JULIO VILLALONGA *
Para vivir estéril, inútil y deprimido, es preferible morir. ¡Sí, que se rompa, pero que no se doble!". Leandro N. Alem, fundador de la Unión Cívica Radical (UCR)
Sirve la frase, no el contexto. el Partido Radical cumplió el pasado 26 de junio 130 años de vida y una serie de datos indican que es inminente un nuevo cisma como otros que atravesó en el siglo pasado, en esta ocasión con visiones antagónicas entre un grupo de gobernadores y dirigentes partidarios y el ascendente senador Martín Lousteau, que lidera el sector interno llamado "Evolución" que encarna -o aspira a encarnar- lo que en la última división representó el Movimiento de Renovación y Cambio que condujo Raúl Alfonsín contra "la derecha" del partido conducida por Fernando de la Rúa, entre otros. De hecho, Lousteau mencionó en varias ocasiones que su sector representa "la renovación de la UCR", un partido que es "misógino" que "se resiste a los jóvenes”.
El exministro de Economía de Cristina Kirchner y su socio en Diputados, Emiliano Yacovitti, son la cara visible de la rebelión de un importante sector que acaba de ganar elecciones en la Ciudad, en Santa Fe y en Córdoba, y que perdieron la conducción de la Juventud Radical a manos de una dirigente que se referencia en el gobernador correntino Gustavo Valdez, que se opone al avance a la "evolución" del radicalismo junto a su colega jujeño Gerardo Morales y el presidente del comité nacional, el exmandatario y ahora senador Alfredo Cornejo.
En los últimos días, los cruces aumentaron en agresividad por la decisión de Lousteau y Yacobitti de armar un sub-bloque en la Cámara baja que conduce el cordobés Rodrigo de Loredo, quien aplastó en las últimas PASO a Mario Negri, que a pesar de eso y con la ayuda de La Causa Federal se quedó al frente del bloque oficial de la UCR.
Así están las cosas. Mientras que unos buscan “obturar los liderazgos emergentes” y “no piensan en construir mayorías" para "salvar" sus "privilegios", los otros quieren quebrar el partido para beneficiar la candidatura presidencial de Horacio Rodríguez Larreta, el jefe de Gobierno porteño que ya no esconde su ambición de competir en 2023. La carga política de las palabras no parece dejar mucho margen para un acuerdo. Se han abierto dos vías irreconciliables.
(Larreta tiene que cumplir varios pasos antes de conseguir su objetivo pero que la UCR se divida sin duda le facilitaría en parte las cosas).
En la inminente elección de autoridades del radicalismo a nivel nacional, el próximo viernes, seguramente Morales, Valdez y Cornejo, junto a una serie de caciques provinciales, se queden con el partido, lo que habilitaría a Lousteau a seguir su camino "con la gente" y no "con los dirigentes". Hoy las encuestas acompañan al economista heterodoxo, el futuro dirá.
En medio de la debacle de la política partidaria, un dato de época, la pelea por un sello que habilite candidaturas oficiales parece estéril, pero los "federales" de la UCR no piensan regalarle la estructura a un advenedizo, sea por lo que dice Lousteau -que se aferran a sus espacios- o porque consideran que los nuevo renovadores no tienen derecho a robárselo.
En rigor, no parece que los Lousteau o los Yacobitti hoy quieran enarbolar las banderas históricas del partido que fundó Além, más bien parecen tener claro que dentro de dos años "con el radicalismo puro" no será posible desbancar del poder al peronismo. "Tampoco sin el radicalismo", advierten cerca de los gobernadores.
Si esta "guerra de trincheras" fuera solo por el posicionamiento, con el fin de negociar cuando sea oportuno, sería una imagen más del paisaje decadente en el que se ha convertido la política actual -y no solo en la Argentina-, pero la información que circula es que no, no es solo eso.
Inmerso el kirchnerismo en su propia, obscena y dura interna, que los radicales se peleen a la vista de todos muestra en carne viva un proceso que la pandemia aceleró pero que venía de mucho antes.
La democracia como sistema no ha dado respuesta a casi ninguna de las necesidades básicas y una masa cada vez más grande argentinos es más pobre que hace una década o cayó en la indigencia. A casi cuatro décadas de la restauración, con este sistema ni se cura, ni se educa ni se come.
El avance de los libertarios, por payasescos que algunos de ellos parezcan, y de la ultraizquierda, es un dato más que exhibe cómo la corrosión ataca las bases de un modelo de construcción política y de gestión agotado.
El único beneficio de la crisis sanitaria que atraviesan el país y el mundo es que, muy probablemente, barra a vastos sectores de la dirigencia que no supo, no quiso o no pudo torcer el rumbo de la República. Lousteau detectó este devenir y le aplica marketing, porque hasta aquí no ha podido mostrar gestión. Los Morales y los Cornejo de la vida se resisten, pero el derrotero de la historia no parece estar de su lado.
* Director de Gaceta Mercantil