La última década es el período seco de mayor duración y extensión territorial desde comienzos del siglo XX
Alianza científico público-privada para enfrentar la sequía en Coquimbo, Chile
Minería y desarrollo
Una alianza científica público-privada busca ordenar y poner a disposición de los entes públicos y la comunidad toda la información relevante relacionada con la gestión sustentable del agua y del impacto del cambio climático en la Región de Coquimbo, Chile.
El objetivo es asegurar el aprovisionamiento hídrico de la población rural y urbana, además de garantizar un uso sostenible en los sectores productivos, es el objetivo principal de este comité, conformado por expertos especializados en torno al tema hídrico.
La situación hídrica de la Región de Coquimbo ha llegado a un escenario sumamente delicado, con déficits récords de precipitaciones y temperaturas sobre lo normal.
Es así que para fines de 2021, se prevé una condición hídrica preocupante, más aún si a eso le agregamos que la casi inexistencia de reservas de nieve en la alta cordillera, lo que afectaría a los ya disminuidos caudales de los ríos.
La situación actual es el resultado de varios factores, en donde sin duda el cambio climático, generado por el calentamiento global y expresado por repetidas y extensas sequías, es el principal pero no el único. Ello, porque se debe agregar también una demanda creciente de agua ante una oferta limitada y la falta de normas que se adapten a esta situación de escasez.
Sumémosle la falta de fiscalización y de herramientas efectivas de cuidados, además de la lenta reacción de los organismos del Estado para abordar la situación hídrica desde un punto de vista de la sostenibilidad ambiental o de adaptabilidad al contexto regional.
Alianza público-privada
Bajo ese contexto, es que se dio origen al denominado Comité Técnico Científico del Agua, iniciativa que nace bajo la necesidad de aportar técnicamente en materia hídrica y que agrupa a investigadores de instituciones como la Corporación Regional de Desarrollo Productivo (CRDP), el Centro de Estudios Avanzados en Zonas Áridas (Ceaza), el Centro del Agua para Zonas Áridas y Semiáridas de América Latina y el Caribe (Cazalac), el Laboratorio Prommra de la Universidad de La Serena, la Universidad Católica del Norte y el Instituto de Investigaciones Agropecuarias, INIA.
Al respecto, Cristian Baquedano, ingeniero civil industrial de la CRDP, explicó que “la actual situación de escasez hídrica obliga a la Región de Coquimbo a poner el máximo de esfuerzo y realizar un trabajo en conjunto entre sector público, privado y la academia”.
Por ello explica, a través del comité se pretende poner al servicio de toda la comunidad, “la información técnica científica que se ha generado por muchos años, para que los tomadores de decisiones en materias hídricas, puedan tomar las mejores decisiones pero de manera informada.
También busca que se aceleren ciertos decisiones y proyectos que están en carpeta, para asegurar el suministro de agua para la población y sectores productivos, pero de manera sustentable”.
En ese sentido, para Pablo Álvarez, director del Laboratorio Prommra de la Universidad de La Serena y del Consorcio Centro Tecnológico del Agua Quitai Anko, se debe tener en consideración que “en el territorio hay capacidades importantes para enfrentar el desafío de levantar una gestión sustentable del agua. Necesitábamos coordinarnos, por eso es relevante unir a todas las instituciones para marcar una hoja de ruta del trabajo colaborativo que debemos desarrollar”.
Actuar en emergencia
Para Claudio Vásquez, gerente corporativo del Ceaza, el escenario hídrico al que se enfrenta la región es crítico por lo que la entrega la información a la comunidad sobre el estado actual y futuro del comportamiento hidrológico de las cuencas en la región es una acción vital para tomar buenas decisiones al respecto.
“Tenemos caudales tan bajos que no se habían registrado en los últimos 30 años, por lo que el llamado es a tomar acción para una gestión balanceada y eficiente del agua”, afirmó Vásquez.
Se contribuye así, de manera directa, al aseguramiento del recurso hídrico para la población rural-urbana y para el desarrollo socio-económico que mejore la calidad de la vida de las personas, “considerando al mismo tiempo los efectos ecosistémicos debido a los periodos de sequía cada vez más intensos y extensos asociados al cambio climático”, señala por su parte, Ernesto Cortés, director de la Escuela de Prevención de Riesgos y Medio Ambiente de la Universidad Católica del Norte.
