HUMBERTO CAMPODÓNICO *
Uno de los temas que más sorprenden en la economía mundial es la creciente alza de los commodities. De un lado están los que son insumos para la industria, agricultura y transporte, como los hidrocarburos, minerales y fertilizantes. De otro, están los alimenticios, comenzando por la soya, el trigo, el arroz y la leche.
Se pensaba que el alza era transitoria. Después de 18 meses de cierre por el COVID-19, “tenían su razón de ser”: rebote del crecimiento, sobre todo en la demanda e inventarios muy bajos que tenían que volver a “rellenarse”. También había enormes cuellos de botella en las cadenas logísticas y de transporte. Y los países de la OPEP no llegaron a un acuerdo para bombear más petróleo y reducir los precios.
Pero el reciente informe del FMI (octubre 2020) alerta ahora de que “se ahondan las brechas en la recuperación mundial” y que “los riesgos en torno al escenario base se inclinan a la baja”. Se podría decir que hay una recuperación a dos velocidades. De un lado las economías avanzadas han tenido mejores avances en la vacunación y, además, han lanzado enormes impulsos fiscales (a la Keynes) comenzando por el Plan Biden de relanzamiento de la infraestructura en EE.UU.
Los bancos centrales de estos países han llevado el “relajamiento cuantitativo” a tierras desconocidas: la compra de bonos corporativos ya supera, según The Economist, los US$ 25 billones desde que comenzó la pandemia (se proyectan US$ 30 billones en el 2022), inyectando liquidez a la economía que, como siempre, se ha distribuido desigualmente.
El Índice de Shiller, que mide la relación entre los precios de las acciones y las ganancias de las empresas, dice Francois Chesnais, está en 38.54, valor superior al “martes negro” del crack de 1929 y algo inferior al crack punto.com de Nasdaq en el 2000 (ver Shiller PE Ratio). Esto indica una profundización financiera con poco sustento en la economía real. Cuidado con la burbuja.
Preocupa China. Dice Romaric Bodin que, entre el 2008 y el 2013, China aportó el 28% del crecimiento económico mundial, sin contar sus inversiones en el extranjero. Pero ahora la crisis de Evergrande, el gigante inmobiliario, aparece como un síntoma de que su economía ya no es capaz de un crecimiento fuerte y sostenido sin crear “burbujas”, al igual que las demás economías avanzadas. El problema de fondo es que la Productividad Total de los Factores está estancada desde el 2010 en los principales países industrializados (1). Si allí no se avanza habrá estancamiento económico.
La baja velocidad es de las “economías emergentes” y, sobre todo, de los países más pobres. Algunos se benefician de los altos precios de los commodities (minerales y petróleo; ojo, algunos no los tienen), pero sufren la inflación de alimentos, que acentúa la pobreza. Y la vacunación ha sido superlenta (por ejemplo en Sudáfrica, cuna del ómicron), lo que grafica la desigualdad del “mercado” mundial de las vacunas.
Las cosas tampoco mejoraron en la COP26 de Glasgow. Dice Martin Wolf en el Financial Times de Londres (Bailando al filo del desastre climático, 23/11/2021) que “el escepticismo se justifica plenamente pues, según el Climate Action Tracker, solo Unión Europea, Reino Unido, Chile y Costa Rica han diseñado adecuadamente sus metas de emisión cero” y es muy difícil que el mundo reduzca la temperatura a 1.5 °C en el 2050. Agrega que la ayuda de US$ 100,000 millones anuales, prometida a los países en desarrollo (incluye a Perú) para adaptarse al cambio climático, tampoco se ha alcanzado. Mal.
Lo que podría suceder (y para algunos ya está sucediendo) es que estemos frente, otra vez, como en 1974-75, al fenómeno de la “estanflación”, o sea, estancamiento económico (menos empleos) con alta inflación en medio de una crisis climática. Disculpen por esta crónica de malos augurios. Pero es lo que es.
* Ingeniero especializado en temas de economía de hidrocarburos