Economistas y consultores analizaron el impacto de los confinamientos en los países de la región
(Foto de tapa: Getty Images)
Con la pandemia se disparó la pobreza y la extrema pobreza en América Latina. En la mayoría de los casos, los gobiernos se endeudaron para inyectar fondos de emergencia en los sistemas de salud y entregar ayudas a las familias más vulnerables y a las empresas más afectadas por una recesión que hizo que la actividad económica cayera 7,7% en 2020.
Ahora, el temor de que el mundo salga de la pandemia como un lugar más desigual que nunca ha impulsado una nueva iniciativa para cerrar la brecha: conforme a una propuesta que está por finalizarse, adelantó NY Times, el Fondo Monetario Internacional (FMI) emitiría US$ 650.000 millones de dólares en fondos de reserva con lo que, en esencia, crearía dinero que los países atribulados podrían usar para comprar vacunas, financiar servicios médicos y liquidar deudas.
En Argentina, al inicio de la pandemia un 35% de la población no podía acceder a la canasta básica. En Chile la pobreza subió 10,8% y la extrema pobreza avanzó un 4,3%. Por el lado de Perú los ingresos se redujeron un 12.2%
En 2019, 25 países —la mayoría en África y el sur de Asia— estaban gastando más en pagos de deuda a grandes instituciones financieras en naciones adineradas que en programas de educación, salud y apoyo para comunidades empobrecidas, según un estudio de la Unicef.
¿Cuánto tardará Argentina en resolverla?
VIRGINIA PORCELLA/INFOBAE
Que la pobreza crezca diez puntos porcentuales, demostró la Argentina en 2020 cuando el Gobierno decidió privilegiar “la salud por encima de la economía”, puede ser cuestión de meses.
Pero que ese porcentaje de la población, sumido súbitamente por debajo de la línea de ingresos mínimos para acceder a la canasta básica, recupere su condición social es cuestión de años. En sus últimas proyecciones globales, de principios de mayo, el Banco Mundial y el FMI estimaron que la economía tardará al menos dos años en recuperar el nivel previo a la pandemia.
Pero que el nivel de pobreza vuelva a ubicarse en torno al 35,2% que se registraba a fines de 2019 (último dato anterior a la irrupción del coronavirus), llevaría bastante más. Bajo un escenario optimista en que, a partir de este año, se mantiene un crecimiento anual de 3%, la pobreza en la Argentina tardaría al menos cinco años en volver a ese nivel. Y el doble si el objetivo es acercarse al 29% de pobreza que había en 2018.
Así lo proyectó el economista del Centro de Estudios Distributivos, Laborales y Sociales (CEDLAS) Leo Tornaroli, especialista en la temática y autor junto Jéssica Bracco y Leonardo Gasparini de un trabajo en el que se analizan los principales motores de las variaciones en la pobreza entre 2003 y 2015. Las metas planteadas por Tornaroli implican “objetivos ambiciosos” y tal vez difícilmente realizables desde la perspectiva de una economía que no crece desde hace una década pero, aun así, razonables. Concretamente, el economista proyecta que la Argentina debería crecer al 3% anual durante los próximos diez años para lograr que la pobreza caiga por debajo de 30% mientras que en la mitad del tiempo podría recuperar, al menos, el nivel prepandemia.
Cabe aclarar que estas proyecciones, útiles para tomar dimensión de los estragos sociales ocasionados por la crisis económica de los últimos tres años, se realizaron en base a las últimas estadísticas oficiales publicadas por el INDEC de 42% de pobreza para el segundo semestre de 2020. Ese dato, probablemente, sea superado cuando se conozca el informe oficial de los primeros seis meses de este año. Por caso, de acuerdo a las estimaciones que hace mensualmente Martín Rozada, profesor del Departamento de Economía de la Universidad Di Tella, en base a los datos de ingresos del INDEC, en el semestre diciembre-mayo la pobreza alcanzó al 43,4% de la población.