La idea agrega, es que a través de esta instancia “se aporte de manera concreta en el diagnóstico y en propuesta de soluciones para efectivamente desarrollar una gestión sustentable integrada del recurso hídrico regional”.
Experiencia y trabajo en terreno
En ese sentido, instituciones como Cazalac e INIA cumplirán una labor importante, pues ambas actualmente llevan adelante diversos proyectos en relación al tema hídrico y en el caso de INIA por ejemplo, el ingeniero agrónomo e investigador del organismo, Claudio Bolbantín, indicó que los principales aportes al comité “serán la efectiva bajada territorial de las acciones que se desarrollen en el marco del comité y las validaciones en condiciones reales de las actividades agrícolas de la Región de Coquimbo”.
Por su parte, Gabriel Mancilla, director de Cazalac, indicó que el aporte de la institución se hará a través de los varios proyectos “en que estamos trabajando en conjunto con el consorcio tecnológico Quitai Anko y otros proyectos que desarrollamos. Pero también con la experiencia internacional buscando ejemplos de lo que se ha hecho para mejorar la gestión hídrica en zonas áridas de otras naciones con las cuales nosotros tenemos contacto”, afirmó.
Megasequía en Mendoza: cómo afrontar la peor crisis hídrica en seis siglos
Los Andes
Una investigación confirmó que el análisis del ancho de los anillos de los árboles permite conocer la historia climática de una región, a partir de la existencia de árboles que pueden proporcionar registros de cientos e incluso miles de años.
El informe fue coordinado entre países de América del Sur y demandó más de seis años de monitoreo, bajo la tutela metodológica y la coordinación general del biólogo Mariano Morales, investigador adjunto del Instituto Argentino de Nivología, Glaciología y Ciencias Ambientales (Ianigla), con sede en Mendoza.
Los ejemplares arbóreos seleccionados para desarrollar el Atlas de Sequías actuaron como sensores de la disponibilidad de agua en el suelo, ya que, si un año es lluvioso, el anillo de crecimiento será ancho, mientras que si es seco, el anillo será estrecho.
Sobre la base de una extensa red de registros de anillos correspondiente a 15 mil árboles, pertenecientes a 12 especies forestales, junto a una base de datos climáticos instrumentales, se reconstruyó la historia hidroclimática de la región comprendida entre el sur de Perú, Bolivia, Paraguay, Sur de Brasil, Uruguay, Chile y Argentina.
Morales explica que este monitoreo minucioso en toda la región replicó la misma técnica e instrumentación metodológica de los Atlas realizados por el estadounidense Edward Cook, pionero en la materia y tutor de la investigación que impulsó ahora Morales en América del Sur.
¿Por qué es importante este atlas? Principalmente, porque recaba información hidroclimática clave y, a partir de ella, difunde y ayuda a delinear estrategias que tiendan a revertir o disminuir el impacto ambiental que trae el calentamiento global. Allí radica el mayor desafío, según Morales, ya que se trata de modificar cuestiones de fondo.
“Un alto porcentaje de los desastres naturales como las sequías y las inundaciones son atribuidas a la conducta humana, como la emisión de gases de efecto invernadero para la atmósfera, entre otras cosas. Hay que poner patas arriba el sistema socioeconómico para cambiar este panorama. Esa podría ser una solución. Ya no hay una acción individual o aislada que sirva. Hoy tenemos menos posibilidades de accionar individualmente en este contexto, pero, mientras más nos demoremos y solo reaccionemos, no habrá solución real. Tenemos que empezar ya con propuestas para hacer un cambio gradual. Si no, en breve, el cambio deberá ser radical”, alerta el investigador a Edición U.
A continuación, ejemplifica algunos de los puntos que necesitan encauzarse desde una visión distinta: la matriz productiva, el transporte, el hiperconsumo, las formas de practicar la agricultura y el ordenamiento territorial, entre otras cosas.
“A medida que los impactos del cambio climático aumentan y generan desastres socioeconómicos y ambientales, la capacidad para satisfacer las necesidades de las generaciones futuras se reduce”, agrega Morales.
