RAFAEL BIELSA *
Juan Tokatlian publicó recientemente un notable artículo en estas páginas (11/5), en el que desarrolla la tesis de mantener relaciones positivas de manera simultánea y equidistante con EE.UU. y China. Mi propósito es problematizar el postulado, para propiciar la discusión.
Es preciso conocer la historia, porque –como decía Cicerón– “no saber lo que ha sucedido antes de nosotros es como ser incesantemente niños”. Pero al retórico romano le respondió un poeta francés: la historia es la ciencia de lo que nunca sucede dos veces. En breve, no esperar de ella lo que no puede dar.
Afrontamos una posible paradoja: en la era de los datos, viajamos sin plan de vuelo.
El imaginario colectivo de expectativas sobre el futuro desnuda un presente en el que falta un destino común. El orden basado en el individualismo, la competitividad y la instantaneidad no da respuestas transables por esperanza. Por ello, la opción argentina de hace un siglo atrás en favor de una potencia en declive, Inglaterra, en detrimento del pujante EE.UU., hoy no aplica. Con Gran Bretaña había una complementariedad (balanza comercial positiva y balanza de cuenta corriente negativa), con los EE.UU. no.
Por lo demás, se vivía una transición en la hegemonía (no una disputa), entre una supremacía en ascenso y otra en declive, ambas occidentales. Hoy, advertimos un predominio asiático en ascenso a escala planetaria, que –sin exportar ideología– cuestiona al vigente, en términos del siglo XXI: inversiones, comercio, tecnología.
Veamos, entonces, la relación entre la transición del poder y la velocidad del tiempo. Durante siglos, la relación estable entre tiempo y espacio fue un antídoto frente al caos. En el siglo XXI, Internet y las tecnologías de la comunicación cambiaron las nociones. Si algo caracteriza al espacio y tiempo virtuales, es la velocidad.
Aristóteles, nacido en el 384 a. C., sostuvo que no podía haber vacíos en el mundo terrestre. Esta idea condicionó la visión cosmológica de la Edad Media y de parte del Renacimiento. En 2016, 8 meses después de la liberación de los “Panama Papers”, en 79 países se habían abierto investigaciones, 6.500 contribuyentes y compañías eran escrutadas y la firma jurídica “Mossack-Fonseca” había cerrado 9 oficinas.
Las nuevas tecnologías de edición genética (CRISPR/CAS 9) tardaron 3 años en convertirse en primordiales para la fabricación de nuevas formas de vida: la biología molecular frente a una encrucijada ética.
¿Hasta cuándo el shale gas de Vaca Muerta será un recurso estratégico por lo valioso? Hasta que las obligaciones de carbono neto cero demanden ingentes inversiones adicionales para descarbonizar el gas natural. Más temprano, que tarde.
Esto nos obliga a pensar en cuánto tiempo tenemos para conservar cierto sex appeal, indispensable para una estrategia de simultaneidad dentro de la equidistancia. Porque, como dice el diplomático Agustín Lavalle, “el poder es sordo frente a quienes ya enclaustró”.
A continuación, analicemos desde este prisma las relaciones entre China y los EE.UU. Hechos, no palabras: en el marco del Diálogo de Seguridad Cuadrilateral (QUAD), Biden convocó para el 12 de marzo pasado a una reunión de presidentes (Estados Unidos, Japón, India y Australia) para mantener la región del Indo-Pacífico “libre, abierta e inclusiva”.
Basta una ojeada al mapa para notar que el cuarteto dibuja una frontera oriente-sur-poniente alrededor de China. Adicionalmente, el embajador Zhang Hanhui, viene de defender la cooperación militar entre China y Rusia, “para salvaguardar los intereses estratégicos y de desarrollo de ambos”.
En nuestro hemisferio, EE.UU. concede a Brasil el comando de la task force 151 en Medio Oriente, el primer país de Sudamérica en lograrlo. El Reino Unido anuncia su “Revisión Integrada de la Política de Seguridad, Defensa, Desarrollo y Exterior”, que contempla un incremento de su arsenal en cabezas nucleares; sus submarinos dispondrán de más unidades listas mientras navegan por el Atlántico Sur, al tiempo que prueba misiles en las Islas Malvinas.
De nuevo, el mapa dibuja una frontera atlántica, lo que afecta un continente que no tiene conflictos armados. Lo que quiero decir es que la agenda de mayor rivalidad y menos interdependencia, se está exportando activamente al Sur. O bien John Kerry enterró muy rápido a la “doctrina Monroe” en 2013, o bien Trump la revivió pendencieramente demasiado rápido en 2018. Otra vez, el tiempo.
En cuanto al linkage politics, lazo entre iniciativas políticas y actividades bélicas en el exterior, es indudable que EE.UU. desea hablar con nuestro país sólo de China. Hoy sí, pero ¿mañana?
Pensemos en el dólar. Es la divisa de reserva mundial: el 44% de las transacciones se denomina en esa moneda. Pero la emisión de deuda no es una consecuencia de la fuerza de las mareas, sino el resultado de un predominio; en el año 2020 se imprimió la mayor cantidad de dólares de la historia reciente.
Argentina no debería excluir del análisis los avatares de un signo monetario tan dirimente, porque el eslabonamiento de intereses políticos mañana puede incluirlo. ¿Una “guerra” dólar vs. yuan? Excesivamente improbable, pero posible. El mañana es veloz.
Las enseñanzas del académico Juan Carlos Puig hablaban de la autonomía heterodoxa: creo que debemos reforzar la invención de la contigüidad geopolítica con los países con los que compartimos intereses (p.ej. la cuestión nuclear con Brasil, o los océanos con Chile, o el litio con Bolivia), evitando lo que Roberto Russell llama el “síndrome de la desmesura”. Esto es, mirarnos entre nosotros, sin perderlos de vista ni un instante.
* Excanciller. Embajador argentino en Chile