
Por otro lado, el Ministerio de Desarrollo Productivo de la Nación preparó un Proyecto de Ley de Movilidad Sustentable, que ingresó a principios de este año al Congreso. El proyecto forma parte del listado de iniciativas a tratar en el período de sesiones extraordinarias que se llevarán a cabo entre el 1 y el 28 de febrero y fue mencionado en la COP26 por el ministro de Ambiente y Desarrollo Sostenible.
Más allá de algunas críticas acerca de las posibles divergencias de visiones entre ambos documentos, es de destacar que el texto establece mecanismos de promoción para el crecimiento de la movilidad sustentable en Argentina. Si se trata y se reglamenta en los tiempos previstos, el país podrá tener un gran paquete de estímulo para desarrollar la movilidad eléctrica, incluyendo un fondo de financiamiento (FODEMS) para las actividades productivas y de investigación y desarrollo (I+D), y para la reconversión de nuestra industria automotriz con el fin de producir vehículos eléctricos, lo cual será, a tono con los desarrollos mundiales, una medida muy necesaria y conveniente en el momento apropiado.
EL ROL FUNDAMENTAL DE LA MINERÍA SUSTENTABLE
Para avanzar en el camino hacia la movilidad eléctrica, tanto a nivel global como local, no sólo es clave el compromiso de la industria automotriz, sino también el desarrollo de la minería, que puede realizar una importante contribución al desarrollo social y económico de un país, como se puede verificar en nuestros vecinos Chile y Perú, para los cuales la minería aporta un importante porcentaje de su PBI. Este porcentaje varía mucho cada año, dependiendo de los precios de los productos y los volúmenes exportados así como del resto de las economías.
Según datos de un estudio de la consultora ABECEB, el valor agregado de la minería en Argentina alcanzó un máximo histórico del 1,1 % del PBI en 2006, pero hacia 2018 este valor se había reducido al 0,5 % debido a la merma de los precios de los minerales.
En el Reporte EITI 2019 (Iniciativa para la Transparencia de Industrias Extractivas), se informa que la minería en 2019 aportó el 0.9 % del PIB en Argentina, con exportaciones por U$S 3239 millones
Según datos del Consejo Minero de Chile, en 2020 el sector minero aportó el 11 % del PBI de Chile, totalizando unos U$S 21.724 millones, y un 90 % de ese aporte provino de la minería del cobre y sus subproductos (entre ellos oro y plata). Este sin contar el efecto multiplicador de esta minería en otras industrias, de las cuales obtiene insumos y servicios. Si contamos este efecto, resulta que la participación directa e indirecta supera el 18 % en promedio en la última década.
Solo considerando el cobre, las exportaciones de Chile y de Perú alcanzaban los U$S 7.500 millones y U$S 8.300 millones respectivamente en 2016, según ABECEB. Por su parte, en el libro "La minería en Argentina", recientemente publicado y elaborado por la Academia Nacional de Ingeniería (ANI) y el Centro Argentino de Ingenieros (CAI), se asegura que en 2019 Chile exportó en cobre aproximadamente el doble del valor de la exportación de soja de Argentina.
Es importante entender a la minería como la industria madre que aportará los insumos básicos para la producción de vehículos eléctricos y que en la actualidad se caracteriza por contar con protocolos internacionales de seguridad, sometidos a estrictos controles. También, por realizar operaciones cuidadosamente planificadas por ingenieros, geólogos y una multiplicidad de profesionales expertos en diversas áreas, formando equipos multidisciplinarios con un enfoque basado en la búsqueda de sustentabilidad. Es decir, se tiene muy en cuenta tanto el cuidado del ambiente como la relación de mutuo beneficio con las comunidades y estados involucrados.
El desarrollo de la industria minera en Argentina tiene un indudable potencial y es clave para la obtención de la variedad de minerales involucrados, entre otras innovaciones, en la fabricación de Vehículos Eléctricos. Entre los minerales necesarios se destacan el litio, el cobre, el aluminio, el níquel, el hierro y el grafito. El litio es uno de los elementos clave para producir las baterías, así como el cobre es esencial para fabricar los motores eléctricos y los ánodos de baterías; por su parte, el aluminio está presente en todas las estructuras y en los cátodos de las baterías por mencionar sólo algunos ejemplos.
Además de su conocido potencial en litio -que aún está poco aprovechado con apenas dos proyectos en producción- la Argentina tiene también una decena de proyectos de cobre en fase avanzada, con un potencial conjunto de unas 57 millones de toneladas, que aún espera por su concreción.
En Argentina, además, se discute mucho acerca de cómo aumentar el valor de las exportaciones de litio, tanto en volumen como en elaboración, desde los productos más primarios -como el carbonato de litio- a productos de mayor valor, desde compuestos más elaborados hasta baterías. El precio del carbonato fluctúa mucho con la oferta y la demanda cada trimestre. Por ejemplo, a un precio de alrededor US$18 mil la tonelada por cada proyecto típico de 20 mil toneladas al año -de los cuales en el país hay una veintena en distintas etapas de desarrollo- tendríamos ingresos por unos US$ 360 millones anuales por proyecto. En el caso de poder desarrollar la minería de los otros minerales necesarios para fabricar EVs, estas cifras se podrían multiplicar varias veces más.
Finalmente, existe en la industria de los EVs la preocupación razonable por la sostenibilidad de la minería ya que el propósito, como se dijo, es que este tipo de vehículos sean parte de la solución a la problemática del medio ambiente. Concretamente, que sean una tecnología de transporte con baja o nula huella de carbono. La demanda de minería sostenible ya se deja escuchar en todos los foros y eventos especializados, viniendo desde el seno mismo de las propias empresas automotrices y mineras. De hecho, estas últimas están implementando buenas prácticas con esta perspectiva y controles, que son auditados y exigidos por los propios clientes, que buscan garantizar también la sustentabilidad de sus productos finales.
Por ejemplo, en el caso del litio, muchos de los proyectos más nuevos están optando por métodos que ayudan a economizar energía y reciclar el agua de procesos. También, las energías renovables, sobre todo la solar y la eólica, se están imponiendo como un recurso innovador y conveniente, ya que pueden competir contra el gasoil como fuentes más económicas y limpias en sitios muy remotos de la Cordillera de los Andes. Y en algunos casos los propios proyectos mineros ya han empezado a implementar vehículos eléctricos y a hidrógeno. De este modo se puede cerrar un círculo virtuoso y en armonía con el ambiente que va desde la minería hasta los EVs, utilizando energías limpias.
Es por ello que el proyecto de Ley de Movilidad Sustentable ingresado al Congreso (que no se refiere al rol de la actividad minera para alimentar a la producción de EVs, salvo, quizá, por las posibles interpretaciones de la palabra insumos) podría producir de manera indirecta, y tal vez al nivel de la reglamentación, importantes oportunidades de sinergia con la minería, ya que es esencial para obtener los minerales involucrados en la fabricación de EVs.
Así, la integración de la I+D y la producción de vehículos eléctricos -con el insumo brindado por la actividad minera-, significarían el impulso que se necesita para que en el siglo XXI la Argentina y el mundo puedan avanzar en el camino del desarrollo sustentable.
* Doctor en Física y consultor experto en energía y electromovilidad