Los planes de transición de los productores occidentales crean una oportunidad para sus homólogos estatales, aislados de la presión de los accionistas sobre su impacto ambiental
La industria petrolera podría asistir a una época dorada, especialmente para las compañías que sigan desarrollando nuevas reservas. Su duración dependerá de la velocidad a la que las economías den el paso hacia fuentes de energía más limpias.
La Organización de Países Exportadores de Petróleo y aliados, incluida Rusia, aceptaron abrir el grifo un poco. Los cortes de suministro han sido cruciales a la hora de estabilizar los precios del crudo ante las fluctuaciones de la demanda provocadas por la pandemia, pero los productores son ahora más optimistas. La vacunación está avanzando y las economías están reabriendo. Los precios del petróleo se sitúan en su máximo en dos años.
Si bien las empresas que cotizan en bolsa se beneficiarán, no pueden aprovecharse al máximo, al enfrentarse a una creciente presión de los accionistas para limitar las inversiones en petróleo y reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Las grandes petroleras europeas Shell, Total Energies y BP ya han limitado sus planes para detectar nuevas reservas petrolíferas, y ahora sus homólogas estadounidenses Chevron y Exxon también están reconsiderando sus inversiones.
Por el contrario, los rivales estatales son libres para perforar y satisfacer la futura demanda de petróleo prestándole poca atención a su huella de carbono. La mayoría de productores estatales responden ante políticos nacionales en economías emergentes que están más centrados en la liquidez, el empleo local y los ingresos fiscales que en las cuestiones ambientales.
“La parte de los proyectos de desarrollo gestionados por los miembros de la OPEP va a crecer notablemente en los próximos 20 años”, declara Per Magnus Nysveen, analista en la firma de consultoría Rystad Energy. “Las compañías petroleras nacionales tienen bastantes proyectos de desarrollo muy buenos con bajos precios de equilibrio por debajo de los US$ 30 el barril”.
Es muy probable que los productores del Golfo Pérsico, sobre todo Aramco y Petrobras, de Brasil, se beneficien con proyectos preparados que pueden ofrecer una oferta relativamente barata para cubrir los huecos generados por las reservas decrecientes de las multinacionales.
Puede que los productores nacionales con menos conocimientos técnicos ofrezcan incentivos para mantener a las compañías occidentales y a sus ingenieros expertos en exploración involucrados. Puede que las empresas más pequeñas también se beneficien de la retirada de los gigantes de la industria, suponiendo que eluden la misma presión de los accionistas.
Con una escasa inversión en exploración petrolera durante los últimos cinco años, los nuevos proyectos podrían disfrutar de unos beneficios extraordinarios a medio plazo, pero no están libres de riesgo.
El comodín más inmediato es el esquisto de rápida fabricación de EE.UU., que ha cubierto los vacíos de suministro en los últimos años. Los perforadores estadounidenses actualmente están más centrados en la rentabilidad que en expandirse, pero puede que eso no dure. Una avalancha de inversión de la economía en general también se arriesga a generar un excedente.
Por lo demás, la gran duda es cómo de rápido se descarbonizarán las economías. Cuanto más rápido suceda, mayor será el riesgo de amortizaciones para compañías que siguen perforando, y mayores serán las probabilidades de que las apuestas con bajos niveles de carbono den frutos. “El sistema energético de las próximas dos o tres décadas será el más heterogéneo de la historia. Todas las cifras son variables”, declara Oswald Clint, analista en Bernstein.
El rápido declive en las emisiones de carbono premiará a los productores de petróleo y gas que intentan liderar la transición, como Shell, que ha invertido en energía renovable, biocombustibles, captura de carbono e hidrógeno. En función de varios escenarios dinámicos para las reducciones de carbono globales, Clint calcula que Shell podría aumentar su valor entre un 20% y un 58%.
Cuando los accionistas presionan a los gigantes del petróleo para reconsiderar grandes proyectos de combustibles fósiles nuevos, los productores nacionales tienen una oportunidad. Según el ritmo de la descarbonización, puede que sea de oro o solo un espejismo.