También es clave remarcar que los resultados que proyecta el experto del CEDLAS se darían sin contemplar cambios en la distribución del ingreso, que de producirse podrían eventualmente acelerar la reducción o bien compensar un crecimiento menor.
“Reducir la pobreza requiere años de crecimiento y, aun así, vamos a seguir teniendo altos niveles. El crecimiento puede ser mayor y también puede mejorar la distribución del ingreso, pero eso debe ser sostenidamente”, afirmó. Llevado a un extremo, si la economía argentina no creciera (tampoco) en los próximos 10 años, la desigualdad debería reducirse a niveles mínimos, impensados e inviables en una economía que no crece. Por el contrario, una combinación de avance sostenido del 3% combinado con mejoras en la distribución del ingreso -de 15% calcula Tornaroli- podría reducir a casi la mitad el porcentaje de la población debajo de la línea de pobreza.
De ahí que una mejora sustancial en la pobreza, aun cuando recuperar el crecimiento es imprescindible para lograrla, puede estar impulsada por varios factores adicionales. Tal vez el ejemplo más comparable es el de la crisis de 2001-2002, que dejó un saldo de 57% de pobres en el país. De acuerdo a las conclusiones del informe elaborado con sus colegas del centro de estudios, “Explorando los cambios de la pobreza en Argentina: 2003-2015”, la recuperación de la actividad jugó un papel fundamental pero también el desarrollo de políticas sociales.
“Los resultados sugieren que la mejora generalizada del mercado laboral después de la crisis fue el principal factor de la fuerte caída de la pobreza en el período 2003-2007. Por el contrario, la reducción de la pobreza entre 2007 y 2011 se asocia con el papel más activo de la política social. Finalmente, durante el período 2011-2015, ningún factor pudo contribuir significativamente a la reducción de la pobreza”, aseguraron los autores del artículo. Esa conclusión abre un inmenso interrogante para el futuro de la economía argentina, toda vez que la recuperación económica no se percibe tan potente como hace dos décadas y la amplia expansión de la política social apenas pudo mitigar la fuerte suba de la pobreza.
Las cifras de Chile
CARLOS ALONSO Y RODRIGO CÁRDENAS
Las cifras de pobreza iban a ser el gran termómetro para cuantificar el impacto que la crisis sanitaria está provocando en la economía, y, por ende, en las familias. Si bien había algunas proyecciones, como la del FMI esperaba que superara el 12%, la cifra entregada por el Ministerio de Desarrollo Social estuvo por debajo de esas expectativas.
De acuerdo a los informado por la subsecretaria de Evaluación Social, Alejandra Candia, la pobreza por ingreso subió de 8,6% en 2017 a 10,8% lo que se traduce en que 2.112.185 personas están en esta condición, mientras que la extrema pobreza avanzó de 4,3% lo que equivale a 831.232 personas (2,3% en 2017).
Esta es la primera alza en la pobreza desde 2000, cuando pasó de 35% (en 1998) a 36%, luego continúo su senda de reducción constante hasta el 8,6% de 2017. Todo lo anterior siguiendo la metodología más reciente, que es más exigente que la que se informaba por esos años. En el 2000 fue la única ocasión desde 1990 en que se había producido un alza en la pobreza por ingresos, impactada por los efectos de la crisis asiática en la economía y, especialmente, en el empleo.
A pesar del alza informada hoy, que incorpora el fuerte impacto de la crisis sanitaria, la cifra es menor a lo que se registraba en 2015 cuando el porcentaje llega a 11,7%.
Tal como en las mediciones anteriores, la mayor tasa de pobreza se registra en la región de La Araucanía, anotando 17,4%, seguida de Ñuble, con 14,7%; Tarapacá, con 14% y Biobío, con 13,2%. En la Región Metropolitana la pobreza llegó a 9%. Los mayores saltos en pobreza entre 2017 y la medición actual se registraron en Magallanes (+171%), Tarapacá (+118%), Antofagasta (+82,4%), la Metropolitana (+6,7%) y Valparaíso (+59.2%).
