La medida se produce a expensas de Estados Unidos, que ha mantenido la legitimidad internacional de los talibanes como su fuente restante de influencia mientras el grupo militante irrumpe en Afganistán
PAUL SHINKMAN
China está preparada para reconocer a los talibanes como el gobernante legítimo de Afganistán si logra derrocar al gobierno respaldado por Occidente en Kabul.
Beijing ha presionado públicamente a los talibanes para que continúen trabajando hacia un acuerdo de paz con el gobierno del presidente Ashraf Ghani, un resultado que China parece preferir genuinamente y que Estados Unidos ha presionado con creciente urgencia. Sin embargo, las nuevas evaluaciones militares y de inteligencia chinas de las realidades sobre el terreno en Afganistán han llevado a los líderes del Partido Comunista Chino a prepararse para formalizar su relación con la red insurgente, según múltiples fuentes de inteligencia estadounidenses y extranjeras familiarizadas con las evaluaciones chinas.
La medida se produce cuando los talibanes han estado derrotando a las fuerzas afganas: hasta el jueves (12/8), habían invadido 10 importantes capitales provinciales, incluida una cerca de Kabul, a veces sin oposición, junto con un territorio clave que conecta con la frontera de China. Y también socava los intentos de Estados Unidos de intentar presionar al grupo insurgente para que regrese de buena fe a las negociaciones diplomáticas en Doha, Qatar, donde el enviado de Estados Unidos regresó esta semana para nuevas conversaciones.
"Si los talibanes afirman querer legitimidad internacional, estas acciones no les darán la legitimidad que buscan", dijo el viernes la portavoz de la Casa Blanca, Jen Psaki. "Podrían optar por dedicar la misma energía a su proceso de paz que a su campaña militar. Les instamos encarecidamente a que lo hagan".
Lo que está en juego para Pekín son los acuerdos que ya ha obtenido de los talibanes para no albergar dentro de Afganistán a ningún extremista islámico con planes de librar insurgencias en partes del oeste de China, en particular en la inquieta provincia de Xinjiang, una promesa que supera con creces cualquier cosa que Estados Unidos haya podido hacer.
Cualquier tipo de estabilidad en Afganistán también permitiría a China cosechar los beneficios de inversiones económicas anteriores en la región, incluidos los derechos mineros en Afganistán.
Enterrado en el último informedel inspector general estadounidense que supervisa la reconstrucción en Afganistán fue una observación poco notada de que China ha aumentado drásticamente sus intereses económicos en Afganistán recientemente, alentando la finalización de una carretera en el Corredor Wakhan, la franja de tierra que conecta a los dos países.
"China ha expresado un gran interés por la inversión en Afganistán, particularmente en el sector minero, y esta carretera también será buena para eso", comentó un portavoz del Ministerio de Obras Públicas afgano. Los talibanes se apoderaron recientemente de amplias franjas de ese territorio como parte de una aparente campaña para controlar los cruces fronterizos del norte de Afganistán
China también busca la estabilidad en Afganistán por el bien de los proyectos de infraestructura regional que ya está llevando a cabo en el vecino Pakistán como parte de inversiones similares conocidas mundialmente como la Iniciativa de la Franja y la Ruta.
De hecho, Pakistán aparece en el centro de la creciente relación entre China y los talibanes, y Beijing confía en él para interpretar la división cultural y lingüística. Pakistán, a su vez, ha estado bajo una mayor influencia china a través del creciente número de inversiones económicas que Beijing ha financiado allí, en particular el Corredor Económico China-Pakistán o CPEC que fluye a través de regiones en el norte donde las redes talibanes han buscado refugio, aparentemente con al menos alguna complicidad. del influyente ejército de Pakistán.