Trabajo regional, problema global
El desarrollo de este estudio significó un intenso trabajo de muchos años de colaboración entre científicos de Argentina, Chile, Bolivia, Estados Unidos, Canadá, Francia, Rusia e Inglaterra. Esta información fue compilada en el Atlas de Sequías, que está compuesto por 620 mapas anuales con índices de sequía de las temporadas de verano.
Alerta roja en la Cordillera
Este monitoreo arbóreo permitió afirmar que un período de más de una década (2010 al presente) con déficit de lluvias y nieve en los Andes Centrales de Argentina y Chile ha generado reducciones de caudales de los ríos cordilleranos y puesto en emergencia hídrica a toda la región.
Aunque sequías de uno o dos años son un elemento recurrente en el clima de esta región, la última década se destaca como el período seco de mayor duración y extensión territorial desde comienzos del siglo XX. Ahora, el Atlas de Sequías nos muestra que la magnitud y duración de la actual megasequía para esta región de los Andes no ha tenido precedentes durante los últimos 620 años.
La reducción de las lluvias y las nevadas ha impactado en los servicios ecosistémicos regionales, en particular en el suministro de agua para el riego, con consecuencias perjudiciales para la producción agrícola y el posible colapso de los sistemas alimentarios en Chile y el oeste argentino.
Por lo tanto, existe una necesidad urgente de hacer un uso eficiente de los recursos hídricos para el consumo, la agricultura, la industria y los ecosistemas nativos, en especial porque, según Morales, se espera que estos fenómenos de sequías e inundaciones vayan aumentando en los próximos años, tanto en su frecuencia como en su duración.
Malas perspectivas
Utilizando el atlas, se observó que en los últimos 60 años, la ocurrencia de sequías extendidas y los eventos extremos de lluvias son cada vez más frecuentes en diferentes regiones del continente. El atlas permite situar los recientes fenómenos hidroclimáticos extremos en un contexto de tiempo mucho más largo y argumentar que es probable que la ocurrencia de los eventos extremos secos y lluviosos aumente en los futuros escenarios de calentamiento global. Tanto el déficit como el exceso hídrico amenazan a las sociedades de diferentes regiones de América del Sur.
Por lo tanto, para hacer frente a los problemas ambientales ante el futuro estrés hídrico, “es necesario monitorear, avanzar en la legislación y en las normas de control y gestión que permitan un uso eficiente de los recursos hidrológicos, que garanticen una proporción de agua en cada región para el funcionamiento de los ecosistemas y el acceso al agua potable para la población local”, advierte Morales.
Es que el aumento de los gases de efecto invernadero ha modulado los cambios recientes en la temperatura superficial del mar tropical-subtropical, tanto en el océano Pacífico como en el Atlántico, causando aumentos de las sequías en los Andes subtropicales y de las lluvias en el sudeste de Sudamérica. Los resultados son coherentes con esta evidencia observada en el siglo XX y también sitúan estos cambios sin precedentes de las últimas décadas en un contexto de 620 años.
A pesar de que el estudio empírico no permite discernir entre cuánto de los cambios observados se debe a la variabilidad climática natural o al calentamiento inducido por la humanidad, los resultados pueden ser utilizados para modelar experimentos climáticos y determinar la contribución de las actividades humanas al aumento de las sequías y lluvias extremas en el continente.
El gran alcance espacial de esta reconstrucción permite también comprender cómo los cambios en las condiciones hidroclimáticas afectaron a las diferentes regiones del continente. Este es un punto muy importante, ya que ahora se sabe dónde, cómo y cuándo se produjeron inundaciones o sequías en los últimos 620 años.
En el archivo histórico, hay crónicas de la época colonial que dan cuenta de la ocurrencia de eventos climáticos extremos debido a su vínculo directo con la producción agropecuaria y minera. Al comparar, se encuentra una fuerte coincidencia entre lo que dicen los anillos de los árboles y los registros históricos.
“Debe haber una conexión entre todas las instituciones con conciencia ambiental. Estamos en un planeta que es cada vez menos sostenible. Hace diez años que estamos en alerta hídrica en Mendoza”, sugiere el investigador.