Lo que estamos viendo hoy es una crisis política como consecuencia de la derrota del kirchnerismo en las PASO del domingo pero no se resuelve con un cambio de gabinete
ROBERTO CACHANOSKY *
No es esta la primera vez que el país sufre las internas del peronismo con sus consecuencias políticas y económicas. En efecto, en la década del 70 el baño de sangre que sufrió la Argentina fue el resultado del enfrentamiento entre el ala de izquierda del peronismo y el ala más fascista.
Perón había usado a los terroristas para hostigar al gobierno militar de esos años (Onganía, Levingston y Lanusse). Los usó como aliados y puso a Campora como candidato a presidente que estaba bajo el ala de izquierda peronista.
Al tiempo de llegar a la Argentina, Perón lo renunció a Campora, ganó él la las elecciones con Isabel Perón como su compañera de fórmula y descubrió que los jóvenes idealistas querían usarlo a él para llevar el país al castrismo.
El baño de sangre en Argentina comenzó mucho antes del 24 de marzo de 1976, con la Triple A combatiendo a los guerrilleros, los guerrilleros matando a Rucci y Perón echándolos de la Plaza de Mayo. Fue un período en el que el país estuvo sometido a la violencia interna por las luchas entre ambas facciones del peronismo. El país fue víctima de la interna peronista.
Luego Perón murió, asumió Isabel y, dentro de sus limitaciones intentó simular que gobernaba el país, pero con López Rega detrás de ella dirigiéndola.
El principio del fin fue el Rodrigazo de 1975, cuando Celestino Rodrigo intentó arreglar el lío que había dejado José Ber Gelbard y luego se sucedieron un ministro de Economía detrás de otro hasta el golpe de 1976.
Los Kirchner llegaron al gobierno por el enfrentamiento entre Duhalde y Menem. Fue Duhalde el que, para evitar que Menem fuera reelecto, lo limara y terminara de impulsar a Néstor Kirchner. De manera que, si hoy padecemos los desatinos K, es porque a principios de este siglo Duhalde hizo cualquier cosa para que no ganara Menem. El remedio terminó siendo peor que la enfermedad y otra vez el país fue víctima de la interna peronista.
Lo que estamos viendo hoy es una crisis política como consecuencia de la derrota del kirchnerismo en las PASO del domingo pasado. Esa alianza entre diferentes partes del kirchnerismo y el PJ no fue por ideas y programas, sino por ambiciones de poder unos y problemas judiciales los otros.
Pero en el campo económico el kirchnerismo está pagando el costo de la terrible herencia que en 2015 le dejó a Cambiemos y que Cambiemos no supo solucionar. Ni siquiera empezar a solucionar esa herencia.
En otras palabras, no es que el kirchnerismo hereda el desastre de Cambiemos, hereda su propio desastre de 12 años de kirchnerismo que Cambiemos no resolvió.
Esto significa una economía que hace 11 años que no crece, que el sector privado no crea nuevos puestos de trabajo, sino que por el contrario tiene menos puestos que 11 años atrás; una pobreza que estalla, una desocupación que no cede y una inflación mensual que es equivalente a la inflación anual de cualquier país vecino, entre una gran batería de otros problemas económicos más.
La economía argentina viene de una larga decadencia que se profundizó con 12 años de kirchnerismo y, encima, se vio afectada no por la pandemia, sino por la eterna cuarentena que impuso el gobierno de “científicos”, dejando un tendal de comercio cerrados, gente desocupada, mozos de bares endeudados y toda una clase media sumamente golpeada.
Ello llevó a la derrota del domingo pasado, junto con el descaro de las fiestas clandestinas en Olivos, el vacunatorio VIP, una ministra de Seguridad que dice que Suiza es aburrida y tantas otras barbaridades.
Tal fueron los desaciertos de este gobierno en todos los campos en estos casi dos años de gobierno que el domingo pasado el resultado de las PASO lo dejó noqueado al kirchnerismo, perdiendo en 17 de los 24 distritos electorales y ganando solo en los 7 de menor peso en el padrón electoral.
El resultado del domingo pasado, de repetirse en noviembre, le quitaría el quorum propio al kirchnerismo en el Senado y Juntos por el Cambio podría ser la primera minoría en Diputados.
Ante este trauma electoral, el tema es qué hacer en el campo económico para revertir (una misión casi imposible) o amortiguar el resultado negativo en noviembre. Si la interna se desata por un cambio de gabinete que la vicepresidente le estaría exigiendo al presidente, en el campo de la economía ese cambio de gabinete no tendría ningún resultado positivo porque la economía argentina requiere de modificaciones estructurales tan profundos que están en las antípodas de la ideología K.
Tal vez crean que aumentando el gasto público financiado con emisión puede permitirles recuperar votos perdidos. No lo sabemos, pero sí sabemos que semejante locura llevaría a un estallido inflacionario más agudo que el que va a producirse luego de las elecciones.
Tal es el grado de desconcierto del oficialismo que el director del Banco Nación, Claudio Lozano, saltó con la peregrina idea de emitir una nueva moneda que no sirva para comprar dólares, pero sí para financiar planes sociales. En gran medida esa moneda ya existe y es el peso, que con el cepo cambiario está totalmente limitada para comprar dólares, salvo en el mercado paralelo.
¿Qué respaldo tendría la nueva moneda? No se sabe. Tal vez Lozano esté pensando que el respaldo va a estar dado por la credibilidad que generan Alberto Fernández, Cristina Kirchner, Máximo Kirchner y La Campora. Algo totalmente insólito.
Ningún cambio de gabinete va a cambiar la situación económica argentina porque el problema de la economía argentina es la coalición gobernante.
El problema no es el FMI, ni Guzmán o Kulfas, en todo caso esos funcionarios están donde están porque es lo que puede conseguirse con un gobierno sin credibilidad que no genera confianza.
En síntesis, la crisis institucional no se resuelve con un cambio de gabinete. No van a conseguir a nadie serio y con trayectoria que los acompañe en el campo económico. El problema institucional se produce porque el kirchnerismo no se banca perder una elección y no advierte que el principal problema son el Presidente, el Vicepresidente, La Campora y el kirchnerismo.
Ellos son los responsables de su derrota. El pase de facturas por una interna partidaria es lo que lleva a la crisis institucional que profundiza la crisis económica. Se pelean para ver quién es el responsable de la derrota y en realidad son todos ellos, con Cristina Kirchner a la cabeza.
Estamos ante un problema insoluble, porque ellos son el principal obstáculo para resolver los problemas económicos.
* Periodista y economista