Las contribuciones de Pakistán a la inestabilidad en la zona de guerra más larga de Estados Unidos no pasan desapercibidas para los afganos ni para quienes siguen de cerca el conflicto. Un tweet aparentemente benigno de la Embajada de Estados Unidos en Kabul solicitando sugerencias para la agenda de las nuevas conversaciones de Doha generó respuestas casi unánimes y un hashtag de tendencia: #SanctionPakistan
La caída de Kabul no está garantizada, como siguen insistiendo los funcionarios estadounidenses. Y en una llamada dos semanas antes de la cumbre de alto perfil, el presidente chino, Xi Jinping, aseguró a Ghani "el firme apoyo de China al gobierno afgano". Pero el ataque de los talibanes ha sorprendido en privado a la administración Biden con su velocidad y aparente éxito, dicen funcionarios familiarizados con las deliberaciones internas.
El Departamento de Defensa reinició en los últimos días una campaña de bombardeos contra las posiciones de los talibanes en apoyo de las fuerzas terrestres progubernamentales, aunque el portavoz del Pentágono, John Kirby, dijo que la autoridad para hacerlo expira con la retirada total planificada de las fuerzas estadounidenses para fines de mes.
"Creo que están comenzando a darse cuenta de que tienen que unirse políticamente en la cima", dijo Biden a los periodistas en la Casa Blanca, refiriéndose al gobierno respaldado por Estados Unidos en Kabul. "Vamos a seguir manteniendo nuestro compromiso. Pero no me arrepiento de mi decisión".
Con este plazo a la vista, China ha comenzado a prepararse para lo que considera contingencias más realistas que otorgarían tanto a Beijing como a los talibanes lo que buscan en un futuro cercano. Es una perspectiva que se encontró con poca sorpresa por parte de quienes estudian la región de cerca.
"Si sospecha que existe una buena posibilidad de que un nuevo gobierno llegue al poder, es potencialmente útil establecer condiciones tales que si esas personas logran tomar el poder, usted está bien posicionado para sacarles una concesión de negociación", dijo Tyler Jost, profesor de la Universidad de Brown que estudia la toma de decisiones de seguridad nacional en China. "En este caso, cualquier conexión potencial entre los grupos islamistas y Xinjiang probablemente estaría al frente y en el centro de las mentes de los tomadores de decisiones chinos. Es una prioridad fundamental para ellos".
Los funcionarios del Partido Comunista de China han mantenido compromisos cada vez más frecuentes y visibles con los líderes talibanes, incluida una cumbre de alto perfil hace dos semanas en la ciudad costera nororiental de Tianjin, en la que aparentemente promocionaron la necesidad de que participen en el proceso de paz respaldado por Estados Unidos en Doha.
No está claro si esta u otras delegaciones chinas han comunicado sus intenciones explícitamente a los talibanes, aunque el descaro de la red insurgente en las últimas semanas sugiere que considera que las amenazas estadounidenses de aislamiento internacional no tienen consecuencias.
También queda por ver si los talibanes cumplirán sus promesas de negar refugio seguro a los combatientes extranjeros después de pasar dos décadas rechazando las demandas estadounidenses de concesiones similares sobre al-Qaida. Sin embargo, China no está cargando a los talibanes con las elevadas expectativas burocráticas que Estados Unidos y sus socios occidentales tienen para el futuro de Afganistán.
"Beijing no necesariamente pone el mismo énfasis en los factores que Estados Unidos considera centrales para el futuro de Afganistán, como el mantenimiento de elecciones democráticas o los derechos humanos", agregó Jost. "Tradicionalmente, Beijing no enfatiza ni en su diplomacia, o al menos no lo hace con las mismas definiciones que emplea Estados Unidos".
No está claro si las intenciones de China con respecto a los talibanes le otorgarán lo que busca, comentó Yun Sun, director del Programa de China del Centro Stimson.
Afganistán bien podría colapsar en una guerra civil prolongada, dice Sun, que socavaría los acuerdos que China o cualquier otra potencia extranjera busca allí.
Sin embargo, lo que queda claro de los últimos movimientos de China es que los cambios en los objetivos de Estados Unidos para Afganistán no han tenido éxito.
Sun añade: "Fundamentalmente, lo que implica es que el reconocimiento de la legitimidad de los talibanes equivale al fracaso total de los 20 años de guerra de Estados Unidos en Afganistán".
