Hubo expectativas altas con la gestión de la primera ministra, pero la fragilidad del gobierno y los errores propios han afectado su figura pública
ANA BAZO REISMAN
Mirtha Vásquez está cerca de cumplir 70 días al frente de la Presidencia del Consejo de Ministros (PCM). En este tramo, los números no la han acompañado: según la última encuesta nacional de El Comercio-Ipsos, su nivel de desaprobación es de 55% y el respaldo, de solo 25%.
Esto la coloca como la jefa de la PCM con más rechazo, en comparación de los titulares de segundos gabinetes en los últimos gobiernos electos.
El inicio de Vásquez en el gobierno tampoco fue el más cómodo, con una investidura lograda con 68 votos a favor y 56 en contra en el Congreso. Además, su rol ha sido puesto a prueba varias veces debido a crisis y tensiones originadas desde el propio Ejecutivo.
Especialistas indican que si bien la funcionaria garantizaba capacidad política pra el puesto, la dinámica confusa con el presidente Pedro Castillo y otros miembros del Gabinete ha ido restándole peso y autoridad.
Desarticulación entre la PCM y el presidente
El 1 de diciembre, en conferencia de prensa, Vásquez trató de temperar los cuestionamientos sobre las reuniones irregulares del mandatario en Breña. La jefa de la PCM informó que Castillo “está absolutamente dispuesto a trasparentar la lista de las personas con las que se reunió de manera personal”. Sin embargo, esto no se ha concretado después de más de diez días del anuncio.
Para el politólogo Paolo Sosa, Vásquez ha hecho las veces de “palanca” para comprometer al gobierno públicamente con acciones de enmienda, pero advierte que esta interacción tiene un desgaste cuando la respuesta presidencial tarda o no llega.
“El presidente tiene una primera ministra que agrega valor y trata de contener crisis. Sin embargo, la interacción que existe entre ambos ha revelado al mismo tiempo que ella no tiene demasiado poder y, en ocasiones, se la percibe incluso como ‘una ministra más’. En realidad, el Gobierno depende de cuánto Mirtha Vásquez pueda aguantar esta dinámica de tener que resolverle problemas y que este no cumpla o demore los ofrecimientos de solución o transparencia que ella anuncia”, sostuvo Sosa.
La politóloga Kathy Zegarra anotó que la falta de articulación entre la PCM y el mandatario se vivió también con Guido Bellido, lo cual indicaría que el problema no proviene de Vásquez. “La relación que se evidencia con el presidente afecta la percepción sobre la primera ministra. Pero no debemos considerar a Vásquez como un personaje político vulnerable, pues ella ha asumido libremente el reto y la responsabilidad de sacar adelante un gobierno complicado. Además, ha cometido errores comunicacionales propios, como el relacionado al anuncio de cierre de mineras”, dijo.
En tanto, la politóloga Paula Távara destacó las fisuras que generaron renuncias en este Gabinete en medio de escándalos, tales como los de Walter Ayala y Luis Barranzuela. Vásquez hubiera logrado una mejor posición si no fuera por la demora de Castillo para decidir las remociones.
“El nivel de legitimación y confianza del presidente hacia su primera ministra también se evalúa en episodios como esos. Lo percibido es que la unidad entre actores del Ejecutivo es frágil y está sostenida básicamente por necesidad. Y aunque es probable que no haya cuadros de reemplazo en el caso de Vásquez, el presidente no la empodera”, explicó.
Varios frentes complicados
Paolo Sosa apuntó que la baja popularidad de la jefa de la PCM tiene correlación con la del jefe del Estado, pero agregó que en el plano de la negociación política, Vásquez carga con opositores por más flancos, incluyendo al propio oficialismo de Perú Libre, que la considera “un símbolo de traición ideológica” desde el inicio.
“Yo creo que Mirtha Vásquez ha tenido un liderazgo importante como cabeza del Gabinete, pese a las circunstancias. Considero que le ha cambiado la cara al Ejecutivo en comparación a lo que había antes con el Gabinete presidido por Bellido. Considero que es difícil para alguien como Mirtha Vásquez —o para cualquier persona, diría yo— consolidar su liderazgo en una situación en la que tiene no solamente a la oposición en frente, sino también a la oposición interna que le hace el propio partido de gobierno”, expresó el politólogo.
Kathy Zegarra también destaca el conflicto que despierta Mirtha Vásquez entre la facción militante de Perú Libre, pues su designación implicó la pérdida de una cuota de poder importante para el partido.
“Ha quedado claro que la permanencia de Vásquez genera un punto de separación entre Castillo y la organización política. Hay que tener en cuenta que la premier, así como el ministro Pedro Francke, representa a una izquierda más moderada y eso siempre será centro de desacuerdo con el ala partidaria de Vladimir Cerrón, que apoya otra agenda más radical”, señaló.
Paula Távara agregó que si bien “los segundos gabinetes suelen llegar más golpeados”, el de Vásquez sí generaba expectativas, a diferencia de sus pares en otros gobiernos. La politóloga indica, no obstante, que la impresión de un desfase o precaria sintonía con el presidente Castillo, puede debilitar progresiva y peligrosamente la credibilidad de la primera ministra.
“Sería importante que la relación que ambos proyectan se vea más afianzada de alguna manera. Pero para eso el presidente no solo debe poner de su parte en ese esfuerzo de sintonía, sino también incluir a Vásquez muy visiblemente en su círculo de confianza. De momento, pareciera que el presidente no reconoce la especial importancia del premierato y, por tanto, la capacidad de bisagra de Vásquez se va agotando”, dijo.
Távara remarca, además, que por el lado de la valoración de la ciudadanía hacia el rol de Vásquez, el factor de su género también podría estar ligado a la severidad con la que se la califica.