Con la demanda de combustible aún inestable producto de la pandemia y el cierre de refinerías en otros lugares, Brasil está dando a los compradores potenciales otra razón para detenerse
Pese al discurso del presidente Jair Bolsonaro sobre la privatización de la joya de la corona de Brasil, el gigante petróleo Petrobras ha tenido problemas incluso para descargar un puñado de refinerías. Y sus posibilidades nunca han sido peores.
Con la demanda de combustible aún inestable producto de la pandemia y el cierre de refinerías en otros lugares, Brasil está dando a los compradores potenciales otra razón para detenerse: Petrobras está bajo una creciente presión para vender gasolina y diésel más baratos, una práctica que le ha generado pérdidas por decenas de miles de millones de dólares en el pasado y que perjudicaría a la competencia.
El propio presidente a menudo ha exigido precios más bajos del combustible mientras el país lidia con una inflación de dos dígitos en la antesala de las elecciones del próximo año.
Desde que salió de una enorme investigación de corrupción, Petrobras ha tratado de presentarse como un productor gestionado de forma independiente y centrado en los mayores hallazgos de petróleo en aguas profundas de este siglo.
Tiene el objetivo de recaudar US$ 35,000 millones de las ventas de activos, incluidas ocho refinerías, pero hasta ahora solo ha logrado vender dos de ellas y recaudar alrededor de una décima parte de ese objetivo.
Este mes quedó más claro que el plan de venta de refinerías lanzado en el 2017 enfrentó un obstáculo después de que Ultrapar Participações SA se retirara de un acuerdo para comprar la planta Refap, aludiendo a preocupaciones de que Petrobras introduzca gasolina barata al mercado para ayudar al Gobierno a contener la inflación. Los intentos de vender otras dos refinerías a principios de este año también fracasaron.
“No se trata del activo en sí, sino de cómo Petrobras fijará el precio de la gasolina en el futuro”, dijo Fernando Valle, quien cubre petróleo y energía en América para Bloomberg Intelligence. “Su mejor oportunidad es vender este año. Si no, es casi imposible; realmente no pueden hacerlo en un año electoral”.
Petrobras señaló que sigue comprometido con vender el 50% de su capacidad de refinación y declinó comentar sobre el impacto de la política en su plan de desinversión.
El principal contendiente de Bolsonaro en la carrera presidencial para el 2022, el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, ha dicho en reiteradas ocasiones que Petrobras debería vender combustible por debajo de los precios internacionales.
Dado que el Gobierno posee más del 50% de las acciones con derecho a voto del productor, no se necesita mucho más que la decisión del presidente para cambiar el directorio, la alta dirección y las políticas de la empresa.
El presidente ejecutivo, Joaquim Silva e Luna, exgeneral del Ejército designado por Bolsonaro, ha sido interrogado por los legisladores brasileños por la reciente alza de gasolina. El director del banco central también se ha quejado de la incidencia de los precios de la energía en la inflación.
En septiembre, el índice de precios mayoristas de referencia de Brasil subió alrededor de un 25% con respecto al año anterior, mientras que los precios al consumidor aumentaron más del 10% por primera vez desde el 2016.
Bolsonaro expresó su frustración con los precios del combustible durante una entrevista transmitida el 14 de octubre en su página de Facebook. Dijo que se le culpa por los altos precios del combustible a pesar de que no tiene control sobre ellos, por lo que planteó la privatización como una solución.
“Es muy fácil: sube la gasolina, culpe a Bolsonaro”, dijo. “Quiero privatizar Petrobras”.
Petróleo Brasileiro SA, como se llama formalmente al productor, aún posee 13 de las 16 refinerías del país. La venta de ocho de ellas parecía un poco más fácil antes de que, el año pasado, el COVID-19 desencadenara una caída en el mercado del petróleo, mientras que la transición a una energía más limpia adquiere un lugar central.
Tampoco ayuda que las relaciones de Brasil con China se hayan deteriorado bajo la Administración Bolsonaro, reduciendo las posibilidades de inversiones del principal comprador de activos energéticos en las economías emergentes en los últimos años.