Los fondos cotizados son mucho más que rastreadores pasivos de índices
ROBIN WIGGLESWORTH
Al igual que un boxeador avejentado que sigue en la cima, pero que empieza a perder algo de su ritmo y potencia, los fondos comunes de inversión están siendo suplantado, lenta pero inexorablemente, por un invento más reciente y más descarado: los fondos cotizados (ETF, por sus siglas en inglés).
Antes de insistir en el porqué, es importante reconocer el fenomenal invento que han sido los fondos comunes de inversión abiertos, posiblemente uno de los más grandes de la historia financiera, ya sea por su éxito, longevidad o utilidad social.
A nivel mundial, hay más de 70.000 fondos comunes de inversión con activos combinados por casi US$ 40 billones, según Morningstar. Combinadas, las industrias de fondos de inversión y fondos de cobertura pueden reunir tal vez una quinta parte de eso, y con un impacto social más controvertido. A pesar de una década de crecimiento desenfrenado, los ETF siguen teniendo apenas US$ 9 billones en todo el mundo. Sin embargo, la era de los ETF está comenzando.
La última señal se produjo la semana pasada, cuando JPMorgan Asset Management dijo que convertiría cuatro fondos de inversión de gestión activa con u$s 10.000 millones en activos a ETF. Esto se produjo después de que Dimensional Fund Advisors convirtiera a principios del verano [boreal] fondos de inversión por u$s 29.000 millones en ETF.
Se están preparando muchas más conversiones. Los analistas de ETF de Bloomberg Intelligence calculan que más de u$s 1000 millones de fondos de inversión podrían transformarse en ETF en la próxima década.
Pero incluso excluyendo las conversiones, el ETF está en alza. En los seis primeros meses del año se lanzaron 109 nuevos fondos de inversión en Estados Unidos, pero 199 ETF, según Morningstar. Hoy en día, incluso Capital Group -que durante mucho tiempo fue hostil a la idea de los ETF- está planeando entrar en este campo. ¿A qué se debe este cambio?
En EE.UU., la eficiencia fiscal es una de las principales razones. A diferencia de los fondos de inversión, la estructura de los ETF significa que los inversores no tienen que pagar el impuesto sobre las ganancias de capital hasta que los venden.
Sin embargo, los ETF son ahora un fenómeno mundial. Su éxito no puede atribuirse a un simple arbitraje fiscal.
Por un lado, la negociabilidad de los ETF hace que la distribución sea mucho más sencilla. Cualquiera puede comprar un ETF cotizado en cualquier bolsa importante, a menudo sin pagar ninguna comisión.
La mayor ventaja, sin embargo, es su flexibilidad. Debido a su génesis como rastreador de índices, el ETF está ampliamente asociado a estrategias de inversión baratas y pasivas. La gran mayoría de los US$ 9 billones de activos del sector se encuentran en este tipo de vehículos. Sin embargo, esto oculta el hecho de que el ETF ha evolucionado hasta convertirse en mucho más que un fondo pasivo de nueva generación.
En realidad, el ETF es una envoltura adaptable para todo tipo de estrategias de inversión, y capaz de empaquetar prácticamente cualquier mercado en bloques de riesgo negociables, tipo Lego, ya sean acciones chinas en el extranjero, préstamos bancarios, volatilidad bursátil o créditos de carbono. Hoy en día, casi todo puede ser y está siendo colocado en una estructura de ETF, desde las estrategias de selección de acciones orientadas al crecimiento de Cathie Wood en Ark Invest, hasta el lanzamiento de Tuttle Capital de un ETF "anti-Ark" que permitirá a la gente ponerse en corto con el fondo insignia de Wood.
No todo el mundo está convencido de la durabilidad y la flexibilidad de la estructura de los ETF, ni está entusiasmado con su ascenso. Incluso Jack Bogle era un escéptico. Poco antes de fallecer, el fundador de Vanguard escribió que, si bien calificaba sin dudarlo al ETF como la "idea de marketing financiero más exitosa del siglo XXI", señalaba con sorna que "está por ver si resulta ser la idea de inversión más exitosa del siglo".
Sin dudas la gente está haciendo tonterías con los ETF, lo que está afectando a los mercados. Por ejemplo, empaquetar derivados que normalmente estarían fuera de los límites de la mayoría de los inversores minoristas es una solución normativa potencialmente peligrosa.
Además, a diferencia de los fondos de inversión, los ETF no pueden cerrarse a nuevos inversores, un defecto estructural en algunos ámbitos en los que puede haber rendimientos decrecientes si el vehículo de inversión se hace demasiado grande.
Por encima de todo, probablemente siempre habrá interrogantes en torno a la resistencia del proceso de creación y reembolso de acciones que sustenta el ecosistema de los ETF. La estructura resistió bien el crisol de la crisis financiera mundial y el desplome del mercado de Covid-19, pero cada crisis es sutilmente diferente y la próxima podría revelar fallos ocultos.
Sin embargo, en algún momento, los críticos deben dejar de culpar a la envoltura de todo lo que aflige a los mercados y, en su lugar, señalar con el dedo a las personas que ponen cosas tontas o peligrosas dentro de ella, o que invierten sin entender lo que están comprando.
Nadie culpa a los fondos comunes de inversión de todas las idioteces que han sufrido los inversores, y los ETFs tampoco deberían ser tratados como una mancha homogénea. El fondo común de inversión no va a desaparecer pronto, pero la próxima era de la inversión probablemente pertenezca al ETF.