El Ministerio de Energía señala que al menos el 10% del diésel subsidiado termina en manos de contrabandistas
WILMER TORRES
El gasto de Ecuador en subsidios al diésel es millonario, igual que las pérdidas por el contrabando de este combustible. Solo entre 2019 y 2020, un estudio preliminar del Ministerio de Energia establece que el país perdió USD 106,8 millones por el contrabando de diésel a través de las fronteras. Este delito ocurre en las zonas fronterizas con Perú y Colombia.
Mientras que en los dos últimos años, el Gobierno destinó al menos USD 1.068 millones en subsidios al diésel.
El estudio del Ministerio de Energía establece que cada año el 10% del diésel subsidiado va a manos de los contrabandistas.
Ese porcentaje fue establecido por la consultora Wood Mackenzie en 2013. Y, según Energía, es igual hasta la actualidad.
La reducción del contrabando en 2020, en términos monetarios, estaría atada al incremento mensual de los precios del diésel. Este aumento se produce desde que el Gobierno aplicó la banda o control de precios en julio de 2020.
Con esta medida se busca retirar el subsidio a este y otros combustibles. Y además con el tiempo se logrará que el costo del galón del diésel sea similar al precio internacional.
Es así que el precio del galón del diésel prémium o automotriz se elevó 44% entre julio de 2020 y abril de 2021, al pasar de US$ 1 a US$ 1.445.
El incremento del combustible llevó al Gobierno a aumentar en un 15% las tarifas del transporte público interprovincial e intraprovincial, por presiones del sector transportista.
Este aumento de los pasajes correrá a partir del 1 de mayo de 2021.
Los operativos de la Unidad de Delitos Energéticos e Hidrocarburíferos de la Policía Nacional buscan frenar el contrabando del diésel en las fronteras.
Pero autoridades policiales y del Gobierno advierten que este delito no se detendrá hasta que Ecuador elimine los subsidios.
Según la Policía, entre 2019 y 2020 se decomisaron aproximadamente 15.000 y 34.000 galones de diesel por concepto de contrabando, respectivamente.
Emerson Domínguez, jefe de operaciones de la Unidad Nacional de Delitos Hidrocarburíferos de la Policía, confirma que el tráfico de combustibles tiene como destino Perú y Colombia.
En ambos países el valor del galón de diésel es más caro que en Ecuador, debido a que el hidrocarburo no está subsidiado. “En ColoBmbia, las organizaciones delictivas usan el diésel para realizar operaciones de procesamiento de droga. Tenemos conocimiento que el combustible es trasladado por el perfil costanero de Esmeraldas hasta Tumaco“, dice Domínguez.
Según la Policía, otro modus operandi para contrabandear diésel y gasolina consiste en usar camionetas y tricimotos. Es decir transportan el combustible vía terrestre hacia Perú y Colombia.
Pero, uno de los últimos golpes de la justicia en contra del contrabando de combustible ocurrió hace dos semanas.
El 14 de abril, la Policía española detuvo a una fugitiva ecuatoriana conocida como “la señora”, buscada por Estados Unidos y acusada de tráfico de drogas.
La prófuga, también apodada “la Jefa”, tenía una orden internacional de detención. Ella presuntamente abastecía de combustible y otros suministros a los barcos, con las que la red introducía la droga en Estados Unidos, en la ruta Ecuador-México.
La energía eólica ha disparado el consumo de madera de balsa en Ecuador y generado un mercado ilegal que pone en aprietos a la industria maderera, más allá del impacto ambiental y social que arrastra en zonas de la Costa y la Amazonía.
Los madereros ecuatorianos han alzado su voz después de que en el 2020 hubiera un crecimiento desproporcionado del consumo de este preciado árbol, ochroma pyramidale en su designación científica, y se haya desarrollado un mercado ilegal paralelo porque la balsa es crucial para las aspas de las turbinas eólicas.
“El origen del problema se da al otro lado del mundo: China desde el 2010, con algunas interrupciones, tenía un plan ambicioso de generación eólica para llegar al 2020 con una capacidad muy importante de esta energía limpia”, explicó Christian Riofrío, director ejecutivo de la Asociación Ecuatoriana de Industriales de la Madera (AIMA).