De acuerdo a Candia, la merma más importante que hubo en esta medición fueron los ingresos del trabajo que cayeron 11% pasando de $843.821 en 2017 a $746.865 en 2020. Asimismo, este ítem se ve magnificado en los sectores de menores ingresos: en los hogares de los dos primeros quintiles fue de 40% real entre 2017 y 2020 pasando de $283.562 a $171.335.
Sin embargo, parte de esto fue compensando por los subsidios fiscales, los que aumentaron entre 2017 y 20202 58% en términos reales -es decir, después de la inflación-, desde $33.789 a $53.412 en promedio. En tanto, para los dos primeros quintiles de menores recursos, el aumento también fue de 58% real, pasando de $58.626 a $92.710.
Candia acota que ahora el foco debe estar “en avanzar hacia fortalecer este proceso de recuperan pensando que es una crisis de los ingresos laborales. Esto pone un desafío enorme a la política pública para fortalecer el empleo para los sectores que lo necesitan”.
De hecho, sin estas ayudas la tasa de pobreza, según Cepal, habria sido de 13,7%.
Con estos resultados, Chile es el país de la región con la menor alza en la tasa de pobreza, al ser de 2,2 puntos porcentuales. En Argentina, por ejemplo, se espera un alza de 10 puntos, desde 32% a 42%. El nivel de 10,8% informado además es el más bajo, menor a la de Uruguay, que pasó de 7,9% a 11,6%, según datos de Cepal.
En las ayudas el gobierno clarificó que el 10% de los retiros no está contemplado como ayuda hacia las personas. “No está contemplado los retiros de los 10% de los fondos de pensiones, porque es un desahorro, no son mayores ingresos, por ende, no está contemplado como contención de la pobreza, porque no es consistente con la metodología, y lo que se contempló con respecto a ayuda es bono Covid y el Ingreso Familiar de Emergencia (IFE)”.
Las ayudas monetarias también ayudaron a contener el aumento de la desigualdad. De acuerdo a los datos de la encuesta, el índice Gini considerando solo los ingresos del trabajo subió de 0,501 a 0,527 (a número más alto más desigualdad), mientras que el Gini de ingresos monetarios, que considera las transferencias estatales, subió de 0,488 a 0,510.
Perú, más pobre
RPP
Riqueza total de peruanos se redujo en US$ 53,000 millones durante el año pasado
La riqueza de las familias peruanas tuvo un retroceso durante el 2020, tras cinco años de crecimiento continuo, según revela un informe de la entidad financiera Credit Suisse.
Durante el primer año de la pandemia de la COVID-19 los peruanos alcanzaron una riqueza total de US$ 383,000 millones, unos US$ 53,000 millones (o 12.2%) menos de lo que se registró en el 2019.
Se estima que la riqueza por adulto peruano pasó de US$ 19,719 en el 2019 a US$ 17,017 en el 2020, siendo este último el menor nivel en los últimos cuatro años.
Esta riqueza individual está calculada, según Credit Suisse, considerando la riqueza financiera más la riqueza no financiera menos la deuda por persona.
De acuerdo con el informe, la riqueza financiera de cada peruano, compuesta por los ahorros en entidades e inversiones en el mercado de valores, cayó a US$ 8,322. La cifra es 10.3% menor a lo que se registraba antes de la COVID-19.
En tanto, la riqueza no financiera, que incluye inmuebles y propiedades de empresas, retrocedió a US$ 10,612, un 17.3% menos que en el 2019.
La pérdida de riqueza en el Perú contrasta con los resultados a nivel global, pues en la mayoría de países desarrollados se creó más riqueza.
Pero, los resultado coinciden con la región. En América Latina, una de las zonas más impactadas por la COVID-19, la riqueza cayó cerca de 11.4%.