Eso desencadenó, agrega, en distintos años de la última década una creciente demanda que, sin embargo, parece haberse frenado en los primeros meses del 2021.
La balsa, que por su densidad y peso específico es más liviana que el corcho, se utiliza para la fabricación de turbinas eólicas, un uso impulsado también por su resistencia físico-mecánica.
“Le da un papel preponderante en las aspas”, señala Riofrío, quien interpreta que el fuerte incremento de la demanda en el 2020 se debe a retrasos en el plan chino y a la aceleración de proyectos antes de que finalizara la vigencia de unos subsidios públicos.
Según datos oficiales, ese año Ecuador exportó maderas por valor de US$ 855 millones, un 67% más que en el 2019 y casi el triple que en el 2012. Dos tercios de esta “industria forestal” proceden de la balsa, típica de los bosques tropicales de Suramérica y especialmente de este país.
En las provincias costeras occidentales es donde proliferan los cultivos de este árbol, mientras que en la Amazonía oriental crece de forma silvestre, como “mala hierba”, dicen sus habitantes, dado que su crecimiento es vertiginoso, de 3 a 5 años, y a priori fácilmente reforestable.
Cientos de camiones inundaban el año pasado las estrechas y muchas veces no asfaltadas carreteras de las provincias de Napo y Pastaza cargados con los troncos de balsa, tras convertirse en un nuevo sustento para las pauperizadas poblaciones indígenas.
Fácil de cortar y transportar, cada tronco de 1.30-1.50 metros era vendido a mercaderes irregulares por entre US$ 8 y US$ 10, una auténtica fortuna en esa región.
La tala indiscriminada ha sido también motivo de preocupación en ONG medioambientales como Pachamama, que ven cómo va dejando claros en el bosque primario e impactando en otras especies protegidas.
“Se está realizando sin ningún plan de explotación del bosque primario”, se quejaba hace unos meses Pablo Balarezo, coordinador del programa Economías Resilientes de la ONG, quien advierte además de problemas sociales.
Uno de ellos es el negocio injusto, pues al proveedor le pagan un precio “tres o cuatro o cinco veces” inferior al de mercado, además de que ha provocado rencillas en tierras comunales de la nacionalidad kichwa.
Este mes el Ministerio de Medioambiente interceptó once camiones en la frontera con Perú cargados de este material sin los permisos requeridos de explotación forestal, incautaciones que el año pasado llegaron a 96.43 metros cúbicos de madera sólo en la provincia fronteriza de Morona Santiago, de los que 71.87 eran de balsa.
Pero la inmensa mayoría de la tala ilegal, cuyo verdadero alcance se desconoce, llega a su destino por falta de controles, con el agravante de que en las carreteras los conductores son a veces interceptados por mercaderes espontáneos que secuestran la carga “con fajos en efectivo” encareciendo el producto, según Riofrío.
El mercado negro ha causado también “daños colaterales” a los madereros de la Costa, pues los árboles son robados muchas veces de sus plantaciones.
También ha conducido a la pérdida de “valor agregado”, que es la industrialización del sector desde hace 70 años, y de “imagen”, pues los irregulares venden la balsa en bruto y en ocasiones han sabido de envíos a China en los que la madera llegaba podrida.
“El producto principal de exportación es el bloque encolado y los paneles rígidos y flexibles”, explica el ejecutivo sobre una cadena que genera alrededor de 80,000 puestos de trabajo directos e indirectos.
La AIMA ha lanzado por ello una propuesta para luchar contra la tala indiscriminada, establecer prácticas sustentables que beneficien al país en toda la cadena de valor, incrementar las plantaciones para que no vaya a cuenta del bosque primario, y recuperar las áreas afectadas por “la ilegalidad y la informalidad”.
La campaña incluye la capacitación de comunidades indígenas para una siembra ordenada, además de un diálogo con China, que consume el 70% de esta exportación, con el fin de adaptar la oferta a la demanda.